19/5/46

 

Domingo 4.º después de Pascua

 

 

sABER VER A DIOS A TRAVÉS DE LOS ACONTECIMIENTOS

 

 


 

Los hombres, que ya no quieren ni pueden leer ni entender las palabras que los acontecimientos van escribiendo sobre las páginas del Tiempo,  

 El Señor me ha protegido, ha provisto a mis justas necesidades y he visto su Mano en aquella hora de guerra o en esta otra de persecución 

 No hay Criador, gritan. Dios no existe, blasfeman. Y el Criador os manifiesta su existencia con inexplicables azotes meteóricos y animales.

 Toda cosa óptima que se recibe, todo don perfecto viene de lo Alto. Es preciso saber ver 

  Por donde se ve que, de una común desventura, se deriva una selección y así los hijos de la Luz, porque saben ver, se hacen más luminosos y elegidos, al tiempo que los hijos de las tinieblas se hacen cada vez más tenebrosos y réprobos, 

  He aquí por qué puede sabiamente decirse que toda cosa óptima y todo don perfecto vienen de lo Alto, mientras que las cosas malas e imperfectas salen de allá Abajo, 

Todo don perfecto procede de lo Alto y desciende del Padre de las luces

  Sed tal como Dios os hizo

   Responder con la buena voluntad a la Voluntad de Dios, esto es: ser prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira 

  Llegó, pues, el tiempo de los grandes silencios 

  Tardo para la ira porque la ira del hombre no impide el cumplimiento de la justicia de Dios 

  Cristo resucitado de la muerte ya no muere. La muerte no reinará más sobre El

   Cuando venga el Consolador convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio

 


 

Dice Azarías:

 

Los hombres, que ya no quieren ni pueden leer ni entender las palabras

que los acontecimientos van escribiendo sobre las páginas del Tiempo, ...

 

"Los hombres, que ya no quieren ni pueden leer ni entender las palabras que los acontecimientos van escribiendo sobre las páginas del Tiempo, no pronuncian ciertamente las palabras del Introito antes, alzando los puños en odio a Dios, blasfeman así: "¡Nada de maravillas ni de justicia! O Dios no existe o, si existe, es un Dios ídolo que es incapaz de oponerse a los hombres. Un Dios ídolo. Mucho más dios es el hombre porque éste hace lo que quiere sin que hay quien le castigue".

Así se expresan los hombres, esa parte de entre los hombres que es la más numerosa, pero en la que la realeza sobrenatural del hombre queda anulada habiendo en ellos un espíritu muerto sobre el que se asienta el Mal con sus diferentes formas de ateísmo, odio a Dios, a los hombres ferocidad y corrupción.

Mas yo no me dirijo a ellos sino que te hablo a ti, pequeña voz, les hablo a todas las "voces" y después a aquellos que aún son hombres hechos a imagen y semejanza de Dios: esto es, una mezcla de cuerpo y alma en cuya mezcla es rey el espíritu que recuerda a Dios, que sirve a Dios, que obedece a Dios y que tendrá la posesión de Dios, la beatífica posesión que hace de los hombres otros tantos dioses, eternos y beatísimos.

A vosotros, pues, es a quienes os voy a hacer considerar la verdad de las palabras del Introito. Verdad a la que parece desmentir una observación superficial, pero que resulta luminosa tras la pantalla brumosa y opaca de las ruinas, estragos, miserias y otros castigos que azotan y seguirán azotando a la Humanidad.

Dios ha obrado maravillas. Si, como os ocurre cuando, con uno de vuestros aparatos aéreos, contempláis desde lo alto allá abajo los continentes que sobrevoláis, pudiendo observar arriba, muy arriba, es decir, desde las esferas en las que la espiritualidad reina y donde la Verdad y la Luz, que allí son reinas, compenetran a los habitantes de aquel mundo sobrenatural; si con una única mirada de inteligente observación pudieseis ver todo cuanto ha sucedido en estos últimos años sobre vuestro planeta, veríais, cómo en un mosaico grandioso, ir recomponiéndose las fragmentarias maravillas obradas por Dios y aparecer una obra maestra vastísima obradas por Dios y aparecer una obra maestra vastísima y maravillosa testificadora de la justicia del Señor. 

