7 julio 1946

Domingo 4.º después de Pentecostés

 

 

 

"Dichoso aquel que comprende al pobre y al indigente"

 

 

Pídele al Señor que el curso del mundo discurra

 tranquilamente conforme a sus disposiciones

 y que la Iglesia goce de una tranquila  devoción.

 

 


 

Dichoso aquel que comprende al pobre y al indigente 

  La caridad abarca las necesidades tanto materiales como espirituales de los pobres, de esta categoría especial de pobres que se encuentran imposibilitados de ir a donde se compra sin dinero el Pan bajado del Cielo. Es ésta la caridad más excelsa

    la contradicción de una buena obra y la persecución contra un alma inocente es el signo probatorio más seguro, jamás fallido, de que aquella obra procede de Dios y de que esa alma está al servicio de Dios  

 Pídele al Señor que el curso del mundo discurra tranquilamente conforme a sus disposiciones y que la Iglesia goce de una tranquila devoción.

   los decretos de Dios son eternos, es verdad, mas pueden mudar cuando su Justicia y el propio Honor imponen al Amor hacerles recordar a las criaturas que sólo hay un Dios y que nadie hay más grande que El.

   El amor, siempre es el amor el que salva y conserva. No es la exaltación fanática ni el rigor paralizante sino el ser cristianos como Cristo lo quiso. 

  Yo tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no guardan relación con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros

En efecto, la creación está aguardando con ansia la revelación de los hijos de Dios 

  Providencial fue también éste caer de la Humanidad, éste su morder el fango para recordarle que es fango animado por Dios; fango únicamente por sí sola, mas, por voluntad de Dios: espíritu en un fango que ha de santificar dándole la impronta y la semejanza   

  Sabemos nosotros que, hasta el presente, todas las criaturas suspiran y se hallan en dolores de parto   

Ya veis qué bueno es Dios Concede a la materia el procrear cual si fuesen pequeños creadores. Mas a todos los espíritus les concede el que puedan recrearse a sí mismos

 


 

Dice Azarías:

"Esta explicación, alma mía, es toda para ti; sí, para ti por entero a fin de que te sirva de consuelo y de alimento sapiencial en sustitución del Pan que para ti, realmente, debiera ser "cotidiano", alma querida que todo lo diste, imitando a Cristo, por el amor de los hermanos y que, en tu cautividad de segregada por el Amor que inmola, no contabas sino con este Sol.

 

"Dichoso aquel que comprende al pobre y al indigente"

 

Se dice en los salmos: "Dichoso aquel que comprende al pobre y al indigente" y la pobreza en todas sus formas. Porque pobre e indigente no es sólo aquel a quien le falta el pan material y el dinero. Pobre, en sentido mucho más profundo, es también aquel que, por un querer crucifixor de Dios, no puede saciar su hambre ni con el pan que Jesús, por boca de Isaías, promete y ofrece a los pobres, a aquellos que carecen de dinero, con estas palabras: "Los que tenéis sed, venid a las aguas; y vosotros, que no tenéis dinero, venid a comprar y a comer, venid a comprar sin dinero". Palabras que en el Evangelio de Juan aparecen amplificadas más poderosamente con la Palabra de Jesús: "Tratad de procuraros, no el pan que perece sino el que dura para la vida eterna y que el Hijo del Hombre proporcionará... Mi Padre os dará el verdadero pan del Cielo... Yo soy el Pan de Vida. Quien cree en Mí ya no tendrá más hambre; quien cree en Mí ya no tendrá más sed... Todo lo que el Padre me da vendrá a Mí y Yo no desecharé al que viene a Mí porque bajé del Cielo para hacer la voluntad de mi Padre. Y la voluntad del Padre es que Yo no pierda ni uno solo de los que El me dio... Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo... El Pan que Yo daré es mi Carne entregada para la vida del mundo". Y también: "Quien tenga sed, que venga a Mí y beba"

La palabra de Dios es bien clara. El quiere que su Pan se dé, y en abundancia, a todos aquellos que lo desean y, en especial, a quienes son potadores de una cruz, a fin de que se fortifiquen con el Pan de los fuertes.

 

La caridad abarca las necesidades tanto materiales como espirituales de los pobres,

de esta categoría especial de pobres que se encuentran imposibilitados de ir

a donde se compra "sin dinero" el Pan bajado del Cielo.

