4 febrero 1944

 

 

Las luchas de María Valtorta

en todo lo que ella escribe.

 

 


 

Cuanto más cuidadosa y exacta seas (en la descripción de lo que veo), tanto mayor será el número de los que vengan a Mí

    ... al explicarte el Evangelio hago con ello una tentativa más fuerte para traer los hombres a Mí. Ya no me limito a la palabra... recurro a la visión y la explico a fin de hacerla más clara y atrayente

 


 

Como ve, me apresuro a consignar los pormenores que por su nimiedad se me habían escapado y que usted desea poseer.

Hoy pues, al leer el cuadernillo, anoto una frase de Jesús que puede servirle de norma.

 

"Cuanto más cuidadosa y exacta seas

(en la descripción de lo que veo),

tanto mayor será el número de los que vengan a Mí"

 

Decía usted esta mañana que no podrá dar a conocer mis descripciones a causa del estilo y yo, que siento horror a ser conocida, me he visto por ello muy contenta. Mas, ¿no le parece que ello sea contrario a lo que dice el Maestro en el último dictado del cuadernillo? "Cuanto más cuidadosa y exacta seas (en la descripción de lo que veo), tanto mayor será el número de los que vengan a Mí". Lo cual implica que las descripciones deben ser conocidas, pues, de otra suerte, ¿cómo puede haber numerosas almas que, gracias a ellas, vayan a Jesús?

Someto este punto a su consideración y haga después lo que mejor le plazca, que para mí es indiferente, si bien, humanamente, comparto su parecer. Mas aquí no pisamos terreno humano y hasta lo que de humano tiene la portavoz debe desparecer.

 

"... al explicarte el Evangelio

hago con ello una tentativa más fuerte para traer los hombres a Mí.

 

Ya no me limito a la palabra... recurro a la visión y la explico

 a fin de hacerla más clara y atrayente"

 

Incluso en el dictado de hoy dice Jesús: "... al explicarte el Evangelio hago con ello una tentativa más fuerte para traer los hombres a Mí. Ya no me limito a la palabra... recurro a la visión y la explico a fin de hacerla más clara y atrayente". Entonces, ¿qué?

Entre tanto, como soy una pura nada que, de mí sola, me doblo en seguida sobre mí misma, le digo que me ha turbado su observación –y el Envidioso se goza con ello– tanto que me hace pensar que ya no debo escribir lo que veo sino únicamente los dictados. Me sugiere al corazón: "¿Ya lo ves? ¡No sirven para nada tus famosas visiones! Sólo para que te tengan por loca; como así, en verdad, lo eres. ¿Qué es lo que ves? Los fantasmas de tu cerebro turbado. ¡Algo bien distinto se requiere para merecer la visión del Cielo!"

Y todo el día de hoy me tiene sometida al influjo corrosivo de su tentación. Le aseguro que no he sufrido tanto con mi gran dolor físico como he sufrido y estoy sufriendo por esto. Me quiere hacer desesperar. Mi viernes de hoy es viernes de tentación espiritual. Me acuerdo de Jesús en el desierto y en el Getsemaní...

Mas, para no darle que reír a este demonio astuto, no me doy por vencida y, luchando contra él y contra mi parte menos espiritual, le escribo mi gozo de hoy, asegurándole al mismo tiempo que, por mí, me vería muy contenta de que Jesús me quitase esta gracia de ver que para mí representa la dicha más excelsa. Me basta con que me conserve su amor y su misericordia.

127-128

A. M. D. G.