29 marzo, a las 11 horas

 

 

LOS EVANGELIOS DE LA FE

 

JUSTINA Y CIPRIANO

 

CONTRA EL PODER DEL DEMONIO

TODA LA FUERZA ESTRIBA EN LA CRUZ.

 

 


 

Veo a una joven, poco más que muchacha. Está peleándose con un joven de unos treinta años

   lo que Dios quiere para mí es virginidad y yo espero el martirio

   La visión se desarrolla en dos escenarios En uno veo la habitación de Justina y en el otro una estancia en la morada de Cipriano.

   En la habitación de Justina, a su vez, sobreviene una mutación

    La gente se amotina, unos contra Cipriano y otros contra la joven...

   Tu cruz venció, Justina. Tú no fuiste mi esposa sino mi maestra. Tú me libraste del mal y me condujiste a la Vida

   Yo te bendigo, que no te absuelvo, porque no hay culpa alguna en ti

   Los verdugos los derriban enfurecidos al suelo y los arrastran sin poderlos separar ya que los dos héroes de Cristo tienen sus manos entrelazadas.

 El caso de Justina de Antioquia y de Cipriano es uno de los más hermosos a favor de mi Cruz

   la que vence es la niña y, no sólo eso, sino que Satanás, constreñido por una fuerza invencible, ha de confesar la verdad y perder a su secuaz.

   Fe, fe, hijos míos Es ésta cuestión vital para vosotros

   Cuanto más próxima está la hora del encuentro con Dios más debe aumentar la fe

 


 

DESCRIPCIÓN DE TRES ESCENAS EN LAS QUE SE DA A CONOCER EL CASO DE JUSTINA Y DE CIPRIANO.- AUMENTAR LA FE A CADA LATIDO DEL CORAZÓN Y EN EL TRANCE DE LA MUERTE ABRAZÁNDOSE A LA CRUZ DE JESÚS Y AL NOMBRE DE MARÍA PARA LIBERARSE DEL MALDITO

"Dice Jesús:

La Cruz es todopoderosa contra el poder del Demonio".

"Es la semana de Pasión: la semana preparatoria del triunfo de la Cruz. La cruz aparece cubierta con velos sobre los altares; mas el Crucificado, desde su glorioso patíbulo, es más operante que nunca, detrás de sus velos, para quien le ama e invoca.

 

Veo a una joven, poco más que muchacha.

Está peleándose con un joven de unos treinta años

 

"Describe:

Veo a una joven, poco más que muchacha. Está peleándose con un joven de unos treinta años. La joven es guapísima: alta, morena y bien conformada. También el joven es guapo; pero, mientras la joven tiene aspecto dulce dentro de su severidad, este hombre, bajo su forzada sonrisa, tiene un no sé qué de nada simpático. Parece que, so capa de benevolencia, esconda un ánimo torvo y sombrío.

"Le hace a la joven grandes protesta de afecto, declarándose dispuesto a hacer de ella una esposa feliz, reina de su corazón y de su casa. Mas la joven, a la que oigo llamar "Justina", rechaza con serena constancia estas ofertas de amor.

"¡Pero, Justina, si tú podías hacer de mí un santo de tu Dios! Porque tú eres cristiana, lo sé. Mas yo no soy enemigo de los cristianos. No soy incrédulo acerca de las verdades de ultratumba. Creo en la otra vida y en la existencia del espíritu. Creo que hay seres espirituales que velan sobre nosotros, se manifiestan y nos ayudan. Yo, ciertamente, disfruto de su ayuda. Como ves, creo lo que tú crees y nunca podré acusarte por cuanto habría de acusarme igualmente a mí del mismo pecado. No creo, como tantos otros, que los cristianos sean hombres que practiquen magia negra y estoy convencido de que, unidos los dos, podremos hacer juntos grandes cosas.

"Cipriano, no insistas. Yo no discuto tus creencias. Creo asimismo que, juntos, haremos grandes cosas. No niego tampoco que soy cristiana y hasta admito que tú amas a los cristianos. Pediré para que los ames hasta tal punto que llegues a ser un campeón entre ellos. Entonces, si Dios quiere, nos unirá una misma suerte. Una misma suerte naturalmente, del todo espiritual, porque soy contraria a toda otra unión, pues quiero reservarme toda para mi Señor a fin de conseguir esa Vida en la que tú dices que también crees y llegar a gozar de la amistad de aquellos espíritus de los que tú también admites que velan sobre nosotros y que realizan, en el nombre del Señor, obras de Bien.

"¡Bueno, Justina! Mi espíritu protector es poderoso y hará que te pliegues a mis pretensiones.

