19 de septiembre
Es una lucha sin cuartel
la de los ángeles de la luz
y la de los ángeles de las tinieblas
Lucifer, además de astuto, es inteligentísimo
¡Oh!, en su maldad es un asceta de la idea que persigue
Pero entre los dos que luchan hay un tercero y éste es, en el fondo, el personaje más importante
¡Oh, con los "míos" es otra cosa! Son la presa que más apetece su hambre insaciable
Cuanto más "míos" sois, tanto más él se empeña en haceros suyos
Dice Jesús respondiendo a algunas cavilaciones mías:
Lucifer, además de astuto, es inteligentísimo
"Lucifer, además de astuto, es inteligentísimo. Emplea la astucia para insidiar, mas la inteligencia para discurrir el sí, el cuándo y el cómo pueda causarme pena y echar a perder a una criatura. Ten pues presente que nunca pierde inútilmente su tiempo.
Por eso, dado que, si bien es omnipresente en la tierra, tiene tanto que hacer al lado de los hombres que habitan el globo y, presupuesta la poca atención del hombre y su escasa voluntad de hacer el bien, lo mismo que el poder de Lucifer, verdaderamente grande, hasta el punto de llegar a suponer casi una omnipotencia sobre las criaturas, por eso, digo, debe calcular bien su tiempo y no desperdiciar ni un instante del mismo para trabajar con provecho; con ese su provecho nefando que consiste en colmar sus arcas infernales de tesoros arrebatos a Dios, que son las almas.
Es, con toda verdad, un infatigable trabajador. Allá arriba, el Incansable obra el bien para vosotros. Allá abajo, el Incansable obra para vosotros el mal. Y, en verdad te digo que él es más afortunado que Dios. Sus conquistas son más numerosas que las mías. Mas, lo puedes deducir fácilmente de la premisa, aun siendo astuto, inteligente y atareado, no puede permitirse el lujo de ocuparse de todos en igual medida, cosa que no se le concede.
¡Oh!, en su maldad es un asceta de la idea que persigue
¡Oh!, en su maldad es un asceta de la idea que persigue. Volcado por entero a ella, no se distrae ni admite transacciones, desfallecimientos ni devoluciones. ¡Si vosotros, los hombres, fuerais para el bien lo que Satanás es para el mal! Mas no lo sois.
Lucifer, tan pronto va llegando una criatura al uso de la razón, apenas si al principio se cuida de ella limitándose a observarla y a acecharla como a probable futuro chivo de su grey infernal. Y, conforme va alcanzando a saber querer y pensar, o sea, pasados los siete años, aumenta su atención e inicia su enseñanza.
El ministerio angélico instruye y dirige a los espíritus con palabras de luz. El ministerio satánico, en cambio, instruye e instiga a los espíritus con palabras de tinieblas. Es una lucha sin cuartel. Vencido o vencedor uno, vencido o vencedor el otro, el ángel de la luz y el ángel de las tinieblas batallan en torno a un espíritu hasta su última hora mortal para arrebatarse el uno al otro la presa, entregándosela cada una a su respectivo Señor: en la luz, tras haberla tutelado durante toda la jornada terrena, o llevándosela consigo el otro a las tinieblas de haber sido suya la última victoria.
Pero entre los dos que luchan hay un tercero y éste es, en el fondo,
el personaje más importante
Pero entre los dos que luchan hay un tercero y éste es, en el fondo, el personaje más importante. Ahí está el hombre por el que los dos tienen entablada la batalla. El hombre, que es libre de seguir su voluntad y está dotado de inteligencia y de razón y provisto de la fuerza incalculable de la Gracia que el Bautismo le prestó y los Sacramentos se la mantienen y acrecientan.
La Gracia, tú lo sabes, es la unión del alma con Dios. Por eso debería infundiros tanta fortaleza como para haceros inasequibles e incorruptibles a las insidias y corrupciones satánicas, ya que la unión con Dios debería haceros semidioses. Mas para llegar a eso es preciso quererlo. Hay que decirle a Satanás y decirse a uno mismo: "Yo soy de Dios y tan sólo de Dios quiero ser". De ahí la obediencia a los preceptos y consejos; de ahí el esfuerzo continuo para seguir, perseguir y conquistar el bien y un bien cada vez mayor; de ahí la fidelidad absoluta y vigilancia constantes; y de ahí, por último, el heroísmo en vencerse a sí mismo interiormente y en vencer exteriormente las seducciones de la trina concupiscencia con sus múltiple manifestaciones.
