4 de Agosto de 1946
Domingo 8.º después de Pentecostés
Sea vuestro amor a Cristo cada vez más fuerte,
ya que todo cuanto tenéis a El se lo debéis.
¿Quién es Cristo: el Cristo real o el místico?
No seamos deudores de la carne para vivir según la carne
Aquéllos a quienes les mueve el Espíritu de Dios son hijos de Dios
Dice Azarías:
"En medio de tu templo hemos recibido tu misericordia"
"Entiende bien la frase del Introito correspondiente a esta Santa Misa. Por la exactitud en la traducción aparece así escrito: "En medio de tu templo hemos recibido tu misericordia". Mas, para la debida exactitud de la idea contenida en la frase litúrgica, te sugiero que la medites modificada así: "Hemos recibido tu misericordia en medio o por medio de tu templo".
Considera esto: ¿Quién es Cristo? ¿El Cristo real o el Cristo místico? El es el Templo de Dios. El mismo lo dijo. Y ésta su verdad se la lanzaron como una acusación y una burla al tiempo de su Pasión y hasta en sus últimos momentos: "Tú que dijiste que podías reconstruir el Templo en tres días"; y anteriormente: "Le hemos oído decir. "Puedo destruir el Templo de Dios y reedificarlo en tres días", mintiendo vilmente porque mentir es alterar una palabra dicha por uno a fin de hacer la frase más acusatoria o cambiarla de justa en injusta, merecedora de severo juicio, como es también mentir el inventar totalmente una noticia o decir: "Yo no he hecho esto" habiéndolo hecho.
Pensad tan sólo que en ellos no es todo voluntad de dañaros lo que tienen
sino más bien una deficiencia y opresión tal vez del Enemigo que trabaja como puede
en desvirtuar y rebajar las obras de Dios y en vengarse de sus instrumentos ...
Los malvados lo hacen así porque todo les sirve para dañar, hasta la misma bondad, verdad, condescendencia y paciencia de los demás e, incluso, los milagros que ellos los saben tomar y presentar como pruebas de satanismo o de anomalías físicas o psíquicas. Y vosotras, almas predilectas, lo mismo que vosotras, voces queridas, no debéis extrañaros ni lamentaros de los comentarios y burlas de los hombres, como tampoco de su comportamiento para con vosotras que ni debéis juzgar. Pensad tan sólo que en ellos no es todo voluntad de dañaros lo que tienen sino más bien una deficiencia y opresión tal vez del Enemigo que trabaja como puede en desvirtuar y rebajar las obras de Dios y en vengarse de sus instrumentos haciéndoles objeto de la persecución de los demás.
Es deficiencia, pues, como no todos los hombres son perfectos en sus cinco sentidos ni en sus miembros, así también no todos los espíritus son perfectos en su sensibilidad para lo divino y sobrenatural.
Y es opresión del Enemigo. De uno que se ve oprimido no se dice que es un demonio o un pecador sino que, muy frecuentemente, es propiamente un espíritu que marcha por las vías del Señor y que, por ello, es víctima del odio de Satanás, el cual, no pudiendo de otra suerte presentarlo a los ojos de los hombres como un malvado enemigo de Dios, le molesta, le aturde y oprime mientras Dios se lo permite. Fíjate que yo no hablo de posesiones ni de obsesiones sino de opresiones. El león infernal se aprovechó de un momento de decaimiento espiritual o de distracción para abatirse sobre la presa teniéndola oprimida bajo su garra; mas sin poder devorarla porque ella es un guerrero abatido pero resguardado por la coraza de sus virtudes que le podrán mantener a recaudo de los golpes por algún tiempo hasta que pueda más tarde recobrarse y resurgir librándose del peso que le oprime.
Otros se ven igualmente oprimidos porque, debido a un error inicial, se adentraron en la senda del león, es decir, cometieron un pecado, leve en su cuantía, por lo que no perdieron la gracia, mas de naturaleza tal que los tiene siempre envueltos en una red que no se rompe sino cuando ellos desandan el mal camino diciendo humildemente: "Me equivoqué". Estos, hasta tanto no se reintegran con espontánea voluntad al buen sendero, a duras penas trabajan por liberarse braceando en todos los sentidos menos en el de confesar humildemente su primer error y así se van enzarzando más y más en la red que les tendió Satanás sin que éste se molestara en asaltarles, en esa red puesta para causar despecho a Dios, al espíritu de quien en ella cayó y en aquellos a quienes su error puso en difícil situación, haciendo, en consecuencia, que resulte arduo en extremo su ministerio extraordinario.
