30 mayo 1944

 

 

a quien con sus actos persigue un fin recto,

 vienen a resultarle cosas buenas...

 

 


 

... da firmeza a mi espíritu para despreciarle y fortaleza para abatirlo y será un monumento para tu Nombre

  De entre todos los animales que caminan a cuatro pies, serán inmundos aquellos que, al caminar, se apoyan en sus manos

   Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara a fin de que nadie sepa que tú ayunas sino que lo sepa tan sólo tu Padre

  la sensualidad, arma que fue la que mató a Olofernes más que la espada del tirano

   "Yo, de mí nada soy. Nada puedo por mí. ... Pero si Tú me ayudas, Señor, sabré resistir y vencer"

 


 

Dice Jesús:

"Esta mañana, al leer el Libro, te ha llamado la atención una frase. Auque no pertenezca al ciclo que voy desarrollando, te la voy a explicar por más que con ello me gane el reproche de los doctores intransigentes.

Ahora bien, ¿dónde habrá un "maestro" que pueda dar lecciones al Maestro y le diga: "Tú debes hablar de esto y no de aquello puesto que el programa es éste?" ¿Quién es el que me impone el programa y quién el Maestro en "mi" escuela? Yo sólo. Así pues, hablo de lo que quiero y a quien quiero.

 

"... da firmeza a mi espíritu para despreciarle y fortaleza

 para abatirlo y será un monumento para tu Nombre"

 

Has leído en el libro de Judit: "... da firmeza a mi espíritu para despreciarle y fortaleza para abatirlo y será un monumento para tu Nombre" (Judit 9, 14-15 Vulgata). Basta; pues lo demás no entra en la lección.

Hago observar tan sólo que a quien con sus actos persigue un fin recto, vienen a resultarle cosas buenas aun aquellas que, si bien no constituyen pecado, son debilidades que arrastran al pecado cuando se buscan para la propia satisfacción.

La belleza es cosa buena cuando se la sabe valorar debidamente. La belleza es uno de los dones que Dios otorgó a los Progenitores. Ellos reflejaban la Perfección del que los creó que era Espíritu purísimo. Y si bien el hombre no podía, como su Creador, ser en su totalidad espíritu, sí podía –y así Dios quiso que fuese– dar testimonio con la perfección de un cuerpo armónico y bellísimo, vaso vivo destinado a contener un espíritu sin mancha de culpa, de cuál era el Origen del que provenía. Y esto echa por tierra la vergonzosa teoría de que descendéis de un cuadrumano.

 

"De entre todos los animales que caminan a cuatro pies,

serán inmundos aquellos que, al caminar,

se apoyan en sus manos"

 

De Dios venís, no de un animal al que la antigua ley declaraba "inmundo". Recordad: "De entre todos los animales que caminan a cuatro pies, serán inmundos aquellos que, al caminar, se apoyan en sus manos" (Lv 11, 27).

La belleza debe pues ser admirada en cualquiera de vuestros semejantes y por ella se han de dar gracias a Aquel que dotó al hombre de tal soberanía de formas sobre todos los animales, debiendo usarla vosotros con fines de bondad y no de vanidad, como la usó Judit. Adornarse para seducir, adornarse para extraviar y adornarse aunque no sea más que por propia soberbia y por ostentación de riqueza, entraña culpa. Mas cuando con el costado torturado por el cilicio y el cuerpo macerado con la penitencia se hace uso de las formas del cuerpo y de las riquezas con un fin recto, entonces el medio se eleva a santidad.

 

"Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara a fin de que

 nadie sepa que tú ayunas sino que lo sepa tan sólo tu Padre"

 

Dije Yo: "Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara a fin de que nadie sepa que tú ayunas sino que lo sepa tan sólo tu Padre" (Mt 6, 16-18). Y así lo hice Yo, porque nunca dije palabra que antes no la hubiese llevado a la práctica en mi vida. Y por haber obrado así fui acusado de ser amigo de publicanos y meretrices y amante de convites y festejos (Mt 11, 19; Lc 7, 34).

Si algo me resultaba penoso era precisamente la alegría de un convite y la algarabía de una fiesta. Me alimentaba para vivir sin hacer del alimento, como muchos hacen, "el goce de la vida". Y así, comer pan, aunque fuese solo, al borde de un bancal herboso, humedeciendo mi boca con el agua pura del arroyo, sentado entre las flores del campo, bajo el verdor de un árbol en el que anidan los pájaros a los que mi Padre mantiene, rodeado de mis amigos-discipulos, me resultaba mucho más sabroso que el más rico convite en el que era observado y espiado por la curiosidad humana y por un odio irreparable.

Si algo me repugnaba era el contacto con los impuros. Mi ser descansaba cuando me veía rodeado por la inocencia. Tened en cuenta que había dejado la compañía de los ángeles para bajar a estar entre los hombres. Por eso eran los niños los que hacían que no añorase a los ángeles. Mas, con todo, había venido para salvar a los pecadores. Y ¿cómo los habría de salvar despreciándolos y huyendo de ellos?

 

la sensualidad, arma que fue la que mató a Olofernes

más que la espada del tirano

 

Judit, pues, usa y se vale de su belleza y de su riqueza para un fin santo y, aumentando sus ocultas penitencias para agradar a Dios, aumenta asimismo sus atractivos para agradar al hombre y así destroncarle "con su propia espada": la sensualidad, arma que fue la que mató a Olofernes más que la espada del tirano (Judit 13, 1-10).

María, todas las criaturas tienen sus propios tiranos que son: el sentido, el mundo, el prójimo y el demonio.

¡Cuántos tiranos hay en el prójimo! Gente que oprime, gente que envidia, gente que condena injustamente. Con todo, por malos que sean, hay que amarlos por mi amor.

Ahí está el sentido, pólipo que resurge de continuo para arrastrar al profundo. Ahí el demonio, medusa que tiene bajo su mirada a las criaturas de Dios para hipnotizarlas y perderlas. ¿A quién acudir en demanda de auxilio contra estos enemigos? A Dios. "Da firmeza a mi espíritu para despreciarle y fortaleza para abatirlo".

 

"Yo, de mí" "nada soy. Nada puedo por mí. ...

Pero si Tú me ayudas, Señor, sabré resistir y vencer"

 

"Yo, de mí", dice el alma fiel, "nada soy. Nada puedo por mí. Al amarte, querría complacerte y vencer; mas soy débil: débil en mis propósitos y en mis fuerzas para luchar. Pero si Tú me ayudas, Señor, sabré resistir y vencer".

¿Puede acaso Dios negar su ayuda a un hijo que se la pide? No. Y, precisamente, porque sois débiles pero, a la vez, fieles. Y por el mero hecho de que nada sois, aunque reconociéndolo vosotros, Él se pone de vuestro lado y os infunde firmeza y fortaleza. En una palabra, El se os transfunde a Sí mismo. Si pues Dios está con vosotros ¿a qué teméis?

¿Por qué Dios os ayuda de este modo? Por amor. Esto, lo primero. Y después, porque cada victoria del hombre que se deifica en el Bien y se perfecciona para ser de Dios-Perfección, es un monumento levantado al Nombre santo de Dios. Cada hombre que se hace santo es un monumento erigido a la benignidad, poder y soberanía de Dios. Monumento que, una vez más pregona a las gentes las maravillas de Dios y así éstas reconozcan que El es el Poderoso y que sobre El nadie hay más grande.

Vete en paz".

400-402

A. M. D. G.