19 marzo 1944

Juan cap. 21, v. 19

 

 

Dos son las más grandes indulgencias,

 ambas plenarias,

procedentes de Dios, de Mí, Pontífice eterno

 

 


 

Yo soy vuestro rocío y me derramo para limpiaros hasta de las más leves empañaduras ...

   Qué es el Pensamiento Es el alma de la palabra

   Yo quiero entregaros mi Pensamiento, descubriros el Pensamiento que va encerrado en mi Palabra

   Todas las muertes son gloria que se tributa a Dios cuando se aceptan y se sufren con santidad 

  Dos son las más grandes indulgencias, ambas plenarias, procedentes de Dios, de Mí, Pontífice eterno

    La muerte es siempre un calvario

   La muerte del justo es como la de la rosa y como el canto de los pájaros

 


 

Dice Jesús:

"Otra breve enseñanza para aquellos que, a punto de llegar a la meta, tienen necesidad de realizar los últimos esfuerzos para alcanzar victoriosamente el final de la prueba.

Dije: "Sed perfectos" (Mt 5,48). La perfección se inicia por las cosas más pesadas y se completa con las más ligeras. Se inicia domando la carne y se completa con la enmienda del pensamiento eliminando aquellas ideas que, si bien no son pecado, se hallan taradas con una injusticia mental que no es grata a Dios. Injusticia que Dios compadece por ser misericordioso pero que no le es grata. Ahora bien, ¿a qué pretender venir a Mí con el vestido, no digo, sucio de manchas, mas tampoco que no se encuentre terso o incontaminado como lirio que se purificó del polvo con el rocío de la mañana?

 

Yo soy vuestro rocío y me derramo para limpiaros

hasta de las más leves empañaduras ...

 

Yo soy vuestro rocío y me derramo para limpiaros hasta de las más leves empañaduras de humanidad y de error y emperlaros con mi Gracia para hacer de vosotros joyeles del trono del Padre. Os di mi Amor y mi Sangre. Os di mi Palabra y mi Cuerpo. Y quiero daros aún más que mi Palabra: Quiero daros mi Pensamiento.

 

¿Qué es el Pensamiento?

Es el alma de la palabra

 

¿Qué es el Pensamiento? Es el alma de la palabra. Cuando dos se aman, no se conforman con decirse las palabras precisas sino que se comunican sus pensamientos más íntimos. ¡Oh, qué gozo poder decir a quien nos ama lo que, como un relámpago, como una música, como un latido, hierve en nuestra mente; hervor que nos distingue de los brutos cuyos movimientos mentales se reducen a las necesidades rudimentarias de la vida!

El hombre piensa y con su pensamiento produce obras maestras del arte, del genio y de la belleza. El hombre piensa y en este su pensar encuentra un íntimo amigo que llena con su compañía hasta la soledad del eremita. El pensamiento del hombre, por ser espiritual, recorre los espacios del universo entero. Profundiza rememorando las edades antiguas, se inmerge en la previsión de los tiempos futuros, estudia, contempla y medita las maravillosas obras de Dios en la creación, recapacita sobre los misterios de los hombres (cada hombre es un misterio envuelto en carne mortal, luminoso u oscuro según sea su alma santa o satánica, misterio conocido únicamente de Dios al que nada le es oculto) y de la contemplación de las cosas y de los hombres sube a la contemplación de Dios. Como águila que se remonta rauda con la velocidad de una saeta desde un valle a los picos que le rodean y de éstos sube más arriba planeando por los espacios del cielo par ascender hacia el sol en busca de las estrellas, así también el pensamiento humano puede subir, errar por los espacios y sumergirse en la diafanidad esplendente de Dios después de haber meditado en la capacidad humana; en la inmensidad divina tras haber reflexionado acerca de la relatividad humana; en la eternidad divina tras contemplar la caducidad humana, y en la Perfección una vez que hubo contemplado, sin soberbia que ciega, la humana imperfección.

Pues bien: ¡qué dulce resulta comunicar a quien se ama nuestro pensamiento y entregar, como perlas, sus luces a los que más queremos! Es la esencia del amor: el más puro, el más escogido.

 

Yo quiero entregaros mi Pensamiento,

descubriros el Pensamiento que va encerrado en mi Palabra

 

Yo quiero entregaros mi Pensamiento, descubriros el Pensamiento que va encerrado en mi Palabra. Es como si os tomase y, metiéndoos en mi Mente, os diese a conocer los tesoros encerrados en ella para haceros cada vez más semejantes a Mí y, por este medio, más gratos a mi Padre y vuestro.

En el Evangelio de Juan, poseedor perfecto del Pensamiento del Verbo de Dios hecho Carne, del pensamiento de su Jesús, Maestro suyo y Amigo, se dice esta frase: "Ahora bien, dijo esto para indicar con qué muerte habría de glorificar a Dios".

 

Todas las muertes son gloria que se tributa a Dios

cuando se aceptan y se sufren con santidad

 

Con qué muerte habría de glorificar a Dios. ¡Hijos! Todas las muertes son gloria que se tributa a Dios cuando se aceptan y se sufren con santidad. Lejos de vosotros hasta esa santa envidia por esta o aquella muerte. Lejos también el medir humanamente el valor de una muerte u otra. La muerte es una voluntad de Dios que se cumple. Y por más que el ejecutor de la misma sea un hombre feroz que se constituye en árbitro de los destinos ajenos y por su identificación con Satanás se hace instrumento suyo para atormentar a sus semejantes y asesinar a los mismos, siendo maldecido por Mí, la muerte es siempre la extrema obediencia a Dios que conminó con la muerte al hombre por su pecado (Gn 3, 17-19).

