17 enero 1944

 

S. Pablo a los Colosenses. Cap. II y III

 

 

Hoy está en boga una gran herejía,

 sacrílega en suma grado. el hijo de Satanás pregona una nueva fe que es parodia trágica, sacrílega y maldita  de mi Fe.

Se pregona una nuevo evangelio, se funda una nueva iglesia, se levanta un nuevo altar, se alza una nueva cruz y se celebra un nuevo sacrificio, no de Dios, sino del hombre

 

 


 

Hay tan sólo una Fe que sea verdadera: la mía, que ha de ser tal como Yo os la di, perla divina cuya luz es vida

    Igual sucede con la Fe La fe no es tan sólo esperanza de cosas que se creen sino que es realidad de vida

    Hoy está en boga una gran herejía, sacrílega en suma grado

    Desde Moisés hasta ahora y desde ahora hasta el momento del Juicio, no habrá sino una cruz

   El mío os obtiene gracias y bendiciones. Este, en cambio, condenación y maldiciones eternas

   ¿dónde tenéis el Pontífice y el Sacerdote para la celebración del rito?

   Permaneced unidos a Mí. En Mí hay justicia, paz y amor

    Circuncidad de Mí vuestro espíritu. No hay más alta y perfecta circuncisión.

   Destruí vuestra muerte con la mía Cancelé con mi Sangre vuestras culpas que las rescaté por anticipado para vosotros

    La Gloria verdadera se obtiene mediante el trastrueque de los valores del mundo.   

 


 

Dice Jesús:

"Bueno, este dictado, más que para ti y para muchos como tú, viene a integrar el grupo de los "siete dictados" (Dictados sobre la reencarnación o metempsicosis.). Es conveniente, cuando un sistema comenzó a desquiciarse, continuar asestándole golpes de ariete. Esta forma de pensar es un sistema resistente como el acero y es preciso insistir para vencerlo.

 

Hay tan sólo una Fe que sea verdadera:  

la mía,

que ha de ser tal como Yo os la di, perla divina cuya luz es vida

 

Hay tan sólo una Fe que sea verdadera: la mía, que ha de ser tal como Yo os la di, perla divina cuya luz es vida. No basta estar con el nombre en esa fe como pueda estarlo, pongo por caso, una placa de mármol en una estancia. Debéis fusionaros con ella y hacer de la misma lago vuestro.

¿Forma parte de vuestra vida la ropa que lleváis? ¿Se convierte acaso en carne y sangre vuestras? No. Es una ropa que os es útil pero que si os la quitáis para vestiros otra, nada de vuestro interior os quitáis. Mientras que el alimento que tomáis viene a hacerse sangre y carne vuestras no pudiendo ya arrancarlo de vosotros. Es parte, y muy esencial, vuestra porque sin sangre y sin carne no podríais vivir y sin alimento no tendríais carne ni sangre.

 

Igual sucede con la Fe

La fe no es tan sólo esperanza de cosas que se creen

sino que es realidad de vida

 

Igual sucede con la Fe. No debe ser algo que esté en vosotros a determinadas horas cual si fuera un velo que os ponéis para mostraros más bellos y seductores a vuestros hermanos sino que debe ser parte sustancial vuestra, parte inseparable de vosotros, algo vital vuestro. La fe no es tan sólo esperanza de cosas que se creen sino que es realidad de vida. Vida que se inicia aquí, en esta quimera de la vida humana y se completa en el más allá, en aquel vivir eterno que os aguarda.

 

Hoy está en boga una gran herejía,

sacrílega en suma grado

 

Hoy está en boga una gran herejía, sacrílega en suma grado. El hijo de Satanás, uno de sus hijos, tal vez de los más grandes, no el más grande de los pasados que fue Judas ni el más grande de los que han de sobrevivir que será el Anticristo, sino uno de los que ahora viven para castigo del hombre que ha adorado al hombre y no a Dios, dándose la muerte con la intervención del hombre mientras que Yo, Dios, habíale dado al hombre la Vida mediante mi muerte –meditad esta diferencia– el hijo de Satanás pregona una nueva fe que es parodia trágica, sacrílega y maldita  de mi Fe. Se pregona una nuevo evangelio, se funda una nueva iglesia, se levanta un nuevo altar, se alza una nueva cruz y se celebra un nuevo sacrificio, no de Dios, sino del hombre.