Es ésta la caridad más excelsa

La caridad, que muchos confunden con la limosna, no se circunscribe a la imposibilidad en que uno puede verse de ir, hablar y defenderse para poder procurarse alimento y protección. Por el contrario la caridad, la verdadera caridad inteligente y consciente –y tal es porque, al ser verdadera, goza de la perfección de las cosas divinas– marcha solícita precisamente allí donde, por un cúmulo de circunstancias, existe imposibilidad de ir, hablar y procurarse alimento y protección. La caridad abarca las necesidades tanto materiales como espirituales de los pobres, de esta categoría especial de pobres que se encuentran imposibilitados de ir a donde se compra "sin dinero" el Pan bajado del Cielo. Es ésta la caridad más excelsa puesto que es llevar Dios a la criatura que siente apetencia de El e introducir en la criatura al Consolador, al Maestro, al Amigo, a Aquel que grita con voz incansable. "Todos vosotros que sufrís, venid a Mí".

El que esto no comprende, no sabe de pobreza, de pobres ni de indigentes, como tampoco conoce las almas de los hermanos al no conocer a Dios. Y no le conoce porque ni tiene ni está en la caridad, y el que no está ni tiene la caridad no está en Dios.

¿Y entonces? ¿Qué harás, pobre alma, si quien no se compadece de tu miseria deja de socorrerte? ¿Te has de ver "sola" porque ellos te abandonan? (Se refiere al P. General que prohibió se siguiera trayéndome la Santa Comunión: como así lo anota a lápiz María Valtorta en una copia mecanografiada. Con todo, nunca le faltó el consuelo y el sostén del Santísimo Sacramento, ya que un sacerdote de la misma Orden (de los Siervos de María), con prudente valentía, se ingenió para que la Enferma pudiese comulgar todos los días. El Padre General aludido es el P. Alfonso M. Benetti, O.S.M.). ¿Te sentirás por esto desolada? ¿Habrás de dudar de que Dios te ama y te salva? Nada de esto sino que, por el contrario, debes alegrarte a ejemplo de Cristo, el cual, tras la Hora tremenda del Getsemaní en la que Satanás movió como una máquina de guerra toda la incredulidad del mundo y de los mundanos para abatir al Fuerte, resurgió con la certeza de su misión al ver que el Señor le consumía entre padecimientos cargándole con todo el peso de la expiación y abandonándole al odio de sus enemigos para después hacerle triunfar de la Muerte y del Pecado. Entonces, muriendo clavado, golpeado, vilipendiado y maldecido, dijo Cristo en su Corazón moribundo: "Yo soy el Rey y Redentor. ¡Satanás!, en vano has pretendido hacerme dudar. Esta es la señal de que cuento con la Gracia del Señor y su beneplácito y de que conseguiré todo: que todo se ha concitado contra Mí. Las contradicciones de Satanás y del mundo contra quien no es del mundo es la señal más cierta de que el así perseguido está en Ti, ¡oh Padre mío!".

 

la contradicción de una buena obra y la persecución contra un alma inocente

es el signo probatorio más seguro, jamás fallido,

de que aquella obra procede de Dios y de que esa alma está al servicio de Dios

 

Sí, María la contradicción de una buena obra y la persecución contra un alma inocente es el signo probatorio más seguro, jamás fallido, de que aquella obra procede de Dios y de que esa alma está al servicio de Dios.

Créelo, créelo como si fuese una verdad de fe; lo puedes creer porque un ángel jamás miente; que cuando un ose ve perseguido sin motivo alguno y obstaculizada una obra buena, es porque Satanás los odia y el odios de Satanás va siempre dirigido contra lo que está con Dios.

Alégrate, pues, de verte perseguida y contradicha porque esto es señal de que estás con Dios y que tu Obra tiene su origen en Dios. Y repítele a tu ánimo abatido las palabras del Introito: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de qué, pues, habré de temer? El Señor protege mi vida, ¿quién podrá, por tanto, hacerme temblar?".

¡Oh María! Eleva los ojos de tu espíritu para contemplar a los ciudadanos del Cielo. Esos ciudadanos, antes de ser espíritu bienaventurados en la contemplación de Dios, fueron hombres sobre la Tierra. Y bien, ¿qué ves sobre ellos? Las señales por las que conquistaron ese puesto. Y en ninguno de ellos, a excepción de los párvulos muertos antes del uso de la razón, falta el signo de la contradicción del mundo a su virtud y a su misión. Este signo de martirio, cruento o incruento, no falta en ninguno de ellos porque el mundo odia, persigue y escarnece a quien es de Dios.

