25 de agosto
Domingo 11.º después de Pentecostés
cUÁL ES LA MORADA SANTA DE dIOS
Cuál es la morada santa de Dios
toda alma, por espontánea voluntad, puede, diré así, tornar al Padre y volver a nacer de El.
Segunda operación: la cohabitación de Dios en vosotros y de vosotros en Dios a través de la Caridad
Tercera operación: la concesión del Espíritu de Dios a la criatura.
Dice Azarías:
¿Cuál es la morada santa de Dios?
"¿Cuál es la morada santa de Dios? A esta pregunta responderán algunos: "El Cielo"; otros: "La Iglesia", y otros: "El corazón del hombre". Y, aun no alcanzando la perfección en la respuesta, ninguno habrá errado, ya que Dios habita en el Cielo, en su Iglesia y en el corazón de los hombres que están en su Gracia. Mas, para ser exactos, Dios está en Sí mismo. El tiene la morada en su Caridad infinita, única morada que, por su perfección e infinitud, puede contener al Perfecto y al Infinito. En la Caridad todo se opera, procede, se genera, se satisface, reposa y aplaca. La Caridad, esto es, El mismo, es la morada santa de Dios.
Por esto la palabra litúrgica que dice: "es Dios el que hace habitar en su casa a personas de carácter idéntico" viene a significar sabiamente que tan solo quines moran en la caridad habitan en Dios. Concepto contenido en esta frase de Jesús Señor Nuestro: "Permaneced en Mí y Yo en vosotros... Si alguien permanece en Mí y Yo en él, éste tal lleva mucho fruto", y en aquella de la plegaria divina: "que sean todos una sola cosa como Tú estas en Mí, ¡oh Padre!, y Yo en Ti". Palabras que, recogidas por el Apóstol del Amor, resuenan en su Epístola escrita muchos años
Tres son las operaciones que compendian todas las obras, todos los frutos de las mismas
y las fases todas de la criatura-hombre
Tres son las operaciones que compendian todas las obras, todos los frutos de las mismas y las fases todas de la criatura-hombre que, pasado un tiempo, torna a su Origen para siempre. "El que ama nació de Dios". Cuando una mujer da a luz un hijo se dice: "este niño ha nacido de esta mujer". Ha nacido, esto es, ha salido de ella, de su seno. Ella le formó, le revistió de carne, le dotó de sangre y de órganos, y no sólo de estos elementos materiales sino que también le imprimió, si no todos, algunos al menos de los caracteres y semejanza física con ella misma.
toda alma, por espontánea voluntad, puede, diré así, tornar al Padre y volver a nacer de El.
La mujer es tan sólo una criatura imperfecta, como imperfecta es igualmente su matriz. Mas Dios no es imperfecto. Ponderad, por tanto, qué grado de carácter y de semejanza imprimirá en aquellos que salen de su seno. Todas las almas son creadas por Dios y toman del Padre una primera imagen y semejanza. Ahora bien, toda alma, por espontánea voluntad, puede, diré así, tornar al Padre y volver a nacer de El. Es ésta la "recreación" del alma de la que han hablado los doctores de la Iglesia.
Después de estas mis palabras aprecias toda la profunda verdad de las de San Juan: El que ama nació de Dios y le conoce. El que ama; puesto que si no amase a Dios, no haría por volver a entrar en El ni a renacer en plena y propia voluntad de Dios.
Vuestro primer nacimiento fue querido por quien os engendró y Dios lo sanciona y ennoblece al conceder a la materia el alma; mas este nacimiento no depende de vuestra voluntad. La Iglesia, desposada con Dios, coopera a vuestro nacimiento fortificando a la criatura con la Gracia Bautismal y, consiguientemente, con los otros Sacramentos. Pero únicamente cuando la criatura llega a la edad de comprender y de querer, es cuando puede querer nacer de Dios en un segundo y más perfecto nacimiento que se realiza mediante el amor a Dios y al prójimo según los dispone la Ley.
la cohabitación de Dios en vosotros y de vosotros en Dios a través de la Caridad
Segunda operación: la cohabitación de Dios en vosotros y de vosotros en Dios a través de la Caridad. Dios desciende a habitar en el corazón que le ama y el alma sube a habitar en la morada de Dios, esto es, en la caridad, por lo que entonces "la caridad de Dios en vosotros es perfecta". Y tan perfecta que se anula la distancia entre el Cielo y la Tierra, entre la criatura y el Criador, y ambos: el finito y el Infinito, el nada y el Todo vienen a ser "una sola cosa" como lo pidió vuestro Maestro Santísimo.
la concesión del Espíritu de Dios a la criatura.
Tercera operación: la concesión del Espíritu de Dios a la criatura. El Espíritu de Dios es el Amor, el Espíritu al que Jesús llama Espíritu de Verdad, Consolador, Aquel que puede ser recibido por quien no es del mundo, Aquel que enseñará todas las cosas y hará recordar todas las cosas santas, Aquel que procede del Padre. El Espíritu Santo imprime en quienes lo reciben el carácter de verdaderos cristianos, o sea, de hermanos con Cristo y, por tanto, de hijos de Dios.
Dice el Introito que Dios hace habitar en su morada a personas de carácter idéntico. Ese carácter es el amor. Ya lo dijo Jesús Santísimo: "En la casa de mi Padre hay muchos puestos". Mas para ocuparlos se requiere un único carácter: el de la caridad.
