10 de agosto
Jamás digas
que querrías olvidarte de la tierra
Sé hija de Dios de manera total
Jamás digas que querrías olvidarte de la tierra
un patrón de barco está siempre vigilante en su puesto
Así se conduce el buen patrón. Y no habría de hacer Yo lo propio contigo
Mira también cómo es bueno volver la mirada atrás de cuando en cuando
Muchas páginas de mi vida no serán leídas en la tierra
Soy el Jesús que calmó las tempestades en el lago de Galilea,
Jesús me responde... No importa. La oración es elevación del alma a Dios. ...
Dice Jesús:
"Has andado muy cerca de la verdad si bien no la has captado con perfección.
Aquellos que están conmigo en el Paraíso y, por inescrutables motivos, vivieron sobre la tierra momentos de infierno, como tú dices, se acuerdan de ellos, es cierto, pero no sienten su amargor, no ven su negrura ni experimentan sobresaltos de horror al recordarlos, porque aquí todo es luz, dulzura y paz a las que ni el recuerdo de los más atroces tormentos es capaz de anular. Claro que el recuero subiste, pero, aunque vive, ya no produce mal. Por el contrario, él es el que mueve a una caridad operante.
Sé "hija de Dios" de manera total
Nunca digas, hijita mía, ni digas jamás: "Si he de poder llegar a estar en otra parte, ya nunca más me he de querer acordar de haber vivido. Ni una mirada he de echar a esta tierra de aflicción en la que tanto dolor y tanto mal se encierran". Tú, al razonar así razonas humanamente. Esto no lo debes hacer. Yo te puse fuera del pequeño y mezquino círculo de lo que es humano y te coloqué en la infinita y gozosa libertad de lo sobrenatural. Despójate con santa prontitud y alegre voluntad de todo residuo de humanidad. Sé "hija de Dios" de manera total.
Ser hija de Dios de manera total quiere decir serlo como se es en el Cielo, o sea, poseyendo una amor que supere todo obstáculo de recuerdos amargos y que, por el contrario, tales recuerdos hagan de acicate para una caridad mayor.
Mira, hija: Cuando se está aquí, en mi Paraíso, se posee el Amor, porque el Paraíso es la posesión eterna de Dios que es Amor. Y, al poseer el Amor perfecto, espíritu experimenta una metamorfosis de perfección que trastrueca hasta el último residuo de justicia humana.
¿Que un espíritu sufrió en la tierra? Pues, precisamente, porque sabe por experiencia que en la tierra se sufre, se apiada de ella entregándose a una caridad operante por compasión de la tierra.
¿Que fueron los hombres los que en la tierra le hicieron sufrir? Porque la tierra, en sí, es buena y la prueba es que os proporciona pan, lana, frutos y fuego, no siendo enemiga para vosotros como lo son los hombres. Y, precisamente, porque sabe que en la tierra son los hombres los que hacen sufrir y sufren, por eso el espíritu endiosado tiene un santo deseo de obrar en favor de sus pobres hermanos en el exilio. Todos, todos son pobres: los que sufren y, en mayor medida, los que hacen sufrir porque con ello se procuran una pobreza eterna y una eterna desolación.
cuando les ordeno que se lleguen hasta vosotros
para beneficiaros y conduciros al Bien.
Mis santos, desde el seno beatífico de la contemplación, no cesan un instante de hacer por vosotros que aún seguís errantes en el destierro y supone para ellos un gran gozo cuando, con una sonrisa, les ordeno que se lleguen hasta vosotros para beneficiaros y conduciros al Bien.
El Paraíso de los santos tiene dos facetas: La una mira y se goza en Dios y la otra se halla orientada hacia los pobres hermanos, no cesando esta vigilante y amorosa caridad sino cuando el último hombre haya terminado de luchar sobre la tierra. Los santos suplican a mi Majestad que les conceda llegar hasta vosotros para ayudaros.
¿Ves, hija? Hoy mi mártir Lorenzo (Su fiesta litúrgica se celebra el 10 de agosto) mira con más amor que nunca a esa pobre tierra y a los pobres hombres porque, inmerso como está en la Caridad y en la Sabiduría, ve en esa tierra y en esos hombres las dos principales razones de su eterna bienaventuranza y quiere hacerles bien como reconocimiento de haber sido ellos la razón de su gloria. También tú, si te encontrases en el lugar de la expiación temporal, tendrías asimismo esta caridad operante porque las almas purgantes aunque todavía no ven a Dios, le aman sin embargo como en el Cielo participando de los impulsos caritativos de los bienaventurados.
