20-10 (20 octubre)
Nada hay más apto para santificar
que el Evangelio
Parábola de LA mujer quiere hacer pan para la familia
y dispone de todo menos de elevadura
cómo Jesús ha tardado tanto tiempo en aclarar el caso de B. P.
Parábola de LA mujer quiere hacer pan para la familia y dispone de todo menos de elevadura
Esta es la parábola; y vayamos ahora a su aplicación.
las almas son las criaturas más delicadas y enfermizas que existen
¿No resulta más dulce ser hijos de la paz que no de la tempestad?
¿Recuerdas, María, tu acto de ofrenda al Amor y a la Justicia?
Llamad a congregar la grey, que el Pastor viene
Grandes y pequeños que amáis esta Obra, para vosotros mi bendición
cómo Jesús ha tardado tanto tiempo en aclarar el caso de B. P.
Sola, en estas primeras horas del día, tengo posibilidad de concentrarme y recapacitar sobre muchas cosas y, de entre éstas, pienso cómo Jesús ha tardado tanto tiempo en aclarar el caso de B. P. No digo en los años 1941 y 42, cuando todavía yo no recibía la Palabra, sino en estos 18 meses en los que Ella me amaestra y en los que, tanto el P. Migliorini como yo y el propio José (Debe tratarse de José Belfanti, primo de la madre de María Valtorta. A la misma persona podría, tal vez, referirse la sigla B. P. ya porque a José se le llamaba familiarmente Pepito o porque el hecho aquí recordado puede estar relacionado con lo que se lee en la "Autobiografía") deseábamos una luz divina sobre lo que, de diferente manera pero con ansia idéntica, anhelábamos de todo corazón saber. Y así le digo a Jesús: "¿Por qué en el año 1941, al producirse el primer contacto con aquel hombre, Tú, Maestro, me dijiste: "No juzgues, pues en todos los tiempos ha habido criaturas tenidas por obsesas que eran santas y viceversa. Por eso, tú no juzgues. Yo hablo donde y a quien quiero y puedo asimismo hablar a quien, aparentemente, es menos digno"? Me lo dijiste así poco más o menos. No tengo aquí a mano las palabras de tu luz que yo entonces tomé por inspiración interna; pero sé que son éstas poco más o menos.
Y Jesús me responde:
"Entonces no eras merecedora de más ni era tampoco llegada la hora de proporcionártelo. Necesitabas llegar a perdonar para merecer tenerme por Maestro de la manera que ahora me tienes. Deduce de aquí el mérito del perdón y, por otra parte, reflexiona y compréndelo a través de una parábola. Los tiempos actuales te la pueden hacer comprender mejor que los otros tiempos normales en los que gustabais del pan sin conocer la dificultad de su elaboración.
Parábola de LA mujer quiere hacer pan para la familia
y dispone de todo menos de elevadura
Una mujer quiere hacer pan para la familia y dispone de abundante y excelente harina, lo mismo que de todos los elementos necesarios para amasar: agua, horno, en fin, de todo. Pero no tiene levadura o, si acaso, una insignificancia de ella. Y piensa: ¿si haré o no el pan?; ¿esperaré a tener levadura o en la cantidad que necesito? Mas el hambre y la prisa le vencen y así dice: "¡Bueno! Haré lo que pueda, trabajaré lo más posible la pasta y saldrá bien por más que no tenga levadura". Deslíe la harina trabajándola hasta sudar... Pone a contribución toda su fuerza y toda su voluntad para triunfar. Después trocea los panes, los cubre y los rodea de calor mirándolos de cuando en cuando. La masa no fermenta y se dice: "Está más dura que de costumbre; pero en el horno subirá. ¡La he trabajado tanto...! ¡Todo era excelente! Por fuerza tiene que resultar bien". Regula la llama y el calor en el horno e introduce el pan en él sacándolo después. Ya está cocido; mas el pan no sale hueco, fragante ni apetitoso. Es una masa ácida y pesada contra la que no pueden los dientes más fuertes cansándose inútilmente en arrancarle un bocado mollar. Los estómagos tampoco la sufren y el malhumor reina en la casa, la harina se ha malgastado inútilmente no habiendo servido para nada el cansancio. Y todo por su impaciencia y falta de previsión.