Uno es el Evangelio: el mío.

Una es la Iglesia: la mía, católica, romana.

Uno es el altar: el consagrado con el óleo, el agua y el vino; el fundamentado sobre los huesos de un mártir o de un santo de Dios.

Una es la cruz: la mía. Aquella de la que pende el Cuerpo del Hijo de Dios: Jesucristo; aquella que es réplica del madero que Yo llevé con infinito amor y con tanta fatiga hasta la cima del Calvario. No hay otras cruces. Puede haber otros símbolos, jeroglíficos semejantes a los esculpidos en los hipogeos de los Faraones o en las estelas aztecas, símbolos, símbolos humanos tan sólo o de Satanás; mas no cruces ni símbolo alguno de toda una epopeya de amor, de redención y de victoria sobre todas las fuerzas del Mal, cualesquiera que sean.

 

Desde Moisés hasta ahora y desde ahora

hasta el momento del Juicio, no habrá sino una cruz

 

Desde Moisés hasta ahora y desde ahora hasta el momento del Juicio (Mt 25, 31-46), no habrá sino una cruz: la semejante a la mía, la que llevó pendiente, en primer lugar, "la serpiente" (N 21, 4-9; Jn 3, 14-15), símbolo de la vida eterna; la que me llevó a Mí; la que llevaré conmigo cuando aparezca como Juez y como Rey para juzgar a todos: a vosotros, benditos creyentes míos en mi Señal y en mi Nombre, y a vosotros, malditos, parodiadores y sacrílegos, que habéis arrancado de los templos, de los estados y de las conciencias mi Señal y mi Nombre sustituyéndolos con vuestra sigla y vuestro nombre satánicos.

Uno es el Sacrificio: el que repite místicamente el mío y que en el pan y el vino os da mi Cuerpo y mi Sangre inmolados por vosotros. No hay otro cuerpo ni otra sangre que puedan sustituir a la Gran Víctima.  Y la sangre y los cuerpos que inmoláis vosotros, feroces sacrificadores de quien os está sujeto y de los que están a vuestra disposición  –ya que de ellos habéis hecho cuerpos de galeotes uncidos al remo, marcados con vuestra señal cual si fuesen bestias destinadas al matadero, hechas incapaces hasta de pensar porque habéis sustraído, prohibido y lesionado esta supremacía del hombre sobre los brutos y, de seres inteligentes, habéis hecho una manada de brutos sobre los que blandís el látigo y a los que amenazáis "de muerte" con sólo que se atrevan a juzgaros en su interior– esa sangre y esos cuerpos no celebran, no sustituyen, no sirven, no, para el sacrificio.

 

El mío os obtiene gracias y bendiciones.

Este, en cambio, condenación y maldiciones eternas

 

El mío os obtiene gracias y bendiciones. Este, en cambio, condenación y maldiciones eternas. Oigo y veo los lamentos y torturas de los oprimidos a los que vosotros degolláis en su alma y en su mente más bien que en su cuerpo. Ni uno solo de quienes os están sujetos se libra de vuestro cuchillo que les deja vacíos de libertad, de paz, de tranquilidad y de fe, convirtiéndolos en idiotas morales, asustados, desesperados y rebeldes. Percibo y veo los estertores de los asesinados y la sangre que baña "vuestro" altar. Pobre sangre para la que Yo tengo una misericordia que sobrepuja toda medida y a la que perdona hasta su error, ya que el hombre le ha inferido el castigo y Dios no emplea su rigor donde ya hubo expiación.

Ahora bien, os juro que de esa sangre y de esos lamentos haré vuestro tormento eterno. Comeréis hasta hartaros y vomitaréis sangre, os ahogaréis en ella; os atronarán el alma, hasta haceros enloquecer, aquellos estertores, aquellos lamentos y serán vuestra obsesión millones de fantasmas figurando rostros que os gritarán vuestros millones de delitos y os maldecirán. Esto es lo que encontraréis allí donde os aguarda vuestro padre, rey de la mentira y la crueldad.

