29/9/46
Domingo 16.º después de Pentecostés
no decaiga vuestro ánimo por las tribulaciones
que por vosotros padezco y que son gloria vuestra
Aquellos que enseñaron a muchos la justicia brillarán como estrellas por toda la eternidad
Dice Azarías:
"El Señor que te amaestró desde tu más tierna infancia y del que tan sólo amor recuerdas haber recibido, me dice que, en atención a tu debilidad y para no repetir lo que para ti es un recuerdo doloroso, sea la Epístola lo único que considera contigo. Tú has hablado con Dios y El te ordena que guardes para ti exclusivamente lo que te ha dicho. Obedezcamos, pues. Debería desarrollar el argumento del Introito: mas, a la sazón, todo está ya dicho. Tienes el convencimiento de la bondad y misericordia de Dios que está al tanto de tus necesidades. Nada más hay que decir que no sea superfluo y penoso para tu debilidad.
"Os exhorto a que no decaiga vuestro ánimo por las tribulaciones que por vosotros padezco
y que son gloria vuestra".
Mas resulta consolador escuchar al Apóstol. El se dirige a ti con sus palabras de maestro paternal: "Os exhorto a que no decaiga vuestro ánimo por las tribulaciones que por vosotros padezco y que son gloria vuestra".
Así pues, que tu espíritu les diga a tus miembros, a tu carne y a tus órganos agotados y languidecientes con un sufrimiento de muerte: "Os exhorto a que no tembléis por lo que yo sufro y que, de rechazo, vosotros sufrís; porque mi sufrimiento lo es también vuestro y motivo de vuestra gloria".
¿Con qué brillarán un día, en el día eterno, los cuerpos de los santos? Con los sufrimientos soportados por la justicia, por haberse agostado por ella, haberla cultivado en sí mismos, haberla proporcionado a los demás y haber sido perseguidos por esta labor.
"Aquellos que enseñaron a muchos la justicia
brillarán como estrellas por toda la eternidad"
"Aquellos que enseñaron a muchos la justicia brillarán como estrellas por toda la eternidad", dice Daniel. Y la Sabiduría: "Los justos brillarán, correrán como chispas por un cañaveral, juzgarán a las naciones, dominarán a los pueblos y el Señor reinará en ellos eternamente".
Y ¿qué es lo que promete el Verbo en las bienaventuranzas? Gloria, luz, felicidad y paz a cuantos lloraron y sufrieron por su fidelidad a la justicia.
Así pues, puesto que sois cuerpo y alma –si bien la pesada ley de la carne tiende siempre a prevalecer mientras permanecéis en el destierro– he aquí que, ciertamente, las carnes que se vieron maceradas por querer del espíritu y soportaron las tribulaciones por contraste de los grandes padecimientos del espíritu, poseerán la gloria en la eternidad, por lo que, es de justicia que tu espíritu le diga a tu carne: "No decaigas de ánimo por las tribulaciones que sufro, incluso por ti, cuerpo mío, ya que serán tu gloria futura y eterna".
Y Pablo enseña qué se ha de hacer para conseguir la ayuda sobrenatural
que mantenga firme a la criatura que es espíritu y carne
Y Pablo enseña qué se ha de hacer para conseguir la ayuda sobrenatural que mantenga firme a la criatura que es espíritu y carne. "A tal fin doblo mis rodillas ante el Padre de Nuestro Señor Jesucristo... para que os conceda... que, corroborados poderosamente por medio de su Espíritu de modo que habite Cristo en vosotros por medio de la fe... y que, arraigados y fundamentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos... lo que supera toda ciencia, esto es, la caridad de Cristo y así os veáis repletos de toda la plenitud de Dios".
Dios es Caridad. El que tiene caridad tiene en sí a Dios.
Jesús Santísimo, te lo tengo dicho,
es el compendio de la Caridad de las Tres Divinas Personas.
Dios es Caridad. El que tiene caridad tiene en sí a Dios. Jesús Santísimo, te lo tengo dicho, es el compendio de la Caridad de las Tres Divinas Personas. Por eso, quien tiene en sí a Cristo, se encuentra repleto de la plenitud de Dios.
En la antigua Ley, en el tiempo antiguo, los hebreos tenían al Padre que llenaba el templo con su gloria y al Espíritu que, alguna que otra vez, llenaba de Sí a determinada criatura. Mas en el Tiempo Nuevo, en la era de Cristo, los cristianos tienen, no sólo la Primera o la Tercera Persona sino la plenitud de Dios Uno y Trino en Jesucristo Señor Santísimo.
La tienen por la Gracia y por los Sacramentos y, en particular, por el Sacramento del Amor en el cual, junto con el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Verbo Encarnado, están el Padre y el Paráclito inseparables de la Divinidad de la Segunda Persona en virtud de la Sublime Unidad de tres Dioses que son un sólo Dios. (A la frase "Tres Dioses" debe atribuírsele aquí un sentido popular equivalente a la expresión científica: "Tres Personas Divinas"). A esta invisible aunque sensible y activa Presencia, a este Infinito que se circunscribe en una minúscula parte del todo: en un hombre creyente –y desde esta cárcel en la que únicamente el amor le retine, opera y transforma, porque El todo lo puede hacer, hasta lo que rebasa cuanto el hombre es capaz de pedir, hacer, pensar y desear, y de una nada puede hacer una grandeza, puesto que no es la nulidad sino quien la habita el que opera con sus medios infinitos–, se le debe atribuir la gloria que le es debida y la confianza de quien se ve sostenido por un Fuerte y guiado por un Sabio que, al parecer, no está.
Que en esta confianza encuentre paz tu espíritu y fortaleza tu cuerpo para la lucha gloriosa que consigue la Vida a través de la preparación del dolor y de la muerte.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".
5/10/46. Elevación que no escribo (por orden de Jesús Santísimo) sobre las maravillas de la Creación.
145-147
A. M. D. G.