28/4/46
Dominica in Albis
¡Su primera mamada!
¿Cómo recibir la leche espiritual
para que sea beneficiosa al espíritu?
"Todo lo que nace de Dios triunfa del mundo"
Cómo recibir la leche espiritual para que sea beneficiosa al espíritu
El que es asiduo a las prácticas de piedad no puede pecar
Todo lo que nace de Dios triunfa del mundo
cuál es la victoria triunfadora del mundo Es nuestra fe
Este es aquél Jesús que vino con el agua y con la Sangre
Dice Azarías:
cesando de ser una nacida de hombre que vive de la leche que se el suministra
para nutrir su cuerpecito, pasa a otro alimento más perfecto: el del espíritu
"Apliquemos la cándida frase del gran Apóstol Pedro al gozoso pensamiento de la inocente que hoy se regenera con el Santo Bautismo (Se refiere al Santo Bautismo administrado aquél mismo día a la recién nacida Marcela, hija de su prima Paula Belfanti, en Cavagnera) y, cesando de ser una nacida de hombre que vive de la leche que se el suministra para nutrir su cuerpecito, pasa a otro alimento más perfecto: el del espíritu y succiona de los inexhaustos pechos de los méritos de Cristo su primera mamada que regenera en ella la Vida del alma mediante la Gracia infundida por el Sacramento.
¡Su primera mamada!, esto es lo que le basta en su inocencia para nutrirla y hacerla de Dios; y, posteriormente, con el uso de la razón que, precozmente, le impetraremos del Cielo para que, cuanto antes, pueda tener en sí y gustar de las tres virtudes teologales y alcance con maravillosa solicitud la edad perfecta en Cristo y apetezca cada vez más la leche espiritual creciendo con ella en robustez.
Ahora bien, "niños" no son tan sólo los recién nacidos de un seno de mujer sino que también lo son los nacidos poco ha a la vida de la Gracia; por lo que, en tu familia, alejada pero querida –querida por lo que te costó de plegarias y sacrificios–, más de uno es "niño espiritual" al que se le aplica el pezón divino para que crezca solícito en Cristo durante el tiempo que le resta de vida en el mundo.
Por eso el comienzo de la Santa Misa de la Dominica in Albis les puede ser dedicado a ellos a fin de que gusten de nuevo un sorbo de Sabiduría sobrenatural que es siempre un don de infinito valor, dador de una Vida que no conoce muerte.
Apeteced, vosotros (En este punto, sobre el original autógrafo, añade entre líneas María Valtorta: mis primos Belfanti; y en la copia mecanografiada anota unas líneas más abajo: mis primos), a quienes la bondad del Señor os acercó al caño del que fluye su Palabra –y si os acercó fue por su infinita Misericordia y por un fin providente y providencial, porque fuisteis Suyos (Alude a mis parientes: así lo anota de nuevo María Valtorta, esta vez únicamente sobre la copia mecanografiada), y para que fueseis voces exentas de toda prevención y de toda otra formación precedente que pudiera hablar y así fuesen corazones que mostraran lo que Dios es capaz de obrar en los corazones y pruebas indubitables de la veracidad de la "portavoz", proclamando de palabra y con los hechos que María es "voz" sincera y "voz" de gracia– apeteced, vosotros que habéis gozado de este don, nutríos del pezón que derrama sobre los hambrientos que a él se pegan, los méritos santificantes de Cristo, los ríos corroborantes de la Gracia y las luces de la Sabiduría. Siempre más católicos para ser cada vez más justos.