 

¿dónde tenéis el Pontífice y el Sacerdote

para la celebración del rito?

 

Y ¿dónde tenéis el Pontífice y el Sacerdote para la celebración del rito? Verdugos sois que no sacerdotes. Ese no es un altar sino un patíbulo. Ese no es un sacrificio sino una blasfemia. Esa no es una fe: es un sacrilegio.

Bajaos, malditos antes de que Yo os fulmine con una muerte horrenda. Haced al menos por morir como las bestias que se retiran a su cubil para morir en él ahítas de presas. No aguardéis encaramados en ese vuestro pedestal de dioses infernales que Yo os proporcioné para la expiación, no del espíritu sino de vuestro cuerpo de fieras y os haga morir entre el ludibrio de las multitudes y las torturas de los que ahora torturáis. Hay un límite: os lo hago recordar; y no hay compasión para quien remeda a Dios y se hace semejante a Lucifer (Is 14, 9-15).

Y vosotros, pueblos, sabed manteneros fuertes en la Verdad y en la Justicia. Las filosofías y doctrinas humanas se hallan todas inficionadas de escorias y las de ahora saturadas de veneno. No hay que jugar con una serpiente venenosa pues llega el momento en que sale de su encantamiento y os lanza su mordida fatal. No os dejéis envenenar.

 

Permaneced unidos a Mí.

En Mí hay justicia, paz y amor

 

Permaneced unidos a Mí. En Mí hay justicia, paz y amor. No vayáis en busca de otras doctrinas. Venid al Evangelio. Así seréis felices. Vivid de Mí y en Mí. No conoceréis los grandes goces corporales pues Yo no los doy. Lo que doy son los goces verdaderos que no son únicamente goces de la carne sino también del espíritu, goces honestos, benditos, santos, que Yo concedí y sancioné no rehusando  participar en ellos.

La familia, los hijos, un ambiente honesto, una patria próspera y tranquila, una buena armonía con los hermanos y entre las naciones. He aquí a lo que Yo llamo santo y lo que bendigo. En ello encontraréis también salud, puesto que la vida familiar, honestamente vivida, proporciona salud al cuerpo; encontraréis también calma, ya que un comercio o profesión, honestamente realizados, proporcionan tranquilidad y prosperidad para la patria y para los pueblos, puesto que, viviendo en buena armonía con los compatriotas y pueblos vecinos, evitaréis los rencores y las guerras.

En vuestra sangre, lo sé, pobres hijos míos, fermenta el veneno de Satanás. Mas Yo me he dado a Mí mismo a vosotros como contraveneno y os he enseñado a grabar sobre vosotros y en vosotros mi Señal que vence a Satanás.

 

Circuncidad de Mí vuestro espíritu.

No hay más alta y perfecta circuncisión.

 

Circuncidad de Mí vuestro espíritu. No hay más alta y perfecta circuncisión. Ella elimina de vuestra carne esas células en las que anidan los gérmenes de muerte inoculándoos la Vida que soy Yo. Ella os despoja de la animalidad revistiéndoos de Cristo. Como hijos del Adán culpable, siendo asimismo culpables vosotros por la culpa original y por culpas propias, ella os sepulta en el Bautismo y en la Confesión de Cristo, haciéndoos resurgir hijos del Altísimo.

¡Oh, no os separéis de Mí! Si permanecéis formando parte de Mí, Yo, ciertamente, os llevaré al Cielo, e incluso, –puesto que no todos sois "cielo" sino que siempre queda en vosotros algo de fango de la Tierra– os prometo que la bendición del Padre –si permanecéis en Mí y si conmigo suplicáis diciendo "Padre nuestro", tal como Yo os enseñé– (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4) os dará, tanto el Reino de los Cielos que se pide en la primera parte, como el pan de cada día y el perdón de las culpas que se pide en la segunda.

Si permanecéis en Mí como niños en el regazo de su madre, nuestro Padre tan sólo podrá ver el vestido que os cubre, es decir, a Mí que soy vuestro Redentor, vuestro Engendrador para el Cielo e Hijo suyo; y sobre el Hijo, objeto de todas sus complacencias, por el que, además de todas las cosas, hizo también el perdón y la gloria, por complacer a su Hijo que os quiere ver perdonados y gloriosos, hará llover sus gracias.