 

"El Señor me ha protegido, ha provisto a mis justas necesidades y he visto su Mano

en aquella hora de guerra o en esta otra de persecución"

 

Porque, amados hijos que sois fieles al Señor, no hay ni uno sólo de entre vosotros que no pueda decir. "El Señor me ha protegido, ha provisto a mis justas necesidades y he visto su Mano en aquella hora de guerra o en esta otra de persecución". Muchos de vosotros lloran porque su familia ya no es lo que era antes de la guerra (Alusión a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y a la propia familia de María Valtorta) ni tampoco su bienestar. Hijos del Señor, vosotros lloráis, es cierto, mas ¿acaso no sería mayor vuestro llanto si aquel por el que lloráis estuviese ahora entre los vivos? ¡Para cuántos no ha sido la muerte una misericordia!

Vosotros no lo sabéis. Misericordia en el tiempo y misericordia en la eternidad. De haber vivido ahora hubiera peligrado como antes no peligró y, viviendo ahora, se habría encontrado con la justicia de los hombres, la cual, en sus diversas formas, es siempre más cruel que la de Dios, hecha más de odio que de ecuanimidad y transmitiendo odio al culpable y hacia el culpable. Ved, en cambio, cuánta piedad no ha tenido Dios en ciertas muertes que han sido expiación, saldo del gran delito que aquel o aquellos a quienes lloráis tenían para con Dios. Y aun en el caso de que ni un solo pensamiento de arrepentimiento hubiese aflorado de aquel espíritu perverso en la hora de la muerte (Entre los escritos valtortianos, todavía inéditos, hay un opúsculo titulado: La muerte grande y la pequeña muerte (esto es, la muerte eterna o del espíritu y la muerte temporal o del cuerpo). Servirá para proyectar luz sobre cuanto aquí se afirma), –habría bastado un solo grito de invocación al Padre, al Salvador, para salvar a aquel espíritu de la muerte y volverlo a la Vida en la hora en que la pequeña vida cesaba–; siempre hubiera sido justicia misericordiosa aquella muerte porque os impidió avergonzaros y estremeceros de horror, ¡madres, esposas, hijos!, ante la nueva situación moral de aquél a quien ahora lloráis.

Y justicia han sido y son los acontecimientos generales. ¿Pretenderíais tal vez que el Divino Ofendido fuese y se mostrase inerte ante las continuas provocaciones del hombre que pisotea y destruye de mil modos el precepto capital? ¿Creéis que sea lícito burlarse de Dios y obrar cual si El no existiera? Mucho es lo que podéis; pero abusáis de este poder y, aquí tenéis la respuesta de Dios: su no intervención en vuestro favor, no con cada uno sino con las masas.

 

"No hay Criador", gritan. "Dios no existe", blasfeman. Y el Criador os manifiesta su existencia

 con inexplicables azotes meteóricos y animales.

 

"No hay Criador", gritan. "Dios no existe", blasfeman. Y el Criador os manifiesta su existencia con inexplicables azotes meteóricos y animales.

No digáis: "Luego no es bueno". La bondad es virtud y la necedad defecto. Dios no puede ser defectuoso, imperfecto ni sufrir menoscabo en ninguno de sus poderes. Y al hombre que destruyó, violó y pisoteó los derechos de sus semejantes –y esta criminalidad ha sido de toda la Tierra– le corresponde con el suyo de destruir lo que creó. Al hombre, que no vuelve en sí con la guerra antes se hace cada vez más demonio, Dios le castiga con el hambre tratándoos cual brutos animales que no entienden sino de las necesidades brutales, tratando a la Humanidad por lo que es.

Ahora bien vosotros, para quienes hablo, diréis: "¿Y nosotros?" Por los pecados de un pueblo, es verdad, perecen también los justos del mismo. Mas, al tiempo que lloráis por los castigos actuales, levantad vuestros corazones, como enseña la Oración, poniéndolos "donde están los goces verdaderos", esto es, en las cosas espirituales, en la promesa de una vida futura y de un premio para quienes perseveran, en Dios vuestro Padre y vuestro premio.

 

"Toda cosa óptima que se recibe, todo don perfecto viene de lo Alto".

