13 de diciembre

 

 

Visión angélica

 

 


 

una visión celestial

   Mira cómo se ha dado a tus sufrimientos el primer consuelo del tiempo de Navidad con el canto que llenó los ámbitos del horizonte la noche que me vio nacer

 


 

una visión celestial

 

Santa Lucía, a la que tanto he rogado para que me conceda el regalo del retorno, me concede, en cambio, una visión celestial que se inicia mientras rezo con Marta el Rosario y las oraciones de Fátima.

Es un cielo nocturno tachonado de estrellas. Un hermoso cielo oriental de un zafiro casi negro del todo con racimos de luminosos astros. Un paisaje nocturno dormido en la noche. Casitas blancas, todas ellas cerradas y silenciosas. En primer plano hay una, casi cuadrada, con su terraza y su especie de cupulita, tan nítida que, de ser yo capaz, podría dibujarla en sus más nimios detalles. El paisaje es levemente ondulado cual si estuviese asentado sobre una dulce cuenca entre colinas.

Desciende del cielo una teoría de ángeles de un candor luminoso y, aunque incorpóreos, sensibilísimos a la vista humana. Son bellísimos. Describen una curva así (M.V. traza una línea curva de arriba abajo y de derecha a izquierda), dirigiéndose del cielo a la tierra y a la pequeña tranquila ciudad adormecida, haciéndose más luminosa la noche con la luz de los cuerpos angélicos. Los dos primeros, bellísimos sobre toda ponderación, descienden raudos, sin mover las alas, con las manos cruzadas sobre el pecho y el rostro vuelto hacia la ciudad, destellando amor sobrenatural. Y tras ellos, todos los demás en número incalculable...

No sé si al rasgar la atmósfera o con sus latidos de amor producían una música. Tal vez la produjesen ambas cosas. Ciertamente no era un canto material para el que son precisas palabras, cuerdas bucales, úvula y arte. Y, con ser cosa sobrenatural, era algo infinita e indescriptiblemente hermoso... Me es imposible retener este canto sobrehumano del que tengo lleno el corazón y exaltado mi espíritu, quedando anuladas con él todas mis penas, si bien no puedo repetir ni una sola nota. Pienso, y no sé por qué, en aquel canto que, dice mi San Juan, han de cantar únicamente los que seguirán al Cordero de entre los 144.000 salvados que no se contaminaron con el sentido... (Ap 7,4).

La cándida, armoniosa y celestial cohorte pasa y repasa con su parábola uniendo la tierra con el Cielo. Yo los veo desaparecer tras haber rozado la tierra y después volver a descender como describiendo una rueda de vuelos desde el trono de Dios hasta la diminuta ciudad...

 

Mira cómo se ha dado a tus sufrimientos el primer consuelo

del tiempo de Navidad con el canto

que llenó los ámbitos del horizonte la noche que me vio nacer

 

... y me dice Jesús, me dice tan sólo, sin hacérseme presente: "Mira cómo se ha dado a tus sufrimientos el primer consuelo del tiempo de Navidad con el canto que llenó los ámbitos del horizonte la noche que me vio nacer. Cantan los ángeles con su amor el 'Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad'. Te cantan a ti la paz. Goza de ella. Te bendigo".

Y yo añado ahora, es decir, 24 horas después, la tarde del 14 de diciembre, que aún me siento feliz por esta refulgente, pacífica y armoniosa visión angélica.... y que también siento gozo, si bien sea siempre un gozo menor, porque en mi brevísimo sueño he soñado con algo alegre, una como promesa deque ha de terminar al cabo de 10 días. No recuerdo sobre qué ni por quién se me ha hecho tal promesa porque Toi (El nombre de la perrita) me ha despertado tan sobresaltada que no he podido ver lo que seguía ni recordarlo con exactitud. Pero, no sé... tengo también en el corazón esta chispita de gozo.

Y no me diga: "¿Esta es la hora en que aún crees en sueños?" Bien a pesar mío, ya vio usted cómo aquellos de los días 22, 24, 26 y 28 de noviembre se vieron más que confirmados por los hechos. Sé por experiencia cómo, desde pequeña, se me ha anunciado el futuro en el sueño.

759-761

A. M. D. G.