 

Destruí vuestra muerte con la mía

Cancelé con mi Sangre vuestras culpas

que las rescaté por anticipado para vosotros

 

Destruí vuestra muerte con la mía. Cancelé con mi Sangre vuestras culpas que las rescaté por anticipado para vosotros. Hice que todo resultara impotente para dañaros en la vida futura clavando en mi cruz vuestro mal, desde Adán hasta cada uno de vosotros. Puedo decir que apuré todo el veneno del mundo al succionar la esponja empapada en hiel y vinagre en el Gólgota y cambié aquel Mal en Bien porque, muriendo, lo destilé y de aquella mixtura de muerte hice agua de Vida surgida de mi pecho desgarrado.

Permaneced en Mí con pureza y fortaleza. No seáis hipócritas sino sinceros en la Fe. No son las prácticas externas las que constituyen la fe y el amor. Estas las tienen también los sacrílegos que se sirven de ellas para engañaros y procurarse glorias humanas. No debéis de ser así vosotros.

Tened presente que, como os regeneré para la Vida de la Gracia, así os resucité conmigo para la Vida eterna. Prestad pues atención a aquel lugar de Vida y buscad todo aquello que os sirva de moneda para entrar en él, es decir, todo cuanto se relaciona con el espíritu: la Fe, la Esperanza, la Caridad y las demás virtudes que hacen del hombre un hijo de Dios.

Buscad la Ciencia que no yerra: la que se contiene en mi doctrina. Esta es la que os hace capaces de guiaros de suerte que el Cielo sea vuestro.

 

La Gloria verdadera se obtiene

mediante el trastrueque de los valores del mundo.

 

Buscad la Gloria, no la irrisoria y a menudo culpable gloria terrena que Yo condeno con frecuencia y a la que no siempre tengo por gloria verdadera sino tan sólo por misión que Dios os propone para que hagáis de ella medio con el que alcanzar la Gloria del Cielo. La Gloria verdadera se obtiene mediante el trastrueque de los valores del mundo. Dice el mundo: "Gozad, atesorad, sed soberbios, prepotentes, sin corazón, odiad para vencer, mentid para triunfar, sed crueles para mandar". Y Yo os digo: Sed morigerados, continentes, sin sed de carne, de oro ni de poder, sed sinceros, honestos, humildes, amorosos, pacientes, mansos y misericordiosos (Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-23.). Perdonad al que os ofende, amad al que os odia, ayudad a quien es menos feliz que vosotros. Amad, amad, amad".

En verdad os digo que ni un acto de amor, por mínimo que sea, así sea un suspiro de compasión por el que sufre, quedará sin recompensa. Recompensa que si bien será infinita en el Cielo, lo es también grande en la tierra y sólo comprensible para quien la prueba. Recompensa de la paz de Cristo para todos mis buenos y de la luminosidad de la Palabra para los "buenísimos" a los que Yo vengo en busca de consuelo.

Hijos míos queridos a los que amo con un amor que sobrepuja con mucho al odio que, como fluido infernal, circula por la Tierra, amadme a vuestra vez. Cuanto hagáis o digáis, hacedlo en el nombre de vuestro Jesús, dando gracias así, por su medio, a vuestro Padre Dios y la gracia del Señor permanecerá, a modo de coraza, sobre vosotros en la tierra y como aureola segura para el Cielo".

 

Aquel "discurso" fue pronunciado hace unos ocho días y, por tanto, hacia el día 10 u 11 del actual. En él se decían, entre otras, frases como éstas: que los sacerdotes no son necesarios, ni para Dios ni para las almas, pues son unos profesionales, etc., etc., que tan sólo se cuidan de sacar el mayor lucro posible a su profesión etc., etc; que cuando acabe la guerra, naturalmente con la victoria de Alemania, se instaurará un nuevo y verdadero culto, se abrirán unos nuevos y verdaderos templos y a ellos acudirán los fieles de la nueva fe a ver cómo se consuma el sacrificio en el que se ofrecerán el pan y la sangre del pueblo germano.

Palabras y promesas hechas por Hitler a sus súbditos.

77-84

A. M. D. G.