31/3/46
Domingo 4.º de Cuaresma
la Iglesia es la gran morada del Padre, de Dios en la Tierra
También el eterno Abraham tiene dos clases de hijos:
Los de la esclava y los de la libre.
Por qué y de qué debe regocijarse Jerusalén
¡De esta suerte se ha dilatado la morada del Padre!
cristianos de Roma, sede del Papado cimentado por Jesús Santísimo sobre su Piedra
Vosotros, que amáis a la Iglesia, regocijaos con Ella y gozad alegremente;
También el eterno Abraham tiene dos clases de hijos: Los de la esclava y los de la libre.
Porque es Satanás el que trabaja donde hay espacios vacíos de Dios.
Sois hijos de la libre. Recordadlo, cristianos. Sois por excelencia hijos de la libre
Dice Azarías:
¿Por qué y de qué debe regocijarse Jerusalén?
"¿Por qué y de qué debe regocijarse Jerusalén? ¿Acaso de su dilatada vida? En modo alguno sino de ser vital por su unión con Cristo que la nutre con sus dones y la enjoya con sus santos. Si no fuese de naturaleza sobrenatural, carecería de estos dones y de estos santos, pereciendo como todo lo que es obra de los hombres, todo lo que dura un tiempo relativo y después, por ataques enemigos, se debilita y muere.
Mas la Jerusalén terrena no es distinta de la Jerusalén celestial y así los ciudadanos de ésta están con la Jerusalén terrena para confortarla, ayudarla y defenderla del rencor del Mal que se lanza contra ella para abatirla sin que por ello alcance a conseguirlo.
Mas no son únicamente los auxilios celestiales los que la mantienen vital. El Santísimo Señor Jesús prometió que nada prevalecería contra Ella. Bastaría esta promesa para defenderla, ya que las promesas de Dios son siempre operativas. Mas Dios, aún siendo bastante por Sí a realizar cualquier prodigio, no despoja a sus hijos del derecho a cooperar en los intereses del Padre ni del derecho a contribuir a la prosperidad de la Casa del Padre.
¡De esta suerte se ha dilatado la morada del Padre!
Y la Iglesia es la gran morada del Padre, de Dios en la Tierra. No es ya el espacioso Templo asentado sobre el monte de Jerusalén, amplio, pero nada respecto de la Tierra y una supernada comparado con el Universo, la Casa actual del Padre. Esta ha extendido sus tiendas del uno al otro Polo, de oriente a occidente y, a la sazón, se hallan esparcidas por toda la Tierra y así, con amor o con odio, es conocido por doquier el nombre de Dios y de Jesús Salvador. Y por doquier hay también un altar para santificar los continentes y congregarlos cabe el signo santo. Y por doquier se celebra un Sacrificio, no de carneros ni de corderos sino de las Carnes Santísimas del Cordero divino inmolado para lavar con su Sangre los pilares y límites de la Tierra, lugar de exilio, y hacer de ella un pequeño Cielo y así los hombres desterrados lo sean menos de aquel lugar eterno para el que Dios los creó y puedan disponer de ayuda y estímulo en los goces que experimentan a los pies de un altar en la Mesa del pan sobresustancial. ¡De esta suerte se ha dilatado la morada del Padre! La Jerusalén terrena ha prolongado sus muros y esparcido sus ejércitos pacíficos y sus maestros para que sea conocido por doquier el Nombre que sobrepuja a todo otro nombre y ante el cual se postran de hinojos los hijos de Dios cualesquiera que sean su raza, su lengua, su latitud y sus costumbres.
Ahora bien, ¿no son acaso también estos ciudadanos de tan vasta ciudad los que con sus sacrificios y oraciones cooperan con el Padre al triunfo de la misma contra el Infierno y sus secuaces? Sí, son también estos ciudadanos.
"cristianos de Roma, sede del Papado
cimentado por Jesús Santísimo sobre su Piedra"
Como las místicas aguas que Ezequiel vio surgir bajo la puerta del Templo (Ezequiel 47, 11-12 (Apocalipsis 22, 1-2)) y que, al principio, sólo alcanzaban al tobillo, después crecieron hasta llegar a la rodilla y, por último, superaron la estatura de un hombre, así son los méritos de los santos en la Tierra. En los comienzos de la Iglesia eran pocos, puesto que pocos eran los ciudadanos de la Iglesia militante y poco el impulso que podían imprimir a la tarea de fecundar las áridas arenas y los amargos cenagales. Mas después, con el paso de los siglos y mediante los mártires, vírgenes, y confesores, conocidos o ignorados en la Tierra, si bien todos ellos perfectamente conocidos de nosotros, los del Cielo, fueron creciendo las aguas que se fueron vertiendo en el cauce inicial que comenzó en el Gólgota con el agua exprimida de un Corazón desgarrado aun después de la muerte y fue aumentando su caudal con las ondas de sus méritos. Y el torrente diminuto llegó a hacerse un gran río, cada vez más caudaloso, capaz de irrumpir y adentrarse con la masa imponente de sus aguas hasta por los desiertos más alejados y los cenagales más pestíferos purificándolos y haciendo fértiles los arenales, de modo que puedan brotar árboles frutales de hojas y frutos perennes, árboles buenos, aptos para nutrir, sanar y legitimar a los hijos bastardos dándoles el Nombre bendito que se deriva del Fundador de la Iglesia: "cristianos de Roma, sede del Papado cimentado por Jesús Santísimo sobre su Piedra".
