24/3/46

Domingo 3.º de Cuaresma

 

 

La verdad

Nunca hay que mentir ni aún en los matices

 

 

Tan diamantina es la verdad que, lejos de ser rayada,

ella raya y quiebra las almas vítreas de los infelices

que no la quieren reconocer

 

A continuación me comunica una tremenda,

¡oh!, es verdaderamente una tremenda palabra y me da una orden.

¡Es tan de condena en sus motivos!!!

 

 


Se me aparece como el Ángel del Getsemaní que era luz en forma de ángel

  Y el Ángel de las Setenta Semanas, el Confortador del Getsemaní, el beatísimo arcángel Gabriel que el Eterno te concede como amigo para que te conforte, porque él es el Arcángel del gozo, de los goces celestiales,

   Nunca hay que mentir ni aún en los matices

  el lazo colocado a tus pies mis ojos están vueltos siempre hacia  el Señor 

 Qué es lo que nos hace grandes Nuestra belleza Nuestra condición Nuestro origen No, sino nuestra prontitud en obedecer al simple sonar de las palabras de Dios, 

  He aquí que Gabriel... volando raudo, me tocó en el templo del sacrificio vespertino. Me instruyó, me habló y dijo: He venido ahora a instruirte y a hacerte comprender 

 Gabriel te comunicará un tremendo secreto

  Sabéis vosotros muy bien que, a despecho de todos vuestros esfuerzos heroicos, os veréis siempre incapaces de poseer la Perfección de Dios.

   Segundo precepto de Pablo:

  Otro precepto:

  Y Azarías se arrodilla para escuchar a Gabriel que, intensificando su luz, me saluda con el: ¡Ave, María!

 


 

¡Si a fuerza de esperarlo con ansia pudiese llegar a percibir la palabra angélica tan dulce, límpida y reconfortante...!

Mas he de decirle que, desde que usted se marchó (Alusión a la partida del P. Romualdo M. Migliorini, O.S.M., director espiritual de María Valtorta, el cual dejó Viareggio en el año 1946 para no volver más allí), un ángel, que me parece no ser el mío, lo tengo constante y visiblemente presente. Le digo que no me parece que sea el mío porque, mientras Azarías se me muestra materializándose en belleza, como ya se lo describí a su tiempo, éste es totalmente espiritualizado, de una luz vivísima que sólo un milagro de Dios me permite fijarla en los ojos, posee la belleza incorpórea de los seres espirituales y no se vale de los pies para moverse sino de las luces de sus dos alas, siendo todo en él luz: el rostro, las manos cruzadas sobre el pecho, el vestido candidísimo e inmaterial... Y si digo manos, rostro y vestido es porque nosotros, pobres mortales, no podemos sino expresarnos materialmente para decir lo que vemos. Mas este espíritu bellísimo, que jamás me deja y con el que el alma intercambia continuos coloquios de amor, no tiene sino la incorpórea condensación de su espíritu en forma de rostro, manos y vestido para hacerse presente a mi vista espiritual y así queda reducido al mínimo necesario con que poder alcanzar dicho fin que viene a ser: poder hablar impropia y muy materialmente de su rostro, de sus manos y vestido.

 

Se me aparece como el Ángel del Getsemaní que era "luz en forma de ángel"

 

Se me aparece como el Ángel del Getsemaní que era "luz en forma de ángel". Me parece uno de tantos que vi en los coros del Paraíso...¡Oh luz, luz cantante en el inmenso azul del Cielo...! Se me figura uno de aquellos del Natalicio... que aparecieron a los pastores..., uno de aquellos que en Cómpito (Localidad en la que María Valtorta, enferma, se refugió evacuada de Viareggio durante la segunda guerra mundial), en una de las últimas noches de exilio, me elevaron al éxtasis con su trasvolar entonando armonías irrepetibles...

