6 marzo 1944
Dios es Luz y en El no hay tinieblas
Este es el mensaje que de El hemos recibido y que os anunciamos...
Escucha este indescriptible concento y sé feliz con él
Dice Juan:
"Soy Yo. No temas tampoco de mí. Yo soy caridad. Tanto la bebí y la prediqué y tan compenetrado estoy con ella, que soy caridad que habla.
Mi pequeña hermana, nosotros lo podemos decir: "Nuestras manos han tocado al Verbo de vida porque la Vida se ha manifestado y nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella" (I Jn 1, 1-3).
Nosotros lo podemos decir, nosotros que repetimos las palabras que Jesucristo, nuestro amor, nos dice en su bondad que supera toda bondad y nos conduce por senderos floridos en los que cada flor es una verdad y una beatitud del Cielo.
Nosotros lo podemos decir, nosotros, saturados como estamos cual panal fecundo con la dulzura que fluye de los labios divinos, de esos labios santísimos que, tras haber partido el pan de la doctrina a las turbas de Galilea y de Palestina toda, supieron consagrar el Pan haciéndose Carne divina y partirse a Sí mismo como alimento para el espíritu del hombre. Esos labios inocentes que tú has visto sangrar, contraerse y entumecerse en la Pasión y en la Muerte sufridas por nosotros.
Este es el mensaje que de El hemos recibido
y que os anunciamos...
Nosotros lo podemos decir: "Este es el mensaje que de El hemos recibido y que os anunciamos: Dios es Luz y en El no hay tinieblas" (I Jn 1, 5). Su luz está en nosotros porque su Palabra es Luz. Vivamos en la Luz y oigamos sus celestiales armonías.
Ven, hermanita. Quiero que oigas la armonía de las esferas celestes, la armonía de la luz porque el Paraíso es Luz. Ella se desborda y expande del Trino Esplendor, colmando de Sí todo el Paraíso. Nosotros vivimos en la Luz y de la Luz. Ella constituye nuestro gozo, nuestro alimento y nuestra voz.
El Paraíso canta con palabras de luz. Es la luz. Son los destellos de la luz los que producen estos acordes solemnes, potentes y suaves, formados por trinos de niños, suspiros de vírgenes, besos de amantes, hosannas de adultos y glorias de serafines. No son cantos como los de esta pobre Tierra en la que aún las cosas más espirituales han de revestirse de formas humanas. Aquí es armonía de fulgores que producen sonido. Es un arpegio de notas luminosas que sube y baja con variedad de fulgores siendo eterno y siempre nuevo porque en este eterno Presente nada se pasa por vejez.
Escucha este indescriptible concento y sé feliz con él
Escucha este indescriptible concento y sé feliz con él. Une a él tu latido de amor. Es lo único que le puedes unir sin profanar el Cielo. Hermana, aún eres humana y aquí no entra la humanidad, pero sí el amor. Este te precede. Precede a tu espíritu y canta con él. Todo otro canto sería un chirriar de insecto en el gran coro celestial. El amor, en cambio, es ya un suspiro armonioso dentro del dulce canto.
La paz de Jesús, nuestro amor, sea contigo."
Padre, me es imposible describir la luminosidad cantante que veo y oigo. Me encuentro ebria con esta belleza y dulzura.
Si una inmensa rosa sin confines, hecha de una luz respecto de la cual la de todos los astros y planetas es una chispita de hogar, produjese sonido al mover sus pétalos con un viento de amor, esto sería algo que podría asemejarse a cuanto veo y oigo y que es el Paraíso, inundado todo él en el áureo esplendor de la Trinidad Santísima con sus habitantes de luz diamantina.
Basta, basta, Me callo porque la palabra humana resulta blasfemia cuando trata de describir la eterna Belleza de Dios y de su Reino.
257-259
A. M. D. G.