16 marzo 1944

 

Hebreos, cap. 5. v. 7,8,12,12; cap. 6, v. 1,4,6,8.

 

 

La obediencia

 

necesidad QUE SE OS ENSEÑEN LOS PRIMEROS

 RUDIMENTOS DE LA PALABRA DE DIOS...

 


 

Habiéndoos amado infinitamente, quise Yo ser vuestro Redentor

   ¡La obediencia! Mar sin confines y abismal en el que Yo, antes que vosotros, me zambullí para llevar a la Luz a quienes habían naufragado en la culpa.

    Las pequeñas cosas son el ligero viento de la obediencia

   También la obediencia deshoja todas las pequeñas cosas que Dios os presenta a través de los acontecimientos de cada día,

   Naufragáis en ella, tanto los inocentes, los casi inocentes como los culpables y grandes culpables

   ... de nuevo, estáis con necesidad de que os enseñen los primeros rudimentos de la palabra de Dios y de que os alimenten con leche y no con alimentos sólidos

   Y por esto Yo, dejando a un lado la enseñanza elemental, vengo a instruiros sobre lo más perfecto porque quiero que lo alcancéis 

  ¡Oh alegría, la de estar fuera del mundo! ¡Alegría de estar donde se encuentra Dios! 

  Has entendido ahora el porqué de los conventos de clausura y su razón de ser

    Las almas que oran en el mundo, las que de su enfermedad saben hacer, no un ocio forzado sino una activad santa, son las pequeñas clausuras

 


 

Dice Jesús:

"Quiero hacerte recapacitar, y contigo a otros muchos, sobre una virtud de la que se derivó un gran bien, el bien mayor posible, mientras que de su contraria sobrevino tanto mal. Te hablé ya de ella, si bien tus sufrimientos no te permitieron recordar las palabras. Te las voy a repetir pues tengo gran interés en que las poseáis.

 

Habiéndoos amado infinitamente,

quise Yo ser vuestro Redentor

 

Habiéndoos amado infinitamente, quise Yo ser vuestro Redentor. Mas no lo fui tan sólo por mi Sabiduría, mi Poder ni siquiera por mi Caridad. Estas fueron tres virtudes características, tres prerrogativas divinas que, todas tres, actuaron en la Redención del género humano porque os instruyeron, os conmovieron con los milagros y os redimieron con el Sacrificio.

Mas Yo era el Hombre. Y, al ser el hombre, debía poseer aquella virtud cuyo menoscabo había echado a perder al hombre, y redimiros con ella. El hombre se perdió por haber desobedecido a los deseos de Dios. Yo, el Hombre, hube de salvaros obedeciendo a los deseos de Dios

Dice Pablo que Yo, "habiendo ofrecido con fuertes clamores y lágrimas, plegarias y súplicas durante los días de mi vida mortal para salvar al hombre de la muerte espiritual, fui escuchado por mi reverencia". Y agrega que, habiendo alcanzado la perfección por haber aprendido (es decir, cumpliendo por obediencia), vine a ser causa de salvación eterna para todos los que me obedecen.

 

... Yo, Hijo de Dios hecho Hombre, alcancé la perfección

con la obediencia y por ella pude ser Redentor

 

Pablo, con palabra que el Espíritu avala como verdadera, dice pues que Yo, Hijo de Dios hecho Hombre, alcancé la perfección con la obediencia y por ella pude ser Redentor. Yo, Hijo de Dios, alcancé la perfección con la obediencia y redimí con ella.

Si meditáis profundamente esta verdad, experimentaréis lo que le sucede a quien, desde lo alto de una ensenada marina, contempla fijamente la profundidad y confines desconocidos.

 

¡La obediencia!

Mar sin confines y abismal en el que Yo, antes que vosotros,

me zambullí para llevar a la Luz

a quienes habían naufragado en la culpa.

 

¡La obediencia! Mar sin confines y abismal en el que Yo, antes que vosotros, me zambullí para llevar a la Luz a quienes habían naufragado en la culpa. Mar en el que han de zambullirse también los verdaderos hijos de Dios para ser redentores de sí mismos y de sus hermanos. Mar que no sólo tiene grandes profundidades y gigantescas olas, mas también playas bajas y pequeñas olas que parecen juguetear con las arenas de la orilla tan queridas de los niños que juegan con ellas.

La obediencia no está hecha de momentos cruciales en los que obedecer supone morir, como Yo lo hice; en los que obedecer es arrancarse de los brazos de una Madre, como Yo lo hice; en los que obedecer es renunciar a la propia morada, como Yo lo hice dejando por vosotros el Cielo. La obediencia está hecha igualmente de las cosas insignificantes de cada instante cumplidas sin murmurar a medida que se os presentan.