Así como el rojo le sirve a un toro enfurecido de incitación, así también para los envidiosos y malvados hace de incitación el fulgor de la caridad que se desprende de los amados del Señor y contra ella arremete para abatirla y destruirla. No puede. Cada derrota hace que aumente en potencia y ésta es tal que, como reza el Introito: "los enemigos vacilan y caen". Déjalos caer sin rencor y sin gozarte de su caída. Déjalos caer sin que te distraiga el estruendo de la misma. Escucha a Dios y a sus voces sin temblar en tu corazón.

 

Pídele al Señor que el curso del mundo discurra tranquilamente

conforme a sus disposiciones y que la Iglesia goce de una tranquila devoción.

 

Ruega tan sólo. Pídele al Señor que el curso del mundo discurra tranquilamente conforme a sus disposiciones y que la Iglesia goce de una tranquila devoción. Y entiende lo que esto quiere decir.

El mundo, según el común sentir, no goza tranquilidad. Desventuras y calamidades de todo género lo agitan y atormentan. Mas todo esto sucede por quererlo así los hombres. El mundo en sí, el planeta Tierra va describiendo tranquilamente el curso que el marcó la voluntad del Creador. Como astro que completa su trayectoria en el firmamento, el planeta que lleva por nombre Tierra, desde hace decenas de millares de años sigue el curso iniciado con su creación y que habrá de terminar con la disgregación cuando, en el tiempo marcado, llegue su fin.

Mas como en su infancia fue amenazado de destrucción porque la corrupción de los hombres hizo que el Creador se arrepintiese de haberlo creado, así, en esta su edad en la que la corrupción rebasa toda medida –y se da lo mismo en los palacios que en los tugurios, sin que los lugares sagrados se vean exentos de contaminaciones corruptas, habiéndose extinguido el amor dando paso al odio sin razón alguna nacional, sino al odio por el odio, al odio contra la humanidad y, por tanto, contra sí mismos, siendo los hombres, a la vez, suicidas, homicidas y deicidas, alzando su mano armada de odio, de impiedad y de satánicos descubrimientos contra Dios en sus criaturas, contra Dios en Sí, mismo, contra ellos mismos y contra todo–, ¿no puede este continuo pecar contra la caridad y este hervir satánico de soberbias en muchos, en demasiados hombres y por todos los motivos, provocar un "Fiat" divino que corte el curso del mundo y provoque su desintegración con horribles convulsiones por las que los hombres, locos de terror –por guerras, hambres, estragos de epidemias y terremotos, ciclones, inundaciones, granizos, fuegos, pestilencias, invasiones de animales dañinos y creación de máquinas y venenos mortíferos en un apocalíptico sucederse de castigos– los hombres, ciegos en su vista por las tinieblas y en su corazón por el terror y el ateísmo, vayan a la muerte y después al tremendo Juicio antes de la hora?

Recordad todos que si las plegarias de los justos y de la "Toda llena de Gracia" aceleraron en años la venida de Cristo, lo cual fue una gracia insigne, este acelerar los tiempos del fin del mundo con las culpas sin número será la mayor desgracia que la Humanidad habrá de sufrir, ya que será la ira de Dios la que la habrá de herir.

 

los decretos de Dios son eternos, es verdad, mas pueden mudar

cuando su Justicia y el propio Honor imponen al Amor hacerles recordar a las criaturas

que sólo hay un Dios y que nadie hay más grande que El.

 

Rogad, pues, vosotros, los buenos, para que el mundo muera cuando está marcado su fin. Rogad para que Dios no mande a los ejecutores de su justicia a castigarlo como hizo con Lucifer y con Adán. Porque los decretos de Dios son eternos, es verdad, mas pueden mudar cuando su Justicia y el propio Honor imponen al Amor hacerles recordar a las criaturas que sólo hay un Dios y que nadie hay más grande que El.

Esto por lo que hace al mundo.

Y en cuanto a la Iglesia, ¿sabes, alma mía, cuáles son los "goces de una tranquila devoción?" Los que se derivan de un exacto conocimiento, de una justa aplicación, de una santa voluntad, de la Fe, del Evangelio y de la caridad.

