Igualmente el 11 enero 1944, a las 10 horas

 

 

 

lA DOCTRINA DE LA REENCARNACIÓN ES UN ERROR

 

 


 

Lo único en reencarnarse es esta vuestra teoría que vuelve a brotar como los hongos en épocas alternas de oscurecimiento espiritual

   ¡Necios! Los muertos no retornan. Con ningún nuevo cuerpo. Sólo hay una resurrección: la final.

   Sois hombres

   Esta es la verdadera evolución pero que es única

   Os lo juro yo que soy testigo de Cristo: Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios; sólo el espíritu

 


 

Dice el Apóstol Pablo:

"Parece como si aún vivieran aquellos antiguos paganos a los que yo partía el pan de la Fe, o tal vez, según creencia vuestra, hayan vuelto a encarnarse con sus viejas teorías sobre la resurrección y la segunda vida, teoría ésta de la reencarnación que, aún ahora, y ahora más que nunca después de veinte siglos de predicación evangélica, se ha enraizado y hecho carne en vuestras mentes.

 

Lo único en reencarnarse es esta vuestra teoría

que vuelve a brotar como los hongos en épocas alternas

de oscurecimiento espiritual

 

Lo único en reencarnarse es esta vuestra teoría que vuelve a brotar como los hongos en épocas alternas de oscurecimiento espiritual. Porque, sabedlo vosotros que os tenéis por los más evolucionados en el espíritu, éste es el indicio de un ocaso y no de un amanecer del espíritu. Cuanto más bajo está el Sol de Dios en vuestros espíritus, tanto más en la sombra, que asciende, se forman espectros, incuban fiebres, pululan agentes portadores de muerte y germinan las esporas que atacan, corroen, succionan y destruyen en vosotros la vida del espíritu, igual que sucede en los bosques hiperbóreos en donde la noche que dura seis meses, hace de florestas pletóricas de vida vegetal y animal, zonas muertas que semejan un mundo extinto.

 

¡Necios! Los muertos no retornan.

Con ningún nuevo cuerpo.

Sólo hay una resurrección: la final.

 

¡Necios! Los muertos no retornan. Con ningún nuevo cuerpo. Sólo hay una resurrección: la final.

No sois, no, vosotros, hechos a imagen y semejanza de Dios, semillas que, en ciclos alternos, despuntan y se hacen: tallo, flor y fruto. Sois hombres y no hierbas del campo. Estáis destinados al Cielo y no al establo del jumento. Estáis en posesión del espíritu de Dios, de ese espíritu que Dios os infunde en una continua generación espiritual suya que corresponde a la generación humana de cada nueva carne.

Pues qué, ¿creéis que Dios, ese Dios nuestro omnipotente, ilimitado y eterno haya de tener un límite que le imponga el tener que crear un determinado número de espíritus y ninguno más, de modo que, de continuar la vida de los hombres sobre la tierra, deba, cual si fuera encargado de un centro comercial, acudir a las estanterías y buscar entre los espíritus allí acumulados el que más convenga a determinada mercancía? O, mejor aún, ¿creéis que sea El como un escriba que haya de exhumar cierto asunto buscándolo en un rollo concreto por haber llegado la hora de tener que echar mano de él para calificar un suceso?

 

Sois hombres

¡Oh necios, necios, necios! No sois mercancías, pergaminos ni semillas. Sois hombres.

El cuerpo, como semilla, una vez completado su ciclo, cae en la corrupción del sepulcro y el espíritu torna a su Fuente para ser juzgado si está vivo o para podrirse en lo que hace a la carne y, según la condición de su ser, va a su destino del que ya no sale sino para llamar a lo que fue suyo a una única resurrección en la que quien fue un corrompido durante la vida, corrompido perfecto será eternamente con el espíritu y la carne corruptos que en su única, sola e irrepetible vida tuvieron. Y así, quien fue "justo" en vida resurgirá glorioso e incorruptible, elevando su carne a la gloria de su espíritu glorificado, espiritualizándola, ya que por ella y con ella venció, siendo de justicia que con ella triunfe.

