20 junio 1944

 

 

¡Cómo te ama Dios!

 

Dios es Amor y quien en sí no tiene amor

carece de semejanza con Dios.

 

 


 

Con la mirada, y más con el alma, me sumergía entre aquellos arriates de luz, yendo de flor en flor, ... 

  Cree en Dios. También nosotras somos una prueba de su existencia

   Mas Dios, porque te ama y porque le amas, te concede que le alcances, le conozcas y te sumerjas en su Fuego

 


 

Dice Jesús:

"Para hacerte olvidar a los hombres que siempre son fieras prontas a herir, al menos unos hombres a otros,  –siempre fieras y si bien no sean malvados en el verdadero sentido de la palabra, muerden siempre, si no las carnes, sí las almas de aquellos que, por ser "míos", están menos dispuestos a devolver mordida por mordida y zarpazo por zarpazo– ven, que te quiero hacer contemplar las estrellas.

Te las quería haber hecho contemplar ayer noche, mas te hallabas tan herida que no podías hacer otro que llorar y dolerte sobre mi corazón y así te tuve sin imponerte más fatiga que la que no era "mía" sino de la humanidad cruel.

Mira ahora y considera conmigo:

 

Con la mirada, y más con el alma,

me sumergía entre aquellos arriates de luz, yendo de flor en flor, ...

 

¿Ves cuántos astros brillan por la noche en el terciopelo del cielo sereno? Millones. Parece como si su luz expresara palabras misteriosas. Yo, Hombre, me perdía en mis noches solitarias contemplando las estrellas. Con la mirada, y más con el alma, me sumergía entre aquellos arriates de luz, yendo de flor en flor, confrontando las magnitudes y colores de aquellas corolas estelares y parangonando la hermosura de su brillo. Y me gozaba. Y me gozaba pensando que, del modo que las flores en los campos y en los jardines, meciéndose suavemente al aire del alba y de la tarde, se dicen palabras perfumadas, así también, allá arriba, se dirán los astros unos a otros palabras de luz y que cada intermitencia en su brillar, cada destello más vivo, cada radiación más sostenida, hubieran de ser otros tantos puntos de una frase, otras tantas contestaciones a una pregunta y otros tantos discursos del más fogoso orador, dicho todo para alabar la magnificencia de Dios.

 

"Cree en Dios.

También nosotras somos una prueba de su existencia"

 

¡Las estrellas! ¡Tan lejanas y cercanas a la vez! Alejadas millones y millones de metros, volando cual aves de fuego por los campos interminables del cielo y, sin embargo, tan visibles al ojo del hombre para decirle: "Cree en Dios. También nosotras somos una prueba de su existencia". Diríase que con un pequeño esfuerzo se podría llegar a ellas y tocarlas pues tan cercanas parecen estar. Y, con todo, sería tenido por necio el que pensase poder hacerlo aun subiendo a las cimas más altas del globo. Sea que el hombre las contemple desde la llanura más acusada, sea que dirija a ellas su mirada desde las cumbres de las montañas asiáticas sobre las que difícilmente vive el águila debido al enrarecimiento del aire por la altura, sea que asimismo se eleve por medio de alguno de esos artefactos que son prueba de la inteligencia humana pero de los que no sabéis hacer uso sino para servir a la barbarie y a la iniquidad, al odio infernal por tanto, no consigue verlas más cerca y mucho menos alcanzarlas. Cuanto más él se eleva, tanto más ellas se hunden en el éter y palpitan diciendo: "Nosotras, hijas de Dios, no somos para ti pues nos contaminas con tu humanidad decaída. Nosotras, criaturas de Dios, no somos sino una chispita de aquel océano de luz que es el Reino de Dios. Para llegar al Astro verdadero y conocer su Luz, no tienes sino despojarte de toda tu humanidad. Así conocerás a Dios, ya que El se desvela a quien le ama y en el amor consuma al propio hombre y hace reinar a su misma alma, poseyéndolo después, tras la breve vida, durante la Vida eterna. Nosotros, los milenarios astros, conoceremos la muerte, cosa que vosotros no la conoceréis si os hacéis hijos de Dios".

 

Mas Dios, porque te ama y porque le amas, te concede

que le alcances, le conozcas y te sumerjas en su Fuego

 

Ya ves, María, cómo os ama Dios y cómo te ama. Escríbelo bien claro y subráyalo para que lo veas bien. ¡Cómo te ama Dios! No hay hombre con medio alguno que pueda llegar a la estrellita más próxima a la tierra, la de más tenue fulgor. Mas Dios, porque te ama y porque le amas, te concede que le alcances, le conozcas y te sumerjas en su Fuego. Y considera que hay menos distancia de la tierra a las estrellas que de éstas al trono de Dios. Ellas forman el inmenso pavimento de la celestial Ciudad y, más aún que el pavimento, los cimientos de la misma. Arriba, arriba, mucho más arriba, a alturas inconcebibles que no responden a medidas humanas, se halla aquel feliz Reino del que la Trinidad es Señora y en el que está preparado el puesto para quien ama. Mas porque la amorosa impaciencia de Dios no conoce demoras, El, anticipando el tiempo, os aspira a Sí con el espíritu y se da a vosotros con su Fuego.

Y ¿qué se te da de la mezquindad humana? Déjala a los humanos y ven, que tienes a Dios que te ama. Todo lo demás es nada. Nada puede servir para alcanzar a Dios. Sólo el amor sirve para esto.

Más alto que la más empinada cumbre, más potente que el medio más poderoso, el amor, con su fuerza, ilimitada por ser espiritual, os une a Dios, os lo hace conocer. Basta que os cuidéis de amarle completamente, de hacer del amor el esfuerzo único de vuestra vida no perdiéndoos en otras búsquedas. Tratad de poseer el amor y cultivadlo haciéndoos crecer de continuo, alimentándolo para ello sin pereza y sin miedo. Haced de él una hoguera, pues la llama sube, la llama resplandece y la llama canta. Subid hacia Dios. Resplandeced en el amor que os inflama. Cantad vuestro amor. Devolved a Dios lo que El puso en vuestro corazón para haceros semejantes a El: la capacidad de amar.

Dios es Amor y quien en sí no tiene amor carece de semejanza con Dios."

463-466

A. M. D. G.