8 febrero 1944
Daniel 3, 8-97
La fe de tres jovencitos
Nabucodonosor, ebrio de poder, creyó lícito sobrepasar la medida hasta con Dios,
Esto es Dios: Espíritu y Carne
Fijaos bien en esta gran enseñanza
Teniendo a Dios supieron resistir a todas las amenazas y no temer
Y el Amor responde al amor. Dios no defrauda jamás.
las cosas que, con su lenguaje, saben alabar a Dios mejor que los hombres
Nabucodonosor vio a Dios en su ángel y comprendió que contra Dios no es posible luchar.
Dice Jesús:
"Ven, mi pequeño Juan. Tras haber gozado con la visión de tu Jesús que ama a los niños, vayamos juntos a leer a mi Daniel, que lo es también tuyo, en aquel punto donde habla de tres muchachos que agradaros a Dios porque tuvieron fe, fidelidad y confianza propias de niños y creyeron con tenacidad y sin titubeos, aun dentro de una prueba tremenda, porque amaban "con la mente, con el corazón con todas sus fuerzas y con todo su ser al señor Dios (Dn 3, 8-97.)
Siempre ha habido tiranos que, en su tiranía, de la que Satanás se sirve para extraviarlos y acongojar a sus súbditos llevándolos a desconfiar, sobre todo de Dios, se gozan en dictar leyes inicuas, promulgadas por apetito de soberbia y apoyadas por la fuerza de las armas.
Mezquina fuerza que Yo repruebo y maldigo. Fuerza que es debilidad. Fuerza de un prepotente que se alza en armas contra el mismo Dios. Fuerza que suscita otras fuerzas que resuelven humanamente la situación con un delito que viene a ser la consecuencia de los delitos anteriores o atraen sobrenaturalmente el auxilio divino que, más potente que todas las armas y todas las palabras, echa por tierra la soberbia del tirano cambiándola en benignidad, librando así de manera santa a los súbditos de su tiranía sacrílega.
Nabucodonosor, ebrio de poder,
creyó lícito sobrepasar la medida hasta con Dios,
Nabucodonosor, ebrio de poder, creyó lícito sobrepasar la medida hasta con Dios, incluso cerca de aquellos que adoraban el verdadero Dios, imponiendo la idolatría mediante una estatua de oro, símbolo de su poder que él tenía por divino.
Tan sólo Dios es divino y el único poder verdadero es el divino. Todos los demás son misiones encomendadas, porque ha de haber, es cierto, quien sea jefe de un grupo étnico, mas no son superpotentes ni, mucho menos, divinos. Ya expliqué (30 junio, 23 y 30 octubre de 1943) cómo lo son mientras Dios permite que lo sean y que lo son para ayuda o castigo de los hombres merecedores o no de la protección del Cielo, terminando de serlo cuando sobrepasan la medida haciendo excesivamente pesado el yugo punitivo impuesto a los hombres protervos. Dios, para castigar una culpa, no permite que, de ella, se derive otra mayor y entonces hiere a aquel que no es ya administrador de justicia sino de un poder culpable.
El hombre dobla tanto más su cerviz ante los tiranos
y los poderosos
cuanto éstos son más tiranos en el ejercicio de su poder
mal entendido y ejercitado
El hombre dobla tanto más su cerviz ante los tiranos y los poderosos cuanto éstos son más tiranos en el ejercicio de su poder mal entendido y ejercitado. Esta idolatría de las masas, de la que he hablado más de una vez (21 y 28 de julio, 5 y 10 de noviembre y 29 de diciembre de 1943), se da con quien, salido de la propia masa, llega más o menos lícita y santamente a Jefe del pueblo, llevando a cabo más o menos justamente su misión. Y, puesto que Satanás es el eterno urdidor de engaños y el que genera de continuo nuevas "bestias" apocalípticas con las que tener a los hombres sojuzgados, dótales de todo el poder de seducción. Y, puesto que los hombres tienen en sí el fomes del mal más que el del bien, estando más inclinados al Mal-Satanás que al Bien-Dios, y no contrabalanceando ni neutralizando el fomes maléfico con el amor y con la unión con Cristo vencedor de Satanás, sucede que son tanto más idolatrados cuanto estos triunfadores de una hora son menos merecedores de serlo.
En el reino de Babilonia, los súbditos, atraídos por el brillo de la estatua de oro (¡significado profundo!) y por las voces atronadoras de los pregoneros haciendo pública la voluntad del rey, se apresuraron a adorar al ídolo. ¡Al ídolo! No a Dios. ¡Al ídolo de oro! ¡Al oro, el eterno fascinador!
