24 mayo 1944

 

 

La tierra, altar contaminado,

tiene necesidad de volver a ser santificada...

 

 


 

tan providente bondad no ha sido parte a hacer de mis hijos unos hijos fieles

   Cántico de Moisés 

  Que cada uno se haga hostia acepta a Dios

 


 

Dice Jesús:

 "Escribe. Yo, dice el Señor Uno y Trino, conociendo como conozco a los hombres tan fáciles para olvidar las leyes y beneficios, sustituí una Ley y un Pacto, escritos y conservados en materiales muertos: la piedra y la madera –madera al fin por más que se recubra con oro– por una Ley y un Pacto escritos en una Carne con una Sangre que son divinas y conservadas permanentemente vivas, como cuando sirvieron de Alianza con el Cielo, en un tabernáculo que, en su pequeñez, es tan inmenso como el Cielo, puesto que lo contiene todo, y con su innumerabilidad, floreciendo en todos los rincones de la tierra, da testimonio de la omnipresencia de Dios.

 

tan providente bondad no ha sido parte a hacer

de mis hijos unos hijos fieles

 

Mas tan providente bondad no ha sido parte a hacer de mis hijos unos hijos fieles. Cada vez más os habéis venido a hacer la raza depravada y proterva cantada por Moisés (Dt 32, 1-43).

 

Cántico de Moisés

 

(Prestad oído, cielos, que hablo yo,
y la tierra escuche las palabras de mi boca.

Como lluvia se derrame mi doctrina,
caiga como rocío mi palabra,
como blanda lluvia sobre la hierba verde,
como aguacero sobre el césped.
Porque voy a aclamar el nombre de Yahvéh;
¡ensalzad a vuestro Dios!

Él es la Roca, su obra es consumada,
pues todos sus caminos son justicia.
Es Dios de lealtad, no de perfidia,
es recto y justo.
Se portaron mal con él
los que él engendró sin tara,
generación perversa y tortuosa.

¿Así pagáis a Yahvéh,
pueblo insensato y necio?
¿No es él tu padre, el que te creó,
el que te hizo y te fundó?
Acuérdate de los días de antaño,
considera los años de edad en edad.
Interroga a tu padre, que te cuente,
a tus ancianos, que te hablen.
Cuando el Altísimo repartió las naciones,
cuando distribuyó a los hijos de Adán,
fijó las fronteras de los pueblos,
según el número de los hijos de Dios;
mas la porción de Yahvéh fue su pueblo,
Jacob su parte de heredad.

En tierra desierta le encuentra,
en el rugiente caos del desierto.
Y le envuelve, le sustenta, le cuida,
como a la niña de sus ojos.
Como un águila incita a su nidada,
revolotea sobre sus polluelos,
así él despliega sus alas y le toma,
y le lleva sobre su plumaje.

Sólo Yahvéh le guía a su destino,
con él ningún dios extranjero.
Le hace cabalgar por las alturas de la tierra,
le alimenta de los frutos del campo,
le da a gustar miel de la peña,
y aceite de la dura roca,
cuajada de vacas y leche de ovejas,
con la grasa de corderos,
con la flor de los granos de trigo,
 y por bebida la roja sangre de la uva.

Come Jacob, se sacia,
engorda Yesurún, respinga,,
–te has puesto grueso, espeso, turgente–
rechaza a Dios, su Hacedor,
desprecia a la Roca, su salvación.
Le encelan con dioses extraños,
le irritan con abominaciones.
Sacrifican a demonios, no a Dios,
a dioses que ignoraban,
a nuevos, recién llegados,
que no veneraron vuestros padres.
(¡Desdeñas a la Roca que te dio el ser,
olvidas al Dios que te engendró!)
Yahvéh lo ha visto y, en su cólera,
ha desechado a sus hijos y a sus hijas.
Ha dicho: Les voy a esconder mi rostro,
a ver qué va a ser de ellos.
Porque es una generación torcida,
hijos sin lealtad.
Me han encelado con lo que no es Dios,
me han irritado con sus vanos ídolos;
¡pues yo también voy a encelarles con lo que no es pueblo,
los irritaré por medio de una nación insensata!
Porque ha saltado fuego de mi cólera,
que quemará hasta las honduras del seol;
devorará la tierra y sus productos,
abrasará los cimientos de los montes.
Acumularé desgracias sobre ellos,
agotaré en ellos mis saetas.
Graneros de hambre serán mis armas,
fiebre mortífera mi veneno.
Dientes de fieras mandaré contra ellos,
veneno de reptiles.
Por fuera la espada sembrará orfandad,
y dentro reinará el espanto.
Caerán a la vez joven y doncella,,
niño de pecho y viejo encanecido.
He dicho: A polvo los reduciría,
borraría su recuerdo de en medio de los hombres,
si no temiera azuzar el furor del enemigo,
y que lo entiendan al revés sus adversarios,
no sea que digan: "Nuestra mano prevalece,
y no es Yahvéh el que hace todo esto."
Porque es gente de cosnejo obtuso,
y no hay en ellos agudeza.
Si fueran sabios, podrían entenderlo,
sabrían vislumbrar su suerte última.
Pues, ¿cómo un solo hombre puede perseguir a mi,
y dos poner en fuga a una miríada,
sino porque su Roca se los ha vendido,
porque Yahvéh los ha entregado?

