31 enero 1944

 

Ezequiel. Cap. X y XI (o más exactamente Ez 9, 1 al 11,21)

 

 

¿dÓNDE ESTÁ PUESTO EL SIGNO TAU?

 

 


 

El signo Tau es una cruz desmochada

   ¿En qué consiste el signo Tau? ¿Dónde está puesto?

    La mera convicción vuestra de la necesidad y obligación de dar a Dios toda la gloria y obedecerle en todo, marca en vuestra alma esa señal santa que os hace míos..

.    Dios lee en el fondo de vuestros corazones

   Es justo, por tanto, que seáis castigados por vuestras culpas contra la Caridad con el fuego de la Caridad que rechazasteis.

   A este Juicio, a los lados del Juez, que soy Yo, asistirán mis cuatro Evangelistas

   Nada, nada absolutamente sois como materia. Sólo mi espíritu, infundido en vosotros, hace que seáis algo

 


 

Dice Jesús:

 

El signo Tau es una cruz desmochada

 

"El signo Tau es una cruz desmochada como es justo que así sea la que marca a los súbditos que no pueden poner baldaquino a su trono arrogándose nombre de rey. Son hijos de Dios, mas no "primogénitos del Padre". Sólo el Primogénito se sienta en el trono real. Sólo Cristo, cuyo trono terreno fue la Cruz, lleva en alto en la misma, sobre el tablero que levanta por encima de la cabeza, su enseña gloriosa: "Jesucristo, Rey de los Judíos" (Mt 27, 37; Mc 15, 26; Lc 23, 38; Jn 19, 19-22.).

Los cristianos llevan el signo de Cristo humildemente cortado por arriba, como así conviene a hijos de estirpe real pero que no son primogénitos del Padre.

 

¿En qué consiste el signo Tau?

¿Dónde está puesto?

 

¿En qué consiste el signo Tau? ¿Dónde está puesto? ¡Oh, dejad a un lado la materialidad de las formas cuando os adentráis en el conocimiento de mi reino que es todo él espiritual!

No será una marca material la que os ha de inmunizar del fallo a ejecutar por los ángeles. Será una señal marcada con caracteres invisibles al ojo humano, pero bien visibles para mis ministros, los ángeles, sobre vuestros espíritus y serán vuestras obras, esto es, vosotros mismos quienes durante la vida habréis grabado esa señal que os hace dignos de ser llevados salvos a la Vida. Edad, posición social, nada será todo eso a los ojos de mis ángeles. Lo único que tendrá valor será esa señal. Ella igualará a los reyes con los mendigos, a los hombres con las mujeres, a los sacerdotes con los soldados. Todos la llevarán igual siempre que cada uno, en su respectiva forma de vida, haya servido igualmente a Dios y obedecido su Ley, e igual será el premio de ver a Dios y gozar de El eternamente, para todos aquellos que se presenten ante Mí con esa fúlgida señal en su espíritu.

 

La mera convicción vuestra de la necesidad y obligación

 de dar a Dios toda la gloria y obedecerle en todo,

marca en vuestra alma esa señal santa que os hace míos...

 

La mera convicción vuestra de la necesidad y obligación de dar a Dios toda la gloria y obedecerle en todo, marca en vuestra alma esa señal santa que os hace míos y os comunica una dulce semejanza conmigo, Salvador, de suerte que vosotros, lo mismo que Yo, os afligís por los pecados de los hombres, por sus ofensas contra el Señor y por la muerte espiritual que causan a los hermanos. Con ello la caridad se enciende y donde hay caridad está la salvación.

Dice Ezequiel que oyó al Señor ordenar al hombre vestido de lino que cogiese los carbones encendidos que estaban entre los querubines y los lanzase sobre la ciudad para castigar a los culpables, comenzando por los del santuario, por cuanto el ojo del Señor estaba canso de ver las obras del hombre que piensa poder hacer el mal impunemente porque Dios se lo deja hacer, figurándose que Dios vea tan sólo el hipócrita aspecto exterior

 

Dios lee en el fondo de vuestros corazones

 

No. Con su poder infinito Dios lee en el fondo de vuestros corazones. Sabedlo bien: vosotros, ministros del santuario; vosotros, poderosos de la tierra; vosotros, cónyuges que pecáis; vosotros, hijos que faltáis al cuarto mandamiento; vosotros, profesionales que mentís; vosotros, vendedores que robáis; vosotros todos que desobedecéis a mis diez mandamientos (Ex 20, 1-17; Dt 5, 1-22). Es inútil toda ocultación. El ojo de Dios, al igual de vuestros rayos X, de los que tanto os ufanáis cada vez más, os sondea, os penetra, os traspasa, os lee y os desentraña por lo que realmente sois. Recordadlo.

No es una acción simbólica la del fuego tomado de entre los querubines para castigar.

¿A qué faltáis delinquiendo? A la caridad. Ya os expliqué, al hablar del Purgatorio y del Infierno, estas dos verdades que vosotros las tenéis por cuentos. Caridad para con Dios, los tres primeros mandamientos; y caridad para con el prójimo, los otros siete.

