12 junio de 1944
"Amad el dolor
porque mi Hijo lo amó por vuestro bien
hay una categoría especial: Son los serafines de los fieles, los más encendidos en el amor
las criaturas espirituales que se asemejan a Dios, ¿en qué tiempo viven? En el de Dios.
El Reino de Dios es eterno como su Rey y la eternidad tan sólo conoce un vocablo: "Ahora"
Dice Jesús:
"Te digo también esto para perfeccionarte en el dolor.
Amar el dolor es ya consejo de perfección pues el mandato de Dios, que conoce la capacidad humana, se limita a disponer el soportar el dolor por obediencia a Dios. Y muchos –la mayoría– ni esto saben hacer.
Dios dice a los mejores: "Amad el dolor porque mi Hijo lo amó por vuestro bien. Haced vosotros lo mismo por el bien de los hermanos".
Son los serafines de los fieles, los más encendidos en el amor
Mas entre estos mejores, que son los cristianos fieles, convencidos, generosos y amantes, hay una categoría especial: Son los serafines de los fieles, los más encendidos en el amor. El amor que les consume háceles amar lo más difícil, de modo que, no sólo aman el dolor que Dios permite que les muerda, sino que lo piden diciendo: "Heme aquí, Padre. Vengo a pedirte el mismo cáliz que diste a tu Hijo y por idéntica razón". Y, así, vienen a hacerse "víctimas".
A éstas, a través de ti que eres una de ellas, les doy este consejo de perfección.
Cuando el dolor es atroz, pero breve, es más fácil de aceptar. Mas cuando en su mordiente severidad dura, sigue durando, persistiendo en su duración y, cual árbol frondoso, se adorna de continuo con nuevas ramas y acoge en su tronco otras proliferaciones –como acaece con algunos árboles de las selvas sobre los que arraigan hiedras y enredaderas y en los que se incrustan musgos y líquenes, llegando a brotar en la oquedad de dos ramas otras plantitas que nadie sabe cómo puedan hundir sus raíces allí, en aquel ángulo formado por dos leños en el que hay tan sólo una pizca de polvo y, sin embargo, crecen hasta hacerse verdaderos arbustos causando la admiración del hombre que contempla estupefacto esta obra de los vientos y este fenómeno de adopción vegetal– entonces es difícil perseverar en el cumplimiento de la misión de víctima.
Pues bien, María. Yo te he dicho que, para vivir sin equilibrios en la vida de víctima, es preciso colocarse resueltamente en el plano espiritual. Ver, pensar y obrar en todo como se obra en los reinos del espíritu, o sea, en una eternidad que siempre dice: "Ahora".
las criaturas espirituales que se asemejan a Dios,
¿en qué tiempo viven?
En el de Dios.
Vosotros que vivís para el espíritu, ¿qué es lo que queréis ver en las cosas considerándolas según la carne? ¿Qué es lo que habéis pedido a Dios? Que haga de vosotros criaturas espirituales. Ahora bien, las criaturas espirituales que se asemejan a Dios, ¿en qué tiempo viven? En el de Dios. Y ¿cuál es el tiempo de Dios? Un eterno presente. Un eterno "ahora". En el Cielo, para vuestro eterno Padre, no hay pasado ni futuro. Sólo un instante eterno.
Dios no conoce nacimiento ni muerte, aurora ni ocaso, principio ni fin. Los ángeles, que son espirituales como Él, no conocen sino "un día". Un día que tuvo su principio en el instante en que fueron creados y que ya no tendrá término. Los santos, desde el momento en que nacen para el Cielo, se hacen poseedores de este tiempo inmutable del Cielo que no conoce el transcurrir y permanece fijo con su esplendor de diamante encendido por Dios en las eras del mundo que van girando en torno a esta su fijeza inmutable, al modo de los planetas con el sol, que se forman y se deshacen, dominan y se disgregan mientras él sigue y seguirá siendo el mismo. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre.
