20 enero 1944

 

 

"Quien perseverare hasta el fin se salvará"

 

 


 

ten siempre presentes, lo mismo en éste como en otros muchos abatimientos futuros, fruto todos ellos de la anticaridad que te rodea, estas luminosas palabras

    Toda pena superada sin plegarse supone un aumento de fusión en el Cielo 

  La luz de estos espíritus que salvaron a sus atormentadores es una luz especial que deriva del rayo de mi costado abierto

 


 

Dice Jesús:

"Quiero explicarte la epístola y el evangelio de la Misa de ayer. Ayer tarde te encontrabas por demás cansada para que Yo lo hiciera.

"Quien perseverare hasta el fin se salvará", dice el fragmento evangélico (Mt 10, 22; 24, 13.). Y en la epístola: "No queráis pues malograr vuestra confianza a la que le está reservada una gran recompensa. Así pues os es necesaria la paciencia a fin de que, haciendo la voluntad de Dios, podáis conseguir lo que os fue prometido; porque, un tantico no más, y quien ha de venir vendrá y no tardará; empero el justo vive de la fe, mas, si se vuelve atrás, ya no será agradable a mi alma" (Hb 10, 35-38.).

 

ten siempre presentes, lo mismo en éste

como en otros muchos abatimientos futuros,

fruto todos ellos de la anticaridad que te rodea,

estas luminosas palabras

 

Mira, hija: ten siempre presentes, lo mismo en éste como en otros muchos abatimientos futuros, fruto todos ellos de la anticaridad que te rodea, estas luminosas palabras. Son las que dieron la fortaleza a los martirizados por los tiranos, por sus familiares o superiores.

Hay que perseverar hasta el final salvando todos los desprecios, todos los choques, presiones y penas. Yo soy el premio que se da a quienes perseveran. Piénsalo bien, María: Yo, tu Jesús. Pero, ¿qué serán entonces para ti estas espinas que ahora te punzan y tanto te hacen sufrir? Nada, menos que nada: un gozo. Las mirarás con amor y las besarás con reconocimiento porque, precisamente por ellas, me poseerás a Mí más poderosamente.

 

Toda pena superada sin plegarse

supone un aumento de fusión en el Cielo

 

Toda pena superada sin plegarse supone un aumento de fusión en el Cielo. Recuérdalo. Allí se ve todo bajo una nueva luz. Aun a aquellos a los que ahora amas únicamente por mi amor, pues su modo de obrar movería tu humanidad a no amarlos, allí los amarás espontáneamente porque los verás como medios que te proporcionaron ese infinito Tesoro que soy Yo.

La última plegaria de los mártires era por sus verdugos, ya que por ellos alcanzaron la Luz; y la última de los santos era por sus opresores, puesto que por ellos alcanzaron la Caridad.

No sabes, no lo sabes tú, pero Yo te lo digo: Muchos superiores conventuales, a los que una humanidad viva en ellos, a pesar de su vestido de renuncia a la carne, les llevaba a la soberbia y, por tanto, a la anticaridad para con sus subordinados, llegaron al arrepentimiento y de éste a un renacimiento espiritual origen de su nacimiento para el Cielo, precisamente por las oraciones de un "santo" encomendado a él, el cual logró cambiar su dureza y sus injusticias con actos de amor sobrenatural, rogando y sufriendo por la redención de aquel corazón que para ellos era tan poco benévolo. Ahora en el Cielo ven juntos mis ángeles al oprimido y al opresor; y el superior no es ahora el opresor sino el oprimido que, cual padre amoroso, contempla con gozo a su salvado que entró en la vida eterna gracias a su verdadero amor.

 

La luz de estos espíritus que salvaron a sus atormentadores

 es una luz especial

que deriva del rayo de mi costado abierto

 

La luz de estos espíritus que salvaron a sus atormentadores es una luz especial que deriva del rayo de mi costado abierto, de mi corazón que rogó desde la cruz por sus crucifixores, porque aquellos que ruegan por quien les hace sufrir se asemejan a Mí que rogué por mis verdugos (Lc 23, 34.)

Confianza pues en Mí que lo veo, y paciencia con los demás y con las cosas que os acaecen en contra. La recompensa es tal que merece cualquier sacrificio y no tardará en llegar.

No te desanimes. Deja a los demás que sean lo que quieran. Tú sé mía y basta. O, más bien, ruega –es la caridad más grande– para que los demás sean lo que Yo quiero que sean. Y sé cada vez más mía. Vete en paz, Yo te bendigo".

87-88

A. M. D. G.