Un exacto conocimiento de la Fe y una justa aplicación del Evangelio, en los que, llevados a la perfección, radica toda la religión antigua fundida con la cristiana, impiden la creación de herejías y de sectas, de exaltaciones o tibiezas culpables, y una santa voluntad de amor destruye con su fuego las plantas venenosas de las herejías y de las sectas.

 

El amor, siempre es el amor el que salva y conserva. No es la exaltación fanática

ni el rigor paralizante sino el ser cristianos como Cristo lo quiso.

 

El amor, siempre es el amor el que salva y conserva. No es la exaltación fanática ni el rigor paralizante sino el ser cristianos como Cristo lo quiso. Y esto, lo mismo en la iglesia en todas sus jerarquías como en los fieles de cualquier condición. Entonces, de una Iglesia militante verdaderamente cristiana en todos sus miembros, nutrida de Cristo al modo como el árbol se nutre del meollo y por él impulsa la savia hasta la última hojita del follaje más alto, vendrá el gozo de la tranquila devoción, exenta de fiebres mezcladas de un misticismo estéril y de oscurecimientos que hace que las tinieblas lleguen a envolver la Luz, ocasionando sacudidas perjudiciales a los espíritus que no son todos de adultos sino, en su mayor parte, de débiles niños espirituales necesitados de un gozo tranquilo para crecer en el Señor, de una fe constante y de una ardiente caridad que les envuelva y corrobore para protegerles de las insidias del Adversario, del mundo y de la carne.

Tú, hija de la Iglesia, ruega, ruega siempre por ésta tu Madre; ruega por los hermanos que, lo mismo que tú, son hijos de la Iglesia, hijos pródigos tal vez o quién sabe si separados o extraviados, para que estén con la Madre y Esta no tenga sino la caridad de Cristo con el rebaño fiel y las ovejitas descarriadas a las que, materna, materna, santa y perfecta como su Cabeza: Jesús Señor Nuestro, las llame, exhorte, conforte y sostenga.

 

"Yo tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no guardan relación

con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros"

 

Y ahora vamos a leer a Pablo que te conforta con una palabra santa. Acéptala porque es verdad. Pablo la dijo cuando aún estaba en la Tierra, si bien ahora desciende de los Cielos confirmada con la aprobación de Aquel que padeció más que nadie y que ahora, divinamente glorioso, muestra en su Cuerpo las señales de haber padecido y que, por eso, es glorioso como Hombre además de como Dios. "Yo tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no guardan relación con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros".

Así es. Muchos son, en verdad, los padecimientos de los verdaderos hijos del Dios verdadero; mas superior, sin medida, la gloria futura que poseerán en el Cielo.

El Verbo era Dios. Por eso era infinita su gloria como Dios. Ahora bien, El era gloria para Sí mismo. Hízose Hombre y padeció de un modo atroz y completo en el tiempo. Después subió al Cielo y a su gloria infinita unió la gloria de todos los salvados. Por eso cada uno de los santos es un aumento de gloria que el Verbo obtuvo para Sí al padecer en el tiempo. ¿Qué serían los Cielos de no haber El padecido? La gloria estática de Dios habríales colmado, es cierto; mas no habrían resonado en ellos los hosannas de los mil y diez mil bienaventurados, de los ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus, ni habrían escuchado el cántico nuevo con fondo de un sonido semejante al de muchas aguas y al zumbido del trueno, semejante también a un concierto de arpistas que tañen sus instrumentos; ese cántico nuevo de los vírgenes que siguen al Cordero a dondequiera que va, llevando sobre la frente su Nombre y el del Padre, el cántico que sólo aquéllos que fueron rescatados de la Tierra para el Cordero y para Dios, pueden cantar.

Toda esta gloria es la que se multiplica en torno a la del Verbo por cada uno de los santos que llega a Cristo al haber Este padecido en el tiempo; y lo que era refulgió por sus padecimientos y después refulge eternamente en El y en su Cuerpo glorificado a la vez que en su Espíritu Divino.

 

"En efecto, la creación está aguardando con ansia la revelación de los hijos de Dios"

 

"En efecto, la creación está aguardando con ansia la revelación de los hijos de Dios".

