10/11/46

Domingo 22.º después de Pentecostés

 

 

El tiempo de la Misericordia.

 

El perfecto amor

 

 


 

Verdaderamente hubo un tiempo en el que el hombre gritaba desde el profundo. Era el tiempo del rigor. El hombre temblaba ante Dios,  

  Sobre la Cruz del Mártir Divino estuvieron todos los pecados de los hombres para ser expiados. Mas también lo estuvieron todas sus necesidades que Jesús las pagó por vosotros.

   es siempre mediante la Cruz como se obtienen las gracias Es la Santa Misa perpetua del amor.  

 Nunca terminarás de agradecer al Señor el don que te hizo de amar el dolor. Es el don más grande que Dios te ha hecho.

   El, tu Señor y mío, lo dijo ya: por sus frutos se conoce al árbol

   Jesús, Señor Santísimo, en el discurso de la Cena, al tener por comensales a hombres todavía muy hombres, no habló de este amor perfecto.

   Incluso de la tarea encomendada al Espíritu Santo de completar la enseñanza había hecho indicación al decir

 


 

Dice Azarías:

"Nadie encontraría gracia ante el Señor si El, para darla, hubiera de exigir un espíritu inmaculado. Mas saben los cristianos que es tiempo de Misericordia desde que se abrieron los Cielos para hacer llover al Justo y volvieron a abrirse para acoger al Triunfador que reina instaurando su tiempo, es decir, el tiempo de la Misericordia.

Ella está junto al Dios de Israel, el Dios Eterno e Inmenso que tiene por nombre Jesucristo, vuestro Hermano Divino, el Hijo amado en el que el Padre se complace y al que nada le niega.

 

Verdaderamente hubo un tiempo en el que el hombre gritaba "desde el profundo".

Era el tiempo del rigor. El hombre temblaba ante Dios,

 

Verdaderamente hubo un tiempo en el que el hombre gritaba "desde el profundo". Era el tiempo del rigor. El hombre temblaba ante Dios, ante este Dios inmenso en todos sus atributos, de una Majestad y Perfección tan sublimes que los pobres hombres, conscientes de su miseria culpable, temblaban no atreviéndose ni a llamarle por su verdadero Nombre, como tampoco a elevar su mirada hacia su trono. Por eso, aplastados por semejante Infinitud, gemían en el profundo de su abismo. ¡Qué alejada y separada del Cielo se encontraba entonces la Tierra!

Pero ahora, en esta hora que viene discurriendo desde hace veinte siglos, no desde el profundo sino desde la cima del altar de Cristo puede el hombre gritar a Aquel que sabe que es su Padre, siendo el altar: la Cruz de Jesucristo.

 

Sobre la Cruz del Mártir Divino estuvieron todos los pecados de los hombres para ser expiados.

Mas también lo estuvieron todas sus necesidades que Jesús las pagó por vosotros.

 

Esta, en aquel Viernes, se hallaba bien alta sobre la cumbre de un cerro. Mas, mucho más alta, y sobre un monte altísimo que toca al Cielo, se halla ahora, cargada de misericordia, intercediendo por vosotros. Sobre la Cruz del Mártir Divino estuvieron todos los pecados de los hombres para ser expiados. Mas también lo estuvieron todas sus necesidades que Jesús las pagó por vosotros. Todo cuanto vosotros obtenéis El lo pagó con su Amor y con su Dolor. Todo lo tenéis por sus méritos. Y, dado que no sabíais hablar al Padre con palabras perfectas, El os enseñó la Oración en la que todas las necesidades de los hombres se compendian, tanto las del cuerpo como las del espíritu. Y, no contento aún, rogó y ruega desde la Cruz, mostrando al Padre su patíbulo temeroso y diciendo: "Por lo que sufrí, concédeme las gracias para ellos".

 

es siempre mediante la Cruz como se obtienen las gracias 

Es la Santa Misa perpetua del amor.

