3/11/46
Domingo 21.º después de Pentecostés
Cuáles SON y cÓmo se combaten
los grandes enemigos del hombre
Vuestro yo constituye una trinidad de fuerzas y de sensaciones encontradas
Otra fuerza peligrosa es la carne.
Cobijaos en el refugio de Dios y no temáis. Tened presente a Job de Us
Dice Azarías:
cuanto sobrepasa la justicia y el orden es causa de dolor.
el autor primero del castigo del hombre es el mismo hombre,
pues Dios es tan Padre que jamás llegaría al grado de ferocidad de ciertos castigos.
"El hombre, nuevo Lucifer, intenta con frecuencia rebelarse contra el Señor y, lleno de soberbia, se cree capaz de desviar los acontecimientos queridos por Dios y de anularlos incluso produciendo otros nuevos suyos. Opone resistencia e impone leyes suyas gloriándose de hacerlo. ¿Cuál es el resultado?: el dolor. Porque cuanto sobrepasa la justicia y el orden es causa de dolor. El hombre se procura el dolor porque se sale del orden y de la justicia sobrenaturales. Se castiga a sí mismo y después acusa a Dios de castigarle duramente. Ahora bien, el autor primero del castigo del hombre es el mismo hombre, pues Dios es tan Padre que jamás llegaría al grado de ferocidad de ciertos castigos.
Castigos injustos son muchos de los castigos de los hombres al ser provocados por cosas injustas; castigos que se abaten sobre culpables e inocentes y que alcanzan en grado mayor a los inocentes que a los culpables, e incluso, aun a los autores principales del castigo. Es su hora. Satanás les protege al servirle rendidamente. Mas, pasada la vida terrena, el equilibrio de la justicia quedará restablecido y Satanás ya no podrá proteger a sus siervos ni atormentar a los de Dios; permanecerá intocable el querer de Dios que decretará gozo para los martirizados por el hombre y por Satanás, gozo para los que lloraron y sufrieron persecuciones, gozo para quien supo mantenerse fiel a las virtudes y a la Ley de amor, y castigo, tremendo castigo, para los rebeldes, los soberbios, los crueles, los injustos, los perseguidores de sus hermanos y los ofensores de Dios.
La Iglesia gloriosa, al darte lo que tú llamaste: su amor te proporcionaba
la explicación más bella y más justa de lo que es el dogma de la Comunión de los Santos,
En el día de Todos los Santos yo me mantuve callado porque todo el Paraíso te estaba hablando con su amor. Todo venía a ser una lección con el gozo de que estabas inundada. Por eso permanecí a tu lado tutelando el misterio y adorando contigo a la Divinidad que te beneficiaba. ¿Qué habría de decirte más de cuanto te dijese lo que viste, gustaste y comprendiste? La Iglesia gloriosa, al darte lo que tú llamaste: su amor –justa definición ésta–, te proporcionaba la explicación más bella y más justa de lo que es el dogma de la Comunión de los Santos, de lo que es la santidad, de cual sea el medio para llegar a ser santos y de lo que constituye su premio. La liturgia de la festividad de Todos los Santos se cambiaba en ti de palabra en visión, de visión en comprensión y de comprensión en participación. Yo callaba en vela y adoración.
Mas hoy puedo muy bien decir: He aquí que viste la bienaventuranza de quienes supieron mantenerse sin mácula en su camino. Avanza como ellos en la Ley del Señor y llegarás a aquella beatitud que os compensa de cuantos dolores sufristeis aquí abajo.
Y ama como te sentiste amada por el inmenso y luminoso Pueblo de los Santos; ama y ruega por todos tus hermanos militantes para atraer sobre ellos el amparo protector de Dios que los defienda en las pruebas que ellos no saben soportar y con su bondad les atraiga a la bondad de sus obras y pensamientos. Y sabes tú muy bien por quienes debes siempre comenzar... La primera palabra y la plegaria primera de Jesús sobre la Cruz fueron a favor de quienes eran los mayores pecadores y sus verdugos más sutiles y martirizadores, ya que en la parte que no es carne le causaban dolor, el más acerbo dolor.
