13-7. (13 julio 1944)

Salmo 33 v. 22. (Salmo 34 (Vulgata 33), 22.)

 

 

No sólo la muerte del pecador es horrible,

mas también su vida

 

vISITA DE sANTA tERESITA DEL nIÑO jESÚS

 

 


 

¿Qué son distintas las apariencias?

  Son éstos los gigantes del pecado por más que su condición social les haga aparecer como los gigantes de la sociedad

   Amadlos pues con el amor más grande: con el que supera todo por salvar

   Dice Santa Teresa del Niño Jesús: 

  están para iniciarse "los grandes silencios" que son los toques de perfección dados por el Artífice divino a nuestra alma

   Te preguntabas ayer qué es el "doble amor" que yo pedí para mí.

 


 

Dice Jesús:

"No sólo la muerte del pecador es horrible, mas también su vida. No hay que engañarse con las apariencias. Estas son un barniz, un toldo que se tiende para ocultar la realidad. En verdad te digo que una hora, una hora tan sólo de la paz del justo –en modo alguno digo una hora del gozo de un predilecto que descansa sobre mi pecho, sino del justo– es incalculablemente más rica en felicidad que la más larga vida del pecador.

 

¿Qué son distintas las apariencias?

 

¿Qué son distintas las apariencias? Es cierto. Mas, como a los ojos del mundo no aparece la inmensidad del gozo de un santo mío, tampoco aparece el abismo de inquietud y de descontento que anida en el corazón del injusto y que, como del cráter de un volcán en erupción, emanan de continuo vapores acres, corrosivos y venenosos que van intoxicando a aquel desventurado. Porque, para ver de apagar su inquietud, aquel que no obra bien trata de procurarse las satisfacciones que pueda apetecer su ánimo extraviado.

Esta es la clave que explica ciertas vidas tan oscuras en las que la oscuridad va aumentando de día en día cual si fuera cayendo dando tumbos hasta los abismos más profundos. Es el mismo peso de sus obras realizadas fuera de la Ley –me refiero a mi Ley sobre la que se basan todas las leyes humanas encaminadas a contener a los hombres dentro de normas de moralidad– el que les impele cada vez más abajo.

Aquellos que ven –puesto que los que ya están absortos en Dios pueden ver al que es invisible a los ojos de los vivientes– se horrorizan al contemplar la perfección en el mal de los pecadores obstinados e impenitentes. Su muerte, como dice el salmo, es un horror. Horror que los lanza a la otra Vida para que se hundan en un Horror mucho mayor.

 

Son éstos los gigantes del pecado

por más que su condición social les haga aparecer

como los gigantes de la sociedad

 

Son éstos los gigantes del pecado por más que su condición social les haga aparecer como los gigantes de la sociedad. Mas hay otros que, siendo igualmente gigantes del pecado, pasan inadvertidos entre las gentes al no distinguirse exteriormente por obras especiales, pero que, por dentro, se hallan corroídos por culpas que claman contra Dios y contra el prójimo.

¡Cuántos son éstos! Los buenos, cuando por una gracia especial llegan a conocerlos espiritualmente, se horrorizan de ellos como de una podredumbre. Y, efectivamente, son una podredumbre que altera colores y rasgos, apestando con su hedor en el que se destaca sensibilísimamente el olor de Satanás y del Infierno.

Mas cuantos sois buenos recordad a vuestro Maestro. ¿Os repugnan a vosotros? ¿A vosotros? Y a Mí, puro y santo, ¿qué me habrán de producir? Asco. Y, con todo, les amé hasta morir por ellos tratando de salvarlos.

 

Amadlos pues con el amor más grande:

con el que supera todo por salvar

 

Amadlos pues con el amor más grande: con el que supera todo por salvar. ¿Que no salváis? No importa. Vosotros amáis lo mismo a esa alma por ser obra de Dios. ¿Que ahora se encuentra manchada con los excrementos de Satanás? Limpiadla con una lluvia constante de amor sobrenatural. De un verdadero amor, despojado de todo humano atractivo, y heroico más bien, ya que persiste a pesar de las bascas que a vuestro cuerpo y hasta a vuestra alma produce la contemplación de su gusanera fétida.

Si la salvarais, tendríais un gozo muy grande. Y si no, vuestro mérito será igual y os lo encontrareis porque habréis amado de acuerdo con mi mandato." (Jn 13, 34-35).

 

El mismo día 13 de julio de 1944. Jueves, por la noche, a las 21 horas.

Dice Santa Teresa del Niño Jesús:

"Sí, soy ciertamente yo la que vengo a pasar contigo esta hora de agonía y a pasarla recordando a Jesús cuya faz cambia con el sudor sanguíneo, comenzando a adquirir una expresión dolorosa que a nosotras, sus pequeñas víctimas y esposas, nos produce delirios de amor compasivo.

