5/1/47

 

Santísimo Nombre de Jesús

 

y Vigilia de la Epifanía.

 

 

La obediencia

es uno de los pilares del Increado y de lo Creado

 indispensable para sostener el edificio de la santidad

 

Qué quiere decir "Jesús"

 

 


 

son un canto a la obediencia, a esta gran virtud que, a seguido de las tres virtudes teologales, debería ser amada y practicada a la perfección.  es uno de los pilares del Increado y de lo Creado, indispensable para sostener el edificio de la santidad.

   La Obediencia en el Increado  

 El Verbo tomó por característica suya el nombre de Luz bautizándose casi a Sí mismo con este nombre que El pronunció en su primer acto de obediencia al Padre: ¡Hágase la luz!.

   Creció, obedeciendo, en sabiduría y gracia. Se hizo hombre y menestral, obedeciendo a Dios Padre y a los padres

  La Obediencia en lo Creado 

  Vino después el hombre, la criatura-rey de la creación, y Dios le dio al hombre un mandato que obedecer.

   desde que el espíritu del hombre se contaminó con la desobediencia, característica de Satanás, tan sólo los amantes de Dios saben obedecer y, sobre esta base que es el espíritu de obediencia, santificarse

   meditemos ahora la Santa Misa del Nombre Santísimo de Jesús.    Qué quiere decir Jesús

   Los Magos Obedecieron, mereciendo con ello doblar sus rodillas, como primicias de todos los pueblos, ante el Cristo, ante Jesús. Hijo de Dios y de María.   

 


 

Dice Azarías:

 

son un canto a la obediencia, a esta gran virtud que, a seguido de

las tres virtudes teologales, debería ser amada y practicada a la perfección. 

es uno de los pilares del Increado y de lo Creado,

indispensable para sostener el edificio de la santidad.

 

"Las Santas Misas de hoy: Domingo que celebra el Santo Nombre de jesús y, a la vez, la Vigilia de la Epifanía, son un canto a la obediencia, a esta gran virtud que, a seguido de las tres virtudes teologales, debería ser amada y practicada a la perfección y que, por el contrario, apenas si es observada y observada mal y aún menos amada. Y, con todo, ella es uno de los pilares del Increado y de lo Creado, indispensable para sostener el edificio de la santidad. Alma mía, contemplémoslas juntos y verás que ella, doquiera esté, es cosa buena.

 

La Obediencia en el Increado

 

La Obediencia en el Increado: El Verbo obedece al deseo del Padre. Y esto, siempre. Jamás se niega a ser Aquel por cuya Palabra se realizan los quereres del Padre. Se conocen las obediencias perfectas del Verbo Divino. Brillan para vosotros, mortales, desde las primeras palabras del Génesis: "Dijo Dios: Hágase la luz". Y, he aquí que, al momento, expresó el Verbo el mandato que el Padre pensara, y la luz fue hecha. Fue la luz y el Verbo, que tomó Carne entre los hombres, declaróse muchas veces "Luz", y Luz fue llamado por la boca inspirada del Apóstol Juan: "En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. Es estaba en el principio junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de El, y sin El ninguna de las cosas creadas fue hecha. En El estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres. Y la Luz brilló en las tinieblas; mas las tinieblas no la comprendieron. Hubo un hombre enviado por Dios. Su nombre era Juan. El vino como testigo para dar testimonio de la Luz a fin de que todos creyesen por medio de él. No era él la Luz sino que vino a dar testimonio de la Luz. El Verbo era la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a ese mundo" (Juan 1, 11-9).

Esta página seráfica del seráfico que conoció a Dios y no sólo al Dios-Hombre, Salvador y Maestro, sino a Dios, el Incognoscible, cuya Naturaleza llegó a comprender, es verdaderamente un canto, el canto de la verdad sobre la Naturaleza del Verbo que presta alas al alma del que sabe escucharlo, alas para subir hasta la contemplación del Verbo que se hizo Hombre para proporcionar la Vida y la Luz a los hombres.

 

El Verbo tomó por característica suya el nombre de "Luz" bautizándose casi a Sí mismo

con este nombre que El pronunció en su primer acto de obediencia al Padre:

 "¡Hágase la luz!".

 

El Verbo tomó por característica suya el nombre de "Luz" bautizándose casi a Sí mismo con este nombre que El pronunció en su primer acto de obediencia al Padre: "¡Hágase la luz!".