Vuestro yo constituye una trinidad de fuerzas y de sensaciones encontradas
Para amar así es precisa una gran fortaleza de espíritu, una inexhausta fortaleza. Vuestro yo constituye una trinidad de fuerzas y de sensaciones encontradas (Esta trinidad terrena, como aparece por el contexto, es: el yo espiritual, el yo moral y el yo animal). El superior a todos, el yo espiritual, tiene en los verdaderos hijos de Dios una voluntad continua de amor y de perdón por imitar a Cristo Santísimo y, en consecuencia, de vivir en el Amor y con el amor. El yo moral reacciona con más fuerza contra lo que le hiere. Los afectos lesionados se resienten; las estimas sacudidas se debilitan; las desilusiones llevan a formar juicios severos y las ofensas a pagar con las tornas o, cuando menos, a resentimientos que endurecen vuestras relaciones con los culpables.
Al hombre le afecta la pesantez de la materia hasta en su modo de pensar y de actuar en respuesta a cuanto recibe. Tan sólo el yo espiritual es capaz de evadirse de ésta vuestra condena de ser sensuales hasta en lo moral, cual si las raíces del árbol de vuestra carnalidad se hundiesen, más allá de la carne, dentro de las fibras inmateriales –y, con todo, opacas y pesadas ya respecto del espíritu– de vuestro pensamiento.
En el hombre subyacen soterrados un dios y una fiera y en el centro,
haciendo de eje de balanza entre estas dos fuerzas opuestas,
está la voluntad, la razón del hombre, con lo que su quid moral y la aguja de la balanza
se hallan sujetos a continuas oscilaciones.
La parte material, por último, el yo anima –por cuanto el dolor, sean cualesquiera su origen y su forma, es siempre una exasperación de la carne, de la sangre, nervios y órganos– grita –a la más insignificante causa de dolor y de ofensa que, turbando el equilibrio físico y psíquico, proporciona disturbios a todo el hombre– su voluntad animal de reaccionar violentamente. En el hombre subyacen soterrados un dios y una fiera y en el centro, haciendo de eje de balanza entre estas dos fuerzas opuestas, está la voluntad, la razón del hombre, con lo que su quid moral y la aguja de la balanza se hallan sujetos a continuas oscilaciones. Si predominan las fuerzas oscuras, se inclina a la fiera y si las que predominan son las luminosas fuerzas espirituales, entonces la inclinación es hacia el Dios. Mas si el eje se mantiene estable, si no se desemperna y el hombre acierta a mantenerse animal racional, la aguja de la balanza se desplaza a donde está el fervor de obras sobrenaturales, con lo que la fiera resulta vencida y triunfa el dios.
Podría decirte asimismo que la voluntad del hombre, libre y consciente, viene a ser
como la aguja imantada de una brújula que oscila sujeta en un eje central, como en suspenso,
pero atraída por la fuerza divina, por el Polo perfecto opuesto al polo demoníaco.
Podría decirte asimismo que la voluntad del hombre, libre y consciente, viene a ser como la aguja imantada de una brújula que oscila sujeta en un eje central, como en suspenso, pero atraída por la fuerza divina, por el Polo perfecto opuesto al polo demoníaco. Si la voluntad sabe conservarse buena, entonces la aguja debe necesariamente volverse siempre del lado de lo sobrenatural. Pueden los sucesos de la vida volver y revolver a la criatura en todas direcciones como a hoja hecha juguete del vendaval, mas su aguja, su voluntad se mantendrá siempre en dirección a Dios. Veces habrá en que tendrá que describir un giro completo sobre sí misma para reencontrar a Dios; mas lo hará cuando Dios sea su Todo. Y, de esta suerte, siempre estará en Dios, siempre en el amor, por más que los hombres y los demonios traten, con labor incansable, de turbarla, arrollarla y llevarla envuelta en la tempestad a escolleras de perdición. No. Si uno se mantiene fuerte en Dios, su aguja no pierde su magnetismo y se vuelve a El, operando y perdonando por Dios.
¿Cómo se consigue la permanencia en esta fortaleza?
Lo dice Pablo: "Revistiéndose de la armadura de Dios"
¿Cómo se consigue la permanencia en esta fortaleza? Lo dice Pablo: "Revistiéndose de la armadura de Dios", es decir, tomando sus virtudes para hacer de ellas planchas de la coraza defensora. Porque sólo las fuerzas de Dios pueden hacer frente a las que os asaltan, ya que, ciertamente, no son esos hombres insignificantes lo que, en apariencia, son asaltantes vuestros, como tampoco lo son las fuerzas de la carne y de la sangre latentes en vosotros mismos, sino que los dominadores de este mundo tenebroso, los príncipes y potestades infernales son, en realidad, los agentes que mueven a aquellos que os asaltan y os causan dolor. Los hombres, sin ellos saberlo ni creerlo, son muchas veces títeres manejados por Satanás. Por ellos solos no serían capaces de ocasionar tanto mal. Mas, distraídos superficiales y soberbios como son, no se resguardan en las defensas, desprecian las que Dios les ofrece y, desnudos, débiles, soñolientos y sugestionados, acaban siendo presas del Adversario que los zarandea para dolor de los hijos de Dios.
