23 de agosto

 

 

un intensísimo olor a claveles

 

 


 

Inmediatamente después de la visión y dictado de la Fiesta de los Tabernáculos en el cuaderno de la Natividad de María, transcurridas ya cerca de dos horas, a las 14, no habiendo flor alguna en la habitación, como tampoco en casa ni en los huertos cercanos, siento de improviso venir del lado izquierdo de mi lecho un intensísimo olor a claveles. Olor tan acusado y fuerte que me hace volver la cabeza en busca de su procedencia. Mas su procedencia no es humana.

Hace días que lo advertí, pero entonces había un clavel, uno solo, que, al fin, allí estaba. Y si bien la sutileza e intensidad del perfume eran desproporcionadas para un clavel solitario, con todo hube de decirme: "El perfume viene de él".

Hoy, en cambio, no hay flor alguna y, con todo, esta mañana, a las cinco, al despertar del sueño, como primera sensación, he advertido como siempre, a mi izquierda, un perfume penetrante y, atolondrada como estaba, lo he aspirado por ser bueno, pero sin analizar su naturaleza. Y ahora digo yo: "¡Pero si es el mismo olor a claveles de días pasados!" No sé qué es lo que pueda ser. Y, al igual que viniera, desaparece después instantáneamente no sin antes producirse repetidas oleadas de efluvios.

Paula me ha sorprendido olfateando; mas he adoptado una expresión de indiferencia sin querer decirle nada. Sé que ella se ha dado cuenta de algo, si bien no le he preguntado de qué. Cuando lea esto, me dirá lo que ha notado y entonces lo añadiré aquí.

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A. M. D. G.