 

lo que Dios quiere para mí es virginidad

y yo espero el martirio

 

"Oh, no! Si él es espíritu del Cielo no podrá querer sino lo que Dios quiere. Y lo que Dios quiere para mí es virginidad y yo espero el martirio. No podrá, por tanto, tu espíritu inducirme a nada que sea contrario al querer de Dios. Y si, por el contrario, fuese espíritu que no es del Cielo, entonces nada podrá contra mí que me hallo defendida por el signo que vence. Signo que se encuentra impreso en mi mente, en mi oración , en mi espíritu y en mi carne y, tanto la carne coma la mente, el corazón y el espíritu cantarán victoria contra cualquier voz que no sea la de mi Señor. Vete en paz, hermano, y que Dios te ilumine para conocer la verdad. Yo pedir para que llegue la luz a tu alma.

Cipriano abandona la casa barbotando amenazas que no entiendo bien y Justina le ve partir con lágrimas de compasión. Después se retira a hacer oración tras haber tranquilizado a dos viejecitos, sin duda sus padres, que han aparecido tan pronto se marchó el joven. "No temáis. Dios nos protegerá y hará que Cipriano llegue a ser nuestro. Rogad también vosotros y tened fe

 

La visión se desarrolla en dos escenarios

En uno veo la habitación de Justina

y en el otro una estancia en la morada de Cipriano.

 

La visión se desarrolla en dos escenarios, como si el lugar estuviese partido en dos. En uno veo la habitación de Justina y en el otro una estancia en la morada de Cipriano.

La primera ora postrada ante una cruz desnuda, esgrafiada entre dos ventanas como si fuese un adorno, teniendo por encima la figura del Cordero y a los lados, en uno el pez y en el otro una fuente que parece tomar su líquido de las gotas de sangre que brotan del cuello degollado del Cordero místico. Comprendo que son figuras del simbolismo cristiano usado en aquellos tiempos crueles. Sobre Justina, postrada en oración, aparece en el aire una luminosidad suave que, aunque incorpórea tiene trazas de ser angélica.

En la estancia de Cipriano, en cambio, en medio de instrumentos y signos cabalísticos y mágicos, aparece el propio Cipriano moviéndose en torno a un trípode sobre el que arroja sustancias resinosas, diría yo, que producen densas espirales de humo y trazando sobre ellas determinados signos y murmurando a la vez palabras de no sé qué oscuro rito. En el ambiente, que se satura de una niebla azulada que vela los contornos de las cosas y hace que el cuerpo de Cipriano aparezca como tras las lejanías de unas aguas trémulas, se forma un punto fosforescente que va agrandándose poco a poco hasta alcanzar una magnitud semejante a la de un cuerpo humano. Oigo palabras, pero no las entiendo. En cambio veo que Cipriano se arrodilla y da muestras de veneración cual si suplicase a algún poderoso. La niebla se disipa lentamente y Cipriano aparece de nuevo solo.

 

En la habitación de Justina, a su vez,

sobreviene una mutación

 

En la habitación de Justina, a su vez, sobreviene una mutación. Un punto fosforescente, que danza cual fuego fatuo, va describiendo círculos cada vez más concéntricos en torno a la joven orante. Mi avisador interno me advierte que éste es momento de tentación de Justina y que esa luz oculta a un maligno que, suscitando sensaciones y visiones mentales, trata de hacer caer en la sensualidad a la virgen de Dios

Yo no veo lo que ella ve sino tan sólo que ella sufre y que, cuando está a punto de ser vencida, se sobrepone al poder oculto con la señal de la cruz que traza con la mano sobre sí misma y en el aire con una crucecita que extrae de su seno. Cuando, por tercera vez, arrecia violentamente la tentación, Justina se apoya de espaldas en la cruz trazada en la pared y con ambas manos levanta en alto la otra pequeña cruz. Semeja un combatiente aislado que se defiende por la espalda resguardándose en un muro inquebrantable y por delante en otro muro invencible. La luz fosforescente no resiste a aquel doble signo y se desvanece. Justina continúa en oración.

Aquí se produce una laguna porque la visión queda truncada. Mas la vuelvo a encontrar más tarde con los mismos personajes. Son asimismo la virgen y Cipriano en animado coloquio al que asisten una multitud de individuos que se unen a Cipriano en la petición que le formula a la muchacha para que se avenga a desposarse con él a fin de librar a la ciudad de una pestilencia.

