12 de septiembre

 

 

El mundo va en busca de su paz,

que no es la mía

 

 


 

De siempre os tengo dicho que ésta no es una guerra entre pueblos sino de Satanás contra Dios. Una de las guerras preparatorias del advenimiento del Anticristo del que ahora están sus precursores.

   la Caridad que vosotros no queréis se derrama precisamente sobre aquellos a quienes despreciáis, abandonáis y burláis tras haberles tal vez explotado  

 Tú estás en mis manos, instrumento amado y precioso. No tengas miedo.

 


 

Dice Jesús:

"El final de la visión (Se refiere a la visión del 11 de septiembre sobre el episodio de Ismael Ben Fabi perteneciente a la magna obra sobre el Evangelio) podría venir a ser un dictado dirigido a todos, por cuanto ahora, igual que hace veinte siglos, dirijo a todos esas mismas palabras. Mas hay demasiados fariseos que no quieren admitirlas.

 

De siempre os tengo dicho que ésta no es una guerra entre pueblos

sino de Satanás contra Dios.

Una de las guerras preparatorias del advenimiento del Anticristo

del que ahora están sus precursores.

 

El mundo va en busca de su paz, que no es la mía, pues la mía es paz de santidad y de justicia y la del mundo de superchería y corrupción. ¿Es horrendo, verdad, lo que ha pasado y está pasando? De siempre os tengo dicho que ésta no es una guerra entre pueblos sino de Satanás contra Dios. Una de las guerras preparatorias del advenimiento del Anticristo del que ahora están sus precursores. Siempre os dije que Satanás movía guerra a los espíritus mediante los horrores infligidos a los cuerpos y que muchos habrían de ceder porque los espíritus de los hombres, tan desnutridos de gracia y de fe, se encuentran muy debilitados para hacer frente al mal. Dije que mis ángeles, debido al sacrificio de los buenos, habrían de luchar para impedir una siega general de la raza humana por parte de los demonios.

Dije que este castigo consistiría en probar el horror toda la nación.

Dije, ciñéndome al caso particular de los italianos, que si no hubieran sabido hacer un uso recto de la primera gracia y adorado después como a un dios a quien era menos que ídolo obedeciéndole con un servilismo bestial, hubieran llegado a emplear sus mismos métodos crueles y hubiera caído sobre ellos el castigo. Porque una gracia requiere, de parte del hombre, un esfuerzo hacia la bondad y no hacia la maldad. Y vosotros habéis gozado maldiciendo y odiando, convirtiéndoos en Judas de vuestro pequeño maestro y de sus más íntimos. Ayer, tan sólo ayer, postrados como esclavos y hoy ya con los puños apretados y maldicientes y con uñas rapaces dispuestos a arrebatar aquello que ayer os dolía ver en manos de otros. Dije que este castigo consistiría en probar el horror toda la nación. Un horror que, de haberlo pensado vosotros, lo hubierais tomado por una pesadilla febril. ¿Ya veis cómo era cierto? Pero, ¿ya os corregiréis?

Los fariseos, escribas y saduceos de mi tiempo tocaron con sus manos el fruto de sus repetidos pecados. Israel, humillado, perseguido, dominado y disperso clamaba con voz llorosa diciendo: "Esto es el castigo de no haber sido verdaderos hijos de Dios" (Como en las: Lamentaciones 5). Con todo, ninguno de sus dirigentes o, al menos, alguno rarísimo de entre ellos hubo que se convirtiera a Mí. Envites y regaños, dulzura y severidad, condescendencia e intransigencia, sonrisas y tristeza, prontitud en obrar el milagro o insensibilidad ante su deseo del mismo, de todo eché mano para conmoverles y persuadirles. No conseguí sino un más profundo y completo comercio suyo con Satanás, llegando hasta el punto de menospreciar a los profetas, negándome a Mí ser el Cristo como los hechos lo atestiguaban y confirmaban las profecías, terminando por matar a Cristo, el Verbo de Dios.

Ahora sucede lo propio. En los grandes como en los pequeños, el 90% vive como los fariseos de entonces y emplea los mismos métodos. Los intereses, la soberbia, la dureza de corazón, la lujuria, la avaricia, la gula, todos los egoísmos en fin, constituyen la base de vuestra vida y la norma de vuestros actos. No os horroricéis de la dureza de Israel, pues vosotros hacéis otro tanto con quien no se os somete. La Caridad y la caridad yacen muertas en vosotros que no amáis sino a vosotros mismos.

