21 de julio
Domingo 6.º después de Pentecostés
La verdadera naturaleza del Bautismo
Qué es, de un modo preciso, el bautismo
Dice Azarías:
"Dios, compadecido de la debilidad de la materia que no puede permanecer atenta y para dar consuelo a tu espíritu, me manda a hablar, como se pide en el Introito, a fin de que tú no te sientas "como aquéllos que bajan a la fosa". Y para darte seguridad de que "no morirás" sino que "vivirás en Cristo", te propongo la meditación de la epístola de Pablo, tan poco comprendida hasta por quienes s dicen fervientes católicos.
¿Qué es, de un modo preciso, el bautismo?
¿Qué es, de un modo preciso, el bautismo? Los más responderán: "Una ceremonia que se acostumbra realizar al comienzo de la vida para hacer ver que somos católicos"; otros, muy pocos dirán: "Es el Sacramento que borra el pecado original y nos devuelve la Gracia". Habrán respondido bien, demostrando poseer un mínimo de conocimientos religiosos suficientes para vivir católicamente y poder salvarse si a dichos conocimientos va unida la buena voluntad.
Mas serían muy pocos los que con su pensamiento fueran más allá hasta desentrañar lo que de verdad es el Bautismo, de qué está formado y cuál es su verdadera naturaleza, oculta bajo las materias empleadas en el rito. Si pensasen muchos en la "naturaleza" del Bautismo católico y esos muchos se esforzasen en hacer entender a sus hijos y ahijados, desde su más tierna edad, dicha naturaleza, verdaderamente se despertaría, tanto en los niños como en sus padres y padrinos un profundo amor hacia Cristo, un amor tal que les apartaría del pecado, un amor tan fuerte que les llevaría a obrar santamente, correspondiendo así al don recibido en el inicio de la vida y, mediante el amor, saldar el débito contraído con Cristo, igual que, mediante el dolor, saldar el contraído con el Altísimo.
"Perdónanos nuestras deudas" pedís como El os enseñó. Mas es justo también, en la medida de lo posible, esforzarse en saldar por cuenta propia el débito contraído sin pretender que haya de ser Dios el único generoso.
Esto es lo que viene a representar la especie del agua:
la inmersión en los padecimientos de Jesús, en sus lágrimas, en su Sangre,
en sus humillaciones y en su muerte
Este abstenerse de pecar, este reconocimiento amoroso hacia Aquél que os devolvió la naturaleza de hijos de Dios –la coparticipación, mediante la Gracia, de la Vida, de la gloria y de la divinidad– resulta espontáneo en quien sabe contemplar el Bautismo por lo que realmente es: la inmersión en los padecimientos de Jesús, en sus lágrimas, en su Sangre, en sus humillaciones y en su muerte. Esto es lo que viene a representar la especie del agua. El Vencedor de la Muerte murió para destruir la muerte más verdadera: la del pecado. Se desangró para daros con qué blanquear vuestras almas y se dejó desgarrar el pecho para acogeros en la cavidad de su Corazón, de donde resurgía a la vida de la Gracia.
Vencedor y consumador, El venció y se consumó. Mas es requisito indispensable que el hombre le secunde pues, de otra suerte, la sangre del Cordero gritará contra vosotros como contra los sacrílegos escarnecedores y disipadores de su Sacrificio.
Si los católicos pensasen estas cosas, ya no llamarían "ceremonia" al Bautismo, sino que lo verían, no sólo como el Sacramento que devuelve la Gracia y anula la Culpa, sino también como el holocausto de Cristo que se desangró para proporcionaros el lavacro que anula el Mal y os hace partícipes del Bien, para hacer de vosotros, criaturas, semidioses, y para infundiros las virtudes necesarias para salvaros y, por tanto, para haceros igualmente capaces de comprender la Sabiduría, creyendo y esperando en la Misericordia.
El que nació y resucitó en la Sangre de Cristo y permanece fiel a dicha Sangre,
ya no muere sino que vive en Jesucristo Salvador
El que nació y resucitó en la Sangre de Cristo y permanece fiel a dicha Sangre, ya no muere sino que vive en Jesucristo Salvador, habiendo vencido, como El, al mundo y a Satanás en las concupiscencias domadas.
Descansa, alma mía. Te he dicho estas pocas palabras a fin de que no tiembles por verte abandonada. Mas la caridad me prohíbe el que te exija esfuerzo alguno, siquiera sea el de atenderme. Descansa. Yo rogaré en tu lugar. Tú ofrece tus sufrimientos en coparticipación con el Santo Sacrificio de este domingo".
En efecto, yo ya no puedo más y a duras penas alcanzo a seguir las palabras angélicas...
114-115
A. M. D. G.