¡Oh!, muchas serán las veces que me oiréis volver sobre este tema y ¡ojalá que no hubiese tanta necesidad de hacerlo!, pues ello querría decir que habíais mejorado. Pero no mejoráis sino que, por el contrario, os precipitáis a velocidad de meteorito hacia la anticaridad.

Vuestras acciones, o mejor, vuestras "malas acciones" contra la Caridad, pululan más numerosas que los hongos en un terreno descompuesto. Observo este germinar cada vez más vasto y vigoroso, este prosperar de malas acciones sobre otras malas acciones preexistentes, como si de un estrato de podredumbre surgiese otro aún más venenoso y así sucesivamente. Es la atmósfera de pecado y de delito, es el terreno de pecado y de delito en que vivís, sobre el que posáis, del que surgís, el que nutre con su corrupción al nuevo y más corrompido y sanguinario estrato, terreno y atmósfera. Es un movimiento continuo, un caos rotante de mal como el de ciertos microbios patógenos que van reproduciéndose sin cesar y cada vez con más virulencia en una sangre contaminada.

 

Es justo, por tanto, que seáis castigados

por vuestras culpas contra la Caridad

con el fuego de la Caridad que rechazasteis.

 

Es justo, por tanto, que seáis castigados por vuestras culpas contra la Caridad con el fuego de la Caridad que rechazasteis. Lo que antes fue Amor es ahora Castigo. No debe despreciarse el don de Dios, y vosotros los despreciasteis. El don se cambia a castigo. Dios os retira la Caridad y os deja en vuestra anticaridad. Dios os lanza, a modo de saeta, la Caridad que despreciasteis y os castiga a fin de llamaros, si no a muchos, al menos a aquellos que aún son susceptibles de arrepentimiento y de meditación.

Los querubines, símbolos de la Caridad, sobrenatural, guardan entre ellos las brasas de la Caridad. Esta acción, que parece únicamente simbólica, oculta una verdad real.

Cuando seáis llamados al gran Juicio, los que vivieron en la Caridad no aparecerán ardiendo con el fuego punitivo. Habiendo ya ardido ellos en el santo amor del que estuvieron llenos, no conocerán el mordisco de los encendidos castigos divinos sino tan sólo el beso divino que les prestará una mayor belleza. Mientras que aquellos que fueron carne, únicamente carne, llevarán marcadas en ella las cicatrices de los rayos divinos porque la carne, ella tan sólo, es la que puede estar marcada con tales cicatrices y no el espíritu que es fuego que vive en el Fuego del Señor.

 

A este Juicio, a los lados del Juez, que soy Yo,

asistirán mis cuatro Evangelistas

 

A este Juicio, a los lados del Juez, que soy Yo, asistirán mis cuatro Evangelistas. Se consumieron a sí mismos por llevar la ley de la Caridad a los corazones y continuaron su obra más allá de la muerte con sus Evangelios, en los que el mundo tiene la vida, ya que conocer a Cristo es tener en sí la Vida. Justo es, por tanto, que Juan, Lucas, Mateo y marcos estén conmigo cuando seáis juzgados por haber o no haber vivido el Evangelio. No soy Yo un Dios celoso y avaro. Si os llamo a vosotros a condividir mi gloria, ¿cómo no he de hacer copartícipes de la gloria del Juicio a estos mis siervos fieles que os divulgaron mi Palabra y la rubricaron con su sangre y con sus sufrimientos?

No en la vida sino por la vida que vivisteis os juzgaré al término de la misma, es decir, en el punto preciso en que la vida ha de cesar para cambiarse a eternidad. Os juzgaré a todos, desde el primero hasta el último, definitivamente, por el bien que hubiereis hecho o dejado de hacer; y tú, ya lo has visto (En la visión del 29 de enero), resucitaré todos de igual manera, pobres huesos desligados, vapor mísero que se recondensa en carne, cosas que tanto os ensoberbecen, como si esos huesos y esa carne os hiciesen superiores a Dios.

 

Nada, nada absolutamente sois como materia.

Sólo mi espíritu, infundido en vosotros, hace que seáis algo

 

Nada, nada absolutamente sois como materia. Sólo mi espíritu, infundido en vosotros, hace que seáis algo, y sólo conservando en vosotros mi espíritu que viene a ser alma en vosotros, merecéis ser revestidos con aquella luz imperecedera que será el indumento de vuestra carne incorruptible para la eternidad.

Os juzgaré, pero ya vosotros, antes de que Yo aparezca, os habréis juzgado a vosotros mismos, porque entonces os veréis. Muerta la Tierra de la que tan ávidos estáis y, con ella, todos sus gustos, saldréis de la embriaguez con que os hartáis, y veréis.

¡Oh, tremendo "ver" para quien vivió únicamente de la Tierra y de sus embustes! ¡Oh, festivo "ver" para quien, cerrando sus oídos a las voces de la Tierra, "quiso" escuchar las del Cielo permaneciendo fiel a ellas"!.

Muertos los primeros y vivos los segundos, serán oscuridad o luz, según su respectiva forma de vida, bien con la Ley o contra la Ley a la que opusieron la ley humana o demoníaca, e irán al abrazo tremendo de la Oscuridad eterna o al beatífico de la Luz trinitaria que arde en deseos, ¡oh, santos míos, amadores míos! de fundiros a Sí por toda la Eternidad."

119-124

A. M. D. G.