Vosotros podéis y debéis proclamar, conocedores como sois de las tinieblas
y de las voces de la luz ,
que los frutos de estas dos voces opuestas son muy distintos
y diferentes los estados de alma que tales voces crean
Vosotros podéis y debéis proclamar, conocedores como sois de las tinieblas y de las voces de la luz (Al margen igualmente de la copia mecanografiada, como antes, anota: A los parientes espiritistas, que posteriormente abandonaron tales prácticas "tinieblas" para acercarse de corazón a Jesucristo "Luz":Juan 8, 12), que los frutos de estas dos voces opuestas son muy distintos y diferentes los estados de alma que tales voces crean. Vosotros podéis sentar la conclusión de que únicamente la voz luminosa, al proceder de la Luz, es la que os hizo hijos de la Luz y amigos de Jesús Santísimo que os demuestra su amor obrando sobre vosotros milagros de protección. Vosotros lo podéis decir. Satanás no sirve a Dios rescatando para El a quienes caminaban por la senda del error. Únicamente Dios y sus siervos sirven a Dios llevando a la Luz y al Camino que termina en el Cielo a las almas que caminaban entre tinieblas y fuera del sendero.
Dios, que si os quiso fue por María, ya que, al igual de muchos curados milagrosamente del Evangelio, podéis decir vosotros a los negadores, a los dubitantes o a los denigradores del milagro qué es vuestra pariente –una "nada" de la que Dios se sirve porque se complace en las miserias para asombrar y humillar a los soberbios– porque vosotros podéis decir. "Quien sea El, no lo sé. Tan sólo sé que era un desgraciado y El me ha curado en el alma y en el cuerpo". Y, sobre todo, podéis decir la frase luminosa del ciego de nacimiento dirigida a aquellos que le echaron en cara el haber recobrado la vista por obra de un réprobo. "Que sea un pecador, no lo sé; esto sí que sé: que estaba ciego y ahora veo... Desde que el mundo es mundo jamás se ha oído que ninguno haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste que me ha curado no fuese Dios, no habría podido hacerlo" (Jn 9.).
Sí, de suerte idéntica podéis responder vosotros a quien insinúa dudas acerca de la portavoz. "Lo que ella sea, no lo sabemos. Únicamente sabemos que ella ha curado nuestro espíritu. Desde que el mundo es mundo jamás se ha oído decir que el demonio haya abierto los ojos a la Luz Divina de quien estaba en pecado. Si ésta que nos ha sanado no fuese instrumento de Dios, sus páginas no nos habrían podido convertir" (Alude a su primo José Belfanti, el cual se convirtió de la incredulidad y del espiritismo leyendo estos escritos, habiendo hecho su Primera Comunión a la edad de 65 años).
Y ahora, teniendo estrechados con mi abrazo de amor el alma que custodio, la pequeña cristiana, sus padres y todas las almas que anhelan crecer espiritualmente, paso a amaestraros en el espíritu de las palabras litúrgicas. Y estadme bien atentas, queridas voces, ya que, por vuestras misiones, tenéis gran necesidad de estar supernutridas de sabiduría.
¿Cómo recibir la leche espiritual para que sea beneficiosa al espíritu?
¿Cómo recibir la leche espiritual para que sea beneficiosa al espíritu? El apóstol lo dice: "Como niños recién nacidos". O sea: Sin malicia de ningún género. Sin malicia de compromiso entre lo Alto y lo Bajo, entre el espíritu y la carne, entre lo lícito y lo ilícito; y sin malicia de pensamiento, de actos, de apetitos y de esperanzas.
Debéis purificaros de toda clase de cálculos; desear éste como único alimento, no obstruyendo previamente al espíritu con otros alimentos pesados y nocivos, y si vuestro espíritu se encuentra obstruido por ellos, desembarazarlo, rechazando los alimentos estimulantes, pesados y ácidos, la sensualidad de todo tipo y las mil formas de egoísmo. Debéis desear este alimento por creerlo vital e interiormente operante. Por eso no habéis de acercaros a él, que se distribuye principalmente en las casas de oración y con ocasión de funciones y predicaciones, administración de Sacramentos y demás, sólo porque os vean y así decir: "Practicando de esta suerte tendremos una muerte feliz".
