3 de agosto

Libro III de los Reyes, cap. 19.º

 

 

¿Dónde tenéis que buscarme

para dar conmigo al momento?

 

 


 

La vida, esa vida con la que podéis conquistar la Vida eterna, está hecha de cosas pequeñas

   Por eso, cuando vivís las cosas de cada momento, sabed discernir y amar, amar, amar

   ¿Dónde se encuentra el Señor?     

El aura ligera es la paz que rodea a cuanto viene de Dios y os dice: "Aquí está el Señor". 

  Conocéis bien al Enemigo. Es uno solo, pero con muchas facetas 

  La vida es guerra y el Cielo su premio

 


 

Dice Jesús:

"¿En dónde me encuentro Yo? ¿Dónde tenéis que buscarme para dar conmigo al momento? ¿En las cosas grandiosas? ¿Sólo en ellas? No. En tal caso me veríais muy raramente ya que la vida está hecha de cosas pequeñas y los momentos solemnes son pocos. Y esto porque soy misericordioso. Porque ¿cómo había de poder resistir una criatura que estuviese sometida, de la mañana a la noche y todos los días del año, al continuo desgaste de grandes dolores, de grandes luchas y de grandes renuncias?

 

La vida, esa vida con la que podéis conquistar la Vida eterna,

 está hecha de cosas pequeñas

 

La vida, esa vida con la que podéis conquistar la Vida eterna, está hecha de cosas pequeñas. Mas esas pequeñas cosas las habéis de mirar con ojos de amor y exacto conocimiento y realizarlas con actos de amor para que así, por pequeñas que sean, vengan a resultar cosas grandes.

Mirad con ojos de amor y exacto conocimiento. Nunca me cansaré de deciros, a fin de persuadiros de ello, que el mal no viene de Dios y que es fruto del maridaje de vuestros semejantes con Satanás o de la ligereza de vuestros semejantes cuando el mal es de escasa importancia. El mal que os hace sufrir no viene de Dios. Cuando un dolor viene de El, como puede ser una persona o casa que os quita para teneros más desapegados de lo humano y más libres para seguirle a El, entonces os da a la vez fortaleza y paz. Tú lo has experimentado y lo sabes. Diles pues a las almas cuan distinto es el dolor que viene de Dios, por grande que sea, del que es fruto de la dureza humana y del odio entre los hermanos.

 

Por eso, cuando vivís las cosas de cada momento,

sabed discernir y amar, amar, amar

 

Por eso, cuando vivís las cosas de cada momento, sabed discernir y amar, amar, amar. Amar la mano de Dios si es ella la que os arrebata las cosas. Amar a los infelices y culpables cuando son ellos los que os las imponen. Amar siempre, hacerlo todo con amor. ¿Que viene de Dios? Es su voluntad que, por tanto, hay que amar. ¿Que viene de los hombres? Haced de esta cosa humana una cosa sobrehumana preciosa soportándola con paciencia y caridad siempre que no sea algo contrario a mi Ley, en cuyo caso es preciso oponerse tratando de inclinar con dulzura al bien a aquel que quiere el mal y sabiendo, no obstante, morir si éste es contumaz en su propósito, con tal de no llegar a pecar. Los mártires no son únicamente los muertos a manos de los tiranos. Hay multitud de mártires desconocidos y humildes que mueren cada día por no querer hacer el mal, muertos violentamente o acabados lentamente, consumidos por una opresión lenta pero continua de quienes les odian al tenerlos por jueces, pero siendo más fuertes que ellos con una fuerza sobrehumana.

 

¿Dónde se encuentra el Señor?

 

Mas, volviendo al Libro (1 Reyes Vulgata: 3 Reyes, 19, 9-18): ¿Dónde se encuentra el Señor? ¿En el viento fuerte y violento? ¿En el terremoto? ¿En el fuego? No. En el aura ligera.