 

Las pequeñas cosas son el ligero viento de la obediencia

 

¿Qué cosa es el viento¿ ¿Acaso siempre el huracán que encorva las copas de los árboles seculares, que los dobla, los troncha y los derriba al suelo? No. Es viento asimismo cuando, más suave que la caricia de una madre, peina la hierba de los prados y los granos que germinan, ondulándolos apenas cual si se estremecieran levemente sobre la cima de sus verdes tallos por el gozo de sentirse acariciados del suave céfiro. Las pequeñas cosas son el ligero viento de la obediencia. Mas ¡cuánto bien os hacen!

Estamos en primavera. Si no la afease la sangre (Se refiere a la segunda guerra mundial en desarrollo entonces), ¡qué dulce sería esta estación! Las plantas, que saben de amar y obedecer a su Criador, se están poniendo sus nuevos vestidos hechos de esmeraldas y, como esposas, se ciñen de flores. Los prados semejan un recamado, un velludo pespunteado de flores, y los bosques una felpa perfumada bajo un cerco de verdes y canoras crestas. Mas si no fuera por los tenues vientos de abril y aún por las locas ventoleras de marzo, ¡cuántas flores quedarían sin fecundar y cuántos prados sin agua! Flores y hierbas habrían nacido para morir sin destino alguno. El viento impele a las nubes haciéndolas así llover. El viento hace que las flores se besen y lleva el beso de una a otras entre las que están lejos y con su alegre correr de rama en rama, de árbol en árbol y de vergel en vergel, fecunda haciendo que las flores terminen en fruto.

 

También la obediencia deshoja todas las pequeñas cosas que Dios

 os presenta a través de los acontecimientos de cada día,

 

También la obediencia deshoja todas las pequeñas cosas que Dios os presenta a través de los acontecimientos de cada día, esto es: hace lo que el viento con las plantas y hierbas de los prados y de los huertos. De vosotros, flores, hace frutos. Frutos de vida eterna.

Dichosísimos aquellos, que, arrebatados por el huracán del Amor y de su amor, llevan a cabo el sacrificio total de sí mismos. Son los pequeños redentores que me perpetúan y realizan la suma obediencia bebiendo mi propio cáliz de dolor. Mas, dichosos también aquellos que, no encontrándose con arrestos para decirle al huracán del Amor: "Te amor, aquí me tienes, tómame", aciertan a plegarse al viento suave del Amor que sabe graduar las fuerzas del hombre, hijo suyo, dando a cada uno la dosis de presión que le es posible soportar.

Os parece, hijos, y nunca como ahora, que sea la prueba muy superior a vuestras fuerzas. Pero es porque vosotros os entumecéis y sois soberbios y desconfiados. Queréis obrar por vuestra cuenta sin abandonaros a Mí. No soy un verdugo. Soy Aquel que os ama. Soy un Padre bueno. Y si no puedo prescindir de la Justicia, aumento en compensación la Misericordia y tanto más la aumento cuanto más crece la Justicia por la marea de delitos, de blasfemias y desobediencias a la Ley, que inunda la Tierra.

 

Naufragáis en ella,

tanto los inocentes, los casi inocentes

como los culpables y grandes culpables

 

Naufragáis en ella, tanto los inocentes, los casi inocentes como los culpables y grandes culpables. Todos naufragáis en ella. Mas si para los últimos el fondo del naufragio estará en el fondo de Satanás (desde esta vida ya con el torcedor de una conciencia que les muerde no dándoles paz por más que finjan lo contrario), para las otras dos categorías el fondo estará en mi Misericordia: para los casi inocentes en ésta y para los inocentes en mi Corazón. Ahora bien, Misericordia y corazón son ya Cielo y para éstos, tras los consuelos en la Tierra que no les niego –y eso tú lo sabes– tienen a su disposición el Cielo.

Hay otra cosa que dije a tu espíritu pero que éste no le pudo hacer escribir a tu carne desfallecida y que te la voy a repetir.

En todas estas enseñanzas mías no hay lección ni visión sin un designio educativo mío que vosotros no entendéis o que entendéis con retraso y parcialmente. Si meditaseis con lucidez de intuición, veríais que las lecciones que os doy mediante los dictados o contemplaciones de la portavoz están siempre relacionadas con acontecimientos próximos a suceder. Lo hago así para proporcionaros una ayuda sobrenatural.