Otra fuerza peligrosa es la carne.
Otra fuerza peligrosa es la carne. Ella está en vosotros y es la rebelde que siempre levanta cabeza, si bien son las armas de Dios las que la dominan. Tomadlas, pues, para resistir a las tentaciones que toman mil y mil nombres diferentes, que provienen de mil y mil puntos distintos, que se lanzan contra la parte animal del hombre, lo mismo que contra su parte moral y espiritual y así alcanzaréis victoria. Verdad y justicia por espada y coraza, Fe por escudo y conocimiento profundo de la Sabiduría pre y post-cristiana para poder marchar sin peligro de errar por el camino pacífico y santo de Dios.
Fe, fe y más fe. El que cree que en la vida futura ha de gozar en unión con Dios, el que cree en la verdad enseñada, no se pierde. Los dardos encendidos, dice Pablo –y yo añado también: los dardos envenenados del Maligno– vienen a quedar fríos e inocuos en el río terso de la Fe. Fe, Fortaleza y Sabiduría y, con ellas, alcanzará victoria vuestro espíritu contra las seducciones y asaltos de todo cuanto supone odio contra Dios.
No impacientaros si, a pesar de todo vuestro cuidado, llegáis a sufrir alguna caída.
No os digáis: "Esto es señal de que estoy en desgracia de Dios".
Pensad siempre que Satanás trabaja contra el que no es suyo.
Y paciencia también con vosotros mismos. No impacientaros si, a pesar de todo vuestro cuidado, llegáis a sufrir alguna caída. No os digáis: "Esto es señal de que estoy en desgracia de Dios". Pensad siempre que Satanás trabaja contra el que no es suyo. No es tan necio que pierda el tiempo con quienes ya los tiene sujetos. Su tiempo lo emplea inteligentemente haciendo el mal donde merece la pena hacerlo; donde puede causar dolor a Dios y donde dejar en paz equivaldría a confesar que admite una derrota y una pérdida. Porque Satanás ve el pasado y el presente, mas no el futuro. Por lo que puede lisonjearse, mientras el hombre vive, de hacer suyo, incluso, a aquel que al presente es un justo; cosa que, con su perseverancia, alguna vez lo consigue.
Cobijaos en el refugio de Dios y no temáis. Tened presente a Job de Us
Cobijaos en el refugio de Dios y no temáis. Tened presente a Job de Us (El lector puede repasar el Libro de Job en el Antiguo Testamento para entender convenientemente las alusiones al mismo aquí contenidas hasta el final del presente comentario a la Santa Misa.). Satanás desafió a Dios. Satanás, que no ve el futuro y espera conseguir victoria hasta del que ya tiene escrito su nombre en el Cielo y, escarnecedor como es de Dios y del justo, zahirió así: "Tócales en lo que posee y verás si te maldice o no". El Señor le permitió tentarle, mas sin quitarle la vida. Y Satanás arremetió furioso contra el justo sin ahorrarle dolor alguno, ni aun el de los reproches indebidos de falsos justos, esto es, de justos de boca tan sólo pero que disfrutaban de toda clase de bienes.
Tu sabes bien de este dolor, mucho más penoso que la enfermedad, la muerte y la pérdida de bienes. Es el que, más que ninguna otra cosa, cimienta las virtudes. Mas Job –no parar mientes en si profirió lamentos en su dolor pues continuaba siendo hombre–, al hallarse revestido de la fortaleza de las virtudes de Dios, continuó siendo un justo y Satanás perdió la batalla, quedando humillados los tres títeres movidos por él para aumentar el dolor del probado al inducirle a proferir palabras de queja.
Satanás, recuérdalo siempre, puede llegar hasta un límite y nada más. Deja, por tanto, que te persigan los noveles Elifaz, Baldad y Sofar hablando únicamente con la lengua, como aves parlantes o instrumentos mecánicos, sin luz alguna de la razón. Déjales hacer y no te devanes los sesos pensando en si Dios te ha de socorrer. Dios, que te ve a ti y a ellos, proveerá. Yendo como vas por la vía del Señor, El estará contigo.
Gloria al Padre, al hijo y al Espíritu Santo".
159-162
A. M. D. G.