12 enero de 1947

Domingo de la Sagrada Familia e infraoctava de la Epifanía

 

 

 

Las dos naturalezas de Jesús Santísimo

 

 

Este es el Cristo: Dios por Naturaleza,

Santo por voluntad y Hombre por Nacimiento

 

 


 

Los introitos de las dos Santas Misas cantan las dos naturalezas de Jesús Santísimo.

  si Jesús fue justo, fue verdadero hombre, lo mismo que si nació de mujer, fue verdadero hombre. Porque lo que es espiritual no necesita de un seno para formarse, ... 

  Sobre el excelso trono vi sentado a un hombre adorado por legiones de ángeles salmodiando a coro: He aquí el Cordero cuyo imperio es eterno

   Jesús no tenía defecto alguno y perdonó a todos (Lucas 23, 33-34). Dios es la Perfección y, sin embargo, perdona a quien le pide perdón.

   El Cristo verdadero es el que aparece vivo en el Evangelio, un gigante de mortificación, de bondad, de altruismo, de modestia, de heroísmo, desinterés, un héroe del amor y del dolor, que, antes de decir: Haced, lo hizo El 

  Este es Cristo: 

  Este es el Cristo al que todo un mundo, desde hace veinte siglos, está empeñado en derribar sin conseguirlo;

    La Encarnación del Señor 

  Porque éste es el secreto de la perfección y de la imitación de Jesucristo Señor Nuestro:  

 


 

Dice Azarías:

"También hoy son dos las Santas Misas que se han de contemplar y lo haré con amorosa solicitud para dejarte libre de poder hacer lo que el Señor te ha dicho.

 

Los introitos de las dos Santas Misas cantan las dos naturalezas de Jesús Santísimo.

 

Los introitos de las dos Santas Misas cantan las dos naturalezas de Jesús Santísimo. En el de la Santa Misa de la Sagrada Familia se nos muestra la Humanidad del Salvador con estas palabras: "Exulte contento el padre del justo... pueda regocijarse la que te dio a luz". Si el Salvador es "justo", es señal de que es hombre. Porque los hombres, únicamente los hombres, con su naturaleza en la que la parte inferior se halla en oposición con la superior, tienen capacidad de poder, con libre voluntad, ser o no ser, llegar o no llegar a ser "justos".

Dios, al ser la Perfección, no puede ser injusto. Nosotros, los ángeles, no tenemos peso de carne ni fomes de pecado, no teniendo, por tanto, otra cosa que hacer sino cuidarnos de ser humildes, obedientes y caritativos espiritualmente para servir con perfección al Señor Altísimo, Creador nuestro. Vosotros, los hombres, tenéis en cambio la penosa y, a la vez, gloriosa posibilidad de ser justos, esto es, de luchar contra las incitaciones de la carne y contra las tentaciones y concupiscencias de todo orden. Esta lucha contra el mal es lo que forma vuestra justicia. Por eso se llama "justo" al que obra con justicia triunfando de las voces tentadoras y de las tendencias de la criatura humana. Y justo, por tanto, puede ser el hombre.

 

 si Jesús fue justo, fue verdadero hombre, lo mismo que si nació de mujer,

fue verdadero  hombre.  Porque lo que es espiritual no necesita de un seno para formarse, ...

 

De aquí que si Jesús fue justo, fue verdadero hombre, lo mismo que si nació de mujer, fue verdadero hombre. Porque lo que es espiritual no necesita de un seno para formarse, como lo que es fantasma tampoco necesita de un seno para tomar figura.

Nosotros, los ángeles, cuando es necesario hacerlo, nos mostramos con la concreción que Dios nos concede para hacernos sensibles a vuestros torpes sentidos. Mas tú ya ves que, en general, no es a los ojos corporales a los que nos presentamos sino a la vista espiritual, y hablamos a vuestro oído espiritual, gozando entrambos, vista y oído, con una agudeza que no tendrían los ojos y los oídos corporales; y aún más, porque al tiempo que el espíritu ve y oye, se regocija también el cuerpo con la paz que con nosotros portamos. Así aparecen los Santos a los que el Señor Jesús envía cuando lo juzga conveniente hacerlo. Y siempre a quien tiene necesidad de ello o se lo merece. Para lo que no necesitan volver a nacer de un seno formándose en él y así aparecer.

Por el contrario, Jesús, verdadero Hombre, nació de un seno de modo en todo igual al resto de los hombres nacidos de hombre, y adquirió la justicia por su voluntad de servir al Señor Altísimo, como deben hacerlo todos los hombres.

No me incumbe a mí rebatir teorías acerca de las reacciones del Salvador ante las tentaciones y todo aquello que rodeaba a su Humanidad. Tan sólo afirmo que yerran, tanto los herejes que niegan en Cristo una verdadera Humanidad y que El hubiera podido advertir las sensaciones inherentes a todo hombre, como aquéllos que, por una mal entendida veneración de Cristo, hacen de El un Hombre en el que la Santidad perfecta de Dios producía una insensibilidad física, moral y espiritual a todo evento.