"No soy yo", responde Justina, "la que debo cambiar de pensamiento sino vuestro Cipriano. Que sea él quien se libere de la esclavitud de su malvado espíritu y la ciudad quedará a salvo. Yo, ahora más que nunca, debo permanecer fiel al Dios en el que creo y a El le sacrifico todo por el bien de todos vosotros. Y ahora se verá si el poder de mi Dios es mayor que el de vuestros dioses y que el del Malvado a quien este hombre adora".

 

La gente se amotina,

unos contra Cipriano y otros contra la joven...

 

La gente se amotina, unos contra Cipriano y otros contra la joven...

...a la que vuelvo a ver tiempos después en unión del joven, a la sazón mucho más adulto y cubierto con hábitos talares: palio, tonsura en redondo y con los cabellos no arreglados ni largos como los llevaba antes.

Se encuentran en la prisión de Antioquia a la espera del suplicio y Cipriano le recuerda a la compañera una antigua plática.

 

Tu cruz venció, Justina.

Tú no fuiste mi esposa sino mi maestra.

Tú me libraste del mal y me condujiste a la Vida

 

"Ahora se cumple, por tanto, lo que, de forma distinta, profetizamos que habría de cumplirse. Tu cruz venció, Justina. Tú no fuiste mi esposa sino mi maestra. Tú me libraste del mal y me condujiste a la Vida. Lo comprendí cuando el espíritu tenebroso me confesó que no podía vencerte. "Esa vence por la Cruz", me dijo. Mi poder es nulo sobre ella. Su Dios Crucificado puede más que todo el infierno junto. Él me ha vencido infinitas veces y siempre me vencerá. El que cree en Él y en su Señal queda salvo de toda insidia. Sólo quienes no creen en Él y desprecian su Cruz caen en nuestro poder y perecen en nuestro fuego". No quise pues ir a aquel fuego sino conocer el Fuego de Dios que la madre de mi alma y, puesto que eres madre para mí, te ruego que en esta hora nutras mi debilidad con tu fortaleza para que, juntos, subamos a Dios".

"Tú ahora, hermano mío, eres mi obispo. Absuélveme en el nombre de Cristo, Señor nuestro, de todas mis culpas para que así, más pura que los lirios, te preceda en la gloria".

 

Yo te bendigo, que no te absuelvo,

porque no hay culpa alguna en ti

 

"Yo te bendigo, que no te absuelvo, porque no hay culpa alguna en ti. Y tú perdona a tu hermano de cuantas insidias te urdió y ruega por mí que tantos errores cometí".

"Tu sangre y tu amor actual borran todo vestigio de error. Mas, oremos juntos: Pater noster...

Entran unos carceleros a interrumpir la augusta plegaria.

"¿No os bastan todavía los tormentos?.¿Aún resistís?.¿No sacrificáis a los dioses?"

"A Dios es a quien hacemos el sacrificio de nuestras personas, al Dios verdadero, único, eterno y santo. Dadnos la Vida, esa Vida que queremos. Por Jesucristo Señor del mundo y de Roma, por el Rey poderoso ante el cual es polvo miserable el César, por el Dios ante el que se inclinan los ángeles y tiemblan los demonios, dadnos la muerte".

 

Los verdugos los derriban enfurecidos al suelo

y los arrastran sin poderlos separar

ya que los dos héroes de Cristo tienen sus manos entrelazadas.

 

Los verdugos los derriban enfurecidos al suelo y los arrastran sin poderlos separar ya que los dos héroes de Cristo tienen sus manos entrelazadas.

Así van hasta el lugar del martirio que parece ser una de las acostumbradas salas de los Cuestores. Y de dos tajos profundos asestados por dos nervudos sayones saltan las dos cabezas heroicas proporcionando a sus almas alas para subir al Cielo.

 

El caso de Justina de Antioquia y de Cipriano

es uno de los más hermosos a favor de mi Cruz.

 

Dice Jesús:

"El caso de Justina de Antioquia y de Cipriano es uno de los más hermosos a favor de mi Cruz.

Ella, el patíbulo regado con mi Sangre, ha obrado infinitos milagros a través de los siglos. Y todavía los obraría si tuvieseis fe en el mismo. Ahora bien, el milagro de la conversión de Cipriano, alma en poder de Satanás, que llega a ser mártir de Jesús, es uno de los más impresionantes y bellos.

Hombres, ¿qué es lo que veis? Una niña sola con una diminuta cruz en sus manos y una ligera cruz grabada en la pared. Una niña con un corazón convencido de verdad del poder de la Cruz que se refugia en ella para vencer.

Frente a ella un hombre a quien el comercio con Satanás le enriquece con todos los vicios capitales. En él la lujuria, la ira, el engaño, la ceguera espiritual y el error. En él el sacrilegio, el comercio con las fuerzas del infierno y, ayudándole el señor del Infierno con todas sus seducciones.

