29 junio (1944)
Los vivientes,
y cuanto con ellos se relaciona,
mueren y se desvanecen para no tornar más
La parábola de las minas
¡Oh!, la vida, una vez pasada, ya no vuelve más
Id y negociad vuestra moneda hasta que Yo retorne
Os doy tiempo. Esto es amor y justicia y a la vez
Reproduzco aquí las palabras dichas ayer y puestas como fondo del singular trabajo que me encargó hacer mi Señor y del que aún desconozco su objeto.
Dice Jesús:
"Por amor a la obediencia y a la verdad has sido muy castigada por no haber querido secundar la "voz" interna y la palabra de tu Director. Mas si aún dura el castigo, la culpa ha quedado anulada por el motivo mismo que te llevó a oponer resistencia. Obraste por un motivo de amor y el amor cubre el pecado y lo destruye. Pero no lo hagas más. Por encima de cualquier voz está la mía y la de quien habla en mi nombre y a éstas es preciso escuchar siempre. Has obrado como niña casquivana. Mas, puesto que soy justo, aprecio las atenuantes y miro al motivo de amor que, aunque humano, siempre es amor, y sabré extraer un bien hasta de este descuido tuyo. Vete en paz."
Dice más tarde Jesús:
"Los vivientes, y cuanto con ellos se relaciona, mueren y se desvanecen para no tornar más. Dicha, dolor, salud, enfermedad, vida, son episodios que se van sucediendo y desaparecen antes o después, no tornando nunca más en aquella forma. Podrán la dicha o el dolor, la salud o enfermedad tornar con otras formas y apariencias, mas aquella determinada dicha, aquel determinado dolor, aquella enfermedad o aquella salud jamás tornarán. Son cosas del momento y, pasado que sea aquel, vendrán otras semejantes a ellas; mas aquellas... nunca jamás.
¡Oh!, la vida, una vez pasada, ya no vuelve más
Es la vida...¡Oh!, la vida, una vez pasada, ya no vuelve más. Se os da una hora de eternidad, un momento de eternidad para conquistar la Eternidad.
¿Nunca te diste cuenta de que este motivo podría aplicarse muy bien a la parábola de las minas de que habla Lucas? (Lc 19, 11-27).
"Id y negociad vuestra moneda hasta que Yo retorne"
Se os entregó una moneda de eternidad. El Señor, al confiárosla, os dice: "Id y negociad vuestra moneda hasta que Yo retorne". Y, a su retorno, o mejor, al retornar vosotros a El, os pregunta: "¿Qué has hecho de la moneda recibida?" Y el siervo fiel, ¡feliz de él!, puede responder: "Con esta moneda de eternidad, Rey mío, he hecho este, ese y aquel negocio. Y, no por cálculo mío sino por palabra angélica, sé que he ganado diez veces más". Y dícele el Señor: "¡Bravo, siervo fiel! Porque has sido fiel en lo poco, ejercerás el poder sobre diez ciudades y, en tu caso, reinarás de inmediato aquí, donde Yo reino, por toda la eternidad puesto que has negociado como más y mejor lo podías hacer".
Otro, llamado por Dios, dirá: "Con tu moneda he hecho esto y aquello. Mira, mi Rey, lo que de mí está escrito". Y Yo le diré: "Entra tú también ya que has negociado como y cuanto has podido".
Pero a aquel que me diga: "Mira, la moneda es tal cual; yo no la he negociado porque tenía miedo de tu justicia", le replicaré: "Vete a conocer al Amor en el Purgatorio y negocia allí para conquistarte el reino, porque has sido un siervo holgazán no preocupándote siquiera de conocer quién soy Yo juzgándome injusto al dudar de mi justicia, olvidando que Yo soy el Amor. Que tu dinero se mude a expiación".
Y al que se me presente diciendo: "Yo he dilapidado tu moneda y he disfrutado con ella porque no creía que existiese realmente este Reino prefiriendo gozar ahora que me la habías dado", Yo le diré indignado: "¡Siervo necio y blasfemo! Que te sea quitado mi don y echado al Tesoro eterno. Y tú, vete a donde no están Dios ni la Vida y, puesto que no quisiste creer y sí en cambio, gozar y has gozado, pues que ya has tenido tu goce de carne sin alma, te basta. El Reino eterno se te cierra para siempre.
¡Cuántas veces no habría de hacer retumbar estas palabras si tan sólo fuese Justicia! Mas el Amor sobrepuja a la Justicia. Perfecta ésta y perfecto aquel. Pero como el Amor constituye mi propia naturaleza y es preferente al resto de mis perfecciones, he aquí por qué contemporizo con los pecadores obrando de suerte que no perezcan del todo los culpables.
Os doy tiempo. Esto es amor y justicia y a la vez
Os doy tiempo. Esto es amor y justicia y a la vez. ¿Qué diríais si os hiriese al primer error? Diríais: "Pero, ¡Señor!, si me hubieses dado tiempo para reflexionar, me habría arrepentido". Os dejo tiempo. Una, dos, diez, setenta veces faltáis pudiendo heriros; y os doy tiempo para que no podáis decirme: "No has sido benigno".
No. Sois vosotros los que no sois benignos con vosotros mismos defraudando las riquezas que para vosotros creé y os suicidáis quitándoos la Vida que para vosotros asimismo creé.
La mayoría de vosotros desbarata o hace mal uso de la moneda de eternidad que os regalo y de la jornada terrena hacéis, no vuestra eterna gloria sino el medio de un sufrimiento eterno. Y los menos, por temor a mi Justicia, se mantienen inertes condenándose a aprender quién es Dios-Amor entre las llamas del amor purgativo.
Sólo una mínima parte sabe apreciar mi moneda y hacerla fructificar al diez por uno, sabe sumergirse en el amor como pez en límpida pecera y remontar la corriente hasta alcanzar el manantial, es decir, a su Dios y decirle: "Heme aquí. He creído, amado y esperado en Ti. Tú has sido el objeto de mi fe, de mi amor y de mi esperanza. Llego ahora y mi fe y mi esperanza quedan reducidas al amor. Porque ahora no necesito creer que Tú existes, como tampoco esperar en Ti ni en esta Vida. Ahora te tengo a Ti, mi Dios, y amarte, tan sólo amarte es la perenne tarea de mi eterna Vida".
Alma mía, sé de éstas y que mi paz sea contigo para ayudarte en este empeño."
494-497
A. M. D. G.