Sabéis de tantas indulgencias y hay almas cicateras (no pequeñas sino cicateras) que, en su religión estrecha y envuelta de prácticas como una momia entre las sombras de un hipogeo, sacan diariamente la cuenta de cuántos días de indulgencia sumarán con ésta o aquella oración. Las indulgencia, es cierto, son para que gocéis de ellas en la vida futura. Mas, dad luz, dad alas a vuestra alma y a vuestra religión. Son cosas celestiales; pero no las aherrojéis como a esclavas en una lóbrega cárcel. ¡Luz, luz, alas, alas!, ¡Elevaos! ¡Amad! Orad para amar, sed buenos para amar y vivid para amar.

 

Dos son las más grandes indulgencias,

ambas plenarias,

procedentes de Dios, de Mí, Pontífice eterno

 

Dos son las más grandes indulgencias, ambas plenarias, procedentes de Dios, de Mí, Pontífice eterno. Los destruye con su fuego. El que ama con todas sus fuerzas va consumiendo por momentos sus humanas imperfecciones. La segunda indulgencia plenaria otorgada por Dios es la de una muerte resignada, sea cualquiera su género, de una muerte aceptada con la voluntad de cumplir la extrema obediencia a Dios.

 

La muerte es siempre un calvario

 

La muerte es siempre un calvario. Grande o pequeño, es siempre calvario. Y es siempre "grande" aunque en apariencia no se presente como tal porque Dios la da proporcionada a las fuerzas de cada uno (me refiero aquí a mis hijos, no a aquellos que lo son de Satanás), a las fuerzas que Dios va aumentando en la medida de la muerte que destina a su criatura. Y es grande también porque, si a ella se somete santamente, asume la grandeza de todo lo que es santo. Así pues, toda muerte santa es gloria que se tributa a Dios.

¡Qué hermoso resulta ver cómo se abre la rosa sobre su tallo! Miradla: está cerrada como un rubí en su engarce de esmeralda, pero extiende las hojas del engarce y, cual boca que se abre en una sonrisa, despliega sus pétalos purpúreos respondiendo así con su sonrisa de seda a la caricia del sol. Se abre. Forma una aureola de vivo terciopelo rodeando el oro de los pistilos. Canta con su colorido y su perfume la gloria del que la crió y después, al declinar la tarde, se repliega cansada y muere exhalando su más vivo perfume, tributando así su postrer alabanza al Señor.

¡Cuán bello resulta, al atardecer, oír en los bosques el coro de los pájaros, que, antes de retirarse al descanso, entonan con los trinos de su garganta la oración de alabanzas al Padre que les proporcionó el alimento! Y cuando parece que el canto haya remitido, siempre hay uno, el más enamorado, que lanza un nuevo trino e incita a los demás a seguirle porque aún no cayó el sol y la luz es algo tan hermoso que se la debe saludar para que ella les ame y torne a la mañana, pues el buen Dios permite que aún pueda verse algún grano derramado en el suelo, algún mosquito vagando, alguna vedija que llevar a sus crías o algo con qué llenarles el pequeño buche de lo que la bondad del Señor les sacia. Y el coro continúa hasta que la luz declina y los agradecidos se recogen en las ramas semejando pelotitas tibias que aún tienen un leve piar bajo sus plumas para decir: "¡Gracias, Criador mío!".

 

La muerte del justo

es como la de la rosa y como el canto de los pájaros

 

La muerte del justo es como la de la rosa y como el canto de los pájaros: Dulce, hermosa y grata al Señor. Bien sobre la arena de un circo o en la lobreguez de la cárcel, entre los afectos familiares o en la soledad del que a nadie tiene, bien sea breve o prolongada en sus padecimientos, la muerte es siempre, siempre, siempre gloria que se le tributa a Dios.

Aceptadla con paz. Deseadla con paz. Cumplidla con paz. Que permanezca mi paz en vosotros hasta en esta prueba, en este deseo y en esta consumación. Desde ahora y para ese supremo trance, tened ya mi paz eterna en vosotros.

Pensad que la muerte cruenta de Águeda en nada difiere para Mí de la muerte de Liduina, de Teresa Martín, de Domingo Guzmán, de Tomás Moro o de Contardo Ferrini (Santa Águeda (que vivió en el siglo 3) murió mártir. Santa Liduina (1380-1433) murió de enfermedad. Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) murió consunta en el claustro. Santo Domingo (1175-1221), fundador de la Orden de los Predicadores, murió por el cansancio de los viajes. Santo Tomás Moro (1118-1170) murió asesinado y el Beato Contardo Ferrini (1859-1902) murió de tifus).

El que hace la voluntad de mi Padre, ya lo dije Yo, es bienaventurado. Bienaventurado y, como también dije, hermano, hermana y madre míos (Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-21). Y si Yo dije esto es porque di gloria a Dios, mi Padre, haciendo su voluntad así en la vida como en la muerte. Imitad pues a vuestro Maestro y Yo os llamaré: "Hermanos mios y hermanas mías".

274-278

A. M. D. G.