El Verbo obedeció siempre. Díjole el Padre: "Tú serás Hombre porque sólo Tu puedes instruir a la Humanidad". Y dijo el Verbo: "Seré Hombre. Hágase tu Voluntad" (Hebreos 10, 5-7). Dijo el Padre: "Tú morirás porque sólo tu Sacrificio podrá redimir a la Humanidad". Y dijo el  Verbo: "Yo moriré. Hágase tu Voluntad" (Filipenses 2, 5-11). Dijo el Padre: "Y morirás sobre la Cruz puesto que, para redimir al mundo, no me es suficiente el sacrificio de tu vida entre los dolores de la muerte por enfermedad". Y el Verbo dijo: "Y moriré sobre la Cruz. Hágase tu Voluntad" (Filipenses 2, 5-11 y Hebreos 10, 5-10, etc.)

Pasaron los siglos y el Verbo, llegada su hora, se encarnó en el Seno de la Virgen y nació como todos los nacidos de hombre (Como aparece claro por el contexto, la frase "nació como todos los nacidos de hombre", no se refiere al modo del parto sino a la condición del nacido; esto es, no afirma que María, al dar a luz a Jesús hubiese perdido su virginal integridad sino que afirma que el Niño Jesús, una vez nacido, se comportó "como todos los hijos de los hombres" (cfr. Romanos 8, 14; Gálatas 4, 1-7; Hebreos 4, 14-16.): pequeñín, débil, incapaz de hablar y de caminar. Y creció lentamente, al igual de todos los hijos de los hombres, obedeciendo hasta en esto al Padre que le quería sujeto a las leyes comunes para preservarle de las insidias de Satanás y de los hombres, acechadores feroces a la espera del temido Mesías, y para prevenir las futuras objeciones de los negadores y de los herejes contra la verdadera Humanidad del Hijo de Dios.

 

Creció, obedeciendo, en sabiduría y gracia. Se hizo hombre y menestral,

obedeciendo a Dios Padre y a los padres

 

Creció, obedeciendo, en sabiduría y gracia. Se hizo hombre y menestral, obedeciendo a Dios Padre y a los padres (Lucas 2, 51-52). Llegado a los 30 años, vino a ser el Maestro para instruir a la Humanidad, obedeciendo. Transcurridos tres años y tres meses y, llegada la hora de morir y con muerte de Cruz, obedeció repitiendo: "Hágase tu Voluntad" (Mateo 26, 36-46; Marcos 14, 32-42; Lucas 22, 39-46; Hebreos 5, 7-10.)

Y obedecer cuando la obediencia es tan sólo de pensamiento, es fácil todavía. Decir: "Tú harás...". Y responder: "Yo haré", mediando años entre la orden y su ejecución –en el caso de Cristo: siglos– es todavía fácil. Mas responder. "Hágase tu Voluntad" cuando la Víctima tiene ya delante todos los instrumentos de la Pasión y se ve en el trance de abrazarlos para cumplir la voluntad de Dios, es mucho más difícil (Releer los puntos evangélicos de la nota precedente y pensar que Jesús, en el Huerto de los Olivos, próximo ya a morir, sudó sangre: Lucas 22, 44.). Todo repugna a la persona humana: el dolor, las ofensas, la muerte. Y en el caso de Cristo, el peso también de los pecados de los hombres que se acumulaban sobre El, Redentor próximo a las puertas de la Redención. Ahora bien, Jesús obedeció diciendo: "Hágase tu Voluntad" y murió sobre la Cruz tras haber sufrido y cumplido todo (Mateo 27, 45-50; Marcos 15, 33-39; Lucas 23, 44-46; Juan 19, 28-30).Esta fue la obediencia en el Increado.

 

La Obediencia en lo Creado

 

La Obediencia en lo Creado. Los elementos, que estaban revueltos en el caos, obedecieron ordenándose. Recordad aquí las palabras del Génesis para que no digáis que la portavoz oye defectuosamente: "Dios creó el cielo, y la tierra estaba informe y vacía. Las tinieblas cubrían la faz del abismo y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas". Y dijo Dios: "Hágase la Luz" (Génesis 1, 1-5). El aire, el agua, el fuego y la luz estaban, pues, hechos, si bien no se hallaban separados y ordenados. Dios les mandó separarse y ordenarse conforme a la ley que les daba y ellos obedecieron y obedecen desde hace millares de años, haciendo el día y la noche, los mares y las tierras, y trabajando el fuego en las venas del globo para preparar los minerales de los que el hombre necesita.