Es preciso saber ver.

 

Para contrarrestar todo residuo de duda acerca de la providencial presencia de Dios hasta en los acontecimientos que, al parecer, no tienen su origen en Dios, esto es, un origen bueno porque hacen llorar, he aquí las palabras del apóstol Santiago: "Toda cosa óptima que se recibe, todo don perfecto viene de lo Alto".

Es preciso saber ver. Esto es lo esencial: Ver para creer. No ver para creer en la existencia de Dios, ya que por ella es bienaventurado el que, aun sin ver, sabe creer, habiéndole de proporcionar su acto continuo de fe una gloria grande en el Cielo. Ahora bien, ver más allá de la materialidad del hecho la justicia sobrenatural que en el mismo se encierra: cuando uno sabe ver así, he aquí que, por una metamorfosis que en el hecho material se opera, éste se cambia a hecho sobrenatural y benéfico, ennobleciéndose en moneda de poder adquisitivo de mérito inmortal.

Fijaos en la crisálida oculta en el capullo: un bicho feo que se achica de buen grado por la repugnancia que produce: Mas si la crisálida ha de esquivar su destrucción por parte del hombre, del hielo, de las aves, de las lluvias y sobrevivir, ha de permanecer pegada a su capullo allá donde el cuidado providente de quien la depositó la puso y, he aquí que entonces, en el momento fijado por leyes inmutables y sabias, se abre el capullo y el hombre contempla estupefacto cómo aquel gusano inerte y repugnante se convirtió en una grácil y bella mariposa.

 

Por donde se ve que, de una común desventura, se deriva una selección y así los hijos de la Luz,

porque saben ver, se hacen más luminosos y elegidos, al tiempo que

los hijos de las tinieblas se hacen cada vez más tenebrosos y réprobos,

 

Lo mismo hace Dios con sus fieles a favor de ellos. Toma los nefandos, crueles y repelentes hechos humanos, queridos por el egoísmo, el odio y la aridez de la mayor parte de los hombres, hechos que golpean como el granizo y hieren como flagelos a la parte mejor, a la vez que a aquella que merece torturarse mutuamente al perder la fraternidad humana, transformada como está en una ingente turba de fieras y de demonios, y –sólo con que los fieles de Dios sepan estar donde el providente cuidado de Dios las puso: en el radio de su Luz– los transforma en cosas óptimas y en dones perfectos. Por donde se ve que, de una común desventura, se deriva una selección y así los hijos de la Luz, porque saben ver, se hacen más luminosos y elegidos, al tiempo que los hijos de las tinieblas se hacen cada vez más tenebrosos y réprobos, ya que ni la constatación de tanto mal provocado por su malvado querer, les hace arrepentirse o recapacitar al menos para, de este modo, iniciar el camino del retorno a Dios.

Por eso, hijos buenos de mi Señor, sabed ver: ver sobrenaturalmente. Ver cómo de las torturas mundiales que sufrís, que son obra de los hombres, podéis obtener un aumento de méritos y de gloria. Ver, por tanto, más allá de la mano garruda del Mal y de los malvados que os apresa y atormenta, la Mano Santísima del Padre que os proporciona el medio de poseer un don excelso y eterno por vuestra paciencia, vuestra fe y vuestra aceptación de lo que no se puede rechazar, atribuyéndolo todo a Dios.

 

He aquí por qué puede sabiamente decirse que toda cosa óptima y todo don perfecto

vienen de lo Alto, mientras que las cosas malas e imperfectas salen de allá Abajo,

 

He aquí por qué puede sabiamente decirse que toda cosa óptima y todo don perfecto vienen de lo Alto, mientras que las cosas malas e imperfectas salen de allá Abajo, aflorando como esporas maléficas que las recogen aquellos que son siervos del Bajísimo, esparciéndolas como lluvia tormentosa sobre toda la Humanidad.

 

"Todo don perfecto procede de lo Alto y desciende del Padre de las luces".