Mas no es su roca como nuestra Roca,
y nuestros enemigos lo demuestran.
Porque su viña es viña de Sodoma
y de las plantaciones de Gomorra:
uvas venenosas son sus uvas,
racimos amargos sus racimos;
su vino, un veneno de serpiente,
mortal ponzoña de áspid.
Pero él, ¿no está junto a mí como una joya
sellada entre mis tesoros?
A mí me toca la venganza y el premio
para el momento en que su pie vacile.
Porque está cerca el día de su ruina,
ya se precipita su destino.
(Que va a hacer Yahvéh justicia al pueblo suyo,
va a apiadarse de sus siervos.)
Porque verá que su fuerza se agota,
que no queda ya libre ni esclavo.
Dirá entonces: ¿Dónde están sus dioses,
la roca en que buscaban su refugio,
que comían la grasa de sus sacrificios
y bebían el vino de sus libaciones?
¡Levántense y os salven,
sean ellos vuestro amparo!
Ved ahora que yo, sólo yo soy,
y que no hay otro Dios junto a mí.
Yo doy la muerte y doy la vida,
hiero yo, y sano yo mismo
(y no hay quien libre de mi mano).

Sí, yo alzo al cielo mi mano,
y digo: Tan cierto como he de vivir eternamente,
cuando afile el rayo de mi espada,
y mi mano empuñe el Juicio,
tomaré venganza de mis adversarios,
y daré el pago a quienes me aborrecen.
Embriagaré de sangre mis saetas,
y mi espada se saciará de carne:
sangre de muertos y cautivos,
cabezas de los caudillos enemigos.

¡Cielos exultad con él,
y adórenle los hijos de Dios!
¡Exultad, naciones, con su pueblo,
y todos los mensajeros de Dios narren su fuerza!
Porque él vengará la sangre de sus siervos,
tomará venganza de sus adversarios,
dará su pago a quienes le aborrecen
y purificará el suelo de su pueblo.

Fue, pues, Moisés con Josué, hijo
de Nun, y pronunció a oídos del pueblo
todas las palabras de este cántico.)

Nadie, si no es por obligación de estudio o misión sacerdotal, lee y medita hoy en día ese cántico. Mal hecho. Debierais leerlo y meditarlo y decir golpeándoos el pecho: "Este pueblo insensato, este pueblo sin reconocimiento que, tras recibir los beneficios de Dios ha recalcitrado cual mulo resabiado abandonando a su Señor, este pueblo que se ha permitido, y continúa haciéndolo, provocar a su Dios sustituyendo su culto por otros idolátricos y sacrílegos y adorando a Satanás en sus variadas manifestaciones, este pueblo somos nosotros. Por eso el Eterno nos ha castigado y seguirá castigándonos mientras el número de los buenos no alcance a ser igual por lo menos al de los malos".

Y, criaturas rebeldes como sois, no debéis terminar vuestro razonamiento diciendo: "Ahora bien, esperaré a que los demás se hagan buenos y predicaré para que lleguen a serlo". No. Que cada uno, sin curarse de su vecino, trate de llegar a ser bueno como Dios quiere. Y después, cuando lo haya alcanzado, hable en el nombre de dios exhortando a los demás a ser buenos. Mas antes purifíquese a sí mismo en el dolor y en el amor.

 

Que cada uno se haga hostia acepta a Dios

 

Que cada uno se haga hostia acepta a Dios. La tierra, altar contaminado, tiene necesidad de volver a ser santificada antes de poder tornar a ser altar grato al Señor.

El dolor ha de ser holocausto para el pecado, en tanto que el amor debe serlo para el sacrificio pacífico. Mas que sea el amor el primero que nazca en vosotros. Sin él no podréis tenerme a Mí que soy el Amor eterno, el Promotor de toda acción o pensamiento sobrenaturales. Así el Amor os impulsará a la contrición, ésta os hará volver a Dios y, reunidos con El, podréis ofreceros a vosotros mismos con toda el alma, con toda la mente, con todo el corazón y con todas las fuerzas, como lo dispone la Ley (Dt 6, 4-5), a Aquel que debe ser amado sobre todas las cosas y sin límite de medida.

Soy el amor que te habla. Soy el Amor que bendice. Soy Yo que te bendigo".

 

Y yo te bendigo, Amor, porque derramas sobre mí tu luz, que es Luz de Luz, y calmas mis grandes dolores cambiándolos a un gozo que no hay palabra humana que pueda describirlo.

376-378

A. M. D. G.