Quien sea, no lo sé. Tan sólo puedo decir que su presencia es mi consuelo. Es para mí más dulce que la luz de la luna para el viandante solitario y perdido, dándome la seguridad de que no estoy sola sino con la mejor de las compañías y de los guías, y en el mejor de los caminos: el del ángel de Dios y en el recorrido que hacen los ángeles: el de Dios. Quién es, no lo sé. Me beatifica con su presencia, pero no se identifica. Ayer Marta fue a Camaiore estando ausente durante seis horas... Pues bien yo, sola en mi habitación durante tres horas de las seis, estuve tan contenta con esta angélica presencia que me produjo hasta un alivio físico. Estuve absorta en aquella meditación y contemplación que a los extraños puede parecerles casi somnolencia cuando, por el contrario, es hervor de espíritu que me hace feliz... ¡Cuánta paz...!

Mas ahora se me muestra y habla Azarías. Luego el ángel luminoso no es Azarías... y yo escribo.

Dice Azarías:

 

Y el Ángel de las Setenta Semanas, el Confortador del Getsemaní, el beatísimo

 arcángel Gabriel que el Eterno te concede como amigo para que te conforte,

porque él es el Arcángel del gozo, de los goces celestiales,...

 

"Con la humildad del hermano menor ante el mayor, vengo para nuestra Santa Misa. Y el Ángel de las Setenta Semanas, el Confortador del Getsemaní, el beatísimo arcángel Gabriel que el Eterno te concede como amigo para que te conforte, porque él es el Arcángel del gozo, de los goces celestiales, aumentará con su luz tu poder de comprensión.

Así pues, él se te aparece para darte una ligera idea de su realidad en el Cielo. A los sentidos del espíritu, purificado más y más tras la última prueba (nueva alusión a la ausencia del P. Migliorini), se les concede una nueva capacidad de Ver. Cree, alma mía, que cuanto más una criatura se afianza en la obediencia y en la caridad, tanto más va su espíritu hacia lo que será su vida en el Paraíso a la espera de la resurrección de los cuerpos. A cada acto de obediencia pronta y perfecta desaparecen la pesantez y las limitaciones y, como corroídas por la llama de la caridad –porque la obediencia es caridad–, se exfolian las escamas que todavía limitan las potencias espirituales en su facultad de ver, y el alma se acerca con júbilo inmenso al conocimiento de la vida del Cielo, de lo de allá arriba..., adoración, bienaventuranza, paz, júbilo de luz....

Mira, alma mía, si hubieses hecho, siquiera fuese interiormente, un movimiento de rebeldía, una mínima desobediencia, un compromiso, un simple compromiso, uno de esos pobres compromisos que con harta frecuencia llevan a cabo aún los mejores cristianos, en lugar de hacerse menos pesantes las limitaciones de tu poder visual de criatura, habríanse hecho más pesantes y espesas, como nieblas acumuladas, y te habrían llevado lejos, como vehículo que marcha en dirección contraria... Tú no te has dado cuenta de la trampa en la que te quería hacer caer el Enemigo para disgustar al Cielo contra ti. Con argumentos capciosos quería que desobedecieses la orden recibida de relacionar exactamente los libros que tienes (Alude al fidelísimo inventario de la pequeña biblioteca de la casa Valtorta que por aquellos días confeccionó María, inventario del que se desprende que no hubo libro alguno del mismo que pudiese influir eficaz y adecuadamente en la redacción de las quince mil páginas valtortianas). Nada hay censurable en tus libros, ni de tal naturaleza en ellos que pueda dar ocasión a los incrédulos de lo sobrenatural a decir que tú has disfrutado de ayudas culturales en tu labor. (Por el contrario hay interés en asegurar esto... 9/12/47). Más él quería atemorizarte diciéndote esto y aquello para hacer que... olvidases deliberadamente algún libro.

 

Nunca hay que mentir ni aún en los matices

 

Olvidar no es pecado mediando un fallo real de la mente. Mas querer olvidar, para cumplir con la obediencia por entender que ha de resultar humanamente útil su cumplimiento, es pecado. Las restricciones mentales, las reservas, el decir, por ejemplo. "He dicho que no tengo más libros, porque  en este momento no los tengo en casa", una de las escapatorias tan frecuentes entre los cristianos, lo mismo que el decir. "No los he visto", sólo porque no se ve en aquel preciso instante, no son buenas cosas. Son mentiras. Nunca hay que mentir ni aún en los matices.