Jamás digas que querrías olvidarte de la tierra
Jamás digas que querrías olvidarte de la tierra. El amor de mis hijos nunca es egocéntrico sino que, imitando a su Señor, ellos, como soles, expanden sus rayos sobre buenos y malos a fin de atraerlo a todos a la Luz.
Esta lección te la he querido dar Yo, tu Padre, que tanto ha amado a la tierra de la que conozco todas sus maldades pasadas y futuras, maldades cometidas en ella por los hombres que arrancaron de mis seno al Verbo al que mandé a santificar la tierra. Sabía muy bien mi pensamiento que, entre las maldades futuras, se contaría el deicidio. Y, con todo, no frenó esto mi amor, como tampoco frenó la prisa amorosa del Verbo ni la amorosa actividad del Paráclito.
Piensa como hija de Dios y así la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descenderá siempre sobre ti."
¡Con qué dulzura ha hablado el Padre santísimo! Una lección que ha sido toda ella una caricia, dictada con tan pausada majestad que, como usted puede advertir, menos la palabra "endiosado" que he vuelto a escribir por haber hecho un garabato a causa de un involuntario esguince de la mano, no he tenido que hacer corrección o añadido alguno para quedara perfectamente acabada a medida que la Voz dictaba.
En modo alguno diré ya más todo aquello y desde hoy, y lo digo con la mayor firmeza, trataré de ocuparme de la tierra cuando la haya dejado. Dale que le darás, si Dios me ayuda, espero conseguirlo sin gran esfuerzo.
¡Qué de cosas no tiene que "dejar de hacer" la pobre María desde que es "portavoz"! Puedo decir que, poco a poco, he tenido que renunciar a todos mis pensamientos y que la palabra-base de los amorosos coloquios divinos es ésta: "Por mi amor, no hagas esto". Pues bien, que así sea siempre. Me basta con que El me tenga entre sus brazos para impedir que Satanás me atormente con los recuerdos...
Más tarde dice Jesús : (Sí, El es ciertamente, porque siento sus caricias).
un patrón de barco está siempre vigilante en su puesto
"En los momentos de peligro y de borrasca, un patrón de barco está siempre vigilante en su puesto. Ya no se fía de sus marineros ni del que está al timón, como tampoco del marinero encargado de la maniobra de las velas. Coge entre sus manos la barra del timón, da órdenes y vigila la maniobra de las velas, porque sabe que nadie como él puede amar aquel barco en el que puso todos sus ahorros para procurar el pan a sus hijos y del que cada una de sus tablas, cada clavo y cada cordaje trae un recuerdo para él.
Esto se consiguió con el sacrificio de la esposa privándose de un vestido y de un collar para embellecer más el barquito. Aquello se procuró con la agotadora faena en una nave extranjera, lejos de la casa por largo tiempo, faena llevada a cabo para conseguir una paga considerable con la que poder ver realizado el sueño de ser propietario del barco más hermoso del país. Sobre aquella tabla dio sus primeros pasos el primogénito de los hijos. Sobre aquella otra lloró de alegría el anciano padre cuando vio a su hijo dueño ya del barco, siendo aquellas lágrimas el agua lustral de la navecilla... ¡Cuántos recuerdos!
El no quiere que el barco zozobre porque le es muy querido, estimándolo cual si fuese su propia esposa o uno de sus hijos, como si fuese parte de su casa... Vela pues sobre él con vigilante amor y en los momentos de peligro no deja ni un instante de preocuparse de él porque no quiere verlo perecer. Pero es que ni quiere tampoco que se averíe dando contra escollos y bajíos o verlo desarbolado sin las alas de las velas porque una maniobra desafortunada permitió que un golpe de viento las arrancara de sus garfios. Como tampoco quiere que se confíe con las velas plegadas en una bonanza de siroco, porque sabe cuán poco de fiar es la mar y cómo la calma por demás profunda preludia tempestad no bien se rebasan las zonas en que predominan las calmas.
Así se conduce el buen patrón.
¿Y no habría de hacer Yo lo propio contigo?
Así se conduce el buen patrón. ¿Y no habría de hacer Yo lo propio contigo? Echa la vista atrás y observa si cada vez que para ti se preparaba la borrasca o ésta se cernía sobre ti y te asaltaba, no era Yo el que empuñaba tu timón.