He aquí, pues, hijos benditos de la Jerusalén terrena de qué habéis de alegraros con Ella que es para vosotros Madre y con Dios que es para vosotros Padre. De ser los que con su fidelidad y heroísmo contribuyen a mantener potente el río de su expansión benefactora haciéndolo activo. Por lo que el invitatorio del introito no es tan sólo palabra sino palabra de verdad, premio y promesa de una recompensa mucho mayor.
Vosotros, que amáis a la Iglesia, regocijaos con Ella y gozad alegremente;...
El Eterno ve nuestras obras y vuestros corazones; toma nota de los afectos y sentimientos; os ve deseosos del triunfo materno y tristes por el desamor y desconocimiento culpable de esos hijos que, tras haber sido de la Casa, salen de la Casa paterna, o tristes también por la ignorancia dolorosa, pero no culpable como el desconocimiento de aquellos que todavía ignoran al verdadero Dios, y os hace decir. "Vosotros, que amáis a la Iglesia, regocijaos con Ella y gozad alegremente; vosotros, que estuvisteis tristes, exultad y saciaos en las fuentes de la consolación porque vosotros que, gracias a Ella, disfrutáis de un amor activo, tenéis derecho a sorber de su seno mientras aquí, en el Cielo, se halla ya dispuesto en la Jerusalén celeste vuestro puesto para el banquete del Cordero, para el banquete de los triunfadores eternos, que os merecisteis con vuestro trabajo espiritual y material en pro de la Madre Iglesia que es la Esposa del Verbo".
Y si esto se da a todos los fieles que vierten la contribución de sus obras santas en el río de la Comunión de los santos, en mucha mayor medida se os dará a vosotras, "voces" amadas, que a las obras comunes añadís vuestro martirio de ser "voces". El multiforme martirio de la vigilancia suprasensible para estar siempre prontas para entender, distinguir y combatir: Entender las voces que os vienen de más allá de la Tierra; distinguirlas a fin de no confundir el mendaz y tan seductor hablar de Satanás con el más conciso pero veraz de las voces buenas; y combatir la soberbia que podría insinuarse tras la humildad diciendo: "Dios habla a su sierva". Insinuación serpentina como Lucifer de quien procede... para silbar con sordina: "... porque lo he merecido".
¡Oh, qué martirio de vigilancia, de obediencia y de esfuerzo continuo debéis desarrollar, caras "voces", a las que Dios benefició y crucificó con esta misión! Es martirio de contradicciones dolorosas de parte de los hombres ciegos y soberbios que no quieren ver a Dios ni admitir que El pueda realizar este milagro de amor. Y es martirio de befas, curiosidades e inmerecidos castigos.
Martirio de ver la inercia de las almas que no se conmueven ni con estas palabras que proceden de Dios. Lo mismo que el no poder ir a los verdaderos pobres, los verdaderos "hambrientos" y los verdaderos "ignorantes" para decirles: "Mirad, no seáis ya más pobres, hambrientos e ignorantes, pues aquí tenéis este tesoro, este alimento y esta sabiduría que vienen de Dios. El os lo proporciona para vuestros dolores, vuestras dudas y vuestra soledad. Y esto porque os ama, porque se compadece de todos los hombres y porque es Padre. Tomad y santificaos con el don de Dios".