 

la Caridad que vosotros no queréis

se derrama precisamente sobre aquellos a quienes despreciáis,

 abandonáis y burláis tras haberles tal vez explotado

 

Pues bien, digo Yo ahora: la Caridad que vosotros no queréis se derrama precisamente sobre aquellos a quienes despreciáis, abandonáis y burláis tras haberles tal vez explotado. Son los que no tienen otra vida que la Caridad y que, al amar a Dios más que a sí mismos, os aman igualmente a vosotros más que a sí mismos. Os aman como ama Dios, socorriéndoos en el alma y en el cuerpo. Vosotros no sabéis, no entendéis ni os preguntáis nada. Dios, en cambio, sabe, ve y comprende sin necesidad de preguntar. Sabe porque aún vela sobre vosotros la soberana piedad en atención a esos caritativos que me aman y os aman, haciendo del amor el fin de su existencia, no por vosotros como vosotros, sino por cumplir una obra que me es grata a Mí.

¿Ya sabéis cuántas lágrimas, cuántos dolores, cuántas penitencias, cuántos sacrificios vienen a constituir el precio de vuestra existencia? Creéis deber la vida a la madre que os engendró y al padre que os proporcionó el pan. Ciertamente: Si vosotros hacéis vuestros cálculos a la medida de los brutos, a ellos les debéis la vida. Mas la Vida, la verdadera Vida que os dura para daros tiempo a convertiros, se la debéis a éstos. Y si muchos de vosotros no mueren eternamente es porque estos héroes, desconocidos para vosotros, interponiéndose con los brazos alzados entre vosotros y Dios, alejan los castigos divinos y os transfunden a vosotros, desangrados por las enfermedades morales un poco de esa sangre espiritual que circula por el gran Cuerpo místico y que es sangre de gracia. Mas es a través del tamiz de su yo sacrificado por el que se filtra este bien para vosotros, malvados.

 

Tú estás en mis manos, instrumento amado y precioso.

No tengas miedo.

 

Es este un dictado severo que, si me duele, es por mi pequeño Juan. Mas Yo le conforto con una caricia. Con ésta: Aunque todos te abandonen, Yo me quedaré contigo. Aunque todos te olviden, Yo me acordaré de ti. Aunque todos te odien, Yo te amaré. ¿No ves cómo, llegado el momento, te ayudo materialmente hasta con fuerzas físicas? Tú estás en mis manos, instrumento amado y precioso. No tengas miedo.

Vive en y para tu misión. Haz como esos niños a los que se les regala un juguete que muestra vistas maravillosas si se tienen los ojos aplicados a los lentes, pero que es tan sólo una caja negra si de él se aparta la mirada. Permanece tú con la mirada fija en Mí y en tu misión. Al mundo lo tienes en torno tuyo. En torno tuyo debe estar que no dentro de ti. El que tienes dentro es mi mundo. Da al mundo, al pobre mundo ignorante y ciego las lecciones y las luces que te vienen de mi mundo. ¡Si tú pudieses ver cuánto Cielo hay en torno a tu labor...!

¡Ah, qué feliz serás cuando te des cuenta de encontrarte en mi mundo para siempre y de haber venido de ese pobre mundo sin apenas advertirlo, pasando de una visión a la realidad, lo mismo que un niño que está soñando con su mamá y se desierta con ella que le está estrechando contra su corazón! Así haré Yo contigo (Palabras que adquieren un conmovedor sentido profético si se recuerda que María Valtorta murió el 13 de octubre de 1961 después de algunos años de gradual y creciente aislamiento psíquico que la llevó a un irremediable aislamiento del mundo exterior cual si estuviese toda absorta en la vida interior, pasando de este modo, con la muerte, de una visión contemplada a una realidad que habría de vivir para siempre)

Sé buena, paciente, caritativa y no temas. Te doy mi paz, te la doy a raudales hoy, día del Nombre de María, y sea éste mi don de gracia para el pequeño Juan."

662-665

A. M. D. G.