Esta es la parábola; y vayamos ahora a su aplicación.
Tú, en el año 1941, tenías muchas harina: tu amor a la Verdad y tu fidelidad a la misma. Tenías muy buena voluntad de servirme y de llevar la Luz a los corazones... aun a costa de molestarte y herirte por abrir caminos a la Luz; y tenías mucha prisa por entregar tus conquistas a mi hambre de corazones. Todo lo tenías. Mas no suficiente levadura de Caridad. Es una virtud que falta, no sólo en los neófitos sino también en muchos que son, no digo católicos bien formados sino, incluso, ministros en la cura de almas.
las almas son las criaturas más delicadas y enfermizas que existen
Ahora bien, las almas son las criaturas más delicadas y enfermizas que existen. Más delicadas que un niño de pocos días. Son, efectivamente niños que crecen y se forman lentamente. Hablo de la mayoría de las almas. Cuando nace un niñito, éste, en realidad, se halla dotado de todo aquello de que dispone un adulto y lo es ya. Mas si bien se observa, todo cuanto tiene se presenta revestido de tal delicadeza que no resulta aventurado decir que el hombre continúa formándose con una gestación extramaternal hasta que finaliza su desarrollo. Si alguien quisiera proporcionar a un niño los alimentos y género de vida de los adultos, le causaría la muerte. Es preciso adecuar a la edad y formación orgánica los alimentos y sistemas de vida. ¿No te parece así? Esto hacen los padre y madres solícitos y amorosos.
De igual manera, las almas son las aquejadas de ésta o aquella enfermedad, de heridas o en estado de convalecencia, siendo ya estas últimas las más afortunadas. Mas si un médico tratase sin miramiento alguno los miembros fracturados u órganos deteriorados, ¿qué sucedería? Y ¿qué si dijese: "¡Necio! ¡Si estás así es por tu culpa! ¡Aguántate! ¡Bien empleado te está! ¡Asco me das!"? Sucedería que el pobre enfermo, el pobre herido, el débil convaleciente se desanimaría y, al desanimarse, no reaccionaría. Y así, sin ayuda, no podría consolidarse la mejoría y sus heridas se harían más purulentas y profundas al no ser curadas por mano experta sino mal curadas por un inexperto.
¡Cuánto amor, cuánta experiencia, paciencia y dulzura,
en fin, cuánta caridad es precisa para curar las almas ...
¡Cuánto amor, cuánta experiencia, paciencia y dulzura, en fin, cuánta caridad es precisa para curar las almas y, de enfermas, hacerlas sanas, de intoxicadas, libres y, de informes, formadas! Si uno va a ellas con dureza, con intransigencia, con impaciencia y sin caridad, provoca un mal mucho mayor, despertando la acritud, la cólera y el distanciamiento del médico y del educador o mejor: del alimentador y, en definitiva, del Bien.
Si Yo no te hubiera detenido con mi: "No juzgues", haciéndote recapacitar que hasta en quien, al parecer, es menos apto para ser instrumento de Dios, podía estar Dios, tú habrías destrozado con tu violencia cuanto Yo había anudado: ese hilo de seda destinado a llegar a ser amarra de nave con las maromas de la caridad sobrehumana y del afecto humano.
¿Sabes?, hasta en esto eres un "pequeño Juan". Un día, habiendo despachado los samaritanos a mis discípulos, dijeron Juan y Santiago: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?" Mas Jesús les reprendió diciendo: "No sabéis de qué espíritu sois. El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas sino a salvarlas" (Lc 9, 51-55; Mt 9, 13; Mc 2, 17; Lc 19, 10). Y, sonriendo, para corregirles su impulsivo celo que tendía a adoptar manifestaciones humanas, les llamé: "Hijos del trueno" (Mc 3, 16-17).
¿No resulta más dulce ser hijos de la paz que no de la tempestad?
