19 de agosto
sE, ¡OH sEÑOR!
Mírate en la ovejita amada por el pastor. Yo he hecho por ti todo cuanto en el salmo se dice
Tu misericordia me seguirá todos los días de mi vida
Ayer era el tercer viernes de la Dolorosa y Jesús me insinuó que lo hiciese. Pues bien, por más que yo, con la gran tristeza de los recuerdos de estos días, tratase desoladamente de buscar a Jesús, única medicina para mis tristezas, El no se dejó encontrar, quedando yo por completo abatida con esta soledad. Y aún lo sigo estando al no dejarse sentir con sus consuelos, siquiera sean éstos silenciosos. Y no bien me veo de nuevo sola, vuelvo a sentir el gusto atroz de mi cáliz del pasado mes de abril.
"Mírate en la ovejita amada por el pastor.
Yo he hecho por ti todo cuanto en el salmo se dice"
A mis tristezas responde Jesús con el salmo 22 del libro primero de los salmos. Me lo hace leer y me dice: "Mírate en la ovejita amada por el pastor. Yo he hecho por ti todo cuanto en el salmo se dice" (Salmo 23 Vulgata: 22).
Sí, es verdad, también yo puedo decir. "¡Cuán bello es mi cáliz embriagador!" Y lo es también en su misma amargura que embriaga porque en sus bordes percibo el sabor de los labios de mi Jesús que lo bebió antes que yo. El dolor, cuando éste es de Cristo, embriaga más que el gozo. Y yo, con toda verdad, puedo decir que estoy ebria de dolor, ya que éste es tan agudo que, de no ser por piedad de Dios, haríame perder la razón. El esfuerzo de seguir esperando contra toda posibilidad de esperanza es un esfuerzo que consume.
"Tu misericordia me seguirá todos los días de mi vida"
Con todo, quiero decir y decirlo creyéndolo firmemente: "Tu misericordia me seguirá todos los días de mi vida" (Salmo 23, 6) y esperar todavía más, no por muchos años sino por toda la eternidad, que llegaré a habitar contigo, Jesús.
Pero date prisa en venir a prenderme... porque es por demás larga esta pasión para las pobres fuerzas mías.
Dice Jesús:
"Escribe:
"Sé, !oh Señor!, que los días en que más me haces llorar son los días en que más me haces ganar. Por ello, ¡gracias por hacerme llorar!
Sé, ¡oh Señor!, que los días en que más me haces sufrir son los días en que mejor me haces sobrellevar los restantes dolores. ¡Gracias pues por hacerme sufrir!
Sé, ¡oh Señor!, que los días en que más apenada estoy porque te me escondes, son los días en que vas Tú a un pobre hermano mío que se encuentra perdido. Así pues, ¡gracias por estar apenada!
Sé, ¡oh Señor!, que los días en que dejas caer sobre mí la onda amarga de la desolación que sabe ya de la sal amarga de la misma, son los días en que yo te traigo a un hermano desesperado. ¡Gracias, pues, por esta onda amarga!
Sé, ¡oh Señor!, que las tinieblas que me ciegan, el hambre que me hace languidecer y la sed que me hace morir por Ti y de Ti, sirve para devolverte a Ti –Luz, Fuente y Alimento– a los que mueren de todas las muertes. Por tanto, ¡gracias por mis tinieblas, mi hambre y mi sed!
Sé, ¡oh Señor!, que mis muertes espirituales sobre tu cruz son resurrecciones para otros tantos muertos a tu cruz.
Por tanto, ¡gracias por hacerme morir!
Porque yo creo, Señor que todo cuanto Tú me haces es para mí un bien, para un fin bueno y para la gloria de Dios que es el Bien supremo.
Porque yo creo que volveré a encontrar todo esto cuando, al verte, se borre de mi memoria todo el dolor sufrido.
Porque creo que los sufrimientos aumentarán mi gozo y éste se adornará con los nombres de los que habré salvado con ellos.
Porque creo que para las "víctimas" no existe la Justicia sino el Amor.
Porque creo que nuestro encuentro será sonrisa y beso, tu beso, Jesús-Amor, que me enjugará hasta el menor vestigio de llanto.
Porque creo todo esto, yo te doy las gracias por mis innumerables espinas y te amo con multiplicado amor.
Tú me has dado, no la parte de María, que es la mejor (Lc 10, 38-42), sino la tuya misma, que es la parte perfecta: el Dolor.
¡Gracias, Jesús!".
Esto has de decir, no con los labios sino con el espíritu, persuadida de su verdad que te la dice el que es la Verdad.
Si para labrarte un futuro eterno más bello Yo hubiera conocido algo que fuese menos penoso, lo habría escogido para ti porque te amo; mas no lo hay. Si pues te lo di, fue por un motivo de infinito amor.
toda lágrima que se sabe ofrecer es una perla que se engasta
llevando el nombre de una obra que se cumple
Toda lágrima derramada con adhesión constante a los quereres de Dios; toda lágrima derramada con amor hacia quien te la pide; toda lágrima que se sabe ofrecer es una perla que se engasta llevando el nombre de una obra que se cumple o de una criatura a la que el que llora conduce a la salvación.
El llanto no es pecado sino un tributo a nuestra propia condición. Digo "nuestra" porque tu Dios fue hombre y lloró como también lloró María, no obstante hallarse exenta de las miserias por su condición inmaculada; pues, siendo como era Corredentora, debió vivir el Dolor por más que no le correspondiera. Lloraron el Hombre y la mujer. Puedes, por tanto, llorar tú también alma unida a Dios, aunque sin ser divina ni inmaculada.
Lo importante es saber llorar sin hacer pecaminoso el llanto; esto es, sin acritud y sabiendo hacer del mismo una moneda con la que poder rescatar a los esclavos que Satanás tiene uncidos a su galera.
¡Salva, salva! y no temas, pues Dios está contigo."
643-646
A. M. D. G.