Ahora que tu vista espiritual es lúcida y fuerte, puedes contemplar toda tu vida en su realidad y en sus realidades humanas y sobrehumanas y, en estas últimas, la providencia y el amor de tu Jesús brillando a modo de una estrella sobre la punta de tu mástil. No dejé que tú fueses tras la Estrella polar del hombre sino que descendí Yo para ponerme al frente de tu yo y con el magnetismo de mis divinidad, mucho más potente que el que se desprende de los astros, di salida a efluvios con los que domeñar los acontecimientos y llamarte a Mí.
¡Tú... durante cuánto tiempo, entre las brumas de tu humanidad, tomaste aquel resplandor de la Estrella por una lucecita cualquiera que, con su oscilar continuo resultaba molesta a tus ojos! Tú... entre el fragor de tus borrascas no supiste comprender la Voz de aquellos parpadeos. Mas Yo, por eso, no dejaba de ser Yo y así, cuando te veía correr hacia un peligro, cualquiera que fuese, con dulzura que te adormecía o con violencia que te abatía, te arrebataba el timón de las manos y las velas enderezándolos hacia el océano abierto de mi amor que te quería. Cuando, por fin, me supiste ver, te encontrabas ya fuera de los bajíos y de los escollos, no teniendo sino navegar confiada a velas desplegadas en dirección al Sol.
volver la mirada atrás de cuando en cuando
Mira también cómo es bueno volver la mirada atrás de cuando en cuando para ver las obras que son otras tantas muestras de amor de quien nos ama desparramadas a lo largo de nuestro camino. Mira asimismo cómo a quien navega por el mar abierto puede sobrevenirle también una tempestad, pues ésta no se da tan sólo contra los acantilados, y tú has probado muchas y probarás muchas más.
Ahora bien, ¿has zozobrado alguna vez? Nunca. ¿Por qué? Porque Yo estoy contigo. Permito que sientas cómo se acercan estas tempestades. Quiero, incluso, que conozcas cómo se están fraguando y así puedas pertrecharte anticipadamente para afrontarlas y tengas por ello doble mérito al sufrirlas igualmente por anticipado. También en esto, hermana-esposa, te hago semejante a Mí y a María. Nosotros conocimos muy anticipadamente nuestra Pasión... ¿Por qué permito que sobrevengan esas tempestades?
"Muchas paginas de mi vida no serán leídas en la tierra"
Una criatura seráfica escribió: "Muchas paginas de mi vida no serán leídas en la tierra". No es sólo Teresa de Lisieux la que puede decir esto. De todas las almas, y en particular de las privilegiadas, se puede decir sin mentir "que muchas páginas de su vida no serán leídas en la tierra". Son las páginas de los secretos del Rey (Tobías 12, 7), de los inescrutables motivos de su conducta en relación con las almas. Cuando, anegada en la Luz, puedas leer las inmortales páginas de los libros eternos, entonces conocerás el por qué de ciertas horas tuyas.
Permito que sobrevengan estas borrascas atroces; sí atroces; es más atrocísimas. Lo reconozco, pobre María, víctima de nuestro amor: del mío y del tuyo. Mas cuando llegan, no me limito ya, en modo alguno a estar en lo más alto del mástil central como estrella que bajó a esparcir astrales influencias en tu camino sino que desciendo mucho más abajo aún, me coloco a tu lado y te tomo –sí, María, es como tú lo quieres– tomo tu pobre cabeza y tu pobre corazón entre mis manos y, sobre las heridas de éste, derramo los bálsamos de mis caricias y de la sangre que gotea de mis palmas traspasadas, cerrándote los ojos y los oídos con estas manos que te aman a fin de que no veas ni oigas el bramar terrorífico de la tormenta.
No digas: "Pero en abril me dejaste sola". No digas eso. Cuando un niño enfermo delira, es en balde que su padre le acaricie, le bese y le tenga entre sus brazos para que no se haga mal y sienta que no se encuentra solo. El niño enfermo no ve ni comprende, y llora: "¡Papá, papá! ¿Por qué no vienes? ¿Por qué no me ayudas?" Mientras dura la fiebre, llora el niño y el padre se angustia: el uno porque le han dejado solo y el otro porque no logra hacerse reconocer.
Esto es lo que acaeció en abril entre tú y Yo. El porqué es uno de los misterio que se leerán en los libros eternos. Mas piénsalo y créelo así y, contigo, que lo crea también quien asistió a tu tormento. Creed todos firmemente que es un porqué de "grande" amor. Sin embargo, tú estabas entre mis brazos.