 

"Sobre el excelso trono vi sentado a un hombre adorado por legiones de ángeles

salmodiando a coro: 'He aquí el Cordero cuyo imperio es eterno' "

 

Mas, si quiere, El mismo hablará sobre esto. A ti te basta con saber que las palabras del Introito son una afirmación de su verdadera Humanidad, como las de la Santa Misa de la Octava de la Epifanía son la afirmación de la Divinidad del Hombre nacido de María. "Sobre el excelso trono vi sentado a un hombre adorado por legiones de ángeles salmodiando a coro: 'He aquí el Cordero cuyo imperio es eterno' ". ¿Quién sino Dios puede estar sobre el trono de los cielos y, con ser hombre, ser adorado por los ángeles? Y ¿quién sino Jesucristo, el Salvador, tiene un imperio eterno y es Dios y Hombre a la vez?

He aquí, pues, constatada la doble Naturaleza del Mesías bendito, de Cristo Redentor, de aquel que se encarnó para salvaros y que os amó hasta la muerte y muerte de cruz, dándoos su Sangre en lavacro y su Carne en alimento, proporcionándoos la Sabiduría con su Palabra y la salvación con el poder infinito de su amor.

A quien ama totalmente se le corresponde con un amor total. El que no es agradecido carece de amor y el que no tiene amor no pertenece a Dios ni tornará a El.

El agradecimiento impulsa a amar no sólo al benefactor sí que también a cuanto con él se relaciona. ¿Acaso no se tiende entre los hombres a asimilar las costumbres y las ideas de aquél que es, o parece ser, benefactor de una persona o de un pueblo entero? Así es y así lo soléis hacer. Pues bien, ¿no debéis con mucho mayor ahínco esforzaros en asimilar todo aquello que formaba parte de vuestro verdadero benefactor Jesús? Revestíos, pues, como dice el Apóstol, de cuanto revestía al Verbo Santísimo que os eligió por seguidores suyos y sed santos. Amad como habéis sido amados por Dios; amad a Dios en el prójimo teniendo misericordia, benevolencia, humildad, modestia y paciencia, soportándoos y perdonándoos mutuamente, pensando siempre que nadie ha de tenerse por tan perfecto que pueda decir: "Yo no perdono porque no estoy necesitado de perdón".

 

Jesús no tenía defecto alguno y perdonó a todos (Lucas 23, 33-34).

Dios es la Perfección y, sin embargo, perdona a quien le pide perdón.

 

Jesús no tenía defecto alguno y perdonó a todos (Lucas 23, 33-34). Dios es la Perfección y, sin embargo, perdona a quien le pide perdón. No queráis, pues, ser más que el Salvador y más que Dios.

La caridad es el vínculo de la perfección (Romanos 12, 8-10; Colosenses 3, 12-15), es el sello impreso a toda criatura. Si le falta la caridad, la criatura carece de la señal que le abre el Cielo. El Tau es la marca de los redimidos. La caridad es el sello de los santos. Al ser miembros del cuerpo místico, debéis amar como ama la Cabeza de este cuerpo (Efesios 5, 1-2, 21-3; 1.ª Juan 3, 16). Si no amáis no permanecéis en el cuerpo y morís como las carnes que se separan de lo que les nutre, cayendo atrofiadas y gangrenosas con turbación y dolor, porque todo aquel que se separa del verdadero Cristo se aparte de su paz (Juan 15, 1-17).

 

El Cristo verdadero es el que aparece vivo en el Evangelio,

un gigante de mortificación, de bondad, de altruismo, de modestia, de heroísmo, desinterés,

un héroe del amor y del dolor, que, antes de decir: "Haced", lo hizo El

 

El Cristo verdadero no es la figura ideal e idealizada que poco a poco se ha ido sustituyendo a la verdadera en demasiadas conciencias, las cuales, individual o colectivamente, se han forjado a su capricho un Cristo irreal que no es sino el reflejo de su propio pensamiento más o menos alejado de la verdad. El Cristo verdadero es el que aparece vivo en el Evangelio, un gigante de mortificación, de bondad, de altruismo, de modestia, de heroísmo, desinterés, un héroe del amor y del dolor, que, antes de decir: "Haced", lo hizo El (Lucas 24, 13-24) y que dijo claramente. "Haced lo que Yo hago... (Mateo 11, 28-30; Juan 13, 1-15, 33-35). Sed perfectos... (Mateo 5, 43-48; 1.ª Pedro 1, 13-16) No tengáis avidez... No temáis por vuestra vida..." (Mateo 6, 19-34; Lucas 12, 13-34; 16, 9-13).