Dios no es ídolo de oro. Dios es un Espíritu infinito, eterno y perfecto que está en el Cielo. Dios es una Carne santísima pendiente de una cruz sobre la Tierra o viva en el Sacramento sobre el altar eucarístico. En el Cielo cantan alrededor de su Trono los nueve coros angélicos. En torno a su Cruz, desde el Gólgota hasta hoy y hasta el fin del mundo, suben las voces de los que rezan y aman (¡pocos!) y los gritos de los que blasfeman (¡muchos!). Y, rodeando su Tabernáculo, están como lámparas, los corazones que le adoran y esperan de El vida y consuelo.
Esto es Dios: Espíritu y Carne
Esto es Dios: Espíritu y Carne. No oro: metal al que habéis revestido de un gran valor porque, eternos salvajes como sois, os habéis dejado seducir por su brillo con ser menos precioso que el hierro pardusco que os proporciona las rejas, las hoces y las azadas, únicas armas útiles con las que labrar la tierra, enterrar la semilla y segar las espigas: ese gran regalo de Dios para el hombre que constituye vuestro pan cotidiano.
Los súbditos de Nabucodonosor, unos por la seducción del oro –los más– y otros por miedo a los castigos reales, adoraron al ídolo. Todos, menos tres muchachos que, gracias a la solicitud del profeta de Dios, no se habían contaminado con alimentos impuros.
Fijaos bien en esta gran enseñanza
Fijaos bien en esta gran enseñanza. Muchas veces el fomes del pecado entra por la gula. En un cuerpo golosamente nutrido surgen también los demás apetitos. Viene la concupiscencia con su triple ropaje porque los humos del exceso en la comida despiertan la sensualidad excitando la soberbia y, consiguientemente, empujan al hombre a la avidez del dinero, ya que para adueñarse de una mujer y del poder, se necesita mucho dinero. Muere la fe en el hervor de las pasiones y el alma se aparta de Dios disponiéndose con ello a adorar al primer ídolo que se le presente.
Sidrac, Misac y Abdénago habían vivido castamente aun en lo que a la gula se refiere, siendo fieles a Dios, a su Dios, incluso en esto. Y Dios había crecido en ellos al ritmo de su propio organismo. Dios era el dueño de su corazón, altar puro al que prestaban sumo cuidado por ser el trono de su Señor.
supieron resistir a todas las amenazas y no temer
Teniendo a Dios, vivo en ellos y dueño de todas sus fuerzas, siendo, más que dueño, Padre y Regulador de todas ellas, supieron resistir a todas las amenazas y no temer; no temer, María. Ni juzgaron conveniente discutir siquiera con el tirano. Es buena regla no entrar en discusiones con los malvados sino pedir a Dios que discuta por nosotros en su corazón, ya que lo hará mucho mejor de lo que nosotros pudiéramos hacerlo.
Mira lo que hice Yo, siendo Dios, con mis acusadores, inquisidores y jueces. Corté siempre por lo sano o no respondí nada en absoluto (Mt 27, 14; Mc 15 15, 4-5; Lc 23, 9). Primero subí a la Cruz, rogando y sufriendo, y después obré desde el Cielo. Así ha de hacerse, mi pequeño Juan, con aquellos a quienes se quiere convertir. La primera conversión se obtiene con la plegaria y el dolor y después, estando ya el ánimo dispuesto a recibirla, desciende la Luz de Dios que se hace Palabra y Vida.
No discuten los tres muchachos porque saben que con la discusión no se obtendría fruto alguno y sería preciso un prodigio para despejar las nieblas en el corazón del rey. Prodigio alcanzado mediante un acto de fe absoluta y de heroísmo intrépido. Fe y heroísmo: las dos flores del amor.
Dios no defrauda jamás.
Y el Amor responde al amor. Dios no defrauda jamás. Y Dios, que en su perfección sabía de antemano cómo habríanse de comportar los tres jóvenes, hace preceder a su ángel en el horno para que cuando los sayones les precipiten en las llamas, se halle ya preparado el lugar fresco a modo de prado refrigerado con el rocío matinal y aireado con el más suave céfiro de las alas angélicas en cuya comparación es aire mefítico el dulce vientecillo de abril; y manda por delante a su ángel para que las llamas no puedan tocar siquiera ni la hebra más fina de sus cabellos inocentes, antes formen una cortina de ardores, menos, ¡oh!, mucho menos fuertes que los de su caridad, tendida entre el mundo pagano y la morada dispuesta por Dios.
Dios es Padre, María. Dios se adelanta siempre a sus hijos en sus necesidades. Cuando vosotros le llamáis para que os ayude, El ya proveyó. Mas es preciso tener fe. Fe grande. Y agradecimiento grande también.