La verdad no es una cosa vaporosa y vaga como una nubecilla del cielo sino un bloque sólido, bien escuadrado, diamantino, luminoso, transparente, bellísimo pero duro, inatacable a la acción de los vientos, de las lluvias y de las manos. E, igualmente, la verdad viene directamente de lo que es más perfecto que la Tierra, es decir, del Cielo; y por más que el hombre pretenda destruirla y en la Tierra parezca tal vez haberlo conseguido, en realidad, la verdad continúa inalterable en su reino y, antes o después, llega a ser conocida y reconocida junto con los méritos del espíritu que se mantuvo fiel en la misma.

Tan diamantina es la verdad que, lejos de ser rayada, ella raya y quiebra las almas vítreas de los infelices que no la quieren reconocer y, quieras que no, escribe sus palabras de condena para los muertos, los sordos y los ciegos de espíritu; para los apáticos y tibios a los que Dios rechaza y vomita lejos de Sí. Y, por más que se la niegue, escribe su verdad de "ser ella verdad" sobre esos pobres cristales ahumados y polvorientos, cubiertos de telarañas inútiles, que se creen superiores al diamante sólo por verse enmarcados en una bella moldura...

¿Ves, alma mía? Si tú hubieses aceptado una restricción mental, una de esas que te proponía Satanás o si hubieses omitido este libro de tu abuelo porque podía hacer sombra a los curas, este otro de tu madre por estar en el Índice o aquél otro tuyo porque habla de Dios en una proporción tan insignificante que no puede en modo alguno explicar lo que afirmas en tus escritos ( Relacionado en la nota precedente), y todo por aparecer santa hasta en los libros que guardas como recuerdo, al igual que conservas los retratos de familia que, enferma como estás, no puedes contemplar, pero que te produciría dolor destruirlos porque en ellos ves el rostro del padre, de la madre, de los abuelos... De haber tú mentido, no merecerías ahora esta paz de que gozas ni verías al glorioso Gabriel. Has merecido más con esta perfecta obediencia, que a los superficiales podrá parecerles cosa ridícula, que si hubieses desgranado mil oraciones vocales.

Todo esto para darte a entender el valor de la obediencia que no se mancha con compromiso alguno. Sé así siempre de heroica y crecerán cada vez más en ti la paz y la luz.

Y ahora meditemos nuestra Santa Misa.

 

"el lazo colocado a tus pies"

"mis ojos están vueltos siempre hacia el Señor"

 

¿No parece, pequeña voz, escrito especialmente para ti el introito? Es ciertamente verídico definiendo tu situación actual: "el lazo colocado a tus pies": y es igualmente verídico describiendo tu estado espiritual: "mis ojos están vueltos siempre hacia el Señor".

¡Esto, sí! ¡Siempre así! La maldad y la incredulidad de los hombres a los que siempre habrás de perdonar con las palabras de nuestro Santísimo Señor Jesús: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen", podrán ponerte lazos. Pero ¿dónde? En los pies, en la parte más baja y material que pisa las sordideces de los caminos del mundo porque, por ahora, estás aún en el mundo, como lo estuvo el Santísimo Señor Jesús durante sus treinta y tres años de Hombre-Dios en Palestina. Mas no pueden ponértelos en el espíritu, en tu vista contemplativa y en tu caridad que, cuanto más te das cuenta de lo vano y caduco que es todo lo de aquí abajo, tanto más llamea y se condensa hacia el Altísimo y Santísimo Señor Uno y Trino.

Y he aquí que tú, con el lazo en los pies, pero con el espíritu libre, te fijas a ti misma en el Señor: "Vuélvete a mí", gritas. Y tanto El se vuelve que se da a ti a Sí mismo.

"Me encuentro pobre y sola", clamas. No. ¡Estás con sus ángeles y con El, con El, con El! ¡Aleluya! ¡Mi alma está con el Señor! ¿Puede darse dicha mayor para un ángel custodio? En manera alguna te encuentras sola pues cuentas con tus infinitas amistades del Cielo. Y tampoco eres pobre, ya que posees esa riqueza que no puede ser robada. No temas. Tu confianza en el Padre Santísimo no quedará frustrada.