Atiende bien, alma mía. ¿Qué quiere decir esta frase? ¿De qué revelación habla? Te habló una vez de las dos ramas de la Humanidad. la rama de los hijos de la libre y la rama de los hijos de la  esclava. Mira, aquella explicación te ayuda  a entender esta frase.

La creación está aguardando a conocer los hijos de Dios para distinguirlos de los hijos del pecado. ¿Cuándo los conocerá? Cuando, una vez finalizado el tiempo, todos los hombres se hayan presentado a al imponente revista, siendo apartados, conforme a justicia, los hijos de Dios y de los hijos del pecado.

Por ahora es una labor continua e incesante la de llegar a esta revelación. Cada una de las criaturas la debe realizar en sí misma y el conjunto de todas las criaturas, con el conocimiento de la labor de cada una de ellas, proporcionará la revelación de los hijos de Dios haciendo que se distingan de aquellos que no quisieron serlo.

La vida de cada uno de los individuos es como una placa de mosaico a la que cada cual es libre de darle el color que desee. Cuando lleguen a reunirse todas las vidas en la resurrección final, entonces es cuando se recompondrá el cuadro de la historia de la humanidad: a esta lado de la creación, el más elegido y, por ello, el más insidiado por el Adversario que, en los primeros Padres, sometió toda la Humanidad a la vanidad con la permisión de Dios a fin de probar a sus hijos y poderles premiar con multiplicados méritos por su santidad conseguida con el propio esfuerzo y no con don alguno gratuito de Dios.

¡En qué funesto orgullo no habría llegado a caer el hombre si por una culpa, de dos maneras feliz y propicia, no hubiese sido humillado al amanecer de su existencia! Fue feliz la culpa por haber obtenido a Cristo y lo fue igualmente por haber mortificado al hombre antes de que siglos de inmunidad le hubiesen hecho tan orgullos como a Lucifer que, al verse sin culpa, se creyó semejante a Dios.

 

Providencial fue también éste caer de la Humanidad, éste su morder el fango

para recordarle que es fango animado por Dios; fango únicamente por sí sola, mas,

por voluntad de Dios: espíritu en un fango que ha de santificar

dándole la impronta y la semejanza con el Desconocido, el Perfecto, el Espíritu y el Eterno.

 

Providencial fue también éste caer de la Humanidad, éste su morder el fango para recordarle que es fango animado por Dios; fango únicamente por sí sola, mas, por voluntad de Dios: espíritu en un fango que ha de santificar dándole la impronta y la semejanza con el Desconocido, el Perfecto, el Espíritu y el Eterno. Y providencial asimismo, éste haber caído al comienzo de sus días para así poder contar con un largo período de expiación y rehabilitarse durante toda la vida, tornar al Cielo desde el abismo y, mediante la buena voluntad, con la ayuda del Salvador, con la batalla entablada contra la Tentación, con la fortaleza que rompe las cadenas de la concupiscencia, con la Fe, la Esperanza y la Caridad, con la Humanidad santa y la santa Obediencia, volver a llegar a ser merecidamente gloriosos y libres con la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Con harta frecuencia maldice el hombre el primer pecado y blasfema de Dios cual si fuese un Señor imprudente que puso al Hombre ante una tentación más fuerte que él. Mas ¿qué habría ocurrido si el hombre, en lugar de ceder a la tentación que le inducía a creer que, comiendo el fruto prohibido, llegaría a ser semejante a Dios, hubiese llegado, sin mediar tentador alguno, a creerse Dios por verse sin pecado, sin dolor y sin muerte?

En tal caso, ya no habría habido redención, puesto que el hombre hubiera llegado a ser un nuevo Lucifer o más bien una innúmera legión de luciferes, ya que, con el decurso de los siglos, la Humanidad iría aumentando con todos los procreados y entonces, no un hombre y una mujer, sino que todos habrían pecado por esta herejía sacrílega y la raza humana habría perecido toda en un castigo infernal.

El Creador amó a la criatura más bella de la creación, a aquélla cuya alma despedía fulgores celestiales, y la quiso hasta el punto de que pudiera ser salvada todavía. Y bien, ¿puede acaso el hombre dudar de que Dios no habría podido impedir que Satanás entrase en el Edén? No, no pensáis así. Mas habéis de creer que el acto de Dios fue bueno como todos los suyos y causa de otro acto infinitamente bueno, como fue el de la Encarnación del Verbo para la salvación de los hombres.