 

Ved cuánta seguridad proporciona esta frase: "Desciende del Padre de las luces". Si es Padre de las luces, ¿cómo ha de poder ser jamás como el que bracea entre tinieblas y escoge al azar lo que en la oscuridad le viene a la mano desconociendo, por tanto, sus naturaleza y efectos? No, no puede ser tal. Así pues, estad confiados, queridos hijos de este Padre de las luces, estad confiados. El sabe qué, cuándo y cómo daros los dones perfectos para haceros perfectos. No los rechacéis, no uséis mal de ellos y no los corrompáis. Aceptadlos con humildad, con tanta mayor humildad cuanto los dones sean más extraordinarios. Y esto lo digo por vosotras, queridas voces: con inmenso amor a la verdad, sin añadir ni quitar una letra de lo que Dios os confía,  sin ocultar parte alguna ni poner una tilde por falsa vergüenza o temor infundado.

 

Sed tal como Dios os hizo

 

Sed tal como Dios os hizo. ¿Que os creen? Benditos aquellos que saben ver a Dios en el instrumento. ¿Que no os creen? Rogad por ellos. ¿Que os escarnecen y tratan de induciros a que os desdigáis de lo que sois? Sed dulces en la reacción perdonando la ofensa, pero inamovibles y tenaces cual montaña de granito en vuestra certeza. Solo Dios tiene el derecho de hacer que no seáis lo que sois. Y no debéis lamentaros si, tras haberse servido de vosotros, os deja de lado sobre la Tierra para suscitar otros. Creedme, voces: si de igual manera sois obedientes, tanto a la llamada como a la orden de descanso, por más que vuestra voz hubiera servido para transmitir una palabra tan sólo, vuestro mérito será grande en el Cielo por vuestra obediencia, tanto al hacer como al descansar tras haber hecho.

Lo dice Santiago: "del Padre de las luces en el cual no hay variación ni sombra de mutación".

¿No os dais cuenta de lo estable que, de por Sí, es Dios en sus decretos? Sólo la criatura es inestable y tal vez por eso huye del querer estable de Dios, fabricándose por su cuenta su triste suerte. Mas Dios no varía ni se muda. Y si tanto os amó que os ha atraído hasta Sí para encargaros una misión entre los hombres, no puede después abandonaros y mudar su decreto.

Nuestro Santísimo Señor Jesús, por ser igual al Padre, no mudó su corazón para con los apóstoles. Aun no ignorando quién era Judas, el voluble por excelencia, no cambió Jesús. Hasta los postreros instantes trató a Judas como apóstol y amigo. En la Cena le purificó como a los otros, se dio a él en comunión como a los demás y en el Getsemaní le saludó una vez más como "amigo". Y si, por un suponer, Judas, en vez de ahorcarse, hubiese corrido al pie de la Cruz, el Moribundo hubiese hecho acopio de sus fuerzas para decirle de nuevo. "Amigo, ¿a qué has venido? ¿Para conseguir el perdón? Ahí lo tienes, y completo. Vete y no peques más. Ámame y haz que me amen". Y habríale dicho a su Madre: "Mujer, ahí tienes a tus hijos", acumulando el inocente al deicida arrepentido. Y ni siquiera la Mujer Santísima, la Criatura más grande después de Dios, habríale rechazado por cuanto Ella es la Santa, segunda tan sólo en perfección respecto de Dios. El llanto de Judas al pie de la Cruz habría sido para el mundo la plegaria superperfecta de Jesús en favor del pecador. Mas el mundo no era merecedor de contar con la exacta medida de lo que es el amor misericordioso. Y así tal plegaria no se pronunció...

Ahora bien, Jesús, Dios como el Padre, jamás mudó su Corazón ni su Pensamiento respecto de sus elegidos. El no, sino Judas fue el que mudó de corazón y de pensamiento, condenándose libremente. "El", dice Santiago, "de su voluntad nos engendró con la palabra de verdad a fin de que seamos cual las primicias de sus criaturas".

 

Responder con la buena voluntad a la Voluntad de Dios, esto es:

ser "prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira"

 

Esto que ahora te digo va para los verdaderos fieles de Dios y, en especial, para los elegidos de entre la grey selecta. Mas las primicias, para ser tales, o sea, de gran valor, han de ser sin taras. Responder con la buena voluntad a la Voluntad de Dios, esto es: ser "prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira".