¡Oh!, no es frecuentando los lugares de oración cómo el hombre se santifica sino con toda la vida. Vosotros llamáis impropiamente "practicar" a lo que tan sólo es "frecuentar". Frecuenta quien marcha corrientemente a un lugar, y practica el que pone por obra lo que en aquél lugar se le enseñó o aprendió. Mas ¡cuántos escribas y fariseos ven los ángeles desde el altar entre los que van una o más veces al día a los lugares de oración! ¡Cuántos!
Es preciso poner en práctica las enseñanzas y hacer que éstas y los Sacramentos fructifiquen, no por ser alabados en la Tierra y ocupar un buen puesto en el Cielo sino por el superespiritual deseo de honrar de este modo al Señor y de no gozar imperfectamente del alimento que El suministra a vuestro espíritu. Es entonces cuando, verdaderamente, con la sinceridad, humildad y caridad de vuestras intenciones, la leche espiritual, que es sinceridad, puede obrar en vosotros haciéndoos crecer en robustez.
"El que es asiduo a las prácticas de piedad no puede pecar".
Cualquiera meneará la cabeza diciendo: "El que es asiduo a las prácticas de piedad no puede pecar".
¡Oh, las fornicaciones de la falsa piedad son más numerosas de lo que se cree! Muchas almas, parecidas a muchos cónyuges libidinosos, hacen una doble vida, cesando una de ellas en el dintel de la iglesia. Una vez fuera de ella, marchan a los amores adúlteros con la carne, el egoísmo y las concupiscencias. Después de alimentarse con el Bondadoso, son crueles con sus hermanos; tras purificarse con la Sangre caritativa derramada por todos, son anticaritativos mostrando sus egoísmos feroces; y, habiéndose instruido con la Palabra, realizan actos contrarios a las enseñanzas de la misma. Y ¿no cabe llamarles adúlteros a estos tales? ¿No se les puede llamar embusteros? Cuando menos: mariposas distraídas o bien ociosos y zumbadores moscones que pierden el tiempo en curiosidades infructuosas y en vagabundeos de sensualidad espiritual; mientras que el verdadero amador de la leche espiritual permanece unido a este alimento no queriendo casi que le distraiga de él, antes va en su busca y, cual abeja laboriosa, produce después dulces jugos con el mismo.
Y vosotros, verdaderos niños del Señor Santísimo, "cantad con gozo a Dios, vuestro protector; alzad vuestro grito de júbilo al Dios de Jacob", al Dios vuestro que de Sí os nutre. ¡Aleluya! Y pedidle que "os conceda conservar con su Gracia en la vida y en las obras los frutos de las fiestas pascuales", puesto que, si no los conserváis, sería en vano haber succionado la leche espiritual que no vendría a hacerse jugo nutritivo antes elemento nocivo, lo mismo que todo don de Dios que no se sabe hacer fructificar. Rogad al Señor ya que en el mundo no hay hombre alguno que pueda sentirse tan fuerte en su espíritu como para decir. "Yo me basto a mí mismo". Si tal dijese, harto débil sería, puesto que la carcoma de la maldita soberbia anidaría en él para podrirle el meollo del alma, y la planta, roída en su raíz, por más que estuviese erguida mirando al Cielo, a punto de ser trasplantada arriba, caería al suelo pereciendo en el fango de la sensualidad. Hasta su último aliento tiene el hombre necesidad de Dios y de los Santos para perseverar en las vías de la Luz y de la Justicia.
Y ahora demos lectura a las palabras del Serafín apostólico, de nuestro Hermano Juan, hermano por su pureza sin mácula y su amor perfecto, compañero en el ministerio junto a la Cruz de Cristo, ángel de cuerpo y alma en la teoría de los espíritus que velaron al sublime Mártir y a la sublime Martirizada, compañero en la asistencia a la Reina de los Ángeles y de los hombres, "voz" de los latidos del Corazón divino, poseedor de la Caridad y de la Caridad apostólica, el bendito Juan, luz entre las luces del Cielo.
