12 enero de 1944

Hechos de los Apóstoles, cap. X.

 

 

El amor a los hermanos

 

 


 

Sois todos hermanos porque no hay más que un tronco: Adán, y es único el origen: Dios

    Pero si sois, si queréis ser hijos de Dios, hijos verdaderos, habéis de tener caridad con los hermanos necesitados en su espíritu, indigentes, enfermos e impuros de espíritu.

   Mas no toca a vosotros, católicos, juzgar

    El amor purifica, incluso, lo que es impuro y profano

    Si vosotros sabéis manteneros elevados por encima de la carne y de la sangre lo mismo que del humano pensamiento, no podrán dañaros los contactos de la carne y de la mente

   el sufrimiento pues, oro puro de vuestro amor, sangre del corazón de la mística comunión de los santos, es el que, al igual del mandato de Cristo, arranca a los muertos de la muerte.

 


 

Dice Jesús:

"Dice mi discípulo: "Dios es Caridad y quien tiene caridad tiene a Dios. ¿Cómo puede uno decir que ama a Dios si no ama a sus hermanos?" (1.ª Jn 4, 8-21).

 

Sois todos hermanos porque no hay más que un tronco:

 Adán,

 

 y es único el origen:

 Dios

 

Por hermanos no hay que entender aquí a los hijos de una misma sangre, como tampoco a los de una misma nación ni a los de una misma religión. Sois todos hermanos porque no hay más que un tronco: Adán, y es único el origen: Dios. Latinos, arios, asiáticos, africanos, civilizados o bárbaros, no procedéis de creadores distintos sino de un único Creador: vuestro Dios que es Señor de los Cielos y Padre de todos los vivientes.

Los hijos más queridos de su corazón son los regenerados por el Bautismo de Cristo e hijos dilectísimos y coherederos con el Hijo de la Ciudad del Cielo son los que viven la doctrina de Cristo. Mas si hay diversidad de grados en la paternidad y en la filiación, una misma es, en cambio, siempre vuestra procedencia sobrenatural y natural: Dios, como padre divino y Adán, como padre terreno.

No debéis, por tanto, los que queréis ser "perfectos", no por depravada soberbia de la mente sino por obediencia a mi dulce mandato de : "Sed perfectos como lo es mi Padre", (Mt 5, 48), alimentar en vosotros sentimientos de desprecio o repugnancia hacia aquellos que o son como vosotros "cristianos" de hecho o católicos de nombre. No debéis decir: "Este, como es irreligioso, cismático o pagano, me resulta un reptil o animal inmundo y es para mí vergüenza o escándalo". Una sola cosa os debe dar vergüenza y producir escándalo por ser inmundicia y corrupción: Vuestro comercio con Satanás que lesiona vuestro espíritu y os hace repugnantes a los ojos de Dios. Esto es lo que debéis esquivar, evitar y rehuir hasta con los ojos de la mente. Esto únicamente.

 

Pero si sois, si queréis ser "hijos de Dios",

 hijos verdaderos,

habéis de tener caridad con los hermanos

necesitados en su espíritu, indigentes,

enfermos e impuros de espíritu.

 

Pero si sois, si queréis ser "hijos de Dios", hijos verdaderos, habéis de tener caridad con los hermanos necesitados en su espíritu, indigentes, enfermos e impuros de espíritu. Son necesitados los idólatras, indigentes los cismáticos, enfermos los pecadores e impuros los extraviados por doctrinas más nefastas que las de las religiones seudocristianas que creen en Cristo pero son ramas que no pertenecen al árbol verdadero y, al no estar injertadas en Cristo, son ramas selváticas que proporcionan frutos agrios, indignos de la mesa celestial. Pues si la benignidad de Dios juzga las obras de todos conforme a justicia y premia a los "buenos" por ser ello justo, nunca este premio será tan espléndido y completo como el que dará a los que son hijos verdaderos de la verdadera Iglesia.

Mucho se perdona a quien mucho ama y cree cuando éste piensa estar en la verdad al profesar otra religión. Mas puesto que el Evangelio ha sido ya predicado en aquellos pueblos que están separados de Roma, mucho será exigido asimismo a estos sordos que no quisieron oír la Verdad ni ver la Luz de Jesucristo, viviente en su Iglesia Apostólica Romana.