Y aquí, para alabar a Dios por su santo Arcángel, enlacemos la Santa Misa de la III dominica de Cuaresma con la luminosa Santa Misa de San Gabriel (En el Misal Romano de San Pío V se encuentra en el día 24 de marzo).

 

¿Qué es lo que nos hace grandes? ¿Nuestra belleza? ¿Nuestra condición? ¿Nuestro origen?

 No, sino nuestra prontitud en obedecer al simple sonar de las palabras de Dios, ...

 

Consideremos juntos nuestra virtud angélica. ¿Qué es lo que nos hace grandes? ¿Nuestra belleza? ¿Nuestra condición? ¿Nuestro origen? No, sino nuestra prontitud en obedecer al simple sonar de las palabras de Dios, al relampaguear de su Pensamiento Santísimo, pues relámpago de luz beatífica es el sonido que nosotros percibimos y no voz material de garganta. Nuestra luz se enciende de júbilo al acoger aquel relámpago que aumenta mucho más al ejecutar su mandato. Lo sabes tú muy bien. Si no obedeciésemos se apagaría nuestra luz, acabaría nuestra belleza, cambiaría nuestra condición y nuestro origen terminaría en condena como lo fue para Lucifer y los ángeles rebeldes. De nada podemos gloriarnos nosotros, los ángeles del Señor. Ni de la belleza, ni de nuestra condición, ni de nuestro origen, ya que todo nos viene de Dios Santísimo. Mas, al igual de los hombres, que son hechuras del Criador, de lo que podemos gloriarnos es de nuestro servicio obediente al Señor.

El Primogénito de los hombres alcanzó la perfección absoluta al ser "obediente hasta la muerte" haciendo la Voluntad del Señor. ¿Qué méritos habríamos de tener si, siendo espirituales como somos, no hubiésemos de ejercitar las virtudes de caridad, humildad, obediencia y verdad? Porque, al ver la Realidad Santísima de Dios, no podemos tener lujurias carnales ni debemos tampoco de tener fe ni esperanza y, siendo superiores a los hombres al carecer de la pesantez de la materia, no tenemos necesidad de ser temperantes, fuertes, justos y prudentes pues tales nos hace la propia contemplación de Dios. ¡Oh, Dios se compenetra con nosotros! ¡Qué bueno es el Señor que se deja contemplar y de tal manera se infunde en sus espíritus! Pero, al mismo tiempo, nos brinda la posibilidad de ofrecerle honores con la caridad, la humildad, la obediencia y la verdad.

¡Bendigamos al Señor! Nosotros, los ángeles, y tú, alma, con todos nosotros: "Bendigamos al Señor"!

Y tú, alma mía, impetra del santo arcángel su patrocinio perpetuo. Ámale, ámale mucho porque es el ángel de los anuncios felices y de los sublimes consuelos.

 

"He aquí que Gabriel... volando raudo, me tocó en el templo del sacrificio vespertino.

Me instruyó, me habló y dijo: "He venido ahora a instruirte y a hacerte comprender"

 

Leamos las primeras palabras de la Lectura. "He aquí que Gabriel... volando raudo, me tocó en el templo del sacrificio vespertino. Me instruyó, me habló y dijo: "He venido ahora a instruirte y a hacerte comprender". Nada más interesa por ahora.

"Me tocó en el templo del sacrificio vespertino". He aquí cuándo se le tocó a Daniel: A la hora del sacrificio, en el templo y por la tarde. Tu tarde se acerca; mas antes de que llegue precediendo al amanecer –porque la tarde no es fin sino preanuncio del próximo día–, el arcángel te instruirá. y ¿por qué tal honor? Porque estás en el templo que la Caridad recíproca entre Dios y tú ha creado y en la hora de tu sacrificio final, el más dulce, aquel que consigue el alejamiento de Satanás en las horas nocturnas.