Alma que yo tengo encomendada, he aquí ahora un consejo importante que mi Señor me encarga transmitirle. Acógelo porque viene de la Luz y es todo luz, viene de la Sabiduría y es todo él sapiente, viene de la Justicia y es todo él justicia. Acógelo como acogiste los precedentes, con la misma docilidad con que un jirón de niebla se deja llevar por el viento. Dios es tu viento y te conduce por vías prácticas y justas. No hay ni un solo acto suyo sobre ti que no sea de infinita benevolencia. Mi Señor te dice por conducto de tu "buen compañero", por mí, Azarías: "Sé lenta en el hablar".

Hasta ahora tú has hablado, respondiendo con sinceridad hasta a aquellas preguntas que eran de simple curiosidad. Basta ya. Recuerda que no tienes ante ti intenciones rectas ni caridad verdadera. Te preguntan con mucha humanidad y no siempre con buena humanidad. ¿Para qué? ¿Para ayudarte? No, sino los mejores por simple curiosidad y los demás por sorprenderte en fallo. También a Jesús le interrogaban los fariseos, escribas y saduceos por estos dos motivos: curiosidad o perversa intención, ociosidad de discursos inútiles o esperanza de sorprenderle en culpa.

Quienes son tus testigos ya te lo dije cuando mi Señor, que lo es también tuyo, me ordenó que te lo dijese. A cualquier otro, fuera de éstos, míralo y trátalo como a un extraño al que no ha de admitírsele en los dominios del Rey, ya que es dudoso, cuando menos dudoso, el espíritu con que pretende filtrarse, como indagador, "en el huerto cerrado". Sé lenta, lentísima, avara, avarísima de palabras con todos, a excepción de tus testigos. Ya ves tú cómo los demás no cambian de actitud. Parece al pronto como si remontasen de nuevo la pendiente que lleva a la Luz; mas, después, recargados de excesivas teorías y sin aligerarse con el aura espiritual que podría contrarrestar el peso de sus teorías, tornan a caer al punto de partida. Y a veces, ya de intento o por incapacidad de comprensión, desfiguran sus razonamientos incitando al mal en contra de la prudencia y de la caridad. Has tenido entornada la puerta por mandato de Dios a fin de que no tuviesen la excusa de no saber. Mas ahora, ciérrala por mandato de Dios. Reclúyete en ti misma con tu gran Tesoro y tu tesoro menor que son: Dios y la obras (Esto es: los escritos valtortianos integrados por "Il  poema dell'Uomo-Dio" principalmente y por otras obras que se han ido publicando y se publicarán en lo sucesivo.), abundando en una exquisita caridad de plegarias y de perdón con aquellos que no la han tenido contigo, como lo han demostrado de mil maneras. Mas, con todo, has de guardar una obligada prudencia, pues si bien está dicho todo aquello que podría convencerles pero que ellos rechazan sin querer convencerse, resulta inútil intercambiar palabras vanas en cosas que vanas no son. Imita al Santísimo Señor Jesús el cual, tras haber hablado incansablemente por espacio de tres años ante quienes ni sus palabras ni sus obras ni su ejemplo lograron hacerles cambiar en su favor antes, al contrario, se concitaron para condenarle, les opuso, por fin, el silencio. Tú y ellos, a la sazón, os expresáis en dos lenguas diferentes. Y, dado que a una de las dos partes le falta la caridad, esa parte carece de luz para comprenderte.

 

Llegó, pues, el tiempo de los "grandes silencios"

 

Llegó, pues, el tiempo de los "grandes silencios" que la beatísima Teresa del Niño Jesús te profetizó durante tu exilio entre montañas en el verano de 1944 (Hace referencia al período de su evacuación (24 abril - 23 de noviembre de 1944) debida a motivos bélicos que transcurrió en el collado de San Andrés de Cómpito, municipio de Capánnori, provincia de Lucca.). Abísmate en ellos. Identifícate cada vez más con Dios apartándote en igual medida de los hombres. Como aconteció cuando Nuestro Señor Jesús te preparaba a ser "voz", sea Dios nuevamente tu único Director y Confidente (Se refiere a la situación de soledad en que María Valtorta llegó a quedar por el traslado del P. Migliorini de Viareggio a Roma.). De cuando en cuando te indicará cómo has de obrar. Porque si es verdad que los hombres se creen con derecho a muchas cosas, no es menos cierto que Dios opone su  "basta" cuando se falta a la caridad.

