Mañana del 13 de mayo

 

Después de la Comunión en honor del Corazón Inmaculado.

 

 

La corona franciscana

 

 


 

Ninguna alegría fue en exclusiva para mí 

 ¡Oh, mi teología! Tan sólo tiene una palabra clave: Amor

   Un punto que en ti tenga esta única misión: amar, y se la expliques a la mente, al corazón y a la carne.

   Toda víctima es sacerdote.

    Valen más un día, una hora de fidelidad en estas condiciones que no diez años pasados en el dolor físico y en la penitencia, ... 

  (Nota mía)

 


 

Dice María:

"Quiero que comprendas mejor mis gozos. Así rezarás con mayor gusto la corona franciscana.

En la 1.ª no me vi contenta por mi gloria y mi dicha sino porque había llegado el tiempo de la redención del hombre y del perdón de éste por Dios.

La 2.ª me hizo feliz, no por las alabanzas que me tributó mi prima sino por haberse iniciado la redención santificando al Bautista al llevarle a mi Jesús, Redentor vuestro.

El gozo de la 3.ª no fue tan sólo por haber llegado a ser madre sin dolor y sin merma de mi virginidad, como tampoco por la gracia de poder besar a Dios, mi Hijo, sino porque la Tierra contaba ya con su Salvador.

Lo que en 4.º lugar me hizo feliz fue el ver representados en los tres Magos a cuantos, desde aquel momento habrían de venir de todas las partes del mundo y en todas las épocas de la tierra hacia la Luz y hacia mi Señor para proclamarlo su Rey, su Salvador y su Dios.

El gozo del 5.º suceso no fue únicamente por mi amor de Madre que cesa de sufrir al volver a encontrar al Hijo perdido, esto hubiera sido egoísmo, sino que constituyó inexplicable gozo oír resonar por primera vez la "Buena Nueva", comprendiendo que ella, con adelanto de algunos años, caía sobre algún corazón en el que germinaba como planta eterna. Mi gozo fue por estos pre-amaestramientos.

La 6.ª alegría fue un más intenso amor si cabe hacia vosotros, criaturas redimidas. El resucitado venía a decirme que los Cielos ya estaban abiertos y habitados por los santos del Señor que desde hacía siglos aguardaban esta hoya y que en ellos estaban dispuestos los asientos de las series de los diez mil salvados. Y para mí, vuestra Madre, el saber que vuestra morada estaba preparada era alegría de una profundidad incalculable.

La séptima alegría, en fin, no fue por mi gloria sino que, constituida Reina de los Cielos por la bondad de Dios, podía como Reina, ocuparme de vosotros, mis amados, y, destinada como estaba a sentarme a la derecha de Dios, podía, con súplica poderosa, hablarle y rogarle directamente, obteniendo para vosotros cuanto le pidiera.

 

Ninguna alegría fue en exclusiva para mí

 

Ninguna alegría fue en exclusiva para mí. El egoísmo, siquiera sea éste el más justo y santo, destruye el amor. Todas las alegrías me llegaron a través de un amor perfecto y ellas me impulsaron a un más perfecto amor.

Ahora soy feliz en una medida que mayor no cabe puesto que me rodea el abrazo trino de Dios. Mas también ahora hago uso de felicidad por el amor vuestro. También aquí cumplo la ley, pues amo a Dios con todo lo que soy y al prójimo como a mí misma (Lev 19,18; Deut 6,5; 10, 12; 11, 13; 30, 6). Yo misma, no por ser María sino porque María halló gracia ante el Señor siendo amada por El, por eso es criatura santa en El, de El y parte de El.

 

¡Oh, mi teología! Tan sólo tiene una palabra clave:

 "Amor"

 

¡Oh, mi teología! Tan sólo tiene una palabra clave: "Amor". Soy Reina de los Cielos porque, como ninguna otra criatura comprendí esta teología.

Ama y serás salva. Ama. Ama con la palabra o con el silencio. Ama con la acción o con la inmovilidad. Ama con el fervor o con el sufrimiento de la aridez. Ama en el gozo y en el dolor. Ama en la victoria y en la debilidad. Ama en la tentación y en la libertad del Enemigo. Ama siempre.