 

 la que vence es la niña y, no sólo eso, sino que Satanás,

constreñido por una fuerza invencible,

 ha de confesar la verdad y perder a su secuaz.

 

Pues bien: la que vence es la niña y, no sólo eso, sino que Satanás, constreñido por una fuerza invencible, ha de confesar la verdad y perder a su secuaz. No sólo vence para sí la virgen fiel sino que vence también en beneficio de su ciudad librando a Antioquia del maleficio que se cierne sobre ella en forma de pestilencia que mata a los ciudadanos. Y vence también a favor de Cipriano haciendo del siervo de Satanás que era él, un siervo de Cristo. El demonio, el contagio y el hombre vencidos por la mano de una niña que enarbola la Cruz

Vosotros conocéis muy poco a esta mártir mía. Mas debéis representarla con su manecita armada con la Cruz, puesta de pie sobre la losa que cierra el Infierno y bajo la cual, vencido y prisionero, gruñe Satanás. Recordadla así e imitadla de este modo porque Satanás, ahora más que nunca, recorre la tierra desencadenando sobre ella sus fuerza maléficas para haceros perecer. Y no hay sino la Cruz que le pueda vencer. Recordad cómo lo confesó él mismo: El Dios Crucificado puede más que todo el Infierno. Siempre me vencerá. El que cree en El queda a salvo de toda insidia".

 

Fe, fe, hijos míos

Es ésta cuestión vital para vosotros

 

Fe, fe, hijos míos Es ésta cuestión vital para vosotros. O creéis y tendréis el bien o no creéis y conoceréis el mal cada vez más.

Vosotros, que creéis, haced uso de esta señal con veneración. Vosotros, que dudáis y con la duda la habéis borrado de vuestro espíritu cual si hubierais derramado sobre ella un líquido corrosivo, -y la duda es, en efecto, tan corrosiva como un ácido- esculpid de nuevo en vuestra mente y en vuestro corazón esta señal que os otorga la seguridad de la protección divina.

Si ahora la cruz se halla cubierta con un velo como símbolo de mi muerte, que lo esté en vuestro corazón . Que resplandezca en él como sobre un altar y os sirva de luz que os guíe al puerto y sea para vosotros el estandarte al que dirijáis vuestra mirada feliz en el último día, cuando, mediante esa señal, separaré Yo las ovejas de los carneros lanzando éstos a las tinieblas eternas y llevando conmigo a mis benditos a la Luz".

Posteriormente me dice Jesús a mi:

Tú ya tienes comprobado el poder de la Cruz. Tú no abrigas dudas acerca de la veracidad de la visión por cuanto tú misma viste huir a Satanás ante tu mano alzando mi Cruz. Pero ¡qué pocos son los que creen así! Y, al no creer, tampoco recurren a esta señal bendita.

También esta visión debe incluirse entre los evangelios de la Fe. No es evangelio; pero es Fe. Y es asimismo Evangelio por haberlo dictado: "A quien creyere en Mí le daré el poder de hollar serpientes y poder contra el Enemigo sin que nada le dañe".

Que crezca tu fe al ritmo de los latidos de tu corazón. Y si éste, cansado, detiene sus latidos, que no se detenta tu fe.

 

Cuanto más próxima está la hora del encuentro con Dios

 más debe aumentar la fe

 

Cuanto más próxima está la hora del encuentro con Dios más debe aumentar la fe. Porque, en la hora de la muerte, Satanás, que jamás se cansó de turbaros con sus enredos -y, astuto, feroz, lisonjeador con sonrisas y cantos, con rugidos, silbidos, caricias y uñadas, trató de doblegaros- aumenta sus empeños por arrancaros del Cielo. Y, precisamente, en esta hora es cuando debéis abrazaros a la Cruz para que no os aneguen las olas de la última tempestad de Satanás. Después llega la Paz eterna.

¡Ánimo, María! Que la cruz sea tu fuerza ahora y en la hora de la muerte.

Que la cruz de la muerte, la última cruz del hombre, tenga dos brazos: uno sea mi Cruz y el otro el nombre de María. La muerte, así, sobreviene en la paz de los que se ven libres hasta de la proximidad de Satanás. Porque él, el Maldito, no soporta la Cruz ni el Nombre de mi Madre.

Esto debe hacerse saber a muchos, pues todos tenéis que morir y todos necesitáis de esta enseñanza para salir victoriosos de las últimas insidias del que os odia infinitamente".

302-309

A. M. D. G.