11 de octubre
Jeremías cap. 42, v. 10-11-12-13-14-15-16
La paciencia y la obediencia
son dos grandes virtudes
Anteayer y ayer, silencio y ceguera; mas no desconsuelo porque, si bien Jesús no le ha perdonado a mi cuerpo extenuado y ultradoliente la fatiga de escribir, no ha dejado de confortar mi espíritu con su invisible presencia, blanca y sonriente, en exclusiva para mí, vertiendo toda la serenidad de aquellos ojos santos en mi corazón.
sólo porque mi Jesús me ha comunicado una brizna
de su manera de sentir y de pensar
¡Oh tesoro mío, desconocido para el mundo! y hasta para el mundo más cercano a mí; para aquellos que conviven conmigo, que me ven ocupada simplemente en leer mis oraciones, hacer encajes, comer una fruta o hablar de cosas comunes sin saber que la "parte mejor" (Lc 10, 41-42) de mí no hace sino adorar al Dios que ve, hablar con El y oírle hablar. A veces no puedo menos de sonreír pensando que quien está conmigo no sabe con quién estoy yo. Y otras, en cambio, debo sufrir cuando, en la presencia del Santo Invisible, del Puro Adorable, se suscitan conversaciones que no son santas, puras ni caritativas. La gente no lo puede saber ni yo puedo decírselo... Mas ¡qué sacudida no experimento y qué vigilancia no he de ejercitar para reparar con actos de amor, de fe, de esperanza y de pureza los golpes asestados a mi Jesús con tales conversaciones! Golpes que deben ser bien fuertes cuando a mí, pobre gusano, me producen tanta pena sólo porque mi Jesús me ha comunicado una brizna de su manera de sentir y de pensar.
Cómo le transmite el Señor los dictados y las visiones
a María Valtorta
Esta mañana siento ese gozo activo que en mí es siempre preludio de su Palabra. Me explicaré como pueda. Tengo gozo pasivo cuando, como ayer y anteayer, me gozo con su Presencia, pero sin que ella me llame a servirla. Tengo gozo activo cuando ese "quid" indescriptible que experimento me dice: "Sierva de tu Jesús, El te llama. Sírvele". Entonces paso de la serenidad a la hilaridad de espíritu, de la paz a una ligereza que me eleva. Si pudiese moverme, yo creo que marcharía arriba y abajo, por casa, o mejor, fuera de casa por la exuberancia d esta alegría y fortaleza que penetran en mí. Tal como me encuentro, no me queda sino el desfogue del canto... Después subintra en mí esa dulce languidez que cambia mi rostro, languidez en la que me derrito con una dulzura que no es de esta tierra. Y de ahí paso al trabajo concreto y propio de escribir al dictado o de describir lo que se me presenta. Si de lo que se trata es de escribir al dictado y éste versa sobre un punto de la Biblia, entonces Jesús me hace abrir antes el punto que quiere explicar. Mas si el dictado carece de particulares referencias, entonces no me hace tomar ni en la mano la Biblia, como tampoco libro sagrado alguno. Si es visión, ésta se presenta, como dije, con una figura inicial que, generalmente, es el punto culminante de la visión, la cual, después, se desarrolla ordenadamente. Tan pronto como se me presenta, me llena de un gozo cada vez más vivo. Cuando la visión tiene un desarrollo ordenado, comienzo del principio y cuando se presenta por el punto culminante, describo entonces ese punto y después, al aparecer la parte antecedente, la describo con cuanto le siga (como sucedió con la del rabino Gamaliel en agosto, que creo fue en la primera decena de dicho mes) (El 7 de agosto).
Jesús me lo ha hecho repetir una vez más para aclarar mejor quién es o quién quiere que haya de quedar en la oscuridad sobre mi caso. Y ahora me dice que abra la Biblia. Lo que indica que hoy hay dictado.
Jeremías cap. 42, v. 10-11-12-13-14-15-16:
"Si os quedáis tranquilos en esta tierra, Yo os reedificaré
y no os destruiré, os plantaré y no os erradicaré...
Copio el punto que me indica porque me dice que lo haga: Jeremías cap. 42, v. 10-11-12-13-14-15-16: "Si os quedáis tranquilos en esta tierra, Yo os reedificaré y no os destruiré, os plantaré y no os erradicaré porque ya estoy aplacado con el mal que os he hecho. No temáis al rey de Babilonia que os hace temblar porque aquí estoy Yo con vosotros para salvaros y libraros de sus manos. Y os trataré con misericordia y tendré piedad de vosotros y haré que habitéis en vuestra tierra. Mas si decís vosotros: 'No habitaremos esta tierra ni daremos oídos a la voz del Señor Dios nuestro', añadiendo: '¡De ninguna manera! sino que iremos a la tierra de Egipto en donde ya no veremos guerras ni oiremos el sonido de la trompeta ni padeceremos hambre y allí nos quedaremos', oíd a este respecto la palabra del Señor... Estas cosas dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: 'Si os obstináis en querer ir a Egipto y vais a habitar allí, la espada que os causa espanto irá allí a vuestro encuentro en la tierra de Egipto, y el hambre por la que estáis sobresaltados se os echará encima en Egipto en donde moriréis".
Dice Jesús:
"La paciencia y la obediencia son dos grandes virtudes. La paciencia lleva consigo la paz, la paciencia lleva consigo amistad con Dios, respeto a Dios, caridad para con el prójimo, salud espiritual y física y bendiciones del Cielo.