Tras la tentación tenebrosa, nuestro Señor Jesús fue consolado por Gabriel, y Satanás ya no le turbó más. Para torturar al Moribundo divino quedaron los hombres. Mas ¿qué son los hombres comparados con Satanás? Como demonios es nulo su poder torturador respecto del de Satanás. Eso lo sabes tú, pero, ¡ánimo!, porque el sacrificio de la tarde está hecho precisamente para alejar a Satanás imponiéndole el "¡Basta!" divino y llevar la Fortaleza de Dios (Este es el significado del nombre "Gabriel") a los hijos sacrificados en holocausto.

 

Gabriel te comunicará un tremendo secreto

 

Gabriel te comunicará un tremendo secreto (M.T.M., madre espiritual de María Valtorta, no asegura que nunca se le permitió a ésta revelar tan tremendo secreto, antes, por el contrario, recibió la orden de quemar la hoja en la que habíalo consignado. Con todo, aun después de destruida, lo tenía tan grabado en su mente, como en un disco, pudiéndolo repetir a sí misma en cualquier momento) y te transmitirá una orden de parte de Dios, secreto ciertamente tremendo, mas no por ti sino por aquellos que lo provocan y serán estas las palabras de instrucción de aquél que transmite las más excelsas voluntades de Dios y exige las más altas obediencias.

Tornemos ahora a la epístola paulina. Mas antes respondo a tu pregunta. Así escribirás la respuesta y también lo que te dije hace dos domingos acerca de mi silencio sobre el Evangelio.

¿Por qué San Gabriel y no yo te ha de transmitir órdenes y secretos? Porque el menor no debe intervenir donde hable el mayor y así, lo mismo en lo que se refiere a este secreto como a las explicaciones del Evangelio. Sobre éstas te instruye el Señor Jesús, Sumo Maestro de cuantos moran en la Tierra y en el Cielo. Y, a este respecto, yo callo limitándome a escuchar, no teniendo nada que añadir a lo dicho por El.

Pablo perfila todo el programa del cristiano y, en consecuencia, el de las voces, las cuales, sólo por reconocimiento al Señor que tal don les concedió, deben ser más perfectas que los demás tendiendo a esta perfección con perfección de pensamiento. ¿Sabes en qué consiste esta "perfección de pensamiento"? En querer ser perfectos, no por la gloria futura que otorgará dicha perfección sino por amor de hijo beneficiado de manera sobrehumana por el Padre y en una medida que sólo el Infinito puede dar.

Así pues: "Sed imitadores de Dios como hijos dilectos". ¡Oh!, no os dice Pablo: "Imitad a éste o aquél santo", sino que os dice: "Imitad a Dios en sus perfecciones". ¡Imitar a Dios! Esto supone un esfuerzo continuo para alcanzar la perfección, y hacerlo con caridad, mas también con humildad; con fe, mas también con humildad; con esperanza, mas también con humildad.

 

Sabéis vosotros muy bien que, a despecho de todos vuestros esfuerzos heroicos,

os veréis siempre incapaces de poseer la Perfección de Dios.

 

Sabéis vosotros muy bien que, a despecho de todos vuestros esfuerzos heroicos, os veréis siempre incapaces de poseer la Perfección de Dios. Mas no os descorazonéis porque el Padre Santísimo, por ser perfecto, sabe que la criatura nunca puede ser como el Criador y así, para animaros, para justificar vuestra medida relativa proclamándola con justicia "perfecta para la criatura", puso un límite a esta medida: el vuestro. Dijo: "con todo lo que sois". "Con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" expresa el mandamiento inmutable hasta el fin de los siglos; y es hereje y maldito el que lo muda, altera o sustituye por mandamiento de hombre con otros cultos o ideas que no son de Dios sino mezcolanza de humo infernal y de infernal veneno, con humo y veneno de criatura perversa.

Cuando uno ama con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, ha amado, por lo que a él toca, perfectamente. Y, por tanto, ha imitado a Dios que es perfecto en el Bien.

 

Segundo precepto de Pablo:

 

Segundo precepto de Pablo: "Vivid en el amor como Cristo que nos amó entregándose a Sí mismo por nosotros a Dios en holocausto como hostia de suave olor".

