6 febrero 1944

 

Ezequiel, cap. 47.

 

 

"Yo soy (en quien me acoge) fuente de agua viva

 

que brota para vida eterna"

 

 


 

Ya se trate de un hombre o de una nación, dichosos aquellos que me acogen y sienten realizarse en sí los prodigios del Agua de Vida.

    por haber rechazado a Cristo, Agua que fecunda, estáis ya llegando a donde no hay ya vida

    Es ésta la verdadera Guerra de la que han derivado todas las guerras de la humanidad entera desde la era cristiana: la lucha contra Cristo

    Satanás es el Capitán de este ejército que tuvo su inicio en Jerusalén 

  ¡Oh lenguaje florido de mi Profeta!

    Entended el lenguaje de mi Profeta. ¡Es tan diáfano al mirarlo con ojos clarificados por el amor de Dios...!

   Escuchad la Voz que os llama

 


 

Dice Jesús:

"Dije: "Yo soy (en quien me acoge) fuente de agua viva que brota para vida eterna (Jn 4, 13-14)".

 

Ya se trate de un hombre o de una nación,

dichosos aquellos que me acogen y sienten realizarse en sí

los prodigios del Agua de Vida.

 

Ya se trate de un hombre o de una nación, dichosos aquellos que me acogen y sienten realizarse en sí los prodigios del Agua de Vida. Mas, ¡qué pocos son, hoy día, los hombres que me acogen y menos aún las naciones! Los frutos de este rechazo, u olvido tal vez, se palpan. Se ven en toda su trágica realidad y se gustan en su maléfico sabor, llevándoos a la desesperación y a la muerte tras haberos hecho delirar con el temor del mañana hasta el punto de llegar a enloquecer. Y motivos tenéis para enloquecer.

Porque, si vieseis la realidad del futuro que se acerca, ni uno solo de vosotros, que no esté asistido por Satanás, resistirá. Digo Satanás, porque ni se os ocurre pensar que pueda ser Cristo el que os asista, antes, cuanta mayor necesidad tenéis de un apoyo compasivo, de una luz en las tinieblas y de una palabra de consuelo que os oriente, con mayor hostilidad volvéis vuestra mirada contra estas cosas, culpando a Dios y desatando contra El el rencor que deberíais proyectar contra quien es para vosotros ocasión de tanto mal: contra Satanás y contra vuestras malvadas pasiones.

 

por haber rechazado a Cristo,

Agua que fecunda,

 estáis ya llegando a donde no hay ya vida.

 

Mirad a lo que ya habéis llegado y temblad, temblad pensando en a lo que habréis de llegar a ser. Peor que esas áridas arenas salitrosas en las que no se da posibilidad alguna de forma de vida y se encuentran en los parajes más desolados de los desiertos –desolación que no conoce ni la pobre vegetación que cubre la aridez de los desiertos con hierbas gramíneas, matas espinosas y raros animales que los pueblan y que, al proporcionar a aquellas soledades una vida de vuelos, gorjeos y serpenteos, da a entender que aquel rincón de la tierra no es polvo árido desde hace siglos– peor que estas tierras salitrosas en las que nada vive, no puede arraigar semilla alguna ni los pájaros posar su vuelo como tampoco descansar los reptiles bajo el suelo ni arrastrar por el mismo con rápidos movimientos su lustrosa piel, así llegaréis a ser, estáis ya llegando y muchos habéis llegado ya por haber rechazado a Cristo, Agua que fecunda.

 

Es ésta la verdadera Guerra

de la que han derivado todas las guerras de la humanidad entera

desde la era cristiana:

 

la lucha contra Cristo

 

Desde mi Cielo Yo, Cabeza del Cuerpo místico, integrado por la totalidad de los cristianos, derramo mis ondas vitales que, por medio de mi Iglesia, las derramo sobre el mundo, o mejor, las derramaría, puesto que el mundo levanta barreras y diques que me impiden derramarlas. Ahora bien, el mundo cerca a la Iglesia con estos diques para ahogarla y sepultarla y a Mí con ella. Es una lucha sin cuartel. Es ésta la verdadera Guerra de la que han derivado todas las guerras de la humanidad entera desde la era cristiana: la lucha contra Cristo.

Sabedlo: no son precisas las grandes persecuciones o los grandes cismas para luchar contra Cristo. Bastan las pequeñas, individuales e íntimas luchas de cada uno de vosotros contra mi Ley; basta, incluso, la velada, artera y estatal lucha de una Nación contra la voz de la Roma católica, contra la voz que habla en mi nombre por los labios de mi Vicario que llama a los hombres y, en especial, a sus jefes, a la ley de la honestidad, del deber y del amor. Todas éstas son luchas contra Cristo. Son las guerrillas. Ahora estáis tan hechos a los términos bélicos que me entendéis perfectamente al denominarlas así. Son las guerrillas. Tras ellas vienen los verdaderos asaltos propiamente dichos, los grandes avances, las imponentes maniobras y las matanzas crueles.