 

Un punto que en ti tenga esta única misión:

amar,

y se la expliques a la mente, al corazón y a la carne.

 

Que dentro de ti haya un punto, el más profundo, que en medio de todo tu ser herido, golpeado, agonizante, abotargado por el dolor, abatido por los asaltos del demonio, asqueado por los acontecimientos de la vida y azotado como nave batida por el temporal, acierte a permanecer quieto y vivo en el amor. Un punto que en ti tenga esta única misión: amar, y se la expliques a la mente, al corazón y a la carne. Que ese punto sea tu santuario en el que esté levantado el altar con la lámpara siempre encendida, con las flores siempre frescas y resonando siempre en él las alabanzas al Señor.

Sea que llores o rías, sea que esperes o dudes, sea que se te escuche o no, la porción más santa de tu espíritu, esa que vive en el punto consagrado al culto de Dios, ha de saber decir siempre: "¡Gloria tibi, Domine! ¡Gloria! ¡Laudamus Te! ¡Benedicimus Te! ¡Adoramus Te! ¡Glorificamus Te! Quoniam Tu solus Sanctus; Tu solus Dominus; Tu solus Altíssimus. Cum Angelis et Archangelis, cum Tronis et Dominationibus, cumque omni militia caelestis exercitus, himnum gloriae tuae canimus, sine fine dicentes: Sanctus, Sanctus, Sanctus!"

 

Toda víctima es sacerdote.

 

Antes de la Elevación viene la alabanza. Antes de la Consumación está la alabanza. Aprende a decir tu Misa. Toda víctima es sacerdote. Mas no se es sacerdote sin saber celebrar la Misa en todas sus partes.

Mira a mi Jesús: Antes de ser elevado y consumado, tributó alabanzas al Padre (Jn 14-17) aun sabiendo ya lo que le esperaba.

Que cante tu corazón, María. Que cante por más que las lágrimas fluyan de tus ojos. Que el canto apague tus gemidos y las voces de Satanás que te quiere persuadir a que desconfíes de ti y así impedirte la culminación de tu misión; que, para impedirte que ruegues, te quiere convencer de que Dios no te escucha; que, para perderte, quiere hacerte ver que estás perdida.

 

Valen más un día, una hora de fidelidad en estas condiciones

que no diez años pasados en el dolor físico y en la penitencia, ...

 

No, no lo estás. Persevera. Valen más un día, una hora de fidelidad en estas condiciones que no diez años pasados en el dolor físico y en la penitencia, si bien con la paz en tu corazón y Dios perceptible a tu lado. Persevera. "El que perseverare hasta el fin será salvo" (Mt 10, 22; 24, 13). Lo dice mi Jesús que lo es también tuyo y te lo digo yo. Sufre con paz. Presto vendré."

 

(Nota mía)

 

Me encuentro inmersa en el dolor. Me acometen los sopores estando acompañada del mismo y cuando salgo de ellos, allí me lo encuentro para darme al instante su cantinela: "Dios no te ama. Estás condenada. Eres una mentirosa, una loca y una hereje".

Es un verdadero demonio que me priva de todo consuelo y me ofusca hasta la luz material del sol y las bellezas de la naturaleza que en otro estado de ánimo hubiéranme solazado. Me incapacita para acometer cualquier ocupación y me priva de la tranquilidad que me proporcionaba la oración y el gozo mismo de ésta. Hablo y, al hablar me acomete ese pensamiento. Escribo y, mientras escribo, ese pensamiento se agita en mi cerebro. Leo y el mismo se sobrepone a las palabras. Es que está allí, siempre allí...

No bien vuelvo en mí, la primera sensación es la de este pensamiento. Aún no he abierto los ojos, la boca ni movido las manos cuando ya está en plena actividad taladrándome el corazón y la mente. Apenas si cesan el Maestro o la Madre de hablar que ya ha vuelto a emprender su tarea de polilla que carcome incansable allí donde anida.

Hay que probarlo para saber lo que es esto...

355-358

A. M. D. G.