¡Es tan hermoso el grito que sube desde la tierra
del corazón de un hombre reconocido
hasta el trono de Dios!
Ese grito
¡Es tan hermoso el grito que sube desde la tierra del corazón de un hombre reconocido hasta el trono de Dios! Ese grito resuena como arpegio de arpa en el Paraíso y, por un instante, cesan todas las armonías celestiales porque todo el Empíreo se inclina a escuchar aquel grito de gracias que un buen hijo lanza a su buen Padre. Y después ese grito es recogido, repetido y amplificado por todos los coros angélicos y de los bienaventurados, viniendo a ser el canto de aquel día en el bello Paraíso, centelleando de gozo la Trinidad y regocijándose María con su sonrisa de Madre y Reina.
¡Cuán pocos son los que dan gracias, María! Esto lo sabe únicamente Dios que de continuo os está haciendo dones sin que vosotros os percatéis siquiera de ello. Su Paternidad os los proporciona tan dulcemente para que no os sintáis ofendidos cual si recibierais un óbolo que vosotros tenéis por algo vuestro. No. De la mañana a la noche y de la noche a la mañana Dios os colma de beneficios sin que vosotros deis gracias. No las dais ni por las "grandes" gracias recibidas.
Mas tú no eres ya un hombre: tú eres el pequeño Juan. ¿Sabes qué quiere decir "Juan"? Quiere decir: "Dios hace gracias". Y, en verdad, a pocos he hecho y hago tantas gracias como a ti. Mira, tú llevas los dos nombres que Yo más quiero: María-Juan. El uno te lo impusieron tus padres. Pero el otro te lo he puesto Yo; tu Rey y Esposo. Eres la Perla amarga, el Mar amargo. Mas yo he querido hacerte dulce: una perlita de mi Corazón que es dulzura divina. Y te he rebautizado con el nombre de "Juan" porque soy el Dios que hace gracias.
las cosas que, con su lenguaje, saben alabar a Dios
mejor que los hombres
Ahora bien, tú dime "gracias" siempre, siempre, siempre, desde el amanecer hasta el ocaso y desde la noche hasta que se haga de día. Que tu "gracias" resuene en el Cielo de continuo por ti y por los infinitos que viven y mueren sin un "gracias" para su Dios. Amplifica tu "gracias", como los tres jóvenes, llamando a todas las cosas creadas para que se unan a tu canto: las cosas que, con su lenguaje, saben alabar a Dios mejor que los hombres.
Únete a los santos del Cielo y a los de la Tierra para pronunciar tu "gracias". Únete a Mí-Eucaristía y, con tus labios endulzados y perfumados por el Pan de vida, ruega y da gracias a Dios Padre con el mismo Cristo que vive en ti. Y sobrevendrá el prodigio, como sobrevino para los tres jóvenes y para el rey cruel. Los hombres "verán" a Dios a través de tu oración. No todos. Mas aunque no fuese sino uno solo, Yo te bendeciría una vez más.
Nabucodonosor vio a Dios en su ángel
y comprendió que contra Dios no es posible luchar.
Nabucodonosor vio a Dios en su ángel y comprendió que contra Dios no es posible luchar. Comprendió que su ídolo era materia inerte convertida en pecado por culpa del hombre y que uno solo era el verdadero Dios: el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago. Y, tocado por la Luz, reconoció su error y lo confesó, dando culto y honor al Dios santo, Señor del Cielo y de la Tierra.
¿Ya ves, mi pequeño Juan, cuánto pudo hacer la fe de tres jovencitos?
Ahora confiesa tú, que decías ayer que no querías ser ya mi pequeño discípulo por no haberte escuchado y hallarte por demás herida por lo que hay en el mundo y en torno a ti, ¿no se ha pasado todo: el dolor, el disgusto y el desconsuelo de ayer? ¿No ha desaparecido todo ante la onda de gozo que he derramado sobre ti? ¿Qué podrías hacer sin Mí, pobre alma que vives de este pan mío de mi Palabra más que del pan de grano del que te nutres? ¿No sabes que cuando uno se halla prendido en mi vorágine de amor no puede ya salir de ella, no quiere ya salir de ella? Pues bien, tú ya lo sabes. Y si, como en el cielo de abril, surgen nubes, ellas no son sino agua lustral que hace que aparezca más fúlgido el sol y más bella la tierra.
Ven, ven como los pequeñines de ayer. Ven a poner tu cabeza sobre mis rodillas. Es la postura de los niños y de los que aman. Aquella que tuvo María, la redimida, que bebía la Vida escuchándome. Ven y en adelante ya no tengas miedo pues Yo estoy contigo."
144-149
A. M. D. G.