La Obediencia en lo Creado: Dios, después de haber hecho el cielo, es decir, los astros de la atmósfera, los esparció por ella mandándoles seguir una determinada ruta inmutable,  los astros obedecieron. Dios, después de haber hecho la Tierra, es decir, una vez puesta compacta y ordenada la materia antes dispersa y confusa de polvos y aguas, creó las plantas y los animales de la Tierra y de las aguas mandándoles fructificar y multiplicarse. Y los animales y las plantas obedecieron.

 

Vino después el hombre, la criatura-rey de la creación,

y Dios le dio al hombre un mandato que obedecer.

 

Vino después el hombre (Génesis 1, 26; 2-25), la criatura-rey de la creación, y Dios le dio al hombre un mandato que obedecer. Y la obediencia del hombre habría mantenido a la Tierra en situación de un Paraíso terrenal en el que la muerte, el hambre, las guerras, las desventuras, las enfermedades y las fatigas hubieran sido cosas desconocidas, y la vida del hombre una gozosa estancia de paz y de amor en la amistad de Dios hasta su tránsito a la Morada celestial, del modo que lo fue para María Santísima, que no murió sino que se adormeció en el Señor, despertando sobre su Seno, bella y glorificada con su espíritu perfecto y con su carne sin mácula.

Pero Satanás no quiso esta dicha en el hombre, esta dicha muy poco inferior a la de los ángeles (Alusión al Salmo 8.), con la diferencia entre los ángeles y los hombres consistente en el gozo por los hijos habidos sin concupiscencia, que es siempre dolor, y sin dolor, fruto éste de la concupiscencia. Y el hombre, secundando el deseo de Lucifer, desobedeció atrayendo para sí y sus descendientes todas las consecuencias de la desobediencia que nunca es buena y acarrea siempre ruinas (Génesis 3; Sabiduría 2, 23-24; Romanos 5, 12-21).

 

desde que el espíritu del hombre se contaminó con la desobediencia, característica de Satanás,

 tan sólo los amantes de Dios saben obedecer y, sobre esta base

que es el espíritu de obediencia, santificarse

 

Desde entonces, desde que el espíritu del hombre se contaminó con la desobediencia, característica de Satanás, tan sólo los amantes de Dios saben obedecer y, sobre esta base que es el espíritu de obediencia, santificarse.

La obediencia que, al parecer, es inferior a las tres virtudes teologales, únicamente porque ni siquiera se la nombra entre las cuatro virtudes cardinales, en realidad se halla presente en todas de un modo indeseable. Ella es como el sostén sobre el que todas se apoyan para crecer en vosotros.

Meditadlo: ¿Cómo podéis tener la Fe? Obedeciendo a Dios que os dice y propone que creáis todas sus verdades y misterio, y obedeciendo a cuanto os indica la Santa Iglesia. Voz de las voces de Dios. ¿Cómo podéis tener la Esperanza? Aquí también obedeciendo a Dios que os infunde esta virtud diciéndoos que debéis esperar en El que os dará todas sus ayudas y misericordias para alcanzar la Vida eterna y su posesión. ¿Cómo podéis tener la Caridad? Obedeciendo al precepto del amor para con Dios y para con el prójimo.

¿Cómo podéis tener la Prudencia? Permaneciendo obedientes a los preceptos de Dios y a sus consejos que tienen por fin el enderezar todos los actos del hombre a su justo fin.

Y ¿cómo la Justicia? Obedeciendo a la Ley de la moral sobrenatural, la cual os enseña a hacer a los demás lo que no querríais que os hiciesen a vosotros (Mateo 7, 12; Lucas 6, 31; Romanos 13, 8-10.). Y ¿cómo la fortaleza? Obedeciendo heroicamente a Dios del que sabéis es más grande que todas las cosas creadas y por el cual debéis estar dispuestos a padecer todo a fin de conservarnos fieles a El y poseerle eternamente; obedeciendo heroicamente con su promesa dentro del corazón: "Yo estaré con vosotros a la hora de las pruebas" (Mateo 28, 16-30; Lucas 22, 28-30). Porque esto es lo que prometen todas las palabras de la Verdad que os preciso saber entender en su verdadero espíritu: Hacer y no temer. Dios está con quienes son obedientes a su querer. Los perseguidores se quedan aquí abajo y a vosotros, que obedecéis a Dios, no os alcanzarán más allá de la vida. Y día llegará en que os volverán a ver y quedarán estupefactos al contemplaros entre los benditos (Sabiduría 5, 1-5; Mateo 25, 31-46.).

