9 abril 1944
Tarde de Pascua de 1944
El Padre se halla cansado
y para hacer que perezca la raza humana
dejará que se desencadenen
los castigos del Infierno
Dice Jesús, y me lo dice con tanto dolor y se trata de algo tan penoso que lo escribo aparte (En efecto, el dictado aparece escrito en un folletito de cuatro páginas, unido y cosido con hilo de algodón a este punto del cuaderno).
Dice Jesús:
Yo querría morir por segunda vez para salvarlos
de una muerte todavía más atroz... Mas el Padre no lo permite...
"Te dije el año pasado (25 abril de 1943), y fue aquel el primer dictado: "El Padre se halla cansado y para hacer que perezca la raza humana dejará que se desencadenen los castigos del Infierno". Dije, y era Viernes Santo: "Yo querría morir por segunda vez para salvarlos de una muerte todavía más atroz... Mas el Padre no lo permite... Sabe que sería inútil... ¡Oh, si los hombres aún supieran volverse a Mí que soy la salvación!".
Os remito al conjunto de mis anteriores dictados en estos últimos tiempos. En ellos hablé sirviéndome de las profecías del Libro sagrado que os las expliqué acomodándolas a los tiempos actuales y si después he callado sobre esto, ha sido por comprender que resultaba inútil para los fines del Bien y al mismo tiempo peligroso, ya que esas palabras divinas podían convertirse en arma de tortura diabólica contra mis siervos que las oían, las repetían, las difundían y las acogían. Mas mi Pensamiento, siquiera no se exprese con la Palabra, es ése y no cambia.
María, te dije a finales de mayo pasado: "En relación con el futuro... ¿qué es lo que quieres saber, pobre alma? Da gracias a mi Misericordia que, por ahora, te oculta en buena parte la verdad acerca del futuro". (31 mayo de 1943). ¡Pobre, pobre alma!
Os dije otra vez: "Querríais que apareciera y me mostrase... Mas, aunque me mostrase, ¿dónde hay en los corazones ese pequeño residuo de fe y de respeto que les haga postrarse, rostro en tierra, para pedirme perdón y piedad?" (5 junio 1945).
si se dan los grandes culpables es porque la masa es toda ella
más o menos culpable también
de los mismos pecados de los grandes
También ahora me pedís una manifestación de poder que, al ser Poder de un Santo, –del Santo de los santos– habría de ser castigo inexorable, tremendo, para un número incalculable de individuos, porque –repito lo ya dicho mil veces–(28 marzo 1944) si se dan los grandes culpables es porque la masa es toda ella más o menos culpable también de los mismos pecados de los grandes.
Ahora bien, yo –te lo digo a ti, pobre alma, a la que concedí verme triunfante (10 enero 1944) para infundir fortaleza a tu ser postrado en un cuerpo mortal y en un espíritu desolado por la prueba a que estás sometida y por los horrores que te rodean– yo no puedo daros esta señal: esta manifestación de mi Poder. Me es imposible hacerlo. No porque Dios haya perdido su facultad de hacer, pues nada me es imposible como Dios sino porque ésta es la hora del poder de las Tinieblas que los hombres espontáneamente han querido. El reinado del Mal se encuentra ya instaurado. Cuanto Yo hiciese se vería desbaratado por la voluntad de los hombres y cualquier Bien destruido por el Mal.
La mano profanadora del hombre se alza con un nuevo delito
que no merece perdón
Asisto impotente a esta carrera hacia la muerte espiritual emprendida por la humanidad. No hay don, beneficio, llamada ni castigo mío capaz de detener este espontáneo naufragio en Satanás de la humanidad redimida por Mí. Esta, cual toro furioso, da contra todo: razón, moral, fe, yendo a topar contra lo que le causa la muerte. La mano profanadora del hombre se alza con un nuevo delito que no merece perdón. Y el Padre se niega a perdonar dejándoos perecer como lo habéis querido.
Lo único que puedo hacer y que hago –y lo hago por compasión de los santos que, raros como las flores en un desierto, ruegan aún, ruegan con sinceridad y sin hipocresía– es detener la ira de mi Padre, el cual, cansado de los delitos de una raza por la que resultó inútil mi derramamiento de sangre, quiere, quiere, quiere hacer uso de la justicia con vosotros. Y justicia, al ser vosotros culpables, equivaldría a castigos espantosos que mi Misericordia no querría que cayeran sobre vosotros por encima de los que vosotros mismos os proporcionáis.
María, sé que te hiero y te desaliento. Ayer, ante mi Pascua, esperabas alegrías: rosas tras las espinas, sonrisas después de las lágrimas. Mas, eres víctima y por ello hay espinas y lágrimas aún en el tiempo pascual porque es obligado seguir en la cruz para esta humanidad perversa.
Te pido que sigas en la cruz por Mí. Salvar al mundo fue siempre mi señal y salvar las almas mi gozo. El mundo está ya perdido para Dios, mas las almas se pueden salvar todavía; las almas, esto es, aquellos que aún tienen un alma languideciente pero viva. Suplico tu caridad para ellas. Es Jesús, mendigo de amor, en su vestimenta de Resucitado glorioso, el que te pide este óbolo de almas para que su Reino pueda todavía disponer de súbditos.
Vete en paz."
322-324
A. M. D. G.