1/9/46
Domingo 12.º después e Pentecostés
¿pOR QUÉ A ÉSTE QUE ES NADA Y NO A NOSOTROS?
Y para esto quién más indicado que nosotros
Por qué a éste que es nada y no a nosotros
Azarías:
"Unámonos al altar sobre el que en esta misma hora (son las 15,30) se celebra una Santa Misa. ¡Pensamiento consolador! No hay momento de las 24 horas del día en que en un punto determinado del globo no se consume el Sacrificio eterno. ¡Cuánto más excelsa es esta continua celebración del Cordero divino que no la inmolación, que tanto asombra a los hombres de ahora, de las hostias animales en el Templo sobre el Moria!
Mas no quiero cansarte, alma mía, pues acabas de salir de una agonía por demás profunda, hecha víctima con la Víctima por los pecados del mundo. No te voy a hablar sino de la epístola. Mas, como contrapartida, a fin de hacértela comprender, paso a exponerte alguna consideración sobre un versículo que precede a la epístola de hoy y que la esclarece.
"Mas sean dadas gracias a Dios que nos hace triunfar en Cristo Jesús y por nuestro medio
difunde por todos los lugares el perfume de su conocimiento. ...
Escucha: "Mas sean dadas gracias a Dios que nos hace triunfar en Cristo Jesús y por nuestro medio difunde por todos los lugares el perfume de su conocimiento. Seamos, pues, nosotros ante Dios el buen olor de Cristo para aquellos que se salvan y para aquellos que se pierden. Para éstos un olor de muerte que da la muerte y para aquellos un olor de vida que da la vida".
Aquí tienes lo que son los siervos de Dios y sus instrumentos en las diversas misiones para las que Dios les consagra. Bien sean apóstoles o víctimas, doctores o fieles, o "voces" tal vez, deben ser los altares del incienso y del holocausto de los que se exhale para Dios, no ya el olor de Pablo o de Pedro, de Benito o Buenaventura, de Magdalena o Teresa, de María, de ti o de otros, sino únicamente el perfume de Cristo y esparcirlo en honor a Dios y para perfumar a los hermanos impregnándolos del mismo. Apóstoles o víctimas, instrumentos o voces, los siervos de Dios deben ser de tal manera una misma cosa con Cristo Jesús, que lo lleven entre los hombres en una perpetua encarnación para que así el mundo le conozca y con libre voluntad se dé vida o muerte al aceptar o rechazar al Señor sin que puedan decir como excusa: "¡Pero si no le conocíamos...!".
"Y para esto ¿quién más indicado que nosotros?".
Pregunta Pablo: "Y para esto ¿quién más indicado que nosotros?".
En efecto, ¿quién sino aquellos que por amar a todos se consagran al servicio de Dios, son los más indicados para llevar a cabo esta labor? No ya los que lo hacen por costumbre o necesidad, ni los que lo hacen a la fuerza –entre los que también se cuentan éstos–, ni los que lo hacen por miras humanas, sino únicamente los que lo hacen por amor, con una inmolación conocida tan sólo de Dios y de los ángeles, pueden perfumar el mundo, porque el olor del holocausto no se exhala cuando éste aún está lejos del sacrificador y del ara sino cuando ya sufrió el martirio y se consuma totalmente ardiendo entre las llamas de la hoguera.
¿Quién sino aquellos que realizan el sacrificio movidos únicamente por el amor, de modo que no se toman la libertad de adulterar la palabra de Dios en aras de alguna utilidad sino que "la transmiten a los hermanos en toda su pureza, tal como viene de Dios" por más que esto les reporte dolor y contradicción de parte de aquellos para quienes la palabra de Dios es causa de muerte al no recibirla con amor, antes despreciándola como locura?
Pablo, hablando en nombre de los Apóstoles, de los que es el último –aunque ciertamente no el último en valer– y como perteneciente al cuerpo apostólico, dice: "Vosotros sois nuestra carta... conocida y leída por todos los hombres, pues es manifiesto que sois vosotros una carta de Cristo redactada por nosotros y escrita, no con tinta sino con el espíritu del Dios vivo, no sobre láminas de piedra sino sobre láminas de corazones de carne".
"Vosotros sois una página viva de Cristo redactada por Nosotros:
Padre, Hijo y Espíritu Santo con nuestro Espíritu sobre vuestro propio corazón"
Y estas palabras de Pablo son, en realidad, palabras del Espíritu de Dios que se dirige a vosotros, instrumentos suyos, hablando por los labios del Apóstol: "Vosotros sois una página viva de Cristo redactada por Nosotros: Padre, Hijo y Espíritu Santo con nuestro Espíritu sobre vuestro propio corazón". Esto es lo que sois: verdaderos instrumentos de Dios.
Y esto lo debéis creer, no para gloriaros sino para reconocer la obra del Señor en vosotros, tributarle alabanzas por ello y darle culto por el don que recibís, usándolo con veneración y justicia para vosotros y para vuestros hermanos, puesto que Dios, con el don, os concede la capacidad de tratarle y esta capacidad tan sólo se pierde cuando el instrumento decae por soberbia, mentira, desobediencia o egoísmo.
Muchos, demasiados, se tienen por maestros por el solo conocimiento de las palabras. Mas no es el conocer las palabras lo que vivifica sino el hacerlas vivir en vosotros. Muchos se glorían de ser "doctores" por el mero hecho de llevar la vestimenta de tales, despreciando a quienes no la llevan y querrían imponer silencio a quien habla en nombre de Dios. Mas, ¿cuál es la mano capaz de impedir al Espíritu del Señor hablar en aquellos que saben ser espirituales en el dar y en el recibir, en el aprender y en el practicar?
Demos aquí lectura a la consideración paulina: "Si el ministerio de la muerte... estuvo rodeado de tal gloria... ¿de cuánta mayor gloria habrá de estar rodeado el ministerio del Espíritu?".
"¿Por qué a éste que es nada y no a nosotros?"
Mas esto debería decírseles a los negadores y burladores, a aquellos que se creen con derecho de poder decir a Dios: "¿Por qué a éste que es nada y no a nosotros?". A éstos les responderá un día el Señor, pero será tarde para ellos.
Tú, alma mía, deja a un lado cuanto pueda redundar en gloria caduca y presta atención a lo que es don incorruptible y gloria que perdura. Vigila, vigila a fin de que no sea profanado, alterado ni humillado lo que viene de Dios. Tú, a tu deber hasta la hora de nona y hasta tu último latido, y ellos, a sus humos. Y, al morir, encomienda tu don al Señor diciendo: "En tus manos confío mi espíritu y la palabra de tu Espíritu a fin de que Tú los salves de la corrupción y del desmembramiento".
Queda en paz. Dios está contigo".
134-135
A. M. D. G.