Y ¿cómo podéis tener la Templanza? Por la obediencia asimismo a las prohibiciones santas de Dios y a las limitaciones puestas a vuestra salvación a fin de que uséis sin peligro de las cosas temporales.

Ya veis cómo la Obediencia, virtud silenciada, se encuentra en todas las virtudes. En todas.

 

meditemos ahora la Santa Misa del Nombre Santísimo de Jesús.

 

Y, una vez que ya hemos hecho el elogio de la obediencia, meditemos ahora la Santa Misa del Nombre Santísimo de Jesús.

Jesús obedeció igualmente al tomar el Nombre que el Padre quiso que llevase. No objetemos los hombres diciendo: "¡Claro que tomó ese Nombre puesto que era el Salvador!" (Mateo 1, 18-25; Hechos 4, 5-12. El nombre de Jesús significa: "Jahvé salva", o lo que es lo mismo: "Dios salva".). Tal vez dirán también: "Salvador habíanle llamado ya los profetas". Los hombres están siempre empeñados en rebajar la heroicidad de las virtudes de los santos y, ¿cómo no?, también la perfecta heroicidad del Santo de los Santos: de Jesús, el Hijo de Dios y de María.

Había multitud de nombres en la lengua de Israel que habrían podido servir para dar a entender quién era el hijo de María. Podía haberse llamado Eliseo, Joab, Jonatán, Malaquías, Matías y Matatías; Zaqueo, y Zebedeo, Natanael y Urías, como también Joaquín, puesto que el Señor Dios encumbró a su Verbo por cima de la cruz, del mundo y de todas las criaturas (Juan 3, 14-18; 12, 28-32; Filipenses 2, 5-11). Y ahí estaban también los nombres usados por los Profetas bajo el impulso del Espíritu Santo para señalar al Verbo Encarnado (Probable alusión a Isaías 9, 6-7). Por eso no hay por qué decir que únicamente El debía tomar ese Nombre. Pero lo tomó porque así lo quería su Padre. Y María y José, otros heroicos obedientes, se lo impusieron al Niño porque así "el ángel lo había llamado antes de que El fuese concebido en el seno materno".

 

Qué quiere decir "Jesús"

 

Qué quiere decir "Jesús" ya te lo expliqué y con mayor amplitud que lo hacen comúnmente los doctos. Mas al poder y justicia de este Nombre puedes tú ahora añadir asimismo el conocimiento de la virtud que encierra la Santa Obediencia tomada por su fiel compañera en las grandes y pequeñas empresas, lo mismo que el hecho de adoptar el Nombre que habría de llevar eternamente como Dios-Hombre. Ese Nombre ante el cual ha de doblarse toda rodilla en la Tierra, en el Cielo y en el Infierno y toda lengua confesar que el divino Señor Jesucristo está en la gloria del Padre. Ese Nombre que es más admirable que el llevado por criatura alguna (Filipenses 2, 5-11). Ese Nombre que, con sólo nombrarlo, obra milagros y libra de los demonios por ser el Nombre Poderoso del Omnipotente. Y qué y cuán omnipotente sea, y qué milagros opere al tenerlo entre vosotros, tú misma lo has experimentado más de una vez en su verdadera dimensión.

Decir "Jesús" es ya dirigir al Padre de los Cielos una oración y una súplica que El jamás rechaza. Decir "Jesús" es vencer a las fuerzas enemigas, cualesquiera que sean. Satanás y sus tenebrosos ministros ni pueden retener su presa si ella u otro por ella grita: "¡Jesús!".

Alabemos tú y yo este Nombre, y alabemos a Jesús al pronunciarlo y quererlo por rey en las casas para restablecer la paz y la alegría, el orden y el amor allí donde Lucifer los perturbó. Lo dice el Príncipe de los Apóstoles, convertido a la sazón en verdadero apóstol y maestro del bautismo pentecostal: "Sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel cómo en el nombre de Jesucristo Nazareno... por la virtud de este Nombre este hombre es saludable ante vosotros. No se da otra salvación ni hay otro Nombre bajo el Cielo... por cuya virtud podamos salvarnos".

El Nombre del Obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz, es siempre el nombre victorioso sobre todo. Aun hoy mismo has visto cómo en virtud del amor y del Nombre de Jesús, aquel que tú sabes está sano ante quien anteriormente lo conocía enfermo. Se encuentra liberado. El Nombre de Cristo mantenga alejada de él la vuelta del Mal que odia a cuantos quieren vivir en la Ley de Dios (Esta alusión podrá tal vez aclararse con la publicación del copioso Epistolario).