 

María, alma víctima, es siempre mediante la Cruz como se obtienen las gracias. Por la Cruz de Jesús y por la vuestra de víctimas. Ellas mantienen abiertas las puertas del Cielo. Ellas sostienen al mundo y elevan los dolores de los hermanos presentándolos al Eterno. Es la Santa Misa perpetua del amor. La patena es vuestro dolor unido al de Cristo, es vuestra inmolación, y sobre la patena están las necesidades del mundo y de los hermanos: necesidades de perdón continuo, de continua misericordias, de luz, de guía, de salud espiritual y corporal, de alimento, de vestido; en fin, de todo.

¡Cuánto sufrimiento se da en el mundo por causa propia! ¡Cuántos sufrimientos se proporcionan a sí mismos los hombres! Y después lloran y se desesperan sin acertar a dar con la fuente de paz, de paz al menos y de resignación para soportar con mérito los frutos amargos que dan sus flores del mal.

Y vosotras les socorréis, almas muertas a vosotras mismas y a vuestras propias necesidades, siendo, en cambio, activas, vivas, vivísimas para las de los hermanos, almas prendidas por el amor compasivo hacia aquellos que, inocentes o culpables, sufren en torno vuestro sin saber sufrir.

 

Nunca terminarás de agradecer al Señor el don que te hizo de amar el dolor.

Es el don más grande que Dios te ha hecho.

 

Nunca terminarás de agradecer al Señor el don que te hizo de amar el dolor. Es el don más grande que Dios te ha hecho. Bendigámosle juntamente.

Ahora, por tanto, ya no gritan los hombres desde lo profundo. Hablo aquí de aquellos que son miembros vivos del Cuerpo de Cristo. Gritan, en cambio, desde lo alto de su Patíbulo Santísimo. Así pues, ¿cómo temer que no escuche el Padre la voz que se le dirige desde la Cruz de su Hijo amado? Sabed, cristianos, rogar desde ese punto y hacedlo con fe porque así es como tendréis lo que os conviene.

¿No ves cómo Pablo casi vuelve a tomar mi primera idea? El Apóstol confía en salvar a sus hermanos. ¿Por qué? Porque les ama con las entrañas mismas de Cristo, con su amor, con su corazón y con su dolor. Les ama en las cadenas sufridas por haber evangelizado, en el martirio que se avecina; les ama, con Cristo, hasta el fin. "Y habiéndoles amado... les amó hasta el fin" (Juan 13, 1).

Persevera, alma mía, en ese glorioso amor. Ama, ama a todos hasta el fin. Perfecciona cada vez más tua amor. Y, por mínima que sea la cosa que obtengas, tendrás la paz en ti, o sea, a Dios. Un mínimo que viene a ser un máximo absoluto y feliz. Y por más que Dios no pueda en justicia dar a aquellos por los que tú ruegas y sufres lo que tú puedes; por más que ellos rechacen las gracias que por tu oración Dios concede o hacen tal vez mal uso de ellas, con todo, la paz del amor seguirá estando en ti resultando todo dulce con ella.

¡Qué bien compruebas tú lo dulce que es vivir con esta paz! Es vivir ya en el aura del Cielo. Camina tranquila esperando en Cristo, impetrando para los hermanos el que "abunde siempre la caridad en el conocimiento y en la mayor fineza de discernimiento para que elijan ellos lo mejor y sean sinceros e irreprensibles hasta el día de Cristo".

 

Donde hay caridad, donde florece lozana la caridad

no puede estar Satanás en plan de dueño  y dominador.

 

El, tu Señor y mío, lo dijo ya: "por sus frutos se conoce al árbol"

 

Donde hay caridad, donde florece lozana la caridad no puede estar Satanás en plan de dueño y dominador. Permanece tranquila. El, tu Señor y mío, lo dijo ya: "por sus frutos se conoce al árbol".

Una planta satánica no es posible que dé frutos de amor. Echa la vista atrás y verás cómo siempre fuiste amante de la Caridad. Mas si ello fue suficiente para que fueses amada con un amor de predilección, con todo, tu amor era todavía mezquino, imperfecto y humano respecto del que te invadió desde que eres alumna del Maestro. Robusta es tu rama del amor a Dios, mas débil aún la del amor al prójimo. Un amor por demás humano para ser perfecto. Hasta  cuando te ofreciste ("Autobiografía", edición italiana, páginas: 245 - 248 - 274 - 275 - 285 - 296) era todavía imperfecto tu amor puesto que no sabías perdonarlo todo. Dabas la vida por ellos, pero no sabías otorgar el perdón total. Aún no habías comprendido que el amor más grande no es el de aquel que da su vida por los propios enemigos, puesto que, por encima de la vida material, están también las fuerzas de la vida mental y afectiva que son más difíciles de sacrificar.