Recapacita, María. Si tú pudieses contar todos los granitos de arena que hay en los mares de todo el globo, en el fondo y en las orillas de los lagos, de los estanques, torrentes, ríos y riachuelos, y me dijeses: "Cámbialos a otros tantos días", aún tendrías un límite en este número de días. Si juntases todas las gotas de agua que contienen los mares, los lagos, los ríos, los torrentes y arroyos, las que oscilan en las frondas bañadas por la lluvia o el rocío, y a ellas unieses toda el agua que contienen las nieves alpinas, las nubes errantes y los glaciales que cubren de cristal las cimas montañosas, aún le habrías puesto un límite a este número de días. Si llegases a congregar todas las moléculas que integran los planetas, las estrellas y las nebulosas; en fin, todo cuanto gira por el firmamento llenándolo de armonías que oyen tan sólo los ángeles –pues todos los astros, en su curso, entonan, cual refulgentes arpistas que deslizan sus manos sobre azuladas arpas, las alabanzas del Creador, y el firmamento resuena en su plenitud con este concierto de órgano gigantesco– todavía tendrías un número limitado de días. Si aglomerases todo el polvo sepultado en la tierra, polvo que es tierra de hombres que tornaron con su materia a la nada y que desde hace centenares de siglos aguardan el mandato de tornar a ser hombre y ver el triunfo de Dios –y son miles de millones de átomos de polvo-hombre pertenecientes a miles de millones de hombres que se creyeron ser algo y desde hace siglos nada son, ignorando el mundo hasta si vivieron– aún tendrías un número limitado de días.
El Reino de Dios es eterno como su Rey
y la eternidad tan sólo conoce un vocablo:
"Ahora"
El Reino de Dios es eterno como su Rey y la eternidad tan sólo conoce un vocablo: "Ahora". También tú, y contigo todos los consagrados al holocausto, debes conocer esta sola palabra para medir el tiempo del dolor.
"Ahora". ¿Desde cuándo sufro? Desde ahora. ¿Cuándo cesará? Ahora. El presente. Para las criaturas espirituales no existe sino lo que es de Dios, incluso el tiempo.
Aprended, a partir de este momento, a calcular el tiempo como lo poseeréis en el Paraíso: Ahora.
¡Oh, bendito aquel tiempo que es inmutable posesión, inmutable contemplación e inmutable gozo! "La vida es un abrir y cerrar de ojos; el tiempo de la tierra dura lo que una respiración; pero mi Cielo es eterno". Este debe ser el acorde dominante de vuestro canto de criaturas mártires y felices.
Se lee en la vida de mi mártir Cecilia: "Cecilia cantaba en su corazón". Cantad igualmente vosotros en vuestro corazón. Cantad: "El "ahora" de Dios me aguarda. Yo me encuentro inmersa ya en el remolino de este eterno "ahora" que me acerca cada vez más al centro de su perfección. Estoy viendo caer este polvo del que cada átomo es un día y cada granito un mes; lo veo caer lanzado fuera por el soplo de este torbellino que me aspira a Dios, siendo su amor el que me quiere proporcionar "su" tiempo. Me quiere dar su eterno presente en el que, a cada segundo del tiempo terreno corresponde un recibir en mí la beatitud de tener a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo en un abrazo siempre nuevo, siempre suspirado, siempre querido, sin cansancios, rico de siempre nuevos esplendores, de siempre nuevos sabores y de siempre nuevos amores. Y a cada nueva arribada es como si yo volviera a nacer, como si fuera el primer momento en que gocé de este Dios Uno y Trino, mi único Amor; y a cada nueva arribada yo alcanzo la perfección de la Vida y después renazco a mi gozo de bienaventurado para amarle más, más y más. Nada más, porque allá, en el Paraíso, todo habrá alcanzado la perfección, no siendo susceptible de aumento ni disminución, antes con idéntica y renovada alegría: la mía de bienaventurado que se abraza a Dios y la suya, de Dios, que puede derramar su amor y su esencia sobre una criatura suya que El creó por amor para recibirlo de ella y para darle, para darle, para darle amor".
Mira así tus sufrimientos, mi pequeña esposa, y su duración será para ti menos que nada. Y, a su término, Yo, Yo estoy aquí.
Mi paz sea siempre contigo." (A esta última página escrita del cuaderno aparece unida la hojita de una "Nota mensual" del Colegio con la fecha de abril 1912 y el encabezamiento: María Valtorta, que contiene lo que sigue: "Conducta: Ha merecido la medalla.- Comportamiento: Inscrita en el cuadro de honor.- Orden: Inscrita en el cuadro de honor.- Estudio: Bien.- Trabajo: Activa y perseverante.- La Directora".)
434-437
A. M. D. G.