 

Los Magos Obedecieron, mereciendo con ello doblar sus rodillas,

como primicias de todos los pueblos, ante el Cristo, ante Jesús. Hijo de Dios y de María.

 

Que odia. Como odia a María y a José, por ser obedientes al Señor, instigando todo aquello que pudiera dañarles y causarles dolor. Que odia. Como odió a los tres Sabios (Se refiere a los Magos. Mateo 2, 1-18) tentándoles con la insinuación de que sus obsequios pudieran resultar en perjuicio del Divino Niño y lo mismo en relación con ellos mismos al sentirse buscados por Herodes, chasqueado e irritado por su fuga. Ellos también eran obedientes. Obedecieron a las voces de lo alto. Y esto, siempre: bien cuando tales voces les dijeron: "Poneos en marcha para ir a adorar al nacido Rey de los judíos", como cuando les decían: "No volváis a pasar por Herodes". Obedecieron, mereciendo con ello doblar sus rodillas, como primicias de todos los pueblos, ante el Cristo, ante Jesús. Hijo de Dios y de María.

La vida de Cristo, como la de sus padres y amigos se resume toda ella en la obediencia. La obediencia pavimenta el sendero del Señor y por él transitó en compañía de su Madre y de José desde los primeros instantes de su vida terrena. Es más, párvulo aún incapaz, por él le llevaron quienes, por querer de Dios, representaban para El y junto a El a Dios: el Padre putativo y la Madre Virgen. Y si, por la Gracia de que estaba llena, sabía la Madre que no hacía falta enseñar al Niño los caminos de la Justicia, José, que desconocía todos los misterios que María guardaba en su corazón –recuerda a este respecto la explicación contenida en el libro de la Infancia de Jesús Nuestro Señor–, como era tan santo, quiso enseñar al Niño, desde los primeros albores de su inteligencia, que se ha de obedecer a las órdenes de Dios, siquiera supongan éstas: destierro, mayor pobreza y dolor (Mateo 2, 13-23; Lucas 2, 33-35.). Y María, Esposa humilde y prudente, secundó al esposo, portándose lo mismo que él con el Niño, al que, para desorientar a Satanás, le trataban como a cualquier otro niño de su edad.

¡Qué virtud tan profunda se revela en estas palabras consignadas a seguido de las otras relativas a la obediencia en el nombre que había de imponerse al Niño! "Y José, se levantó de noche, tomó al niño y a la Madre y se retiró a Egipto, donde se quedó..." (Mateo 2, 13-18.); y en estas otras: "Y El, se levantó, tomó al Niño y a la Madre y retornó a la tierra de Israel... y, advertido en sueños, se retiró a Galilea..." (Mateo 2, 19-23.).

Obediencia pronta y absoluta, tanto en no responder palabra alguna para discutir, como en no esperar siquiera a la mañana para ponerla por obra. Y esto, no sólo la primera vez, cuando el retraso de una hora podía significar la "muerte" incluso para el Niño, sino también la segunda, en la que la partida era menor urgente y en la que, por el contrario, el dejar la ciudad que les prestara hospitalidad significaba perder de nuevo la clientela y, por tanto, las ganancias y aquel mínimo que con su trabajo había otra vez recobrado. No sabía José qué habría de encontrar al volver a su patria; y, con todo, parte porque Dios lo quiere y a donde Dios quiere.

Una vez tan sólo dudó José y esto, de una criatura (Mateo 1, 18-25.). Jamás de Dios. Ahora, aventajado en la virtud por la proximidad de María (José, al ser padre putativo de Jesús y esposo de la Virgen Madre de Dios, progresó en gracia, santidad y dignidad hasta el punto de ser únicamente inferior a María. En cuanto al concepto de que una mujer santa santifica con su compañía al marido, véase: 1.ª Corintios 7, 14), ya no dudaría, no duda ni de las criaturas. Lo acepta todo y dice a sí mismo: "Me fío del Altísimo. El conoce los corazones de los hombres y me salvará de las asechanzas de los embusteros y de los impíos". Pero de las voces del Cielo... nunca dudó ni duda. Y así, marcha.

Imitad la obediencia de los elegidos y de los Predilectos que aparece luminosa en las dos Santas Misas de hoy y en la correspondiente a mañana. El que sabe obedecer reinará. Porque si la caridad es Dios, la obediencia es señal de filiación divina.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".

191-196

A. M. D. G.