 

"Sabemos nosotros que, hasta el presente,

todas las criaturas suspiran y se hallan en dolores de parto"

 

"Sabemos nosotros que, hasta el presente, todas las criaturas suspiran y se hallan en dolores de parto"

En efecto, cada una de ellas debe darse a luz a sí misma, y ésta es la eterna, la que nace para el Cielo o para el Infierno en el momento en que la primera muerte arranca al alma y la respiración, sobreviniendo la primera llamada ante Aquél a quien no se le puede engañar. Por la materia, como el fruto por la flor –por la materia a la que los Sacramentos le ayudan a que sea (en vez de cadena, obstáculo, peso para la santificación, para el nacimiento, para la Vida del hijo inmortal de Dios, para el feliz habitante ciudadano del Cielo) instrumento de santificación con su mantenerse sujeta al espíritu, al espíritu del justo, del obediente y humilde a Dios y a su Ley–, por la materia como el fruto por la flor, he aquí que será dado a luz, con dolores de toda la vida, con peso de gestación durante toda la vida, el hijo de Dios, hermano de Cristo y copartícipe, por divina promesa, de la divinidad.

"Vosotros sois dioses" aparece consignado en la Escritura y en las cartas de Pablo. Ni tampoco negó Jesús que el hombre, al hacerse santo con un esfuerzo constante hacia la perfección, no llegue a ser semejante a Dios su Padre en la proporción de hijo al Padre y de espíritu creado al Espíritu Santísimo Increado.

Mas para alcanzar esta glorificación es preciso suspirar y sufrir con paciencia y esperanza, con fe y amor, igual que una madre que durante largos meses sufre y espera, yendo voluntariosa al encuentro del dolor a trueque de dar a luz a su criatura.

 

¿Ya veis qué bueno es Dios? Concede a la materia el procrear

cual si fuesen pequeños creadores.

Mas a todos los espíritus les concede el que puedan recrearse a sí mismos

 

¿Ya veis qué bueno es Dios? Concede a la materia el procrear cual si fuesen pequeños creadores. Mas a todos los espíritus les concede el que puedan recrearse a sí mismos, ya que el alma donada por Dios puede recrearse y superrecrearse a sí misma alcanzando la dignidad excelsa de hijos de Dios y copartícipes de la gloria eterna del Padre.

"Y no sólo ellas sino que también nosotros poseemos las primicias del espíritu, pues también nosotros suspiramos dentro de nosotros mismos esperando la adopción de hijos de Dios y la redención de nuestro cuerpo en Jesucristo Señor Nuestro.

El poseer dones extraordinarios no excluye del deber de sufrir para recrearse con destino al Cielo, antes, en proporción del gozo que del Cielo os viene, debéis saber sufrir para llegar cada vez a más altos grados de perfección espiritual. Y contar con la "Palabra de Dios" ¿no es acaso, alma mía, poseer las primicias del Espíritu? Por eso, proporcionada a esta gracia debe ser tu fortaleza. Camina, desde tu seguro refugio, prendida de la mano de tu Padre que te conforta en tu tribulación y te da sus consuelos para compensarte de los que te niegan los hombres. Mantente en la Luz a fin de que tus ojos permanezcan iluminados y nunca te adormezcas en la muerte espiritual para que tu enemigo jamás pueda decir de ti: "¡Ya la vencí!". Piensa que debes estar alerta y ser justa, luminosa y sapiente, tanto para tu alma como para la Obra de Dios a la que una defección tuya, aunque leve, devaluaría. Sé santa para complacer a Dios, dar paz y vida eterna a tu alma y no rebajar el don de Dios. Piensa que con ello contribuirías al juego de los enemigos. Corona tu frente de espinas, mantente firme en la flagelación y camina bajo el peso de la cruz. Haz que quienes te atormentan tengan que decir un día lo que los crucifixores de Cristo sobre el Calvario: "Era un espíritu justo" y se golpeen el pecho diciendo: "Los sufrimientos que la hemos inflingido pesan sobre nuestra conciencia y claman a Dios porque hemos atropellado a una inocente que servía a Dios. Por eso es a Dios al que hemos combatido".

Ven, ven, alma mía, alma cada vez más amada. Ven, descansa sobre el seno de quien no traiciona a sus hijos. Descansa sobre quien se te ha dado por padre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".

104-110

A. M. D. G.