¡Oh, el Señor siempre es dulce con sus hijos! Es siempre paciente y misericordioso. Os muestra un rostro paternal para enamorar cada vez más de Sí a los hijos buenos y para atraer a Sí a los hijos pródigos. ¡Cuánta paciencia! De no tenerla infinita, debería fulminaros de continuo con su ira. Mas no le toméis esto a debilidad. Si os da la vida, hijos ingratos, es para que os convirtáis; pero advertid que cada día en que hayáis hecho inútil la longanimidad de Dios lo encontraréis marcado y lo pagaréis ásperamente cuando estéis fuera de esta tierra de la que os creéis dueños absolutos burlándoos de vuestro verdadero Padre.

 

El aura ligera es la paz que rodea a cuanto viene de Dios y os dice:

"Aquí está el Señor".

 

El aura ligera es la paz que rodea a cuanto viene de Dios y os dice: "Aquí está el Señor". Apresuraos pues a servirle y no digáis: "Como no infunde miedo no me preocupo de El". Mas, por el contrario, precisamente porque os ama, debéis amarle. Sabed estar con respeto y amor confiado delante de Dios y decirle lo que el profeta: "Me abrasa el celo por el Señor".

Todos debierais arder en deseos de servir a Dios y, por el contrario, la mayoría está pronta para servir al hombre olvidándose de Dios. Son demasiados los hijos de Dios que han roto con su pacto destruyendo en su corazón el altar del amor hacia el Señor, burlándose de sus hijos fieles y oprimiéndolos, incluso hasta la muerte.

Y entonces es cuando el Señor dice a los que han quedado solos como palmeras solitarias en medio de la aridez del desierto rodeados de matorrales espinosos, rastreros y amargos –la aridez es el mundo y los matorrales espinosos los malvados, mientras que la palmera es útil, alta y dulce en sus frutos–: "Marcha sin temor pues tu vida está en mis manos. Tú y contigo los siete mil que no doblaron sus rodillas ante la Bestia ni tuvieron besos para ella, estáis reservados para Mí. Sois míos de una manera absoluta y eterna con una felicidad sin límites".

Mas –aún no ha terminado la lección– mas mientras estéis en la lucha no os gloriéis de la predilección de Dios. Como soldados en armas, habéis luchado sin recibir premio. Es que aún no terminó la lucha. Dios está con vosotros como vuestro Capitán. Ahora bien, no puede decirse de uno que es vencedor si después de las primeras victorias abandona a su capitán conformándose con las alabanzas recibidas. Vencedor y valiente es aquél que le sigue hasta el fin. La vida es una lucha diaria y vosotros los soldados en armas que triunfáis en ella.

 

Conocéis bien al Enemigo.

Es uno solo, pero con muchas facetas

 

Conocéis bien al Enemigo. Es uno solo, pero con muchas facetas. La primera es la del Demonio. Las otras son: la carne, el mundo y el dinero. Permaneced fieles. ¿Que habéis vencido? Pues bien, que la satisfacción de la victoria os preste fuerzas para las nuevas luchas. ¿Que habéis sido derrotados? No os abata el desánimo sino que la humillación de vuestra debilidad os preste ánimos para desquitaros con una victoria. Sólo quien llegó al final puede gloriarse en el Señor puesto que hasta el último instante de la lucha, tanto el Enemigo común como el individual, que es la parte inferior de vuestro yo, pueden haceros morder el polvo en una caída mortal.

"El que está armado no se gloríe como el que vela las armas". Confiados en el Señor, sí; pero velando sin descanso. ya llegará la hora del abrazo con vuestro Rey. Entonces las palmas sustituirán a las armas y el rumor de la lucha cederá su puesto a las armonías celestiales. Entonces es cuando podréis cantar el gozo de vuestra victoria.

 

La vida es guerra y el Cielo su premio

 

La vida es guerra y el Cielo su premio. Sabed alcanzarlo descubriendo a Dios en el aura ligera y resistiendo a Satanás en sus violentos torbellinos. Sabed ahormar vuestro corazón al mío tan sólo, teniendo besos de amor para vuestro Señor Dios. No tenéis otro Dios. Servidle a El tan sólo y seréis de los siete mil que se reservó y de los ciento cuarenta y cuatro mil de que habla Juan (Ap. 7, 4 y 9-18): los elegidos para la verdadera gloria que carece de parangón y término y que son los que vienen de la gran tribulación de la tierra a descansar en el Reino de Dios."