Pocos, muy pocos, pocos en demasía saben estas cosas. Y entonces, ¿qué? Pues bien, éstos, tan fáciles en dejarse prender cuando se quiere y tan impasibles para emprender la huida una vez que fueron apresados, éstos le dan poco cuidado a Satanás. Hace como el gato con el ratón. Los coge, los ahoga un poquito, los aturde y después los deja, limitándose a darles otra uñada y otro mordisco si dan señales de intentar una tímida fuga. Nada más. Sabe que son "suyos" y no pierde mucho tiempo ni mucha inteligencia con ellos.
¡Oh, con los míos es otra cosa!
Son la presa que más apetece su hambre insaciable
Pero ¡con los míos...! ¡Oh, con los míos es otra cosa! Son la presa que más apetece su hambre insaciable. Son los "inasequibles". Y Satanás, cazador experto, sabe que ahí está el mérito: en cobrar las piezas difíciles que son "el gozo" de Dios. Y Satanás hace gran fiesta cuando puede proporcionar dolor, ofensa y desilusión a Dios. Como Dios vive del amor, él vive del odio. Como Dios es el Amor, él es el Odio. El Odio es su sangre como el Amor es la mía. Entonces, he ahí por qué es preciso multiplicar los cuidados y vigilancia en torno a quien es "mío".
Entrar en una fortaleza desmantelada es juego de niños, cosa que no quiere el cruel rey del Infierno. Lo que apetece son las fortalezas de Dios, las rocas limpias y lisas, tersas como el cristal, resistentes como el acero que por todas sus partes muestran esculpido, hasta en sus repliegues más profundos –antes es de tales repliegues de donde rezuma, como fluido que emana del interior al exterior– el Nombre más santo: el de Dios. El Nombre que ellos aman, sirven y pronuncian con su espíritu adorante a cada latido de su corazón. Prenderlos, prenderos, arrancaros de Mí, borrar de vuestro ser trino de espíritu, de vuestra carne y de vuestra mente ese Nombre, hacer de vosotros, flores de mi jardín, inmundicia para su infierno, reír, lanzando su risa blasfema contra el trono divino y reír por su victoria sobre el hombre y su Dios: he ahí el gozo de Satanás.
Cuanto más "míos" sois, tanto más él se empeña en haceros suyos
Cuanto más "míos" sois, tanto más él se empeña en haceros suyos. Y, en vista de que en vosotros hay una vigilancia y voluntad asiduas, él, el Astuto, no os sigue ni persigue con los métodos que emplea para los demás sino que os asalta traidoramente, a distancias cada vez más largas, en los momentos más imprevistos y con los motivos más insospechados. Se aprovecha del dolor, de la necesidad, del abandono, de las desilusiones y se abalanza como pantera sobre vuestra atónita y acongojada debilidad del momento, esperando poder venceros entonces para desquitarse de las veces que le habéis vencido.
¿Los medios? Infinitos. ¿El método? Uno sólo: El de una benévola y fingida dulzura, el de una razonada y apacible palabra y el de un aire de amistad que ayuda y quiere ayudar.
¿No has tenido asaltos de éstos? Sí, y seguirás teniéndolos todavía, y muchos y cada vez más astutos. ¡Oh, qué odio contra Mí y contra ti! Los tendrás cada vez más y tan sutiles como para traer a engaño al más astuto. Astuto humanamente hablando. Porque –sonríete, alma querida– porque la simplicidad compenetrada con Dios y que como tal acierta a conservarse, resulta impenetrable a toda sutileza.
Te herirá por fuera; mas es un honor para el soldado la cicatriz que marca la carne y dice: "Esta marca es la prueba de una batalla viril". Y cuanto más cosidas a cicatrices tiene el soldado sus carnes, tanto más admira el mundo al valeroso soldado. Lo propio acaece en las batallas espirituales. Y esas heridas que no dañan al espíritu sino que únicamente confieren lividez a la envoltura del espíritu-rey, constituyen vuestro honor, siendo por ellas honrados en el Cielo.
Mas todos mis santos son mártires, ya que, para ser santos,
hubieron de sufrir persecuciones de Satanás, conservándose fieles
En verdad te digo que vosotros llamáis "mártires" tan sólo a aquellos que perecieron a mano de los tiranos. Mas todos mis santos son mártires, ya que, para ser santos, hubieron de sufrir persecuciones de Satanás, conservándose fieles.
¡Gloria a quien vence! Son para vosotros las palmas celestiales."
678-682
A. M. D. G.