Alma mía, nos hemos alejado del Introito. Mas el deseo de nosotros los del Cielo, es que tú seas cada vez más docta en la Ciencia de las Ciencias que es el conocimiento de los espíritus y de sus movimientos, de suerte que no puedas errar al conocerlos y juzgarlos diferenciándote de la Caridad. Así pues, nuestro deseo es tal que ponemos nuestro máximo empeño en instruirte acerca de esa Ciencia. La instrucción en ella produce bondad y misericordia porque, cuando se ha logrado desentrañar los entresijos de los ánimos, se despierta hacia sus defectos e imperfecciones la misma compasiva piedad que tienen los médicos buenos con los cuerpos enfermos o constitucionalmente débiles y deformes. El Santísimo Señor Jesús, porque conocía con su perfección de Dios el interior de los corazones, tú sabes muy bien con qué misericordiosa bondad inclinaba sobre ellos su Perfección absoluta.
Recuerda siempre que tu Señor y mío te enseñó
que la fuerza que consigue el perdón de Dios para un pecador es el perdón del ofendido
Nosotros queremos en ti este completo conocimiento a fin de que produzca un mar de misericordia dulcísima en el que tú puedas purificar los ánimos de tus hermanos absolviéndoles, en lo que está de tu parte, de toda culpa y pidiendo al Dios de la misericordia que les absuelva. Recuerda siempre que tu Señor y mío te enseñó que la fuerza que consigue el perdón de Dios para un pecador es el perdón del ofendido. Es un trastrueque en la petición de la Oración de Jesús Santísimo: "Padre, perdónanos nuestras deudas como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores" dice el Pater. Es la misericordia de un corazón que todo y a todos absuelve diciendo: "No son unos malvados sino unos infelices" y grita asimismo: "Padre, perdona a nuestros deudores puesto que nosotros ya les hemos perdonado todo".
¿No adviertes tú cómo era ésta la dulzura que sumergía en sus amarguísimos afanes el Corazón moribundo de Cristo cuando pedía el perdón para sus crucifixores y entre las tinieblas de su Hora tremenda les hacía cerrar los ojos en paz contemplando un sol en el que se hallaban los rostros de todos los "salvados por su perdón?" ¿No te das cuenta tú, por el movimiento de estos días, tan llenos, tan completos y tan bendecidos por la Caridad, que tu espíritu se halla nadando en la dulzura?
Verdaderamente puedes decir como Ezequías: "he aquí cómo se cambia en paz mi amarguísima aflicción. Tú has librado mi alma" (Isaías 38, 16-17. Ezequías fue rey de Judá entre los años 716-687 antes de Jesucristo). Alma mía, recuérdalo: Dios medicina todas tus heridas. Abandónate cada vez más en el Dulcísimo y así el que te ama con amor de predilección sanará todas las llagas producidas por los hombres quedando únicamente las cicatrices de las dolencias que son las perlas que resplandecerán en el Cielo.
¿Quién es Cristo: el Cristo real o el místico?
Pero volvamos al Introito. Te decía yo: ¿Quién es Cristo: el Cristo real o el místico?
Es el Templo viviente de Dios. En El descansan la Promesa y la Ley, está depositado el Maná y resplandece la Divinidad en su Gloria Trinitaria. Este es el Cristo real. El Cristo místico, por su pare, es ese Cuerpo del que El es la cabeza y los fieles los miembros, que se llama Iglesia.
Ahora bien, ¿de dónde les viene a los hombres la misericordia? Del Templo vivo de Dios, del Verbo Encarnado que murió por los hombres en la Cruz y del Templo que es la Iglesia, a través de la cual, por medio de sus jerarquías, descienden las aguas de los siete Sacramentos a regar las almas y nutrirlas con sus frutos. De aquí que resulta justo decir y entender que es por el verdadero Templo de Dios, esto es, por Jesús viviente eterno en el Cielo y viviente en su Iglesia, como los hombres han recibido y reciben la misericordia del Señor, es decir, la Gracia y el Perdón.
El reconocimiento de los espíritus hacia Jesús Santísimo, del que la Misericordia se derrama, debería ser proporcionada a la grandeza del don y a la santidad del Donante, lo que equivale a que debería ser perfecta y completa, puesto que perfecta e infinita fue la donación de Jesucristo, Dios y Hombre, para que vosotros, por su medio, tuvieseis la Divina Misericordia y pudieseis subsistir en vuestro espíritu, ya que esto es lo que importa que subsista para obtener la Vida eterna.