Uno tendrá su puesto en el Cielo por haber sido maestro de almas en la Tierra, otro por haber sido discípulo, otro por la predicación, y otro más por su vida escondida; quien habiendo permanecido en el mundo como simple ciudadano, buen hijo, marido y padre, y quién, por el contrario, habiendo renunciado a todo por vocación claustral o monacal. Mas todos cuantos moran en la casa de Dios: niños y ancianos, ricos y pobres, doctos y analfabetos, deben poseer un único carácter: el de la caridad que es "paciente, benéfica, mas no envidiosa, insolente, rebelde ni egoísta"; la caridad que ama en el prójimo al propio hermano y no hace a los demás lo que no quiere para sí; la caridad que frena las concupiscencias, que alimenta la fe y sostiene la esperanza; que, como de un árbol potente, brotan de su tronco ramas y más ramas que son: la fortaleza, la justicia, la prudencia, la templanza, la humildad, la obediencia y la sinceridad, por las que quien las posee puede entrar en la Jerusalén celestial de la que están excluidos los cobardes, incrédulos, maldecidos, homicidas, fornicadores, venenosos, idólatras y embusteros, no penetrando nada que sea impuro.
La Caridad, en fin, alma mía, es la que por sí sola pone en fuga al demonio
porque la caridad es luz y el demonio ama las tinieblas; ...
La Caridad, en fin, alma mía, es la que por sí sola pone en fuga al demonio porque la caridad es luz y el demonio ama las tinieblas; porque la caridad es Sabiduría y las palabras engañosas de Satanás son desmentidas por la Sabiduría; porque la caridad es Verdad y el Mal la odia; porque la Caridad es Dios y Satanás no soporta la vista de Dios.
Las turbaciones que el Adversario pueda suscitar con el recuerdo de faltas pasadas y con sugestiones de tentaciones presentes quedan anuladas mediante la Caridad que es misericordia y que sobrepasa los méritos y deseos de las criaturas que le aman, otorgando, además de la libración del Maligno y de sus artes turbadoras, lo que, incluso, la criatura humilde y amorosa no se atreve ni a imaginar siquiera que pueda obtener con su oración.
Jesús Santísima te llama "pequeño Juan". Yo me atrevería hoy a llamarte "pequeño Pablo". No Saulo sino Pablo, ya que Saulo nunca lo fuiste. La Caridad te fulguró antes de que la edad de la razón te hiciese responsable de tus actos y tú quedases ciega al mundo de entonces, viendo tan sólo el fulgor gozoso con el que tu Señor se te iba desvelando cada vez más y tú quedaste muerta para el mundo y el mundo para ti, porque siempre y para siempre habíate tomado el Espíritu que no es del mundo y al que tú le tomaste por Vida tuya.
Mas si llegaste a ser un pequeño Pablo fue por el querer de Dios Y el querer de Dios es éste:
que tú des a los hermanos el Evangelio que has recibido
Mas si llegaste a ser un pequeño Pablo fue por el querer de Dios Y el querer de Dios es éste: que tú des a los hermanos el Evangelio que has recibido. También a ti, que no eres apóstol ni maestro y sí la más insignificante de todos en cuanto a ciencia y reputación según el concepto humano, instrumento útil tan sólo por el mérito de tu caridad que jamás rehusó el servicio de Dios y deseó consumirse en el mismo para que los hermanos amen al Señor, también a ti, y precisamente por estos dos últimos motivos, se te apareció el Señor al que has visto y oído y al que le ves, le sientes, le verás y sentirás en adelante.
Así pues, pequeño Pablo, di las palabras sinceras, humildes y reconocidas del gran Pablo y sean éstas el broche que cierre la presente meditación dominical antes de volver la mirada de tu espíritu a Aquel que se te presenta una vez más para hacerte feliz, para adoctrinarte y darte las lecciones que has de transmitir a las almas.
"Por la gracia de Dios soy lo que soy y la gracia que se me dio no ha sido en vano puesto que me he fatigado más que todos ellos. Pero yo no sino la gracia de Dios que está conmigo".
Es justo este reconocimiento de las obras de Dios en ti que pone a salvo la humildad que sabe lo que ha hecho y por qué lo ha hecho: por el solo mérito de la gracia de Dios que ha querido que tú seas lo que eres. Así tú le honras y debes siempre honrarle si no quieres llegar a ser un Caín que no le reconoce a Dios el mérito y el derecho a las riquezas y bellezas de los frutos de tu alma.
Y debes honrarle con tus bienes, con las primicias de cuanto llegues a tener, ofreciéndoselo todo a El a fin de que, demoliendo las barreras levantadas por la Envidia que tiene vida propia y anida en muchos, esparza los tesoros sobre aquellos para quienes se dieron. Y nunca temas que cese la efusión sobre ti puesto que cuanto más des, más tendrás, ya que los tesoros de Dios y los ríos de la Sabiduría son inexhaustos de forma que, estando aún los frutos colgando de las ramas, el árbol se adorna con las corolas de nuevas flores que el día de mañana se convertirán en frutos nuevos.
El árbol de la Vida se cubre sin cesar de flores y de hojas y madura sus frutos
para aquellos que aman, sirven y responden con buena voluntad a los deseos de la Gracia de Dios
El árbol de la Vida se cubre sin cesar de flores y de hojas y madura sus frutos para aquellos que aman, sirven y responden con buena voluntad a los deseos de la Gracia de Dios.
La Gracia de Dios que está contigo te protege y sostiene contra todos aquellos que desearían alegrarse con una caída tuya para así acallar la voz de su conciencia que les reprocha de muchas cosas, siendo las primeras de entre ellas sus faltas de caridad y después su modo de hacer fructificar el don de Dios.
Mas tú ruega por ellos, por todos, para que tengan la caridad que es la fuente de toda virtud y salvación.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".
131-133
A. M. D. G.