¿No resulta más dulce ser hijos de la paz que no de la tempestad? Dios, ya lo sabes, no está en el viento impetuoso sino en el leve céfiro. Yo te quiero para con tus hermanos, dulce, dulce, dulcísima como cordera si defectos ni malicias. Deben seguirte por tu vello suave, todo morbidez y templanza, por el dulce son de tu voz armoniosa y por tu alegre acogida, llena de afecto. Te trabajé con la caridad, levadura que en ti estaba insuficiente, porque me amabas con todo lo que eras, mas no al prójimo de la manera que Yo le amo. Quiero que le ames como Yo le amo con misericordia por más que esté leproso, y con incansable paciencia así sea un testarudo.
Ahora, ahora es cuando la levadura hace que tu harina proporcione un buen pan. Ahora es cuando has podido merecer el repetir mis palabras y unir a ellas las tuyas. Y ahora ha sido llegada la hora de decirlas por Mí y de guardarlas para ellos. Pocos meses ha, habría podido decirlas igualmente, mas no habrían caído en terreno propicio. E, incluso el terreno de ellos debería estar preparado asimismo para recibirlas.
Vete en paz. Tu Jesús nada hace sin un fin perfecto. Y, por todo lo demás que quieres saber, repito: "Regulaos como en el caso de Sor Benigna".
Mi bendición para los buenos. Mi bendición sobre la Obra naciente. Vuelve a penetrar en la órbita de aquella preparación de los espíritus para el advenimiento de mi Reino, de aquella cohesión que es precisa para oponerse al Disgregador del mundo, que acelera sus obras haciéndolas más aguadas para demolerlas en el tiempo más breve y del modo más completo. Puedes, por tanto, entregar a esa Obra cuanto tienes: tus sufrimientos, tus plegarias y tus obras.
¿Recuerdas, María, tu acto de ofrenda al Amor y a la Justicia?
¿Recuerdas, María, tu acto de ofrenda al Amor y a la Justicia? Revestida con los méritos de tu Amado, repite en ese acto mis palabras: "Padre, perdona a los hombres... y si para aplacar tu justicia fueren precisas hostias de expiación, heme aquí, Padre, inmólame por la paz entre los hombres y Dios, entre los hombres entre sí y por el advenimiento de tu Reino". Y dime a Mí, tu Amor: "Dijiste Tú que el más grande amor es el de quien da la vida por sus amigos (Jn 15, 13). Heme aquí. Yo me presento y ofrezco a Ti para que tu Reino se establezca sobre la tierra y en los corazones". Y por eso me pides que use de ti como instrumento, como un ciego instrumento que no pregunta el "porqué" de cosa alguna.
Uso de ti. Por esto uso de ti, para el establecimiento de mi Reino en el corazón de los hombres que no me conocen ya cual soy. Cuando llegaran a conocerme tal cual soy, muchos, muchos, muchísimos vendrían a Mí. Quiero que vengan. Tengo compasión de estas turbas. En ellas se han extraviado muchos porque no conocen al Pastor.
Llamad a congregar la grey, que el Pastor viene
Llamad a congregar la grey, que el Pastor viene. Que al sonar mi llamada de amor se junten ovejas y corderos. Los chivos se separarán de ellos. ¿Que sois pocos? Eran doce y se quedaron en once. ¿Que la cuna es ignorada y miserable? En un pesebre y en la más insignificante de las ciudades de Judá nació el Salvador (Mt 2, 5-6). Bendigo las "buenas voluntades" que se concentran y, como Satanás tiene sus seguidores. Yo tengo "los míos".
Tornad, hijos, tornad al Evangelio. De haber habido obras y palabras más santas para llevar los espíritus al Bien, Yo, Sabiduría, habría echado mano de ellas; pero nada hay más apto para santificar que el Evangelio.
Acudid a la "Fuente de las aguas del Salvador" (Is 12, 3). Sí, verdaderamente, estas palabras de amor que constituyen mi Evangelio: la palabra de la Buena Nueva, son aguas que brotan de mi corazón, la Buena Nueva que, insistente invitación, vuelvo a repetir al mundo que perece en lo que no es bueno.
Grandes y pequeños que amáis esta Obra,
para vosotros mi bendición
Grandes y pequeños que amáis esta Obra, para vosotros mi bendición. Y tú, mi pequeño Juan, sé más mártir que nunca para esto. Vete en paz."
718-723
A. M. D. G.