"Todo lo que nace de Dios triunfa del mundo"
"Todo lo que nace de Dios triunfa del mundo"
Sí. La duración de lo que procede de Dios es una respuesta a los silogismos, a las dudas, a los excesivos "porqués" de quienes, hasta las cosas del espíritu quieren tratarlas como cosas materiales –y tanto a la Sabiduría como a la ciencia, la primera sobrenatural y la otra humana, las quieren desentrañar con el mismo sistema de razonamiento limitado, porque lo despojan de la luz que hace comprensible y aceptable la primera, esto es, la Sabiduría a la que únicamente la Fe hace comprensible–. Las obras humanas no sobreviven a los embates de los acontecimientos ni resisten a las erosiones del tiempo. Mas lo que de Dios viene no perece. Toda la Historia divina es una prueba de ello, tanto la anterior a la venida del Verbo como la posterior a tal acontecimiento hasta nuestros días y la que se desarrollará hasta que el fin del mundo ponga la palabra "fin" a la larga descripción histórica de las relaciones de Dios con la Humanidad.
Desde el primer capítulo de esta multimilenaria historia no desaparece ni queda anulada jamás la verdad de que: el hombre tiene su origen en Dios, que Este le procura la Salvación y le destina al Cielo. Y cuando el tiempo ya no exista y a esa larga Historia se le ponga la última palabra, los resucitados verán que, por ser cosa de Dios, la estirpe de los santos triunfó sobre el mundo y del mundo, del tiempo y de las insidias humanas y satánicas, gozando de perpetua vida en el Reino eterno creado en el principio para los hijos de Dios, conservado para esos hijos aun después de la culpa, restituido con el Holocausto de Cristo, abierto con su Muerte y donado a los justos para gozo del Padre al dar lo que creó para ellos.
¿cuál es la victoria triunfadora del mundo? "Es nuestra fe"
Mas ¿cuál es la victoria triunfadora del mundo? "Es nuestra fe", asegura Juan. En efecto, sin fe en Dios, en su Premio y en la sabiduría de sus Mandamientos, ¿cómo ha de poder el hombre superar a los ángeles en el mérito de las luchas que tiene que sostener para merecer el Premio prometido? ¿No sucumbiría acaso como el soldado que se sabe aislado de sus compañeros, sin arma y sin esperanza y así se entrega a los enemigos vencido más que por ellos por la desesperación?
Mas el creyente sabe; sí, lo sabe. El creyente ve tras el baluarte hosco, cruel, insidioso que le circunda, le mantiene aislado, le hostiga y acomete por todas partes queriéndole persuadir de que todo acaba aquí abajo, que nade hay arriba, que no existe Dios, que no hay premio ni castigo y que lo prudente es gozar de la hora presente; el creyente ve, cual si ya estuviese en el más allá porque la fe le dota de vista sobrenatural, ve que hay Dios, que la Vida es duradera y que existe el premio. Y que así llega a éste por la fe que se lo hace esperar y amar, luchando y venciendo por él a Satanás, al mundo y a la carne.
Y si bien antes de la venida de Jesús Salvador, en los tiempos del rigor y de la ira en los que el hombre no contaba sino con palabras para fundamentar su fe podía resultar difícil creer, tras la venida del Salvador la fe gozó de toda clase de medios para crecer y triunfar. Fe en el perdón de Dios, en la posibilidad de salvación, en la verdad de la Ley y en el Reino de los Cielos. Jesús, con su Divina Palabra, con su Muerte Santísima y con su gloriosa Resurrección, dio testimonio para todo, sobre todo y con todo.
La fe, en los corazones no vendidos a las Tinieblas,
se agiganta con estos testimonios y comprende...