 

Mas no toca a vosotros, católicos, juzgar

 

Mas no toca a vosotros, católicos, juzgar. Dije Yo: "No juzguéis". Y también: "Quita primero la viga de tu ojo y después la pajita del ojo de tu hermano" (Mt 7, 1-5; Lc 6, 37-38 y 41-42.). Muchas son las vigas que hay en vuestros ojos, cristianos católicos, de fe lesionada, de muy tibia caridad y de las cuatro virtudes cardinales apagadas. Muchas, sí; demasiadas. Ved no os suceda que los idólatras y gentiles os aventajen en el amor a Cristo y merezcan ser alabados ante vosotros por su fe afianzada en la religión de sus padres, por su caridad hacia el Dios conocido y por sus virtudes valerosamente practicadas.

 

El amor purifica, incluso, lo que es impuro y profano

 

El amor purifica, incluso, lo que es impuro y profano. El amor purificó a María de Magdala y a Leví (Mt 9, 9; Lc 8, 2; 10, 38-42.). Podríamos parangonar las religiones no católicas con estos dos redimidos que aparecen en el Evangelio a los que redimió el amor. Y podríamos pensar también, ¡oh hijos!, que los creyentes de esas religiones que viven en el amor de Dios tal como se les enseñó, (si acaso Dios reclamará las causas del error a los responsables de su separación de Roma) se hayan conservado puros a mis ojos por la caridad que está viva en ellos. Repito: se les preguntará por qué no quisieron aceptar el evangelio predicado por Roma; mas Dios no apartará de ellos su mirada por cuanto su ara impura, el ara de su espíritu, habrá sido purificada por el amor.

Tened presentes las palabras de Pedro: "Reconozco que Dios no hace distinción de personas sino que en cualquier nación le es acepto todo aquel que le teme y practica la justicia" (Hch 10, 34-35.). Por tanto, sin soberbia de la mente ni anticaridad en el corazón, mirad con espíritu sobrenatural a los hermanos separados de Roma y derramad sobre ellos vuestro amor activo para unirlos a la Roma de Cristo, sea cual fuere su error.

 

Si vosotros sabéis manteneros elevados por encima

 de la carne y de la sangre

lo mismo que del humano pensamiento,

no podrán dañaros los contactos de la carne y de la mente

 

Si vosotros sabéis manteneros elevados por encima de la carne y de la sangre lo mismo que del humano pensamiento, no podrán dañaros los contactos de la carne y de la mente porque viviréis en zonas a las que no alcanza el contagio. Permaneced en Mí pues Yo soy defensa para quien vive en Mí y derramad sobre todos esa caridad que encontraréis en mi Corazón, caridad que es viva para todos y a todos amaestra.

La comunión de los santos no se limita a los hermanos en la fe. Ella abarca a todos los vivientes ya que el Primero que la estableció y puso en práctica fui Yo que por todos derramé mi Sangre.

La plegaria por los que están separados de Mí –bien por cismas, doctrinas, sectas o irreligión– denota celo por mi Causa, imitando con ello a vuestro Maestro, el cual no se perdonó a Sí mismo dolor alguno con tal de llevar los hijos separados a Dios, su Padre santo.

 

el sufrimiento pues, oro puro de vuestro amor,

sangre del corazón de la mística comunión de los santos,

 es el que, al igual del mandato de Cristo,

arranca a los muertos de la muerte.

 

El sufrimiento pues –y me dirijo a vosotros, perlas de mi grey, mis almas víctima, ejemplares míos perfectos, consuelo mío y mi gloria– el sufrimiento pues, oro puro de vuestro amor, sangre del corazón de la mística comunión de los santos, es el que, al igual del mandato de Cristo (Jn 11, 41-43), arranca a los muertos de la muerte. Y qué resurrección sea ésta, la de un espíritu, infinitamente más sublime y preciosa que la de cualquier carne, lo comprobaréis en el Cielo cuando oigáis mi: "¡Bendito!" (Mt 25, 34.) dirigido a todos vosotros, evangelizadores ocultos pero más eficaces que tantos sacerdotes tibios, que habréis conquistado para la Verdad a los incircuncisos de esta hora".

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A. M. D. G.