¡El amor perfecto! El amor de Jesucristo, Hijo de Dios y Señor nuestro. Amor que llega hasta el sacrificio. Amor al prójimo que alcanza hasta inmolarse por él. Amor a Dios hasta inmolarse sobre el altar de la Reparación.

 

Otro precepto:

 

Otro precepto: "Las fornicaciones, las impurezas, de cualquier clase que sean, y la avaricia no sólo no han de darse en vosotros, pero ni siquiera las debéis recordar vosotros que tenéis que recordar únicamente los dones, las perfecciones y las instrucciones de Dios". Ya no sois hombres sino "voces".

La voz carece de pesantez. Es un sonido. No tengáis la pesantez de lo humano. No pervirtáis vuestra condición de "voces" con obscenidades, discursos necios y bufonerías. Tened en cuenta que el gesto simbólico de los labios purificados con el fuego tomado del altar no se limita al profeta, pues todos aquellos a quienes Dios elige, las "v e r d a d e r a s" voces, ciertamente indubitables, son purificadas, con anterioridad a su misión, con el fuego del Divino Amor. Las palmas de las manos sacerdotales están consagradas por la ordenación recibida, no debiendo esas manos tocar nada impuro o hacer ademanes impúdicos habiendo de tocar el Cuerpo Santísimo de Nuestro Señor. Ahora bien, los labios consagrados por la Palabra Divina y que, por orden suya, han repetido dicha Palabra, deben conservarse santificados y articularse con sumo respeto por lo que por ellos pasó. Y lo mismo hay que decir de la mente y del corazón. En caso contrario, llegaríais a ser impúdicos y fornicadores perdiendo vuestro puesto, tanto en la Tierra como en el Cielo. Y no seáis avaros sino prudentes para que los hombres no profanen y así el que tenga hambre que tome el don de Dios.

Manteneos igualmente firmes sin soberbias ni miedos. Los vanos razonamientos de los hombres, si son superficiales, desechadlos a fin de no tener que responder del tiempo perdido en cosas míseras, y si con ellos tienden a atemorizaros, ensoberbeceros o a denigrar y querer rebajar la obra que Dios hace en vosotros, que no os seduzcan. La ira de Dios cae sobre los incrédulos. No comulguéis, por tanto, con ellos, antes respondedles: "También nosotros fuimos un día tinieblas; mas ahora somos luz en el Señor y rogamos por vosotros para que podáis llegar a ser luz".

Basta, María, basta. Vive cada vez más como hija de la Luz, ya que su fruto es todo lo que es bueno, justo y verdadero. Ni –esto se lo puedes decir a los incrédulos y racionalistas– cabe que Belcebú sirva a Dios proporcionando palabras santas para la conversión de los corazones. (Y, con todo, se me quiere hacer creer que puede ser Belcebú el que me dicta... 9/12/47).

Vuela a la casa, al nido, tortolilla de Dios, y haz tu morada en su Amor; y desde allí escucha, pues tienes necesidad de tal defensa para escuchar lo que te dice el Arcángel, cifrando en ese Amor tu paz".

 

Y Azarías se arrodilla para escuchar a Gabriel que, intensificando su luz, me saluda con el:

"¡Ave, María!"

 

Y Azarías se arrodilla para escuchar a Gabriel que, intensificando su luz, me saluda con el: "¡Ave, María!". Tan sólo esto: "¡Ave, María!". A continuación me comunica una tremenda, ¡oh!, es verdaderamente una tremenda palabra y me da una orden. ¡Es tan de condena en sus motivos!!! Pero llevaré conmigo este secreto hasta la tumba. "Es aún más tremendo", dice el Arcángel, "que el secreto de Fátima" (Alude a la tercera parte del así llamado "Secreto de Fátima" hasta ahora nunca oficialmente revelado) y no se revela porque los hombres, aun éstos por quienes se da, no merecen conocerlo.

Y después el Arcángel, junto con Azarías, que se levanta de la genuflexión, canta: "Bendigamos al Señor". Y yo respondo: "Demos gracias a Dios" como me enseñó Azarías, y con ellos digo: "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...".

... y ahora gravita sobre mí el peso de este tremendo conocimiento...

21-27

A. M. D. G.