2 agosto a las 9 horas

 

 

María Puerta de Dios, de Ella salen la fe,

la esperanza y la caridad;...

 

 


 

veo a Nuestro Señor entre cúmulos de nieve paradisíaca

  Veo el rostro de María como una luz casi deslumbradora ...

    El mismo príncipe se pondrá a sentar delante de ella para comer su pan delante del Señor

   Ven siempre a Mí, mi pequeño Juan, pasando a través de María. Es el secreto de los santos.

   Sois, por tanto, sin haber recibido la consagración, pequeños sacerdotes de vuestro Dios y así debéis de serlo puesto que Yo os llamo en torno mío para que me améis y me sirváis en esta vida y en la futura

   Ellos, por su fidelidad, estarán en mi presencia, sus dones me serán gratos, les instruiré en la Verdad y Yo seré su herencia

 


 

Mientras hago, tras la acción de gracias de la Santa Comunión, mis diarias oraciones, siento en mí aquella sacudida, esa sensación especial que experimento cuando Jesús quiere bendecir con una de sus gracias.

Nunca llegaré a explicar bien este fenómeno. Viene a ser como un aviso que recibe todo mi ser. Va dirigido al alma aunque también la materia lo siente. El alma con una paz y un gozo súbito y sobrenatural al que no acierto a dar un nombre, pero que realmente existe, y el cuerpo con un a modo de escalofrío que es al mismo tiempo calor y sensación de bienestar. Después se apodera de mí una especie de somnolencia física por la que deseo recogerme en el silencio y en la soledad y abandonarme sobre la almohada como para dormir. Mas, en realidad, la mente y las facultades espirituales están más despiertas que nunca y ven, oyen y gozan con una vida intensa. Únicamente disminuyen las fuerzas físicas como presas de una languidez o desvanecimiento. Mas viene a ser un gozo tan grande...!

 

veo a Nuestro Señor entre cúmulos de nieve paradisíaca

 

Esta mañana he quedado desplomada y, al tiempo que escribo, veo a Nuestro Señor entre cúmulos de nieve paradisíaca, cual si fuesen extensiones inmensas nevadas y candidísimas, contra el azul más terso. La nieve la forman inmensas falanges angélicas, perlas vivas trasvolando por el zafiro del cielo. Ángeles, ángeles y más ángeles: luz y armonía. Luces respecto a las cuales resultan opacas y cochambrosas las perlas más cándidas y los diamantes más tersos, y armonías respecto a las que son discordante estrépito los cantos más perfectos y dulces de la tierra.

 

Veo el rostro de María como una luz casi deslumbradora ...

 

Círculos festivos de luz nívea, círculos en torno a la todavía más blanca y espléndida luz de la beatísima Madre de Dios. Veo el rostro de María como una luz casi deslumbradora y sus manos como si fuesen soles despidiendo rayos que apenas si soportan los ojos, tanto que difícilmente acierto a ver su rostro amable y sus queridas manos unidas en oración tras el velo de luz que de las mismas se irradia circundándolas de un halo y de un filtro impalpable de gloriosa luminosidad. Con todo, entreabriendo los ojos del alma ante tal fulgor, logro percibir la sonrisa beatífica de María y su dulce mirar humilde y casto, tan amoroso, con los ojos vueltos hacia abajo, hacia la pobre tierra y la pobre María que soy yo, semivelados por las pestañas. Un mirar de virgen humilde y púdica, feliz por su fiesta, mas no orgullosa de ella. Con su actitud parece estar repitiendo el "Magníficat" (Lc 1, 46-55) que si es reconocimiento de los dones que Dios le hizo, es, sobre todo, una alabanza tributada a Dios.

Otra cosa no veo que los ángeles festivos y la Madre y Reina erguida da sobre su espléndido basamento (luz, no es sino luz que sube a rodearla de luz) bellísima con su vestido de perlas entretejidas, hechas luz más potente que aquella que la envuelve, luz que en su rostro y en sus manos supera toda luminosidad por el fulgor que despiden.

¡Qué irradiar el de nuestra Madre! Habiendo sido hecha su alma blanca y pura, nada más podía ver, como he dicho al principio, sino, en inmensidades nevadas, una nieve inmaculada contra un cielo terso y bajo un sol diáfano.

¡Oh Paraíso...!

 

A las 12 horas. Capítulo 44 (si es que leo bien) de Ezequiel.

Dice Jesús:

"A la Inviolada y jubilosa en el Cielo Arca cerrada en la que nada ni nadie podrá poner sus manos ya que a donde Dios entró no le es lícito al hombre penetrar, como tampoco a cuanto es propio del hombre culpable en Adán, tú la has visto. El final de sus días fue la Vida gloriosa e inmediata puesto que la que había llevado al Viviente no podía conocer la muerte y la que no fue profanada por humanidad no podía conocer la profanación del sepulcro. Ahora bien, la Reina excelsa que arrebata con el gozo del éxtasis a los ángeles, te proporciona  otra enseñanza.

 

"El mismo príncipe se pondrá a sentar delante de ella

 para comer su pan delante del Señor"

 

Está dicho: "El mismo príncipe se pondrá a sentar delante de ella para comer su pan delante del Señor" (Ez 44, 3).

Nadie, por grande que sea, puede comparecer en mi presencia si no reconoce en María la puerta cerrada por la que sólo Dios entró, a la Madre del Salvador, a la Madre-Virgen, a la Madre divina.