Estas páginas, si el mundo no llega a embrutecerse del todo, harán mucho bien a las almas, incluso en el futuro, porque contienen enseñanzas de Ciencia eterna. Mas para vosotros, que os toca vivir esta hora fatal, constituyen también una guía y un consuelo en las horas que vivís.

 

... de nuevo, estáis con necesidad de que os enseñen

los primeros rudimentos de la palabra de Dios

y de que os alimenten con leche y no con alimentos sólidos

 

También vosotros, como los primeros cristianos de Pablo, "habéis llegado a estar un podo débiles para entender... y, de nuevo, estáis con necesidad de que os enseñen los primeros rudimentos de la palabra de Dios y de que os alimenten con leche y no con alimentos sólidos". Os habéis hecho niños, por por la inocencia y la simplicidad ni por la fe firme sino por vuestra incapacidad de caminar en la fe y de comprender sus verdades.

¡Os habéis degradado tanto...! Las palabras de la Justicia son únicamente sonidos que percuten vuestros oídos, y ni aún eso tal vez, no haciendo de ellas alimento de Vida; y no lo hacéis porque no las asimiláis. Vuestro espíritu, por un culpable indiferentismo vuestro y por una culpable simpatía con la culpa, se halla tarado de infantilismo y así no cuenta ya con ese jugo que le permita nutrirse con el alimento fortificante de los adultos en la fe. No tenéis religión o si la tenéis, es una religión hecha de una coreografía de prácticas y de sentimentalismos.

Pero ¿ya sabéis qué quiere decir "Religión"? Quiere decir seguir a Dios y a su Ley, no sólo cantar bellos himnos, hacer hermosas procesiones y funciones, asistir a sermones elegantes o ser miembro de A o B de tal o cual asociación: todas esas cosas que excitan vuestro sentimentalismo, y nada más. Religión quiere decir transformar el hombre-animal en hombre-semidiós. Es preciso matar, mediante la religión, la animalidad en sus variadas formas que van de la carne a la mente. ¡Abajo la gula, abajo la lujuria, fuera la avaricia, abajo la pereza y mueran la mentira y la soberbia! Sed castos, caritativos, humildes, rectos, sed, en fin, como Dios quiere y como Yo os enseñé a ser. Entonces seréis adultos en la religión y en la fe y seréis hombres hechos, teniendo "con la práctica adquirida la facultad de discernir entre el bien y el mal".

 

Y por esto Yo, dejando a un lado la enseñanza elemental,

vengo a instruiros sobre lo más perfecto

porque quiero que lo alcancéis

 

Y por esto Yo, dejando a un lado la enseñanza elemental, vengo a instruiros sobre lo más perfecto porque quiero que lo alcancéis. Seréis pocos los que tienen hambre de Justicia, hambre de Verdad y hambre de Sabiduría. Mas a éstos, mis benditos, Yo les doy un pan que les ayuda a gustar cada vez mejor el otro Pan que soy Yo-Eucaristía. También en mi vida pública hice preceder el pan de la Palabra al pan Sacramento (Lc 24, 27-31). Aquel debe ser siempre preparación de Este. Para eso está la Iglesia docente: para perpetuar mi ministerio de Maestro y capacitaros para extraer del Sacramento el máximo poder vital.

¡Ay, empero, de quienes, después de haber sido iluminados, prefieren tornar a las tinieblas! ¡Ay de aquellos que, tras haber gustado este manjar celestial, prefieren los bocados de Satanás! ¡Ay de los que, después de haber conocido al Verbo mediante el Espíritu Santo, se embrutecen profanándose a sí mismos! No es posible que, una vez caídos, tornen a penitencia. Pues si Yo perdono tanto la debilidad del hombre, soy en cambio inexorable con el que se empeña en permanecer en el Mal tras elegirlo espontáneamente por su rey.

Y vosotros, a quienes doy a gustar la dulzura de la palabra de Dios que se derrama nuevamente para suplir el excesivo mutismo sacerdotal y el exceso de ceniza tibia en donde debiera existir fuego vivo; que se derrama para neutralizar en mis noveles discípulos el veneno de Satanás que circula por la Tierra; vosotros para quienes descorro hasta los velos tendidos sobre los secretos de mis días de Hombre y sobre los misterios del tiempo futuro, mostraos dignos de tal don. Sed espigas granadas y no paja seca dispuesta para el fuego. Espigas de grano eterno que renaceréis en el Cielo.

 

¡Oh alegría, la de estar fuera del mundo!

¡Alegría de estar donde se encuentra Dios!