La Sabiduría proviene de Dios, lo mismo que la Justicia, la Fortaleza y toda otra virtud que os haga capaces de vivir conforme al querer divino, y todas estas fuerzas: alimento y luz de vuestros espíritus, proceden ciertamente de Dios; por lo que resulta justo decir que por El subsistís. Mas de donde propiamente vienen es de Dios Hijo, de Jesús, en el que aparecen compendiadas las Perfecciones de los Tres Santísimos para hacer de El la obra maestra del Amor que salva, del Divino Amor Misericordioso.
"No seamos deudores de la carne para vivir según la carne"
Escucha a San Pablo: "No seamos deudores de la carne para vivir según la carne". Si realmente queréis vivir, ninguna sujeción debéis a la carne. Porque la carne es muerte cuando es reina y medio cuando es esclava. Muerte y medio ¿de quién y para quién? Del espíritu y para el espíritu.
El espíritu dominado por una carne prepotente, muere. El espíritu dominador de la carne, vive y se adorna con los méritos adquiridos y con las victorias conseguidas mediante los sufrimientos de la carne domada. Si los hombres meditasen la realeza del espíritu y qué dignidad confiere al hombre el ser uno en quien el espíritu reina, ciertamente, ningún hombre querría vivir en contradicción con su espíritu.
"Aquéllos a quienes les mueve el Espíritu de Dios son hijos de Dios"
Oíd al Apóstol: "Aquéllos a quienes les mueve el Espíritu de Dios son hijos de Dios".
El Espíritu de Dios, como sabéis, no habita sino donde la carne se encuentra encadenada en sus apetitos animales y reina de un modo absoluto la libertad de un espíritu-rey. Entonces el Espíritu de Dios desciende a ser Maestro y Guía del espíritu del hombre y por cuanto el contacto de Dios no puede dejar como estaba lo que encuentra, he aquí que el espíritu del hombre, debido a la cohabitación en él del Espíritu de Dios, se trasforma, se diviniza y toma del Padre la paternidad. Así pues, el hombre, al ser en tal grado espíritu que merece ser habitado y amaestrado por el Espíritu de Dios y conducido por El en sus diversas acciones, realiza obras y tiene pensamientos, luces y movimientos que ya no son humanos sino divinos. Es, por tanto, un pequeño dios al anularse su personalidad humana en Aquél que le posee. El siervo deja de ser siervo y es absorbido por el Dueño Eterno, viniendo, por tanto, a ser él parte de El, parte bienaventurada, heredero de los bienes paternos, coheredero con el Hijo amado del Padre y hermano de Cristo, teniendo derecho, como El, a llamar Padre al Altísimo.
A nosotros, los ángeles, no nos es dado llamar "Padre" al Eterno.
A vosotros, los hombres, sí.
Es Padre, realmente Padre.
A nosotros, los ángeles, no nos es dado llamar "Padre" al Eterno. A vosotros, los hombres, sí. Es Padre, realmente Padre. El lo es para vosotros, justos que recibisteis, que habéis sabido recibir en vosotros este bendito Espíritu de Dios, no para tener un nuevo motivo de temor sino, por el contrario, un nuevo motivo de confianza, de paz y de gozo, no sintiéndoos solos en el destierro ni débiles en las pruebas, antes unidos al Cristo, hermano vuestro, que os amó hasta la muerte para daros la Vida y el Espíritu de Dios que es Sabiduría y Luz.
"Os conviene que Yo me vaya (a la muerte) porque si no voy no vendrá a vosotros el Consolador. Se me voy os lo mandaré... Y cuando venga este Espíritu de Verdad os enseñará toda Verdad". Y más aún: "Pediré al Padre que os dé otro Consolador que se quede con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad que el mundo (esto es, la carne que es mundo) no puede recibir... El os enseñará todo y os recordará cuanto Yo os dije".
¡Recordad, almas, a través de qué recibisteis el Espíritu de Dios! A través del sacrificio de Cristo. El, esta Luz beatísima, este Fuego de amor, pasó a través de los desgarros de la Carne del Cordero y, cual llama que irrumpe fuera de un horno al abrirse, brotó del Corazón lacerado del Hijo de Dios y hermano vuestro santísimo.
Sea, pues, vuestro amor a Cristo cada vez más fuerte, ya que, en verdad, todo cuanto tenéis a El se lo debéis. Y santificaos para darle gloria porque éste es vuestro deber para con El.
Descansa, alma mía, y sé cada vez más un espíritu guiado por el Espíritu de Dios. De este modo jamás errarás puesto que El conduce a través de senderos inflamados por la Caridad.
Sea dada gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".
118-121
A. M. D. G.