Vosotros, los "portavoces", sois los apóstoles encarcelados
que no podéis manifestar a los hombres la palabra santa
Vosotros, los "portavoces", sois los apóstoles encarcelados que no podéis manifestar a los hombres la palabra santa. El tesoro que tenéis en las manos os lleva al Cielo y es para vosotros mismos. Cuando, tras haber gozado el éxtasis de recibirlo –hasta el punto de hacer partícipe a la carne del mismo pues tan fuerte es el huracán dulcísimo y llameante que se abate sobre vosotros para despojaros de cuanto es humanidad y haceros comprender que la humanidad es miseria fugaz mientras que sólo lo eterno y espiritual tiene valor y así, conscientes de ello, arrebataros cada vez más a lo alto en las esferas caritativas y contemplativas– cuando, tras haber gozado del éxtasis, bajáis vuestra mirada del Foco, de la Sabiduría y del Poder para mirar a la pobre humanidad que camina a tientas y aterida por las vías de la Tierra y de los Errores –y, sabiendo como sabéis vosotros lo que salvaría a esta humanidad proporcionándole sabiduría, riqueza, vida, calor... y no poder dar el tesoro con el que muchos encontrarían el Camino, la Verdad y la Vida en vano buscados por otras partes– entonces sufrís el martirio de la caridad hacia Dios, no conocido ni amado, y hacia el prójimo al que veis morir sin paz y al que os es imposible socorrer, encarcelados como estáis por una categoría de hombres a los que la caridad me impide clasificar y por la indiferencia ignara y hostil de la obra más vasta categoría: la de los necesitados de la Palabra y del Conocimiento que extienden las manos a todos los "manzanos de Sodoma" de su desierto, encontrándose sin nada en las manos. Porque aquellos manzanos, igual que los del desierto de Judea, bajo una mentida apariencia, se encuentran vacíos. Mas, en modo alguno extienden sus manos a los árboles de la Vida que crecen en medio de la plaza de la Ciudad del Cielo y a las orillas del río de agua viva que mana del trono de Dios y del Cordero, tal como lo vio el angélico Juan, apóstol del Señor, que llevan los doce frutos, frutos eternos que suministran cada mes a los bienaventurados habitantes de la Ciudad de la Santidad y del sublime Gozo.
Y entonces lloráis como Cristo y con Cristo, pronunciando las palabras que El dirigió a la ciudad hostil: "¡Oh, si al menos conocieseis vosotros lo que es beneficioso para vuestra paz! Mas está oculto a vuestros ojos por la costra de vuestros pecados que vosotros no os la queréis quitar y que os ciega par mirar la Luz!".
Mas, consolaos, voces. Podéis alegraros porque a vosotros se os dijo: "Andaréis por la casa del Señor". Andaréis ciertamente si perseveráis en las virtudes como se os ha enseñado. Entonces, por "vuestros actos", purificados y transformados de humanos en santos, podréis "respirar por la consolación de su Gracia" y ser bienaventurados porque su Gracia es beatitud.
Y ahora leamos a San Pablo.
También el eterno Abraham tiene dos clases de hijos:
Los de la esclava y los de la libre.
También el eterno Abraham tiene dos clases de hijos: Los de la esclava y los de la libre.
¿Quién es el eterno Abraham? Muchos podrían decirse esto o aquello. Mas yo te digo que aquí se ha de dar el nombre de Abraham eterno al Eterno, Padre de una multitud inmensa y duradera de generación en generación hasta el final de los siglos.
El eterno Abraham se unió con la Humanidad, metafóricamente hablando, para engendrar hijos que lleven la imagen y semejanza del Padre y la semejanza natural de la madre, semejanza ésta perfecta como el Padre y Creador de la Humanidad la dio a los primeros progenitores de la Humanidad.
En la proliferación usual de las razas, ya sean éstas humanas o animales, se aprecia que aparecen marcados más fuertemente los caracteres somáticos familiares cuando dos parientes cercanos se unen engendrando hijos que fijan, diré así, fuertemente las características de los padres entre sus consanguíneos.
Ahora bien, ¡qué perfección de semejanza divina, siempre en aumento, habríase producido en los hijos nacidos del Padre Creador y de la Humanidad por El creada! ¡Maravillosa semejanza! Mas para poseerla, la Humanidad debía conservar intacta su semejanza con el Padre. Por el contrario, la forma perfecta fue desfigurada por Lucifer y, tanto por fuera como por dentro, no aumentó la semejanza ni se perfeccionó, antes tuvo lagunas, retrocesos y matices de cariz diverso en los hijos de Dios y de la Humanidad de tal manera que de aquel seno que engendró al angelical Abel, en el que era manifiesta la semejanza divina, ya había salido el satánico Caín en el que aparecía patente la prostitución de la Humanidad con el Seductor. Y siempre, siempre así a través de los siglos, incluso aún después del injerto de Cristo en la planta bastardeada de la Humanidad.
El hijo de la esclava –entiende bien– nació según la carne,
mientras que el de la libre nació en virtud de la promesa, esto es, según el espíritu.
Así pues, el Abraham eterno tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre que fueron dos ramas de la Humanidad. El hijo de la esclava –entiende bien– nació según la carne, mientras que el de la libre nació en virtud de la promesa, esto es, según el espíritu.