El impaciente está inquieto; y en la inquietud no está Dios, el cual sólo se deja sentir en la paz del corazón. Un corazón dolorido puede muy bien estar en paz. Hay paz cuando hay resignación. Mas en el corazón que no se doblega ante el querer eterno ni ante los golpes de las cosas comunes, siempre hay tirantez, sufrimiento e inquietud.
Las cosas humanas no se doblegan antes os doblegan a vosotros
más duramente con rigor de leyes o de superiores
si les hacéis frente
¡Si el plantarse tiesos y encabritarse como mulos guitos sirviese para desviar las cosas, aun las más humildes, en provecho propio...! Pero no, hijos. Las cosas humanas no se doblegan antes os doblegan a vosotros más duramente con rigor de leyes o de superiores si les hacéis frente. En cambio, en lo que hace a las sobrenaturales, es más fácil que se modifiquen ante un filial y sumiso doblegarse vuestro que no ante un rebelarse protervo.
El impaciente viene a hacerse irrespetuoso con Dios, pasando fácilmente a pensamientos, actos y palabras que jamás deberían salir de un corazón de hijo y de súbdito contra la paternidad y majestad de Dios. El impaciente es soberbio. Se tiene por más justo que Dios y que aquel que le dirige, queriendo obrar por su cuenta. El impaciente pasa a desairar al prójimo, llegando a hacerle responsable de la tardanza en alcanzar lo que desea. El impaciente daña su salud espiritual al ofender la caridad con Dios y con el prójimo y daña igualmente su salud física puesto que todo enojo deprime el organismo. Y, por último, el impaciente obstruye con el dique de su rebelde impaciencia los ríos de bendiciones del Cielo.
¿Creéis no haber merecido sufrir lo que estáis sufriendo? ¿Seréis tal vez, monstruos perfectos de soberbia, seréis acaso tan perfectos que podáis autoproclamaros sin culpa alguna que expiar? Mirad atrás, a vuestro pasado, y no digáis: "No he matado ni robado". No son éstas las únicas culpas merecedoras de castigo. No roba tan sólo el que se aposta en un pasadizo y asalta después al transeúnte. ¡Oh, se roba de tantas maneras! ¡Y se roban tantas cosas que no son precisamente dinero!
¿Queréis saber cuales son los objetos de hurto
aparte de las monedas, joyas y bienes?
¿Queréis saber cuales son los objetos de hurto aparte de las monedas, joyas y bienes? Honor, pureza, estima, salud, ganancias; y para con Dios: respeto, culto verdadero, obediencia. ¿Veis? Y tan sólo he mencionado algunos. Mas ¡cuántos, cuántos otros hurtos lleva a cabo hasta el hombre aparentemente más honesto! Aquel que arrastra a uno a la desesperación, ¿acaso no mata por más que el desesperado no se mate? Sí. Mata la parte más selecta: el espíritu que, desesperado, se aparta de Dios, matriz de todo hombre destinado a nacer para el Cielo y que, por tanto, muere. Aquel que arranca la fe de uno que es prójimo suyo, ¿acaso no comete hurto? Sí. Y, sin embargo, ¡cuántos con obras y con palabras no arrebatan la fe a quien creía en ella con justicia y siembran en él la incredulidad en toda fe o una planta tóxica de idolatría! Y el que quita el honor y la paz a una mujer y niega su paternidad al bastardo nacido por él, ¿no roba acaso? Sí. Comete dos hurtos y de los más graves y maldecidos por Mí. Y éstas son las cosas más graves, ya que después de ellas...
¡Oh!, no hay nadie que esté sin alguna culpa que expiar. Pues bien, si Yo me aplaco con el castigo que he querido daros aquí, en la tierra, que es castigo de amor puesto que no quiero castigaros allí donde el castigo se mide por siglos o por la eternidad, mientras que el de aquí es una migaja de tiempo por meses o años que sean, ¿por qué queréis, al pronto, reactivar mi rigor desobedeciendo y mostrándome un corazón airado por la impaciencia? Haced amistad con Dios y El estará a vuestro lado contra los enemigos que son las cosas de la vida, las consecuencias de la tragedia provocada por vosotros con culpable ligereza al dejar sueltos a Satanás y a los Satanases menores para que torturen al género humano.
Mas si, con la antigua soberbia de la raza humana,
os empeñáis en hacer lo que más os plazca...
Yo os digo:
"Hacedlo; pero no evitaréis lo que,
de haber estado sometidos a Mí, hubierais evitado
Mas si, con la antigua soberbia de la raza humana, os empeñáis en hacer lo que más os plazca, sordos a las voces del Cielo que persiguen vuestro bien; si, sordos a las voces de la caridad y movidos por pensamientos de egoísmo que Yo aborrezco, lo queréis hacer, entonces Yo os digo: "Hacedlo; pero no evitaréis lo que, de haber estado sometidos a Mí, hubierais evitado. Y entonces será en vano llamar a Dios".
Me dice después Jesús:
"Esto es para ti, aunque no para ti sola. Que cada uno tome su parte y haga de ella medicina para sí."
Nada más dice. Yo, en lo que me afecta, tomo mi parte que reconozco ser la que me corresponde. Y, por los demás, siento dolor, un verdadero y sincero dolor. No hubiera querido este dictado en el que vuelvo a sentir al Maestro mostrarse severo de un año a esta parte...
703-708
A. M. D. G.