10 de diciembre

 

 

El cuidado a tener

con las almas en tempestad

 

 


 

Este tiempo de pausa, diré: pública, la ha empleado Jesús en dar una instrucción privada a su pobre María

   deben encontrar consuelo más alto para su dolor en la certeza de la muerte en gracia de Dios de sus cuatro muertos trágicamente

   Un alma agitada por una sacudida trágica es comparable a una nave presa de una gran tempestad

   El que te reclama esta respuesta puede que te pregunte también cómo ha de hacer para aliviar a esa pobre alma en tempestad.

 


 

Ayer noche, tras haberle escrito la carta que espero le entregarán hoy, –y pido a Dios que le ilumine al interpretarla haciéndose cargo de las condiciones en que aquí nos encontramos nosotros, recluidos, necesitados de aclaraciones que sólo usted nos puede dar, y muy, muy desilusionados por su sibilina respuesta de l6 del actual que nos dejó verdaderamente estupefactos y descorazonados– caí en un penosísimo sopor. ¡Cuánto sufro ahora cuando los padezco, sobre todo si he de tener que luchar contra ellos habiendo gente, etc., etc.! De él he salido con las primeras luces del alba y, al ponerme seguidamente a rezar, viene Jesús.

 

Este tiempo de pausa, diré: pública,

la ha empleado Jesús en dar una instrucción privada a su pobre María

 

Este tiempo de pausa, diré: pública, la ha empleado Jesús en dar una instrucción privada a su pobre María. De ella entresaco lo que Jesús quiere y lo demás constituye mi secreto que queda conmigo para siempre.

Esta mañana respondiendo a mis reflexiones mezcladas de desconsuelo por ver lo mal que soy entendida, me dice:

"Aun las mejores personas tienen sus defectos. Únicamente Dios es perfecto. Y, con todo, los hombres, hasta en Mí han pretendido buscar imperfecciones y podría decir que, sistemáticamente, han atribuido significados diversos, a su entender verdaderos, a todos mis actos. Por eso Yo os enseñé: "No juzguéis" (Mt 7, 1; Lc 6, 37). Piensa, alma mía, que los hombres, si bien no sean tan malévolos que, incluso, no quieran serlo y hasta sientan repugnancia de ello, con todo, se hallan tan empapados de soberbia que se arrogan el derecho de atribuir a Dios acciones que, realmente, son queridas por ellos y no por Dios, acciones que si de verdad fuesen queridas por Mí, darían motivo a los hombres, dadas su injusta naturaleza y sus deletéreas consecuencias, para criticar a Dios. ¿Cuándo comprenderán y creerán firmemente los hombres que Dios es Bondad, Paciencia, Justicia y Amor hasta en las cosas más pequeñas?"

Me quedo pensativa con esta lección y después me atrevo a hacerle de nuevo una pregunta, yo que me retraigo de formulárselas a Jesús. Me gusta dejarle en libertad para que me instruya cómo y sobre lo que quiera. Mas el P. Pennoni insistió en ello, incluso la última vez. A lo mejor, de ser otro, lo hubiera dejado, mas él...

Jesús sonríe bondadoso, a la par que serio, y dice:

 

deben encontrar consuelo más alto para su dolor en la certeza

 de la muerte en gracia de Dios de sus cuatro muertos trágicamente

 

"Si esas personas son verdaderamente religiosas, deben encontrar consuelo más alto para su dolor en la certeza de la muerte en gracia de Dios de sus cuatro muertos trágicamente. Digo: más alto. (Escríbelo muy claro). El dolor humano es más bestial en su manifestación y, así, arranca gemidos hasta a los santos. Esto, (escríbelo despacio y claro), deberían tenerlo siempre en cuenta aquellos que escuchan los desahogos de los supervivientes y tienen ministerio de consoladores.

El dolor más alto es el espiritual. Vivísimo en quien no se halla muerto al espíritu por haberse nutrido durante muchos años de él. Este tal, a la pena humana de haber perdido una ayuda y un afecto, añade el de una incertidumbre por la muerte eterna del que murió. No. No es éste  el caso presente, en el que el dolor ha de calmarse con la certeza de un reencuentro bienaventurado.

 

Un alma agitada por una sacudida trágica

 es comparable a una nave presa de una gran tempestad

 

Pero dile al que ha pedido esta respuesta que no sea un piloto incapaz, un práctico de barco (vete despacio y escríbelo claro) descuidado de las más elementales normas de navegación. Un alma agitada por una sacudida trágica es comparable a una nave presa de una gran tempestad. Tiene necesidad de ser auxiliada y aligerada sin increparle por su incapacidad de salir de la tormenta para entrar en aguas más tranquilas. Ahora bien, ¿qué piloto sería aquel y qué práctico de barco, que tan sólo supiese obstaculizar aún más a la pobre nave con maniobras teóricas, no siempre exactas, sino perjudiciales, sobre todo en determinados casos? Si en lugar de plegar las velas, las abriese del todo, ¿no lanzaría aún más a la pobre nave en poder del viento? Y si en vez de aligerarla para huir más veloz, la recargase diciendo: "Así aguantará más firme", ¿no sentenciaría con ello su naufragio? Igual sucede con las almas en tempestad. Se las debe aligerar y comprender en sus reacciones y en sus necesidades y no aumentar su desorientación con injustos reproches.

¡Oh, con     qué facilidad y ligereza se condena! Y ¿no fui acaso Yo condenado repetidas veces como un demonio? (Jn 7, 20). Fácil es decir: "Estás endemoniado". Pero ¿acaso no lo estará tal vez el que acusa cuando falta a la caridad y a la justicia?

Tomadme una vez más como ejemplo a Mí, Maestro vuestro. Marta y María, perturbadas por el dolor, le reprocharon a Jesús por no haber acudido con la prontitud deseada para impedir la muerte de Lázaro. ¿Acaso les reproché Yo? No: las traté con cariño y las consolé (Jn 11, 20-34). Sé comprender y compadecer a las almas turbadas. Aprendedlo.

 

El que te reclama esta respuesta puede que te pregunte también

cómo ha de hacer para aliviar a esa pobre alma en tempestad.

 

El que te reclama esta respuesta puede que te pregunte también cómo ha de hacer para aliviar a esa pobre alma en tempestad. ¡Oh, es facilísimo! Prestándose a sufrir para aliviar su sufrimiento transformándolo así en paz y en luz. Cargarse con los pesos de los demás y colocarse en sus cruces para así descargarles de los pesos y bajarlos de sus cruces. Así lo hice Yo. Hacedlo también vosotros.

Y ahora, basta. Descansa con mi paz y adormece lo que sufre Jesús por tantas culpas y maldades humanas, cantándole, cual pajarillo contento por el bello sol, la canción de cuna de mi Madre. El sol ya lo tienes. soy Yo. Te bendigo."

Nota mía:

El P. Pennoni habíame hablado de esta caso el malhadado 8 de noviembre. Durante 32 días estuvo Jesús callado al respecto, habiendo hablado únicamente esta mañana.

756-759

A. M. D. G.