¿Piensas acaso que esta alegoría se circunscriba únicamente a aquel tiempo? No, sino que es una realidad que todavía se perpetúa en los hijos del Creador, del Abraham eterno –ya que los hijos del Creador son todos los hombres al ser El el Dador de la vida– existiendo dos grandes ramas: la de los nacidos del espíritu y la de los nacidos de la carne.
Y estos últimos son enemigos de los primeros y enemigos de Dios y de las dos Jerusalenes, pues no son de la Religión santa ni del Reino Santo sino de la Arabia, es decir, del pueblo pagano y, más que pagano, satánico, que adora a Satanás, a la carne, al mundo y a las concupiscencias en vez de a Dios; que sigue las malas doctrinas en lugar de la Religión de Dios; que se pervierte y baja, baja, va bajando cada vez más profundo y desde esa su profundidad exhala hedores y lanza dardos contra los hijos del espíritu para extraviarlos, herirlos y torturarlos; para dañar, sí, dañar, causar dolor y muerte y despojar al Padre de sus hijos más queridos...
¡Oh profanación que penetras por doquier y, cual máquina de guerra –y guerra es, guerra satánica en la que los hombres se prestan a ser instrumento y milicia– resquebrajas, abates, sumerges y apagas!
Mas ¿a quiénes apagas?
Porque es Satanás el que trabaja donde hay espacios vacíos de Dios.
A aquellos que dejaron espacios vacíos en su espíritu y en su mente, a aquellos que se creen completos por estar repletos de fórmulas, de prejuicios, de soberbias y no saben que todo eso es humo y niebla que ceden súbito al embate del primer turbión que los dispersa ocupando aquellos espacios que dejaron vacíos las dispersas fórmulas, prejuicios, soberbias, racionalismos, egoísmos, sectarismos y demás; las doctrinas humanas en fin, con fórmulas, axiomas, soberbias, con doctrinas mucho más letales, como son las cosas satánicas. Porque es Satanás el que trabaja donde hay espacios vacíos de Dios.
Rogad por estos hijos de la nueva Agar: de la Humanidad esclava de Satanás, y también por vosotros, por vosotros, hijos de la libre, nacidos del espíritu y perseguidos por esto aunque no vencidos eternamente, puesto que toda persecución cae a los pies de las barreras de Dios. Y esas barreras son: la posesión total por parte de Dios de vuestro corazón que le reconoce por único Señor al que tan sólo sirve, y los umbrales del más allá. Yo os lo digo: no temáis.
¡No temáis! El hombre y Satanás podrán herir la carne. El espíritu de los libres es tetrágono para las ponzoñas y dardos de Satanás y de los hombres. Tan sólo si con vuestra libre voluntad quisieseis haceros esclavo podríais dañaros. Mas nunca mientras seáis los "libres" de Dios.
Es Dios mismo quien aleja a los enemigos poniendo límites a sus obras malvadas. Dios: vuestro Padre. Dios que, según dice la Escritura, como eterno Abraham, lanza lejos de sus tiendas a los hijos de la Humanidad, esclava de todo lo que no es Dios, que andará errante, de castigo en castigo, por desiertos cada vez más áridos porque, peor que Agar, no se convierte bajo el castigo merecido sino que se embrutece cada vez más y no llora con el arrepentimiento, antes blasfema alejándose más y más de los pozos del agua de Vida.
Sois hijos de la libre. Recordadlo, cristianos. Sois por excelencia "hijos de la libre"
Sois hijos de la libre. Recordadlo, cristianos. Sois por excelencia "hijos de la libre"; recordadlo vosotros, "voces", a quienes Jesús Santísimo libertó hasta de la esclavitud de la relatividad y materialidad humanas dándoos vista y oído sobrenaturales para que conozcáis las más secretas verdades, las doctrinas más perfectas y veáis al Señor conociéndole como criatura alguna lo puede conocer sobre la Tierra y os estremezcáis de gozo, con el gozo que será vuestro –y que es ya nuestro– cuando, finalizado para vosotros el Tiempo, seáis admitidos a la feliz Eternidad.
Grita, grita tú también tú que desde ayer noche estás fuera de ti por el gozo que te viene del Cielo, grita: "Me he alegrado por lo que me han dicho". Y ¡Con cuánto gozo te lo he dicho, pequeño Juan de mi Señor! ¡Pequeño, pequeño Juan, al que mi Señor ha ceñido de montes para guardarle y te ha colmado de paz y de abundancia! ¡Alaba a tu Señor! Alabémosle juntos porque "es bueno" y cantemos himnos a su Nombre porque es "suave". Bendigámosle porque "cuanto quiso hacer, lo ha hecho en el Cielo, en la Tierra" y en el corazón de sus hijos fieles. "Bendigamos al Señor".
"¡Demos gracias a Dios!".
"¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!"
27-32
A. M. D. G.