 

¡Oh alegría, la de estar fuera del mundo! ¡Alegría de estar donde se encuentra Dios! Cuando, una vez que exhalé el espíritu, pude tornar al Padre, gusté una beatitud cual, desde la eternidad, jamás habíala probado. Y la misma perdura porque sé ahora qué signifique estar ausente del Cielo, estar separado de Dios. Experimenté en Mí todas las experiencias a fin de poder defenderos ante el Altísimo. Mas, en verdad os digo que mi propia beatitud será la vuestra cuando estéis aquí conmigo, fuera del exilio, al lado del Padre, en la Patria del Amor.

Del Amor, hijos. Allí en donde ya no hay llanto ni terror."

Me dice Jesús también las palabras que se refieren a la función de ciertas almas en el mundo. Lo hago por más que, débil y atormentada como estoy, gira mi cabeza como un trompo.

 

¿Has entendido ahora el porqué de los conventos de clausura

 y su razón de ser?

 

"¿Has entendido ahora el porqué de los conventos de clausura y su razón de ser?

Inmersos como están en la vida activa, no todos disponen de tiempo para orar. Cierto que la actividad honesta es ya oración y por eso están justificados los que oran mientras trabajan. Mas, muchas son las necesidades de los hombres como muchos son también los hombres que no oran en absoluto. Por todos aquellos que no quieren o no puedan orar, lo hacen los enclaustrados para que cada día suba al Cielo el número de homenajes que la Divinidad requiere (y pensad que en el Cielo no hay pausa en el "Gloria a Dios"). Oran a Dios para honrarle, para aplacarle y para impetrarle. Son los brazos alzados sobre los que combaten y que ruegan por todos.

Tú eres en tu casa la pequeña enclaustrada que ruega por todos. Ahora bien, tu caridad debe ser tan amplia como el mundo. Más aún: tan amplia como la Creación e, incluso, penetrar en el Cielo. Comienza, en consecuencia, por esto:

Rogar para tributar alabanzas y reparaciones a Dios por tantos blasfemadores.

Rogar por los que no ruegan.

Rogar por la Iglesia.

Rogar por los sacerdotes sin los cuales, vueltos al esplendor de un mártir Lorenzo, os hacéis cada día más idólatras.

Rogar por la sociedad humana a fin de que venga a Dios si quiere salvarse.

Rogar por la patria para que tenga paz y bienestar.

Rogar por los que sufren, por los que tiene hambre y por los que están sin techo.

Rogar por los que dudan y sienten que la desesperación se apodera de ellos.

Rogar, rogar, rogar.

Y por último, ruega por ti.

No tengáis miedo si los que rogáis por todos no lo hacéis por vosotros pues Yo ruego al Padre por vosotros. Estad tranquilos.

 

Las almas que oran en el mundo,

las que de su enfermedad saben hacer, no un ocio forzado

sino una activad santa,

son las pequeñas clausuras

 

Las almas que oran en el mundo, las que de su enfermedad saben hacer, no un ocio forzado sino una activad santa, son las pequeñas clausuras que Yo esparzo como flores por el mundo para ayudar a las clausuras mayores y así, con esta suma de plegarias incansables, aplacar al Padre y proporcionar consuelo a la humanidad."

Y ahora, Padre, le diré que estoy conmovida por la bondad de Dios de la que la suya se deriva. Es Jesús el que se lo ha inspirado. Eran grande mi deseo de pertenecer a la Tercera Orden de la Dolorosa. Si ya desde niña no hubiera sido devotísima de San Francisco de Asís y no hubiese tenido tan penosas experiencias con sacerdotes de los Siervos de María cuando en 1926 me decidí a entrar en una Tercera Orden, hubiera optado por la Dolorosa o la del Carmen, porque quería ser de María aun cuando... era una cabritilla, como dice Jesús. No la amaba bien por conocerla poco si bien, instintivamente, me iba acercando a Ella. Ahora desde que la vi sufrir, la amo como a su Hijo: "con todas mis fuerzas" (8 diciembre 1943), agudizándose el deseo de ser de la Dolorosa. Callaba por más que la espina del deseo la tuviese clavada en mi garganta.

Gracias a Jesús y a la Madre que se lo han sugerido y a usted que lo ha entendido. Desde el año pasado le vengo diciendo cómo la Madre Dolorosa ha estado siempre irresistible conmigo. Quiso que fuese mi director un hijo suyo, quiso para su altar la labor realizada para otros altares, y ahora quiere que yo muera con su librea. Pues bien, esperemos que quiera de su Hijo lo que le pido para todos (la paz) y lo que para mí le pido: la salvación de mi pobre alma. Y así tendrá también usted su Fernanda Lorenzoni (terciaria de la Dolorosa, 1906-1930).

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A. M. D. G.