10 de noviembre, a las 15 horas.
Quedo sola
¡Qué felices las noches en que Paula dormía conmigo!
Heme aquí sola. Ellos se han marchado. Ahora ni uno solo que sea de mi sangre tengo a mi lago. Únicamente extraños más o menos buenos. Y cuando muera, extraños; y cuando me entierren, extraños. Siempre y solamente extraños.
Se me perfila toda la tragedia de mi situación sin piadosos ni
afectuosos velos que emboten los filos más cortantes de las espadas
Se me perfila toda la tragedia de mi situación sin piadosos ni afectuosos velos que emboten los filos más cortantes de las espadas. ¡Y esto me tiene que suceder aquí, en donde no me veo rodeada por usted ni por mi casa! Esto al menos debiera haber querido Dios: que la partida hubiese tenido lugar estando en mi casa y con usted a mi lado. Y así esperaba que fuese toda vez que creía ser justo que esto me sucediese.
¡Paula, José, Titina! También, a veces, he sufrido por vosotros. Pero ¡cómo os voy a echar en falta! ¡Ahora sí que estoy verdaderamente huérfana y con la seguridad de no ver ya más esos rostros conocidos que por tantos meses –15 y medio– he visto de continuo por casa!
Cada vez más enferma, ¿quién me asistirá mientras Marta esté fuera?
Y de morir por crisis, ¿quién me socorrerá mientras vaya Marta en demanda de auxilio?
¡Paula, José, Titina! ¡Cómo sufría si estabais lejos de mí siquiera fuese una hora! No lo decía, pero sufría. Y lo que ha terminado por hacerme más odioso este pueblo ha sido que, al hallarme confinada aquí arriba , os veía (Mientras que en Viareggio la habitación de M. V., enferma, se encontraba en la planta baja, en San Andrés de Cómpito, por el contrario, lo estaba en la planta de arriba y, por ello, veíase más aislada), y os sentía mucho menos.
¡Qué felices las noches en que Paula dormía conmigo!
¡Qué felices las noches en que Paula dormía conmigo! Me parecía haber vuelto a los tiempos en que yo te velaba en la Centralilla cuando eras una niña que había perdido a su madre (Paula Belfanti perdió a su madre Normanna, primera mujer de José, en el año 1922, cuando M.V. se hallaba en Reggio Calabria en donde, desde octubre de 1920 a agosto de 1922, fue huésped de sus parientes Belfanti que eran propietarios de dos alojamientos, denominados: la "Central" y la "Centralilla")
¡Ahora ya... ya nada, lo que se dice, nada! Sabía que tenía que llegar y hasta rogué para que llegase porque lo deseabais; mas esto mismo me hacía sufrir. Vuestra alborozada prisa por partir acibaró mi onomástica. No lo expresé; pero ¡cuánto sufrí por ello! Marta lo sabe bien.
Como pariente, como amiga y como cristiana os di todo. Por encima de lo material, que para mí nunca supone nada, os di mi corazón y mi espíritu. Ahora es cuando lo puedo decir: Os he defendido del rigor de los castigos en las enfermedades, en los peligros y en los viajes a vosotros: Paula, José, Titina y también a ti Gigi (Luis Belfanti, llamado Gigi, era hijo de José Belfanti y hermano de Paula), que no sabe cuánto he rogado por ti, pagando yo por vosotros y alzándoos. Y ahora seguiré rogando con el corazón sangrante por el desgarro que me habéis causado.
Continuad queriéndome, aun después de mi vida que presiento ha de ser breve, ya que "no hay sitio en la tierra para la pobre María" y anhelo se me abran las puertas del Cielo. Mas, ¡ah, si os hubiese de tener a mi lado en aquella hora...! Queredme como a pariente, amiga y cristiana, vosotros: cristianos, amigos y parientes. ¡Quiera Dios que cuando recibáis el presente cuadernillo con esta página empapada en llanto, sepáis también que estoy ya en la paz!
Mas, al recibirlo, os enteraréis un poco mejor de cómo os veía y cómo era yo para vosotros.
731-733
A. M. D. G.