4 de agosto.
Job cap. 33.º v. 14, v. 19, v.23, v. 29
lAS INDULGENCIAS
si un ángel hablase en su favor, Dios se compadecería de él
Las indulgencias se aplican extrayendo tales recursos de los tesoros de la Comunión de los Santos
Dice Jesús:
"No. No una vez ni tres, como dice Eliú, sino con inexhausta paciencia os habla Dios para reconduciros al bien. Con sueños, y eso tú lo sabes bien, con inspiraciones, consejos, ejemplos, lecturas, dolores, enfermedades, muertes, de mil maneras, ya dulces o severas, El se vuelve a vosotros para deciros: "Tened en cuenta que soy Yo. Pensad que olvidaros de Mí y de mi Ley supone sobrehumana desventura".
Sobre la ley antigua quedó tendido el velo de mi Sangre
que grita al Padre para vosotros: "¡Misericordia!"
Si Dios hubiese de hablar a vuestro espíritu una vez tan sólo para reconduciros al recto camino, ni uno siquiera de vosotros alcanzaría la meta que es la Vida eterna. Esto podían pensarlo así los de la antigua Ley; mas desde que Yo reino con mi cruz, es otra la Ley que os juzga y rige: la de la Misericordia que se abrazó a la Justicia de la inmutada e inmutable Ley del Sinaí (Ex 20, 1-17; Dt 5 1-22), y de tal modo se abrazó cubriéndola con sus flores, que la piedra ruda y severa quedó toda ella recubierta con un vestido florido del que cada hilo de su estambre es una piedad del Señor hacia vosotros. Sobre la ley antigua quedó tendido el velo de mi Sangre que grita al Padre para vosotros: "¡Misericordia!"
Yo, Hijo del Amor, vine a instaurar el Amor sobre la tierra y el Amor es paciencia y es perdón. Yo, Maestro, enseñé al hombre a perdonar a su semejante setenta veces siete (Mt 18, 22), indicándole con ello que debe perdonar un número ilimitado de veces. Mas si esto es lo que quiero del hombre, del pobre hombre en el que, a despecho de mi querer y de mis prodigios, a pesar de mis ayudas sacramentales, llega el Enemigo a inocular el odio, –odio que fermenta en vosotros ya que la carne es terreno propicio para que fermenten en ella los vicios satánicos– esto mismo es lo que con toda perfección debo querer de Mí mismo que soy la Perfección. Por eso, no setenta veces siete sino setenta, setenta y setenta veces siete, es decir, siempre, desde el momento en que se abren a la comprensión las luces de vuestra razón hasta el instante en que la postrer agonía os la apaga, Yo hablo, aconsejo y perdono con tal de que vengáis a Mí con recta intención.
Mas la debilidad del hombre es tan grande que por sí solo no acertaría a comprender, obrar, arrepentirse ni salvarse. Cuanto más débil es el hombre, –y el pecado es debilidad para el espíritu, una debilidad que tanto más crece cuanto el pecado es más grave o más numerosos y repetido, llegando a matar como por consunción las fuerzas del alma– tanta menos capacidad tiene para comprender, obrar, arrepentirse y salvarse. He aquí entonces cómo mediante la Comunión de los santos se le infunden fuerzas sobrenaturales que le capacitan para comprender, obrar, arrepentirse y salvarse.
"si un ángel hablase en su favor, Dios se compadecería de él"
Dice Eliú: "si un ángel hablase en su favor, Dios se compadecería de él" (Job 33, 23-26). Cuando Job, el Cielo se hallaba poblado únicamente de ángeles. Los justos aguardaban a Cristo en la espera del Limbo para llegar a ser ciudadanos del Cielo. Mas ahora, a las filas de ángeles se unen las de los santos del Cielo y de la tierra.
¡Oh qué cadena tan dulce une y estrecha entre sus áureos eslabones de caridad a la Tierra con el Cielo, a los santos del Cielo y justos de la Tierra, uniéndolos en un abrazo que se resuelve en ayuda y salvación para los pobres de la Tierra: los verdaderos pobres, es decir, aquellos que se encuentran privados o muy poco dotados de la Gracia!
Es por demás desconocida en su auténtica realidad esta sublime Comunión de los espíritus "vivos" de la Tierra con los del Cielo cuya finalidad es comunicar a los pobres hermanos enfermos, moribundos o tal vez muertos ya, la Vida de la que ellos están a rebosar al ser una misma cosa conmigo-Vida. Plegarias para obtener una más longánimo paciencia de Dios; plegarias para conseguir de El fulgores, no de castigo sino de amor que conviertan a los pecadores como lo fue Saulo en el camino de Damasco (Hch 9, 1-6); ofrecimiento por ellos de secretas y nunca bastantemente bendecidas inmolaciones que, cual ondas de caudaloso río van a verterse en los depósitos de las gracias celestiales a fin de que, cuantos más tesoros se extraigan de ellos más afluyan a los mismos, porque los justos que viven y los santos que suben al Cielo van alimentando este océano formado inicialmente por mi Sangre a la que asocio vuestras lágrimas y vuestros méritos y así seáis vosotros "una misma cosa conmigo" tanto en redimir como en amar, tanto en padecer como en gozar.