 

están para iniciarse los "grandes silencios"

que son los toques de perfección dados por el Artífice divino

a nuestra alma

 

Soy yo. También yo vengo a acariciarte. Ahora me corresponde a mí, porque cuando están para iniciarse los "grandes silencios" que son los toques de perfección dados por el Artífice divino a nuestra alma, es necesario tener al lado a una amiga que los conozca.

No temas. También nuestro Jesús murió de sed... (Jn 19, 28). ¡Oh sed divina! Con todo y no poder casi hablar por tener sus fauces resecas, pronunció las palabras salvadoras y la plegaria que salva: "Padre, perdónalos", "Hoy estarás conmigo", "En tus manos confío mi espíritu" (Lc 23, 34, 43 y 46). Casi mudo por la sed y por la agonía; ciego casi por la costra de sangre sobre sus párpados y por la muerte próxima, supo recitar las oraciones salvadoras y ver asimismo, adorándola, la voluntad del Padre.

No es preciso hacer mucho, mi pequeña hermana, estando próximas a la inmolación. Basta con saber permanecer fieles y ver a Dios a través de la costra del dolor que nos llaga el corazón, diciéndole que se le sigue amando siempre...

No tengas miedo. Dios está contento de ti y me manda que te lo diga. ¿Crees no ser una "niña en la infancia espiritual"? Lo eres porque todo lo haces con simplicidad, hasta tus mismas imperfecciones ya que no tratas de ocultarlas con astucias de adulto vistiéndolas con falso ropaje de justicia. Eres una "pequeña" en el camino que yo enseñé pues a Jesús le agradan los "pequeños" y así dijo que de ellos es el reino de los Cielos (Mt 19, 14; Mc 10, 14; Lc 18, 16-17). Y eres "víctima", una adulta por tanto. Porque el espíritu que voluntariamente acepta ser inmolado, por más que sea de una criatura niña, es espíritu adulto.

 

Te preguntabas ayer qué es el "doble amor" que yo pedí para mí.

 

Te preguntabas ayer qué es el "doble amor" que yo pedí para mí. Pues bien, hermanita, para ti es esto: ser niña y amar a Jesús con simplicidad de niño y ser víctima amándole con heroísmo de mártir. Estar con el en la pobre cuna de paja; con El sobre la cruz áspera y ... siempre con El para no dejarle nunca solo, para hacerle sonreír, para sorber su llanto y morir con El.

¡Cómo te ama! Te ha proporcionado sus dos lechos más santos: la cuna sobre la que vela la Madre, y la cruz sobre la que está inclinado todo el Cielo. Son los dos puestos a los que su amor te llama con indicación divina de amor. De allí emprenderás el vuelo para el Cielo.

Descansa ahora, hermanita. Yo estoy aquí para orar contigo. Mas está segura de que basta con amar, amar mucho y decir tan sólo: "¡Jesús, yo te amo!", y decirlo con sincero amor por ser, no sólo justificados sino también amados por Dios con amor de predilección.

Felices aquellos que, a cada latido de su corazón, saben decir: "Yo te amo". Expirarán con esta profesión de amor en su mente, en su corazón y en sus labios, siendo ella la que les abrirá el Paraíso porque Dios ama y se entrega a quien le ama."

No estaba segura al sentir estas nuevas caricias de una mano agraciada pero mayor que la de María. No sé ciertamente si era más alargada, pero sí distinta, tanto en la forma como en la pesantez y modo de acariciar. No veía sino la mano cubierta casi por completo en su dorso por una larga manga marrón. Una linda mano bien formada pero, a mi parecer, más alargada que la de la Madre. La sentía deslizarse de cuando en cuando por mi cabeza haciéndome feliz con ello. Mi sufrimiento físico, que era muy fuerte, se calmaba con ese tacto. Pero no osaba decirme a mí misma: "Es Santa Teresita", puesto que ayer mismo por la mañana me equivoqué. Mas cuando no han sido únicamente las caricias sino que he visto su mano, ya no ha habido duda alguna.

Con todo, nada más he visto que sus manos y su voz muy hermosa y dulce junto con una gran paz, seguridad y una sensación cálida de amistad... no sé explicarme bien. Sus palabras, por tanto, aún me han hecho más feliz.

Desde ayer por la tarde me siento muy mal a causa del corazón. En cambio ayer por la mañana, tras la llegada de la Madre, me veía tan aliviada, incluso físicamente, que hasta llegué a cantarle a Jesús una canción de amor compuesta por mí en su letra y música. Mas carece de importancia. Lo cierto es que estoy muy contenta de haber recibido la visita de mi santita predilecta, tanto que el dolor físico se me antoja nada...

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A. M. D. G.