 

Este es Cristo:

 

Este es Cristo: El Cristo pobre, el Cristo bondadoso, el Cristo humilde (Mateo 11, 28-30), el Cristo paciente, el Cristo incansable, el Cristo complaciente, el Cristo obediente, el Cristo mártir, el Cristo que ama. Y no ya el Cristo del que el odio, el esteticismo o aún el quietismo han cortado todas las ramas robustas que servían para la actividad espiritual, constitución de la materia, mortificación del yo, y así no tener que confesar y decir. "El era realmente grande. El fue rudamente héroe. El fue sólidamente Maestro y Ejemplo, debiendo nosotros de imitarle".

No es el Cristo minimizado en artísticas bellezas, en obras poéticas y en plácidas escenas de las que se destierra toda lucha. El es el Fuerte que trabaja, se fatiga, combate contra Satanás y contra las malas inclinaciones de los hombres; que se desfigura por la fatiga y el sufrimiento y se transforma de Hombre en Mártir de todos los mártires y de mártir en Triunfador Divino.

 

Este es el Cristo al que todo un mundo, desde hace veinte siglos,

está empeñado en derribar sin conseguirlo;

 

Este es el Cristo al que todo un mundo, desde hace veinte siglos, está empeñado en derribar sin conseguirlo; al que todas las herejías y quietismos pretenden aterrar y al que las adoraciones malsanas e imperfectas tienden a negar creyendo confesarlo y teniéndose por las únicas perfectas y sanas. Este es Cristo: Dios por Naturaleza, Santo por voluntad y Hombre por Nacimiento. Este es Cristo, el Ser perfecto en el que hay una trinidad de perfecciones juntas: La Perfección de Dios, la perfección del Hombre y la perfección del alma del Hombre-Dios. En Cristo está el Verbo, o sea, Dios como el Padre; en Cristo el Hombre y en el Hombre el alma llena de Gracia, o sea, de Sí mismo también. Si se pudiera decir que Dios, siempre perfecto, pudo alguna vez superarse a Sí mismo, esto habría que asegurarlo contemplando la trina perfección de la Divinidad, de la humanidad y de la Gracia reunidas en Cristo en el que está la superperfección de todo cuanto existe (Juan 1, 1-18).

 

La Encarnación del Señor

 

Un Dios que engendra de Sí a su Hijo Único y que llega un día en que de este Hijo hace un Hombre sin constreñir a la Divinidad a tener que servirse de un querer carnal para proporcionar una carne al Infinito. Un Hombre que, mediante el amor, se forma como el diamante por el ígneo calor del profundo. El amor de la Divinidad y el amor de la criatura Inmaculada que se unen, engendran en el horno de la caridad al Amor de los amores, al Redentor de toda la Humanidad. Y, al tiempo que el Primogénito crece en el seno inviolado de la Inmaculada, el Omnipotente, en el momento preciso, crea para El el alma perfecta y sin mácula que puede bajar a fundirse, en el instante preciso, con la Carne concebida por el querer del espíritu Eterno y la obediencia de la  criatura. Y el Hombre-Dios se encuentra en el vivo Tabernáculo digno de hospedarle hasta el día e su Nacimiento.

 

Porque éste es el secreto de la perfección y de la imitación de Jesucristo Señor Nuestro:

 

Este es el Cristo que os dice: "Sed como Yo soy, sed perfectos", y se os propone por modelo porque sabe que podéis imitarle si os inmoláis totalmente a la caridad como El lo hizo. Porque éste es el secreto de la perfección y de la imitación de Jesucristo Señor Nuestro: saber inmolarse al amor con Cristo y como Cristo, y por sus mismos fines, conforme a la Palabra de su doctrina que es sabiduría y gracia y que El os dio y os sigue dando para que, a la vez que los Sacramentos, sea para vosotros: Camino, Verdad, Vida y Luz como El lo es.

Y –recordando la epístola de la otra Santa Misa– obrando así, ofreceréis verdaderamente vuestros cuerpos en sacrificio viviente, santo, grato al Señor, siendo "vuestro culto racional". Ese culto vivo que no es coreografía o engaño, como son todas las cosas de este siglo, sino verdadera y continua reforma del hombre viejo en el hombre nuevo, en el Cristiano que es hijo de Dios y hermano de Cristo; ese culto que es renovación del espíritu que, con buena voluntad, tras haber distinguido por medio de la razón el bien del mal y la voluntad del Señor, repudia el mal y la voluntad carnal, desposando la voluntad de su espíritu con la de Dios a la que sigue por ser buena, grata y perfecta.

Con este "culto racional" que es verdadera imitación del Señor Jesús, seréis ciertamente miembros vivos del Cuerpo vivo místico de Cristo y habitaréis durante el tiempo y la eternidad en la casa del Señor y en su paz.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".

196-199

A. M. D. G.