28/7/46

Domingo 7.º después de Pentecostés

 

 

eL SENTIDO DEL sufrimiento y de la mortificación

 

 


 

El haberte llegado a persuadir, a través de esta pasión y de esta persecución que te han ocasionado, de que la Obra es ciertamente de Dios, ...

   por más que la maldad satánica se crea en libertad de hacer a su antojo, dueña de torturar, capaz de competir con Dios al que cree igualársele, y de mofarse y contradecir a Dios, acaba por cooperar con los designios de Dios

   Leamos ahora a Pablo, al bienaventurado Pablo, que da una nueva versión de la utilidad del sufrimiento. 

  Dulce esclavitud es ésta: la de cooperar y servir a la justicia, esclavitud santa con la que obtener la libertad sin término. 

  El fin de las cosas indecorosas es ciertamente la muerte

 


 

Dice Azarías:

"También son pocas hoy las palabras que, por compasión de tus sufrimientos físicos, descienden del Cielo junto con el gozo espiritual que te compense de todos tus dolores.

 

El haberte llegado a persuadir, a través de esta pasión y de esta persecución

que te han ocasionado,

de que la Obra es ciertamente de Dios, ...

 

El haberte llegado a persuadir, a través de esta pasión y de esta persecución que te han ocasionado, de que la Obra es ciertamente de Dios, debe hacerte mirar esta tortura –que Dios ha permitido para contrastar el metal de los corazones: el del tuyo y el de los demás, aquilatar su materia y medir sus vibraciones con el toque de lo sobrenatural– como cosa buena y en modo alguno inútil ni estéril.

En diferentes ocasiones se te llegó a explicar esto: Dios, el Padre bueno, para conseguir que no lleguen a ser tan perversas las acciones de Satanás y de los hombres, no las deja pasar sin extraer de las mismas el adecuado mérito para quien las padece.

 

por más que la maldad satánica se crea en libertad de hacer a su antojo, dueña de torturar,

capaz de competir con Dios al que cree igualársele, y de mofarse y contradecir a Dios,

acaba por cooperar con los designios de Dios...

 

¿Te has dado cuenta alguna vez, María, de que, por más que la maldad satánica se crea en libertad de hacer a su antojo, dueña de torturar, capaz de competir con Dios al que cree igualársele, y de mofarse y contradecir a Dios, acaba por cooperar con los designios de Dios haciendo que brillen mucho más vivamente los actos de los hijos de Dios?

¡Oh!, no hay más que un Dios al que todo le está supeditado y hasta el Adversario, que se cree semejante a El, no e sino uno más que le está sujeto y, queriendo dañarle, lo que en realidad hace es servirle porque aumenta la corte celestial, esto es, la gloria de Dios y de los santos a los que él tentó y atormentó pero que supieron resistirle y ejercitar las virtudes bajo la férula de la persecución.

Sí, los santos que, sin la intervención del Adversario habrían llegado a ser dulcemente santos únicamente por su cooperación con los dones gratuitos de Dios, por obra, en cambio, del demonio alcanzan a ser fuertemente santos, ya que durante toda su vida han de luchar contra sus insidias, tanto más fuertes cuanto más comprende él que son presas que se le van de las manos. He aquí por qué todo es providencia que secunda amorosamente un designio divino, por más que no se le alcance a la limitación humana.

¡Lo sé! Le resulta muy difícil entender esto al que se halla bajo los efectos del mordisco del dolor; mas tú, alma mía, que ya estás viviendo envuelta en el aura de paz y de beatitud que desciende de los Cielos, en la luz que ilumina toda verdad, hecha a la sazón al lenguaje sapiencial que se habla en el Cielo, rebosante de felicidad con las sonrisas y miradas que te dirigimos los que te amamos para decirte lo querida que nos eres –y, a tal efecto, me atrevo a unir mi sonrisa y mirada de criatura angélica, tan inferior a Dios, a aquellas sonrisas y miradas divinamente perfectas de Dios, de tu Jesús y de nuestra gloriosa Reina– tú que, mientras las tinieblas tratan de envolverte para causarte miedo y dolor, tienes siempre fija la mirada en la Luz que te ama, comprendes esta verdad y dices conmigo: "Todo es providencia que secunda amorosamente un designio divino".

Tú haces de continuo este acto de fe, de esperanza y de caridad porque crees en la Sapiente Bondad del Señor, porque le amas a El y a los que, al herirte, te proporcionan una corona más; y les amas con Cristo "perdonándoles porque no saben lo que hacen" y porque esperas firmemente que por este sufrimiento te dará el Señor una paz todavía más grande y duradera.

 

Leamos ahora a Pablo, al bienaventurado Pablo, que da una nueva versión

de la utilidad del sufrimiento.