Da a conocer una sola vez estas palabras y después... ¡silencio! Silencio tanto de respuestas como de preguntas inútiles: y silencio asimismo de inútiles referencias a quien no puede ni quiere cambiar las cosas.

 

"Tardo para la ira porque la ira del hombre no impide el cumplimiento de la justicia de Dios"

 

Y ahora volvamos al hilo de la epístola: "Tardo para la ira porque la ira del hombre no impide el cumplimiento de la justicia de Dios".

Aún para esto conviene que tú calles. Hay quienes no tienen en cuenta que frente a ellos hay otras personas y, trastocando el mandato, hacen a los demás lo que no querrían que a ellos se les hiciese y así exigen de otros lo que ellos, con mucho menor motivo, no saben hacer. Por tanto: ¡silencio, silencio, silencio! No decir nada. Y si te preguntan y provocan hasta el punto de causar turbación en lo que muere con el hombre y sobresaltar tu espíritu, da esta breve respuestas: "Le ruego en el nombre del Señor que se abstenga de preguntar lo que no es necesario que yo le diga". Respeta el justo mandato de Dios, mandato de callar, para así no pecar de resentimiento ni admitir a gente extraña en los dominios del Rey.

De este modo, alma mía, te librarás hasta del polvo que levanta el viento del rencor, del fango que el conocimiento profundo del alma humana saca a la superficie de los corazones: lagos de humanidad, impidiendo que se refleje en ellos con nitidez el Cielo; te olvidarás cada vez más de la malicia, señal inequívoca de la ponzoña satánica depositada en la sangre del hombre para hacerlo rencoroso e incrédulo; de todo te librarás y, "con mansedumbre", abrazarás tu gran tesoro: Dios y su Palabra, "la palabra en ti depositada que puede salvar tu alma". Salvar, sí, tanto por la enseñanza que en cada palabra se encierra como por la paz que te comunica.

 

"Cristo resucitado de la muerte ya no muere. La muerte no reinará más sobre El"

 

Está dicho: "Cristo resucitado de la muerte ya no muere. La muerte no reinará más sobre El".

Mas también a los pequeños "Cristos" sucederá esto mismo después de la prueba. Ahora estás en el sepulcro (Tal sepultura espiritual la constituía su prolongada enfermedad agravada en este caso por la ausencia de su Director espiritual y la oposición promovida contra la propia María Valtorta y sus escritos.). En el sepulcro hay soledad y silencio y tan sólo penetran en él los testigos del sacrificio y de la gloria subsiguiente. A ellos puedes contarles "las cosas que el Señor ha hecho a tu alma". Para los demás... ¡Silencio!

 

"Cuando venga el Consolador convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio".

 

"Cuando venga el Consolador convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio".

En tu caso, si bien en medida proporcionada a la criatura respecto del Salvador Santísimo, el Consolador, al igual que en Jesús Señor nuestro, les hará ver a quienes te rechazan no teniendo piedad del instrumento al formar juicios contra Dios que lo escogió, les hará presente su pecado, su error de obstinación y de sordera, el desprecio hecho a la Palabra que, una vez más, ha hablado con fines de amor, y la anticaridad para con una hermana. Les hará ver la justicia de cuanto ha obrado en ti y a través de ti y de todas las órdenes que te ha dado. Y, por último, les mostrará su juicio implacable referente a la pequeña "voz", a la que el mundo, los grandes del mundo, de tu pequeño mundo de cristiana no han querido aceptar. Porque, una vez más, los hombres rechazan la Luz que se manifiesta cuando y donde quiere, con los medios más humildes y con los fines más santos para contrarrestar las sombras de una falsa sabiduría que sabe mucho de lo humano, pero bien poco de la Sabiduría verdadera, de aquélla que siempre habló a los humildes para alzarlos sobre los poderosos y fluyó de los labios de los sencillos más que de los doctos, ya que el Espíritu del Señor no busca cátedras pomposamente preparadas sino corazones ardientes de amor de los que irradiar sus enseñanzas.

¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!".

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A. M. D. G.