Te debatías en la lucha y me llamabas. Creías haber topado con Satanás y con la perversidad humana. No. Estos los tenías a tus flancos. Pero contra quien embestías era contra Mí, sólo contra Mí. Ahora bien, te encontrabas entre mis brazos y estrechada a mi pecho, no cercada por Satanás sino por Mí. Creías hallarte sola y no oías mi voz, mas Yo te hablaba por entre tus cabellos y tanto hablé a tu súperconsciente que, al fin, logré calmarte como a un niño al que se el acuna arrullándole con el canto.
Soy el Jesús que calmó las tempestades en el lago de Galilea,
Soy el Jesús que calmó las tempestades en el lago de Galilea, (Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25), que las calmó sin tocar el timón ni las velas, con sólo el imperio de su querer. Puedo calmar la tempestad que ruge en torno a un hijo mío, al que tengo entre mis brazos, con sólo mandar a los vientos y a las olas que se calmen.
No temas, hija. Si no sales del cerco de mis brazos, no temerás ya por nada. Así se hunda todo el mundo en torno tuyo, Yo haré que no pruebes la desolación. Yo derramaré sobre ti los "torrentes de paz y de gozo" de que habla Isaías. Y aunque tú fueses la única existente en un mundo vacío, siempre encontrarías "un seno que te acogiese: el mío, que te acunaría sobre sus rodillas cual si fuesen las de una madre" (Is 66, 12-13).
El pasado año, por estas fechas precisamente, te dije: "Yo seré para ti padre, madre, hermano y esposo". Jesús no miente jamás. Lo fui, lo soy y lo seré. "Porque te amé con un amor eterno, por eso he tenido continua benignidad contigo" (Je 31,3).
Vete segura bajo los rayos de la Estrella de tu amor que soy Yo, Jesús."
A las dos horas de este dictado me veo presa de una crisis cardiaca muy fuerte del que creo morir. Postrada en ella y al objeto de morir mirando a la Madre y a Jesús, me pongo, apoyadas en las rodillas, las imágenes de María Dolorosa y de mi Jesús Crucificado; una, aquella tras la que escribí, en los malditos días en que no podía ni rezar, tres versículos del "Dies irae" y cuatro del "Stabat Mater". Los leo contemplando las imágenes y leo también la cartulina en la que escribí mis letanías a la bondad de Dios, transcritas éstas igualmente durante aquellos días de mis libros manuscritos de oración a fin de tenerlas siempre delante y conseguir así poder decirle a Dios alguna palabra.
Y mientras sufro y languidezco, pienso y le digo a Jesús: "Jesús, Tú hablas muy bien; pero yo en aquellos días no era capaz de decir una palabra. ¡Ni una sola...! ¡Tantos días sin poderte decir que te amaba...!"
Jesús me responde... No importa.
La oración es elevación del alma a Dios. ...
Jesús me responde y, por más que me sienta morir, lo escribo, ya que es por demás hermosa esta flor para que se pierda:
"No importa. La oración es elevación del alma a Dios. Cuando se ama, se ama por más que no se pueda decir al amado: "Yo te amo". Callan los labios porque la distancia se interpone entre los dos; pero el corazón no calla.
¿Dejaste de amarme en aquellos días? No, antes me amaste como nunca porque continuaste amándome sin sentir la correspondencia de tu Amor. Y, loca de amor, delirabas, no tanto por lo que te afligía, cuanto porque ya no me sentías. Y era de esto por lo que no acertabas a darte paz... ¿Qué nombre quieres atribuir a este delirio que te impedía decirme las palabras anotadas pero no suspirar por Mí? ¿Qué otro nombre sino "amor"? Amor el más perfecto que pueda poseer criatura alguna. Amor para Mí, no hacia aquello que pudiera proceder de Mí sino para Mí, sólo para Mí. Es el amor de tu seráfico Francisco: "Bienaventurado aquel que ama sin exigir ser amado". Ama por amar.
Por eso tú orabas, no con los labios sino con tu parte superior que es la más perfecta. Desde que me amas, no has dejado ni un solo instante de orar porque no has dejado ni un solo instante de amar." (Esto nos trae a la mente la frase que María Valtorta dejó escrita para estamparla en los recordatorios cuando ella muriese: "He terminado de sufrir, pero continuaré amando").
¡Qué hermosa absolución! Sea Jesús por ella bendito.
621-629
A. M. D. G.