 

Satanás es el Capitán de este ejército

que tuvo su inicio en Jerusalén

 

Satanás es el Capitán de este ejército que tuvo su inicio en Jerusalén en el seno del Sanedrín con la casta de los fariseos, de los escribas y de los saduceos; que encontró su abanderado en Judas; que fue creciendo en número durante los siglos de las persecuciones cristianas; que, como un alud, se ha ido cargando siempre con nuevos elementos a través de los cismas, las doctrinas demagógicas, los partidos políticos y las nuevas formas de gobierno, culminando con el Anticristo, el cual, a mi torrente de Gracia, contrapondrá un torrente de ferocidad y de sangre en el que capotearéis y caeréis, siendo muy pocos los que caerán como víctimas santas invocando a Cristo. La mayoría caerán como bestias degolladas, ahítos y adiposos de vicios, desconcertados, envenenados y asatanados con doctrinas malditas, demonios en la palabra que blasfema, en la mente que niega y en el corazón que abjura.

 

¡Oh lenguaje florido de mi Profeta!

 

¡Oh Agua de la divina Gracia que, al pasar, habrías llevado la vida, purificado y nutrido las arenas, privado de su salobridad y putrefacción a las ondas con las que te habrías mezclado, permitiendo a las primeras ser asiento de robustos árboles cargados de frutos de toda especie y a las segundas ser morada de toda variedad de peces! ¡Oh lenguaje florido de mi Profeta! El agua que purifica es la que brota de mi Corazón abierto por amor de la humanidad. Ella porta consigo la esencia de este amor divino a cuyo contacto, como por un filtro bendito, desaparece toda impureza.

¡Vuestra humanidad filtrada a través de la mía! ¿Puede darse poema de amor más sublime que éste: el de un Dios que se hace hombre para salvar, a través de Sí mismo, a la humanidad entera?

Las arenas: las almas, numerosas como los granos de arena, a las que mi contacto, su fisión conmigo, hace fértiles, buenas y aptas para suministrar árboles de vida.

E, igualmente, las plantas: son también las almas que al vivir en un terreno regado por la Gracia, vienen a desarrollar de tal manera que alcanzan hasta el Cielo, estando cargadas con frutos de todas las especies, esto es, de todas las virtudes.

Las aguas, antes amargas, a las que la Gracia tornó salutíferas de modo que en ellas puedan criarse numerosos peces, son las obras buenas.

 

Entended el lenguaje de mi Profeta.

 ¡Es tan diáfano al mirarlo con ojos clarificados

 por el amor de Dios...!

 

Entended el lenguaje de mi Profeta. ¡Es tan diáfano al mirarlo con ojos clarificados por el amor de Dios...! Y no queráis ser, en lo sucesivo, balsas putrefactas y playas bajas en las que se deposita la acrimonia de la sal, es decir, del mal, y en donde reina la podredumbre, esto es, el mal más grande. Porque si el mal de la poca caridad, de la tibieza y de la negligencia es sal que impide vivir a las obras buenas, la podredumbre del grande mal, es decir, de los siete vicios y del anticristianismo impide hasta el paso fugaz de un buen pensamiento.

No caigáis en la podredumbre. Haced por salir del profundo en que estáis y remontaos hasta el manantial de Dios uniéndoos a él y consiguiendo así que avancéis más y más hacia Mí, os anegue, prevalezca en vosotros y anule vuestro pobre yo bajo su gran poder de Redención haciéndoos santos, bienaventurados y felices aún en esta vida, hijos, en la que tantas infelicidades existen y en la que, para llorar, no es preciso llegar hasta la de enfrentarse a Cristo provocando tantas ruinas individuales y colectivas.

 

Escuchad la Voz que os llama

 

Escuchad la Voz que os llama. Escuchad la voz de Quien os ama. No hay, no, otro que os ame como vuestro Dios ni quien os diga palabras más verdaderas que las mías. Aprestaos a recibirlas y abríos a la Gracia. Ella viene para sanar vuestros males y enjugar vuestro llanto. Viene y ... aguarda en la puerta a que le digáis: "Entra" para irrumpir en vosotros con todas sus gracias de paz, de tranquilidad, de salud y, en fin, de vida eterna, puesto que en ella va comprendida toda dicha."

He de consignar que lo escrito ha sido tras un negro día de desolación en el que me parecía como si el cielo y la tierra se concitaran para castigarme. ¿Por quién sufro así? Jesús no me lo dice; pero derrama en mí su palabra para mezclar un poco de bálsamo en mi cáliz de hoy.

132-135

A. M. D. G.