16 enero 1944
S. Pablo a los Colosenses, cap I, v. 15-20
soy Yo el primogénito de todas las criaturas
Si fui primero en la vida, fui también el primero que resucitó de la muerte
Dice Jesús:
"Te dije una vez (el 16 y 17 de agosto de 1943), al explicar el Apocalipsis de Juan, cómo soy Yo el primogénito de todas las criaturas (Ap. 1,5.). Primogénito por haber salido el primero del pensamiento del Padre antes de que hubiese cosa alguna en el Universo, así celeste como planetario. Primogénito porque fui el primero de la estirpe de Adán que nació tal como el Padre quería que naciesen los hijos del hombre: con procreación exenta de sensualidad y de dolor.
Al heredero, que viene a ser siempre el primogénito, se le confiere el imperio sobre todas las cosas del padre, y el padre no deja de realizar esfuerzo alguno ni sacrificio en favor de su predilecto, que es el primero que vino de su amor, para acrecentar los bienes y el poderío de su primer hijo, del destinado a perpetuar el nombre de la familia.
A Mí, heredero y primogénito del Padre Santo,
me dio Este, sin sacrificio ni esfuerzo,
un reino infinito que abarca Tierra y Cielo,
compuesto de criaturas espirituales y terrenas,
de infinitas "vidas",
todas ellas creadas perfectas por el Dios Padre y creador
A Mí, heredero y primogénito del Padre Santo, me dio Este, sin sacrificio ni esfuerzo, un reino infinito que abarca Tierra y Cielo, compuesto de criaturas espirituales y terrenas, de infinitas "vidas", todas ellas creadas perfectas por el Dios Padre y creador, las cuales son: "vidas" de astros y de planetas rodantes por los espacios celestes que, con su vivir eterno, veloz y esplendente, cantan el himno de las esferas a Dios; son "vidas" de animales minúsculos o grandiosos, cantores, mudos, voladores, rastreros, bullidores, corredores, fortísimos, sutilísimos; "vidas" que parecen rocas y "vidas" que semejan flores y que os proporcionan carne, alas, canto, ayuda, lana, miel, que fecundan flores distantes, que transportan y siembran semillas a distancias mucho mayores, que limpian las aguas y los campos, que enlazan entre sí los continentes atravesando con su lento o veloz caminar desiertos, páramos, selvas y cadenas montañosas.
Son "vidas" vegetales que os proporcionan sombra, deleite, alimento, fuego y enseres. Son "vidas" minerales que os facilitan sustancias que os son necesarias. Son "vidas" microscópicas que no carecen de razón de ser. Y todas ellas fueron creadas perfectas habiéndome sido dadas por el Padre para que estuviesen sujetas al Rey por el que todas las cosas fueron hechas (Jn 1, 3; Hb 1,2). Son las "vidas" perfectas de los seres angélicos, mis espirituales súbditos adorantes para los que un simple gesto mío es una orden por el amor que les anima. Son "vidas" que alcanzaron la perfección a través de Mí y de su buena voluntad y que, habiendo subido de nuevo al Cielo del que provienen, constituyen mi corte eterna.
Son las "vidas" creadas mediante generación continua por mi Padre: almas destinadas a dar vida a los cuerpos concebidos en la tierra, las cuales, por mi mediación, conseguirán curarse del mordisco hereditario de Satanás, volver a ser aceptas al Señor Dios omnipotente y futuras ciudadanas de mi Reino.
fui también el primero que resucitó de la muerte
Si fui primero en la vida, fui también el primero que resucitó de la muerte, al amanecer del tercer día, cuando aún no habíase iniciado la corrupción de la carne, pues no le correspondía a mi naturaleza conocer la putrefacción. Mi Carne era divina por parte de Padre y sin mácula por parte de Madre. Exenta, por tanto, de la condena que convierte vuestros cuerpos –amados en demasía por vosotros– en un amasijo de pobre verminosa antes de hacer de ellos un montón de huesos calcinados que, por un lento proceso de desintegración, los deja reducidos a un puñado de cal pulverizada: polvo en definitiva; nada más que polvo.
Como Redentor y cabeza de una nueva religión
–la mía–
hube de daros una prueba de que ella era la única divina
Como expiador supremo, hube de gustar la muerte. Como Redentor y cabeza de una nueva religión –la mía– hube de daros una prueba de que ella era la única divina. Y ¿qué prueba mayor que la resurrección después de tantos dolores de muerte por los que todos pudieron constatar el haber Yo muerto máxime tras de tantas horas de permanencia dentro de un sepulcro herméticamente cerrado, fajado con vendas saturadas de aromas cuya sola opresión podía provocar la muerte? Y ¿quién es el que, sin ayuda humana, después de semejante martirio y de tanta asfixia, surge y se libera, cual gigante que desbarata las guirnaldas de flores con las que le ciñera un niño, de las vendas cargadas de aromas, de las piedras empotradas sobre su sepulcro y se levanta hermoso, santo, fuerte y libre haciendo retemblar la tierra con su triunfo sobre la muerte y sobre el mal?
Mas, fuera de esta prueba llevada a cabo por vuestro amor, reacios y rebeldes como sois a la Fe, no era justo que el Hijo de Dios conociese otra prueba y así a la muerte siguió la resurrección, como el surgir del sol sigue a la puesta de la estrella de la mañana, y Yo soy el primer renacido de la muerte que no me podía tener por largo tiempo entre sus brazos sino tan sólo por el tiempo preciso de presentarme a la humanidad, cual hostia en el ostensorio, para que contemplase a la Gran Víctima y no negase su sacrificio, y para adorarme como a su Dios y su Vencedor, por cuanto Yo soy Aquel que, tras haberla creado, la venció, trayendo al hombre que muere en Mí, no maldición sino bendición porque, habiendo anulado la ira del Padre con la Sangre derramada desde mi Cruz, la muerte ya no representa separación sino unión con vuestro Padre, con el cual Yo, su Primogénito, os reconcilié uniendo vuestras manos con las mías traspasadas por vosotros.
Yo, Príncipe de la Paz, traje la paz a las cosas. Y si vosotros no tenéis paz, no es por deficiencia mía sino por vuestra maldad que prefiere el mal al bien, el crimen a la santidad y la sangre al espíritu".
74-77
A. M. D. G.