Yo la asocié a mi condición de Viviente en el Cielo para daros a conocer cual sea su gloria. Si Ella es inferior únicamente a Dios es porque fue creada por El; mas su maternidad y su dolor de corredentora la encumbran sobre toda criatura. Puerta de Dios, de Ella salen la fe, la esperanza y la caridad; de Ella la templanza, la justicia, la fortaleza y la prudencia; de Ella la Gracia y las gracias; de ella la salud, pues de Ella os vino el Dios hecho Carne.

¡Oh Madre mía! Tanto para el Sumo Pontífice como para el último de los creyentes eres tú el Copón sagrado en el que la Eucaristía espera a ser distribuida entre los que creen. Todas las gracias pasan a través de tu cuerpo inviolado y de tu corazón inmaculado y los misterios, la verdad, los sacramentos y todos los dones únicamente los conocen con verdadera sabiduría y gustan de ellos conscientemente y con fruto cuantos, postrados ante ti, saben pedírtelos. Tú haces de filtro entre el Sol y las almas y entre las almas y Dios para que así el hombre pueda contemplar la Divinidad y la humanidad ser presentada al Perfecto. Madre, eso lo haces tú que diste Dios al hombre y das los hombres a Dios instruyéndolos con tu sonrisa y con tu amor.

 

Ven siempre a Mí, mi pequeño Juan, pasando a través de María.

Es el secreto de los santos.

 

Ven siempre a Mí, mi pequeño Juan, pasando a través de María. Es el secreto de los santos. Y la Puerta cerrada, que no se abre ni se abrirá jamás por violencia alguna humana, la Puerta santa por la que sólo Dios puede pasar, esa se abre siempre al simple toque del amor de un hijo de Dios y se abre con suma benignidad. Cuanto más humilde y sencillo sea el espíritu que a Ella se dirige, tanto más Ella se abre y os acoge. Os acoge para enseñaros la Sabiduría y el Amor teniéndoos entre sus brazos maternales.

Dirígete, Juan, a tu Maestra que te ama.

Y esto que sigue, para otra categoría de personas que no saben ser "pequeños Juanes" ni voces de Cristo.

"Y los levitas que se alejaron de Mí en el descarriamiento de los hijos de Israel... serán los guardianes y porteros de la casa... Por el contrario, los sacerdotes y levitas hijos de Sadoc... se acercarán a Mí y estarán en mi presencia... Yo soy su heredad" (Ez 44, 10-28).

No es esto aplicable tan sólo a los sacerdotes en el sentido literal de la palabra. Démosle, si os place, un significado más amplio y apliquémoslo a los creyentes o cristianos.

 

Sois, por tanto, sin haber recibido la consagración,

 pequeños sacerdotes de vuestro Dios y así debéis de serlo

puesto que Yo os llamo en torno mío para que me améis

y me sirváis en esta vida y en la futura

 

Aquel que cree sirve a Dios. Con el Bautismo y la Confirmación os comprometisteis a ello y si sois consecuentes con las ceremonias, queréis decir con ellas a Dios, a vosotros y al mundo que queréis servir a Dios. Sois, por tanto, sin haber recibido la consagración, pequeños sacerdotes de vuestro Dios y así debéis de serlo puesto que Yo os llamo en torno mío para que me améis y me sirváis en esta vida y en la futura.

Pero ¿qué suele acontecer? ¿Por qué vemos desde lo alto de los Cielos cómo muchos levitas, en la desbandada del mundo, se alejan de Mí yendo tras ídolos que si son vergüenza para los hombres a quienes la Gracia hizo hijos de Dios, para los consagrados son vergüenza suma y profanación? ¿Por qué han hecho consistir sus creencias en el egoísmo, el sentido, el dinero y la ambición? ¿Por qué sirven a la mentira no teniendo de sacerdotes sino el vestido y no un alma sacerdotal?

Y ¿por qué he de tener que elegir de entre los hijos de Sadoc a quienes sustituyan a las voces que han quedado mudas y a las lámparas apagadas? Por compasión del mundo. Sí, por compasión.

Pero ¡ay de aquellos a quienes deba despedir del cargo de guardianes de mi casa para que en adelante no lo sean! A lo largo de todos los siglos fueron los elegidos, procedentes de todas las profesiones y capas sociales, los que vinieron a sustituirles. Arrebatados por el torbellino del amor, subieron bien altos a purificarse en el Fuego y a instruirse con las voces de la Llama divina. Miraron por un instante a Dios con sincera y buena voluntad de verlo y esta visión fue la que les consagró a su servicio.

 

"Ellos, por su fidelidad, estarán en mi presencia,

sus dones me serán gratos,

les instruiré en la Verdad y Yo seré su herencia"

 

Y he aquí que Yo digo: "Ellos, por su fidelidad, estarán en mi presencia, sus dones me serán gratos, les instruiré en la Verdad y Yo seré su herencia".

¡Oh, venid, benditos míos! Venid, vosotros, a quienes les ha sido revelada la Verdad, no por obra de hombre sino por querer de Dios en premio a la fidelidad de vuestro amor; vosotros a quienes se puede decir como le dije a Simón: "Bienaventurados de vosotros porque ni la carne ni la sangre sino mi Padre que está en los Cielos os ha dado a conocer la Sabiduría y a reconocer a Cristo" (Mt 16, 13-1º7). Estaos sobre mí Corazón lleno de amaestramientos y de amor infinito para vosotros".

Y añade Jesús: "He querido hacerte un comentario acorde con la festividad de hoy: Santa María de los Ángeles y S. A. M. de Ligorio (San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia 1696-1787).

581-585

A. M. D. G.