 

Jesús, Señor Santísimo, en el discurso de la Cena, al tener por comensales a hombres

 todavía muy hombres, no habló de este amor perfecto.

 

Jesús, Señor Santísimo, en el discurso de la Cena, al tener por comensales a hombres todavía muy hombres, no habló de este amor perfecto. No habría sido comprendido. A la sazón, difícilmente podían ellos comprender entonces el amor de sacrificio por los amigos (Juan 15, 12-15). Dejó, por tanto, al Espíritu Paráclito, a Aquel que habría de completar la enseñanza del Verbo, comunicándoles al mismo tiempo la capacidad de comprender y de asimilar, el encargo de hacer comprender esta perfección del amor (Juan 14, 25-26; 16, 7-15), limitándose, por su parte, a darles un indicio que ninguno de los Once comprendió –el Apóstol asesino del amor, que no era merecedor de escuchar las últimas enseñanzas sobre el mismo, habíase ya ausentado–, un indicio que tampoco ahora nadie comprende o que son contadas las almas a las que el propio Espíritu de Amor se lo hace comprensible, un indicio no meditado suficientemente en las palabras: "Mi mandamiento es que os améis como Yo os he amado", o sea, muriendo hasta por sus enemigos para que tuviesen vida (Juan 15, 12-15; Romanos 5, 1-11; 1.ª Pedro 3, 18)

Jesús Santísimo, al hablar a los Once, en realidad hablaba a todo el mundo presente y futuro, a quienes le amaban como a los que le odiaban; a quienes habrían de amarle como a los que le habrían de odiar e impugnar despectivamente sus Palabras para desbaratarlas en muchos corazones. Hablaba a los tibios y a los adversarios más bien que a los que ya eran suyos, dado que, de un modo especial, le preocupaba la redención de los tibios y de los culpables (Mateo 9, 9-13; Marcos 2, 13-17; Lucas 5, 27-32).

 

Incluso de la tarea encomendada al Espíritu Santo de completar la enseñanza

había hecho indicación al decir

 

Incluso de la tarea encomendada al Espíritu Santo de completar la enseñanza había hecho indicación al decir. "Aún tengo muchas cosas por deciros que, al presente, no estáis en disposición de comprender. Mas cuando venga el Espíritu de verdad os conducirá a la Verdad completa" (Juan 16, 12-13).

La enseñanza directa que con tu labor de portavoz has recibido, te ha llevado a Aquel que perfecciona todos los afectos y tu amor se ha ido formando hasta alcanzar la medida perfecta que consiste en morir hasta a los propios resentimientos justos y en saber sacrificar todo en aras del perfecto amor, incluso el juicio sobre los demás y la justa severidad sobre los mismos.

¡Qué hermosa y dulce resulta la unión entre los hermanos! (Salmo 132). Sí, hermosa de verdad sería si realmente fuesen hermanos. Mas, en muchas ocasiones, son hermanastros y, cuando no, Caines que hieren (Génesis 4, 1-16).

He aquí, pues, que la caridad que perdona desciende como un óleo para consolar al corazón herido que, incluso, perdona pensando en su Señor Crucificado. Estos son los sentimientos que yo avivo en ti para que florezcan en tu corazón y en tus labios con palabras aptas a conciliarte el favor de tu Pastor.

No temas. El Espíritu Consolador te ayudará a hablar cuando te interroguen. Lo prometió tu Jesús Santísimo: "No os preocupéis de cómo responder ni de lo que habéis de decir, puesto que en ese trance se os darán las palabras, ya que no sois vosotros los que habláis sino que lo será el Espíritu de vuestro Padre" (Mateo 10, 17-20; Marcos 13, 9-13; Lucas 21, 12-19).

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".

162-165

A. M. D. G.