Ha habido quien te preguntó cómo y por qué luz se conceden aquellas indulgencias no confirmadas por un milagro manifiesto (Haciendo una llamada mediante una crucecita, anota a lápiz María Valtorta: Esta persona era mi prima Paula que formuló tan pregunta el 30-7). Es uno de los escollos contra los que dan de bruces o se encallan los pocos sabios en la Fe. He aquí pues que Yo, Maestro bueno, que os quiero sabios y no ignorantes –porque conocer es amar, conocer es salvarse y Yo, Rey además de Maestro, quiero que os salvéis porque soy el Rey bueno y un buen rey ama a sus súbditos queriéndolos ver salvos en los confines de su reino y no presa del dolor, de la indigencia y de la muerte– he aquí que Yo os instruyo en esta verdad.
Las indulgencias se aplican extrayendo tales recursos
de los tesoros de la Comunión de los Santos
Las indulgencias se aplican extrayendo tales recursos de los tesoros de la Comunión de los Santos. Del tesoro del Santo de los santos que soy Yo, Jesús, y del de los justos. Como prados en primavera tras un tibio aguazón nocturno que hace que reciban el beso del sol en una plena constelación de flores, así veo Yo florecer en los áridos campos de la tierra, bajo el rocío de la Gracia, a las almas justas y vivir, perfumar y morir con su corola vuelta al Cielo en el que vierten vida y fragancias que después, fundidas con aquellas otras de los bienaventurados, vuelven a descender para santificar la tierra. Dichosas las glebas que las acogen sabiendo hacer florecer sobre el duro sílex un nuevo espíritu de Dios.
¿Teméis acaso que los millones y millones de días de indulgencia vayan a sobrepasar el cúmulo de méritos? ¡Oh, no lo temáis! Yo multiplico hasta el infinito los méritos de los santos al fundirlos con los míos que son infinitos. Los tesoros de méritos son tan grandes que, por más que los hombres todos y diariamente disfrutasen de ellos, dichos tesoros no se verían disminuidos por la suma total de todos los días de indulgencia correspondientes a todas las oraciones de la tierra.
¿Por ventura teméis que quien los aplica yerre en su aplicación? Yo dije a Pedro: "Lo que desatares en la tierra será desatado en los Cielos" (Mt 16, 19; 18, 18). Si pues di facultad a mi Pedro, y a cuantos le sucedan, de absolver de las culpas soltándoos, por tanto, del nudo del Maligno, es lógico que les diera igualmente la facultad de tomar de los tesoros del Cielo aquellas riquezas que os condonen también el débito o la parte de él que queda pendiente tras la absolución de la condena. ¿Si el investido de mi espíritu puede juzgar y absolver, cómo no ha de poder aplicar determinadas riquezas?
Una culpa puede ser juzgada personalmente, lo que rara vez ocurre en mi Tribunal puesto que Yo suplo las deficiencias de mis jueces iluminándoles en su visión. Sólo a aquellos que son indignos de serlo les dejo sin luces. Mas esto no entraña peligro para las almas, por cuanto suplo con mi misericordia hacia ellas encaminándolas a otros sacerdotes dignos de guiarlas. Como veis, Yo velo siempre. Una culpa puede ser juzgada personalmente. De ahí las diferencias que apreciáis en la severidad de los jueces. Ahora bien, los méritos de los santos son ciertos y seguros en su amplitud. No hay pues por qué abrigar temor de que, tomando de ellos a manos llenas, vayan a encontrarse un día el Cabeza de la Iglesia y los cabezas de las diócesis con que están aplicando lo que ya no existe. Estad pues seguros de ello.
Se me hace esta objeción: "Pero ¿ya es justo conceder esta o aquella indulgencia a esta o a aquella oración, práctica o festividad?"
No os preocupe esto. Aún en el caso de que no fuese justo –y os hago notar que en las cosas del culto mis Pastores se hallan divinamente guiados– aún en este caso jamás permitiría Yo que las almas fuesen engañadas en su confianza. Por tanto, esta o aquella oración, práctica o festividad darán a las almas la indulgencia a ellas aplicada en atención al mérito de su fe; mérito y fe que Yo jamás desatiendo antes premio infaliblemente.
Bueno, vayamos al caso de un Pastor que asigna indulgencia a algo que no la merece. Más aún: a algo que entraña un error. Y más todavía: que se trata de un Pastor que se halle privado de la luz por estar muerto en su espíritu por una culpa mortal. ¿Las almas han de verse por ello privadas del tiempo de indulgencia concedido a aquella práctica? De ninguna manera. Jamás. Ellas, las almas buenas, cumplen el requisito con recto y santo fin. Su obra, por tanto, parte de un objetivo santo para llegar a otro aún mas santo, cual es la Comunión de los santos. Si pues en la mitad del trayecto se alza la pilastra de un error, ésta no llega a obstaculizar la marcha porque la obra vuela y no serpentea, sobrevuela y supera el escollo a gran altura viniendo a sumergirse directamente sin menoscabo alguno en los tesoros celestiales.
Y tened en cuenta una gran verdad:
que todo acto de fe es fruto del amor.
El amor es por sí mismo la indulgencia total que borra
la multitud de los pecados
Yo premio la fe verdadera. Y tened en cuenta una gran verdad: que todo acto de fe es fruto del amor. El amor es por sí mismo la indulgencia total que borra la multitud de los pecados (I Pedro 4,8). Por más que no hubiese sido aplicada una indulgencia por autoridad alguna, al alma que por mi amor trata de ganarla, se le concede y aplica el indulto de mi amor infinito que la libra de toda sombra de muerte espiritual para vivir y ver la Luz.
Vete en paz. Yo estoy contigo."
591-595
A. M. D. G.