 

Leamos ahora a Pablo, al bienaventurado Pablo, que da una nueva versión de la utilidad del sufrimiento.

Es cosa cierta que alcanzar la santificación quiere decir sufrir, mientras que secundar la Tentación significa gozar de una manera material. Porque el camino de la santificación está sembrado de renuncias, de luchas y de dolor, mientras que el de la Tentación lo está de satisfacciones y de una aparente tranquilidad que es engañosa y que oculta la verdad de la desesperación futura y eterna.

Y es asimismo cierto que no hay quien alguna vez no haya cedido a la Tentación entregándose a sí mismo con sus propios miembros –y no sólo con éstos sino también con su entendimiento que consiente y con su alma que no se opone– a las inmundicias de toda especie llamadas "pecados" que son otras tantas desobediencias a los Mandamientos de Dios y a sus santos preceptos.

Por éste su consentir en la culpa, el hombre merece castigo, tanto más grave éste cuanto lo sean las culpas. Mas no queda saldada toda la deuda debida a Dios con el Sacramento de la Penitencia que, si cancela el pecado, no así la expiación consecutiva al mismo. Pues bien, la bondad del Padre proporciona a la criatura la posibilidad de expiar en la Tierra haciendo que sirvan para la conquista del Bien eterno aquellas mismas cosas que neciamente contribuyeron al Mal, esto es: los miembros, el entendimiento y el espíritu. He aquí, por tanto, cómo, según aconseja el Apóstol, el hombre puede, con aquello que le sirvió para pecar, hacer que le sirva para la justicia y reparar su pasado mediante la conquista de la santificación.

 

Dulce esclavitud es ésta: la de cooperar y servir a la justicia,

esclavitud santa con la que obtener la libertad sin término.

 

Dulce esclavitud es ésta: la de cooperar y servir a la justicia, esclavitud santa con la que obtener la libertad sin término. Aquéllos que son servidores del mundo se ríen de ella y desprecian como necios a quienes a dicha sapiente esclavitud se someten rechazando las falsas libertades del mundo y de la carne con las que negociarían su perpetua y tremenda esclavitud para la otra vida.

Mas vosotros, almas justas, que preferís la mortificación y os abrazáis al dolor como al amigo más seguro para llegar a Dios y como al transformador más cierto del hombre animal en hombre espiritual y más adelante en espíritu regio en el Reino celestial y en hijo de Dios en la Patria de Dios, ¿qué decís cuando volvéis la vista al tiempo en que aún no estabais en este servicio del Bien ¿Era acaso libertad verdadera aquélla de entonces? ¿Os proporcionaba realmente alguna utilidad? No. En los aprietos de la mortificación o del dolor tal vez, ¿por ventura no os sentís ricos y felices con dones regios que no pasarán antes se acrecentarán completos, perfectos y beatíficos cuando podáis gozar de ellos en el Cielo como espíritus capaces de gustar completamente lo que como hombres no pudisteis por la limitación de vuestras fuerzas?

 

"El fin de las cosas indecorosas es ciertamente la muerte"

 

"El fin de las cosas indecorosas es ciertamente la muerte" como dice Pablo. Mientras que el fin de la liberación de la esclavitud del sentido y del pecado, lo mismo que del leal servicio de Dios es la paz, la gloria, la Vida y la Posesión de Dios.

Amad, por tanto, el sufrimiento y la mortificación, como medios de expiación primero y de santificación después; y alabar al Señor que os concede el que podáis ofrecerle un sacrificio continuo, mucho más digno que el de las ofrendas en dinero o en dones como los carneros y becerros de la antigua Ley; el sacrificio de vuestra voluntad, de vuestras pasiones y de todo vuestro yo a la paternal providencia de Dios para que os conduzca, lo mismo que a su Hijo, hasta la muerte de Cruz a fin de ser, además de redentores vuestros, redentores de vuestros hermanos.

Sí, María: ofrece tu sacrificio por tus hermanos y compañeros. Di con tu Jesús: "Triste está mi alma". No eres más que Jesús. El experimentó la repugnancia para el dolor y la muerte. Puedes tú experimentarla igualmente y confesarlo con humildad.

Pero prosigue: "¿Y qué diré: Padre, líbrame de esta hora?". ¡Si precisamente para esta hora vine yo, es decir, para que, con mi sacrificio total, aumente la gloria de Dios con la conquista para El de muchas almas!

Y, con la seguridad de ser escuchada, pide que adonde tú vas ellos también estén, esto es, en Dios. La inmolación obtiene cuanto pide. Y para demostrarles tu amor a los hermanos y compañeros, nada hay más grande que completar tu sacrificio pidiendo para ellos la Luz y el Amor con los que consigan la salvación y su gloria futura".

115-118

A. M. D. G.