La fe, en los corazones no vendidos a las Tinieblas, se agiganta con estos testimonios y comprende que un Dios que se humilla revistiéndose de carne para salvar al hombre, no cabe duda que haya de perdonar y disponga de un premio y de un Reino que dar a los malvados. Se agiganta igualmente la fe con la certeza de una segunda vida inmortal ya que, de otro modo, si todo hubiese de acabar con la existencia, la Encarnación no hubiera sido necesaria. La fe en Cristo, verdadero Hijo de Dios verdadero, se agiganta finalmente con la prueba de su verdadera Humanidad suministrada por la posibilidad de derramar sangre y morir, y con la prueba asimismo de su Divinidad por el testimonio de la voz del Padre, de los milagros y de la Resurrección.
Por eso, quienes tuvieron un corazón deseoso de creer, fue para ellos más fácil la fe en Jesucristo, creyéndolo verdadero Hombre y verdadero Dios, prueba de amor, de perdón y de poder.
Y quien esto cree, vence al mundo puesto que su fe se apoya en una base inconmovible.
"Este es aquél Jesús que vino con el agua y con la Sangre"
"Este es aquél Jesús que vino con el agua y con la Sangre", dice el Apóstol.
¿Qué agua? ¿Qué sangre? ¿Tan sólo el agua material del Bautismo mudó de naturaleza por sus méritos convirtiéndose de rito purificador en rito regenerador? No, no sólo con el agua material sino con el testimonio del Padre y del Espíritu venidos a presentarlo en su Naturaleza divina al comenzar su misión en el momento de su bautismo con agua, y venidos igualmente a iluminar su figura, a celebrar su humildad y a ordenar que se le venerase como a Aquél en quien el Eterno tenía sus complacencias. No sólo con el agua material sino con el agua salida de su pecho desgarrado para decir a los negadores de entonces, de ahora y de siempre que El tenía Carne verdadera y que había verdaderamente muerto tras haber derramado toda su Preciosísima Sangre por los hombres.
¡Oh!, cuando se bendice la Pila bautismal se vierten en ella las sustancias que prescribe la liturgia. Pero ¿no pensáis que en toda pila bautismal, si ha de hacerse válido el instrumento con el que se regenere a la Gracia, se infunda, por prodigio divino, en el agua natural una gotita maravillosa de aquella agua santísima salida del pecho desgarrado del Cordero crucificado? Esta es el agua que regenera al hombre anulando la culpa original. Aquélla que se extrajo del Cordero inmolado para la Redención de los hombres, herido aun después de la muerte y, a fin de que no quedase duda, despojado hasta del último resto vital, hasta del agua después de la Sangre, ya que la magnitud de la Culpa exigía la totalidad del Sacrificio.
El Espíritu dio testimonio de la verdad de Cristo. La Sangre dio testimonio de que Cristo es Hombre, y el agua dio testimonio de que la Redención quedó cumplida totalmente, lo mismo que sobre el Jordán y sobre el agua Dios dio testimonio de que la Manifestación habíase iniciado.
Tres son el en Cielo a dar testimonio de la Divinidad:...
Tres son en la Tierra a dar testimonio de su Humanidad:
Tres son el en Cielo a dar testimonio de la Divinidad: el Padre que lo proclama su Hijo, el Verbo que se manifiesta y el Espíritu que lo circunda con sus fulgores.
Tres son en la Tierra a dar testimonio de su Humanidad: el espíritu entregado tras horrenda agonía, la Sangre derramada en la dolorosa Pasión y el agua, única supérstite en el Desangrado, goteada del costado ya sin palpitar en una supergenerosa totalidad de redención. ¡Redentor aún después de la Muerte!
