21 de agosto
a esta minúscula parte le he dado la misión
de haceros volver a la Luz y dirigiros a Ella.
Los miembros que parecen más débiles son los más necesarios
Yo quiero a los párvulos en el mundo para santificar al mundo
a esta minúscula parte le he dado la misión de haceros volver a la Luz y dirigiros a Ella.
Dice Jesús:
Los miembros que parecen más débiles son los más necesarios
"Os voy a responder con las palabras del apóstol Pablo: "Los miembros que parecen más débiles son los más necesarios. Los que tenemos por más viles en el cuerpo los revestimos con mejores arreos y a los menos honestos los tratamos con mayor respeto, mientras que las partes honestas no lo necesitan. Ahora bien, Dios ha dispuesto el cuerpo de manera que se dé más honor a los miembros que carecen de él" (1.ª Corintios 12, 22-24).
¿Creéis acaso que esta "pequeña voz" se tenga por algo grande? Si le preguntarais, os respondería: "Yo soy el miembro más débil y despreciable del Cuerpo de Cristo". Esto os lo respondería con absoluta sinceridad y vosotros no le creeríais porque cada cual mide con su metro. Y vosotros, que no tenéis humildad ni sinceridad, decís: "Yo soy malo" para que os arguyan: "De ninguna manera; pero si usted es tan bueno...!" y lo pensáis así de vosotros en grado superlativo –y si hay alguno tan sincero que, conociendo lo poco o nada bueno que sois, calla por caridad y, a fuer de sincero, no os alaba, montáis en cólera contra él y acabáis odiándole porque no os alabó– pero lo que no podéis creer vosotros es que ésta sea sincera.
Ahora bien Yo, que leo en su pensamiento y veo el interior de su corazón, sé muy bien si ella piensa o no de sí de esta manera. En los coloquios habidos entre esta alma y su Dios, cuántas veces no han resonado las palabras tranquilizadoras de este su Dios al decir ella: "Pero, Señor, ¿cómo has podido tomarme a mí que nada valgo, que he faltado tanto y que aún sigo faltando?" Y casi, casi llega a dudar de Mí por parecerle imposible que la haya escogido para esta misión.
Se cree débil, debilísima. Y, efectivamente, si se la compara con la Perfección es más débil que un cabello de recién nacido. Se tiene por vil. Y, en verdad, si la parangonamos con su Dios, ella es menos que un gusano nacido en el fango. Mas ella dispone de una sola fuerza: un amor total. En su dar y darse, para nada piensa en sí ni en la utilidad que pueda venirle de los demás. Su único pensamiento es agradarme y serme útil tan sólo a Mí, llegando por ello a hacerse odiosa al mundo. Y, como carne, llega a odiarse con aquel odio santo que Yo enseñé diciendo: "El que quiera salvar su vida (terrena) la perderá (incluso como eterna) y quien por amor mío la pierda, la encontrará" (Mt 10, 39; 16, 25; Mc 8, 35; Lc 9, 24; 17, 33; Jn 12, 25). ¡Odio santo de quien llegó a comprender la Palabra! Por este amor que supera sus debilidades la escogí Yo.
Un día tomé un niño y lo puse en medio de mis apóstoles presentándoselo como ejemplo (Mt 18, 2-3; Mc 9, 36-37; Lc 9, 47-48). Porque el niño ama con todas sus facultades y no abriga pensamientos de orgullo. Mas esto, cuando el niño aún es pequeño, esto es, un párvulo, puesto que la semilla de Satanás da como primera espiga la soberbia y ésta florece cuando la semilla apenas si despuntó su tallo del albo materno; y después da su segunda espiga, que es la del sentido, siendo la tercera la de la prepotencia, bien sea de poder o de dinero. Pero la primera es siempre la soberbia que brota de labios que apenas si han olvidado aún el dulzor de la leche materna. Como párvulos, como párvulos quiero a mis discípulos para suministrarles las palabras de vida. ¡Cuán bello era verles venir a Mí con sus manecitas cargadas de flores y decirme: "Toma", y escapar riendo para volver otra vez con nuevas flores, en un juego de amor, confiados, sinceros, afectuosos...!
Yo quiero a los párvulos en el mundo para santificar al mundo
Yo quiero a los párvulos en el mundo para santificar al mundo. Y puesto que la inocencia que pasa y vive entre vosotros ya no es capaz de haceros buenos –y debería hacerlo puesto que el inocente es un ser del Cielo, un ser que emana pureza y paz, que, sin hablar, habla del Dios que le hizo e impone respeto a la obra de Dios, que implora piedad y amor hacia su puericia incontaminada y su debilidad instintivamente amada, flor de vuestro prójimo al igual que es flor también el enfermo y el doliente, flor cándida la primera y rojas y violáceas las otras dos, flores que debéis amar con predilección dentro del amor al prójimo al que estáis obligados– puesto que la inocencia de los niños en años no basta, Yo creo los niños espirituales, esos que, con infusión de una ciencia de que vosotros carecéis, son humildes, sencillos, confiados y sinceros como parvulitos que dan sonriendo sus primeros pasos y saben, esto sí que lo saben, que sin su mamá caerían y por eso no la dejan jamás.
Lo mismo que éstos, tampoco ésta me deja nunca. He aquí por qué a ella y a los que son como ella, miembros débiles, –así os lo parece– miembros viles, –por tales los tenéis– se les da lo que no se da a vosotros.
En el Cuerpo místico, estos miembros, despreciados por el mundo de los soberbios, son ciertamente los que más hacen. Un dedo no es el cerebro; mas sin dedos ¿qué haríais? No podríais realizar ni los actos más comunes y humildes de la vida. Seríais como recién nacido entre fajos que no puede ni tomar el pezón y extraer de él el alimento si la madre no se lo pone entre los labios. Seríais incapaces, por doctos e inteligentísimos que fueseis, de perpetuar sobre el papel los pensamientos de vuestra mente.
a esta minúscula parte le he dado la misión
de haceros volver a la Luz y dirigiros a Ella.
Así pues, ésta es un dedo... Pero a esta minúscula parte le he dado la misión de haceros volver a la Luz y dirigiros a Ella. Esa Luz que quiere volver a encenderse en vosotros, lámparas fumigantes bajo los vapores del racionalismo o apagadas por múltiples causas que van del desamor al dinero, de éste al sentido y del sentido a la anticaridad.
¡Abajo, de rodillas! No ante la "pequeña voz" sino ante la Palabra que habla. La "pequeña voz" repite sus palabras. Instrumento de su Dios, adorad al Señor que habla. Al Señor. La "pequeña voz" es anónima. Yo la quiero oculta para el mundo. Después será conocida. Ahora es tan sólo "voz", la que lleva mi Voz. Su honor es su martirio puesto que toda elección de Dios comporta crucifixión del ser.
No os pido siquiera que la améis, pues para eso me basto Yo. Pero quiero que la dejéis en paz y la tratéis con el respeto debido a las cosas usadas por Dios."
648-651
A. M. D. G.