 

Esta es la verdadera evolución pero que es única

 

Aquí animales racionales por el espíritu que poseéis y que alcanza también la vida para la carne a la que vence. En la otra vida seréis espíritus vivificadores de la carne que consiguió la victoria permaneciendo sujeta al espíritu. Viene siempre por delante la naturaleza animal. Esta es la verdadera evolución pero que es única. Después de la naturaleza animal que mediante la triple virtud supo hacerse a sí misma ligera, viene la naturaleza espiritual.

Según como hayáis vivido en esta vida, así estaréis en la otra. Si predominó en vosotros lo celestial, conoceréis la naturaleza de Dios en vosotros y poseeréis dicha naturaleza puesto que Dios será vuestra posesión eterna. Mas si lo que predominó fue lo terrenal, tras la muerte conoceréis la opacidad, la muerte, el hielo, el horror, las tinieblas, todo aquello, en fin que es propio del cuerpo encerrado en el sepulcro; pero con esta diferencia: que la duración de esta segunda y verdadera muerte será eterna.

Herederos como sois de Dios por su querer, no queráis, hermanos, perder esta herencia por seguir a la carne, a la sangre y al error de la mente.

Yo también erré y fui contrario a la Verdad y perseguidor de Cristo. Mi pecado lo tengo siempre presente aun en la gloria de este reino cuyas puertas me las abrieron mi arrepentimiento, mi fe, mi martirio en la confesión de Cristo y la vida inmortal. Mas cuando me aterró la Luz dándose a conocer, yo abandoné el error para seguir a la Luz (Hch 9, 1.22).

A vosotros se os ha dado a conocer la Luz a lo largo de veinte siglos de ininterrumpidos prodigios, innegables aun para los más feroces y obstinados negadores. ¿Por qué, pues, vosotros que habéis tenido la suerte de contar, como testimonio de esa Luz, con veinte siglos de manifestaciones divinas, por qué os empeñáis en permanecer en el error?

 

Os lo juro yo que soy testigo de Cristo:

Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios;

 sólo el espíritu

 

Os lo juro yo que soy testigo de Cristo: Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios; sólo el espíritu. Y, como se dice en el Evangelio de nuestro Señor Jesús (Mt 22, 23-33; Mc 12, 8-27; Lc 20, 27-40), no son los hijos de este siglo –y fijaos bien, hermanos, que aquí la palabra "siglo" viene a indicar a aquellos que están en el mundo, es decir, los terrestres– los destinados a resucitar y a desposarse de nuevo teniendo una segunda vida terrena. Tan sólo resucitarán aquellos que sean dignos del segundo siglo, del eterno, esto es, aquellos que no podrán ya morir después de haber vivido, sino que, por haber conseguido la vida espiritual y llegado a ser como los ángeles e hijos del Altísimo, ya no apetecen nupcias humanas, deseando con su espíritu un enlace tan sólo: con Dios-Amor; una sola posesión: la de Dios; una sola morada: la del Cielo; y una sola vida: la que se desarrolla en la Vida.

¡Amén, amén, amén!

Os digo a vosotros: creed para conseguirla".

 

Y, como ve, ha venido también San Pablo. ¡Oh qué huracán! No me extraña que, con la vehemencia de su palabra, hubiera convulsionado hasta a los atenienses, habituados como estaban a sus oradores. Si Juan es susurro de viento perfumado del cielo, Pablo es ciclón cargado de todos aquellos elementos capaces de doblegar las cimas más siniestras.

Creo que se haya cerrado el ciclo. Y si todo este concierto de notas no penetra en ellos (...) (El paréntesis con los puntos suspensivos aparece también en el cuaderno autógrafo. María Valtorta se refiere en particular a determinada persona conocida suya, pero, en general, se refiere a los partidarios de la doctrina de la reencarnación o metempsicosis, a los que están dedicados casi todos los dictados precedentes, empezando del 7 de enero.) no sé ya qué pueda penetrar. Durante meses y meses he estado a deseo de un dictado. Mas, aunque he tenido sed del mismo, si yo fuera como algunos, me parecería estar como ratón en el cepo o pájaro en la red. La evidencia me estrecharía por todas partes...

Pero que fuese también San Pablo el que me hablase, no me lo esperaba.

Ahora tengo la espalda molida y descanso contemplando con el alma a la Divina Paloma de oro y sintiendo a mi lado a María. Su salutación matutina aún sigue cantando en mi corazón.

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A. M. D. G.