Y como no cabe negar el testimonio prestado por los hombres, tampoco se puede negar el testimonio de Dios antes, por ser primero y de más valor, se debe aceptar el de Dios, pues Dios siempre dio testimonio de su Hijo, desde su Encarnación por obra del Espíritu Santo hasta su Ascensión en Cuerpo y Alma tras el cumplimiento de su misión sobre la Tierra. Por eso, al que acepta estos testimonios, tanto de la Tierra como del Cielo, cree que Jesucristo es el Redentor, Salvador, Juez e Hijo de Dios y, por tanto, tiene en sí el testimonio de Dios. Mas todos aquellos que dicen creer en Dios y rechazan la fe en la Divinidad y Humanidad Santísima de Cristo, no tienen en si la Fe y, por ello, están separados de Dios, ofenden a Dios y están muertos para El.
Fue en vano para ellos que el Resucitado les precediese en el Reino de los Cielos. Para ellos resulta inútil el continuo manifestarse de Cristo en las obras de los Siervos de Dios y de la Iglesia por El fundada. Inútiles las palabras de augurio divino. No hay paz en quien no cree. Son inútiles igualmente las manifestaciones de Dios. Las rechazan como un delirio. Perdida la fe o, simplemente, resquebrajada tal vez por los racionalismos de una ciencia árida, no es ya posible admitir que Dios es Omnipotente y, por lo mismo, se niegan igualmente los milagros, sean cualesquiera su forma y naturaleza. ¡Oh, a cuántos podría dirigir Jesús Santísimo las palabras dichas a Tomás: "Ven aquí, compruébalo y no seas incrédulo sino fiel".
¡El mundo rebosa de Tomases! Pues bien, mi Señor me hace decir a aquéllos que, por soberbia –ésta es la mala planta que extingue la de (fe)–, no pueden admitir más de lo que ellos entienden, olvidando que Dios es infinito en todo y ellos en todo limitados. "Bienaventurados aquéllos que saben creer aun sin comprender el porqué de una cosa". Bienaventurados por su simplicidad, por su humildad y por su abandono.
Bienaventurados siempre, aun en el supuesto de que pudieran ser engañados, porque, en verdad, la trampa recaería sobre quienes la urdieron y no sobre el que cayó en ella. Por lo demás, volviendo a las primeras palabras de la Epístola, lo que viene de Dios se testifica por su duración. Los fenómenos falsos caen presto, bien porque cesan o porque degeneran en actos y palabras de error. Por eso, si una cosa dura y persiste con digna seriedad y santa virtud, es que viene de Dios y es preferible aceptarla diciendo: ¡Gloria a Ti, Señor, por ésta tu manifestación!", que no decir: "¡Yo no puedo creer que Dios pueda hacer esto!".
Son dos pecados los que cometéis contra la Caridad:
Para con el Señor Dios al que ofendéis poniéndole limitaciones;
y contra sus instrumentos a los que culpáis injustamente.
Son dos pecados los que cometéis contra la Caridad: Para con el Señor Dios al que ofendéis poniéndole limitaciones; y contra sus instrumentos a los que culpáis injustamente. Si no entendéis, callad. En el Cielo lo entenderéis. Pero no juzguéis a fin de que no seáis juzgados. Dejad a Dios el cuidado de hacer brillar la Verdad y la Misericordia.
María, alma mía, no hay que ofender al Señor acogiendo, ni por un instante, la duda de los hombres y de Satanás. Ruga por quienes no saben ver ni sentir a Dios, antes mantente firme en tu verdad. Rechaza al Enemigo que echa mano de la duda cuando no puede emplear otra tentación para alejar a las almas de Dios, con las palabras siempre victoriosas. "En el Nombre Santo de Dios y por los méritos santísimos de Jesucristo Señor Nuestro: ¡Atrás, Satanás!".
Te dejo, María. Marcho a estampar tu beso en la inocente que nace a la Gracia (Se refiere al Santo Bautismo administrado aquél mismo día a la recién nacida Marcela, hija de su prima Paula Belfanti, en Cavagnera). Que el Señor esté contigo y los ángeles, mis hermano, te acompañen".
(La inocente de la que habla Azarías en esta Santa Misa es la hijita de Paula Belfanti: Marcela, bautizada hoy).
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A. M. D. G.