Ayer noche la Reina excelsa que, durante todo el día se me había hecho presente con su fulgor, volvió como Madre al lado de su pobre hija que sufría grandemente. Mas no con su vestidura fúlgida y en el azul del Paraíso sino con su acostumbrado vestido de lana blanco marfil, poniéndose junto a mi lecho, tan dulce y buena, con su sonrisa y sus caricias.

Me refugié en su pecho que parece el de una jovencita grácil, quedando acariciándole sus manos tan lindas y menudas, mórbidas y perfumadas como las flores. Perfumadas con su aroma de Inmaculada. No es fragancia humana. Debe ser perfume del Cielo. ¡Resulta tan grato, ¿sabe?, estar así con las mejillas sobre el corazón de la Madre sintiendo a través de la ropa tosca latir su corazón y percibir el calor de su pecho, lo mismo que jugar con sus dedos sutiles igual que si fuera una mamá...! ¡Cuántas veces la he llamado: "Mamá"!

Dirá usted que me repito; pero es tan grato contarle a usted y a mí misma mis encuentros con María, que no puedo menos de hacerlo. ¡Cuánto le pedí ayer mañana, como Reina del Cielo, por las necesidades de todos! Con confianza de hija le reiteré ayer mis demandas. Esto para todos y, de un modo especial, para algunos a quienes quiero salvar del dolor, ya que para ellos dolor equivaldría a desesperación.

Leyendo por causalidad en cierta ocasión la vida de Santa Teresita ("Historia de un alma", autobiografía de Santa Teresa del Niño Jesús 1873-1897), topo con lo siguiente: "Al ponerme en los brazos del buen Dios, imité al niño que, cuando tiene mucho miedo, esconde su cabecita rubia en el hombro del papá". Y yo exclamo: "Pues yo la esconderé en el seno de la mamá. Jesús es el Esposo, el Hermano y el Señor. Me apoyaré, por tanto, en El; pero como esposo y hermano, tomando como guía su mano empuñando la cruz. Cuando El quiera me ceñirá con su brazo para atraerme a su corazón. Mas ésta será postura de esposa y, por tanto, transitoria, no pudiendo pretender que sea permanente. Por el contrario, sobre el corazón de la Mamá una hija, y enferma por añadidura, puede estarse siempre. Así pues, yo me abandono sobre el seno de la Madre. Y esto no lo considero una defección hacia mi Jesús sino todo lo contrario porque estoy segura de que, permaneciendo así, estaré siempre al lado de Jesús ya que tengo la firme convicción de que Jesús se encuentra siempre entre los brazos de María. De querer buscarlo en otra parte, podría errar fuera de su camino. Mas si le busco allí, le encontraré siempre. Madre, elijo tu hombro para mi refugio. Con mi rostro pegado a tu mejilla, te pediré todo y lo esperaré todo, pues una Madre no defrauda".

¡Si supiese qué dulce resulta sentirla aquí, toda mía...! Sentirla y verla propiamente toda, toda, toda para mí, viva y verdadera, respirando, sonriendo... Ayer era para el alma el gozo extático total. Hoy es el gozo igualmente para mi humanidad. No acierto a explicar bien este gozo tan completo, esta paz, esta compañía, todo esto, en suma, que experimento. Para poder comprenderlo habría ue probarlo. Me encuentro sola, pero, en realidad, estoy con Ella y no me sorprendería de que, si tuviera necesidad de tener abierta la puerta, me la abriese Ella o si precisara de ayuda, fuera Ella quien me la prestase. Tan real es su presencia que nada de eso me causaría asombro.

¡Oh, no me merezco todo esto! Mas la bondad de Dios está ciertamente por encima de toda hiperbólica previsión humana...

585-590

A. M. D. G.